El 10 de septiembre mi esposa trajo a mi casa el ejemplar del día del Diario Jornada, una publicación de distribución gratuita de Mendoza. Como nota de opinión encontré lo que comparto abajo. Lo hago no por la novedad del tema, ni por su actualidad, ya que hace referencia al golpe militar que recordamos el 6 de septiembre, sino porque agrega aspectos no tan habituales en los análisis de este hecho histórico

El primero es el título: LA PRIMERA DICTADURA

No es lo mismo hablar de un golpe militar que de una dictadura que inició un largo y triste ciclo de intervenciones militares en el gobierno de los argentinos que retrasaron y perjudicaron el ejercicio de la democracia en nuestro país. Es un clásico en los anti populistas, como los que proliferan en el macrismo, decir que el Peronismo es el culpable de todos los males de nuestro país. No es mi objetivo discutir esta afirmación, sesgada e inexacta, sino destacar que no es tan común leer análisis que comprueben, describan y objetiven el nefasto papel que han tenido estas dictaduras militares en lo político, en lo social y en lo económico.

Una vez comencé a hacer un listado de esos golpes militares para publicarlo en mi blog, pero después descarté la idea porque hubiera sido muy cansadora su lectura. De todos modos, si se pone el tema en Google, vamos a encontrar esa información que evidencia el impacto negativo de esos Gobiernos cívico militares.

Solo voy a destacar cómo nos influyó el más reciente de esos golpes

Rodolfo Walsh, en los despachos -copiados a mimeógrafo- de la Agencia Clandestina de Noticas (ANCLA) en noviembre de 1976, decía:

“Desde abril, Martínez de Hoz liberó los precios, congeló los salarios, derogó la legislación laboral sancionada a lo largo de medio siglo de luchas obreras, anunció la desnacionalización de todas las empresas estatales que no guardaran directa vinculación con la defensa, preparó una ley de radicación de capitales que coloca a los inversores extranjeros en las mismas condiciones que los argentinos y suprime las trabas para la remesa de utilidades, eliminó el derecho de huelga que puede ser castigado con prisión de 10 años, anuló las preferencias impositivas y crediticias para las pequeñas y medianas empresas nacionales, despejó de gravámenes la importación de bienes que se producen en la Argentina, viajó a Estados Unidos, Europa y Japón en procura de créditos para responder a los vencimientos inmediatos de la apremiante deuda externa de 12.000 millones de dólares, firmó un acuerdo de stand by con el FMI, inició un plan de despidos de agentes estatales que creará casi un millón de nuevos desocupados sobre una población laboral activa de poco más de seis millones, elevó en cinco años la edad necesaria para jubilarse y redujo los haberes que se pagan a los ancianos retirados del trabajo. De este modo precipitó un agudísimo cuadro recesivo, en el que la industria trabaja a menos del 50% de su capacidad y los asalariados ven reducidos sus ingresos reales a la mitad de lo que valían en 1960. Un millón de argentinos no tienen empleos y la inflación sigue superando holgadamente a la que cualquier otro país del mundo con un índice mayor del 500% anual”.

Claro que hay Gobiernos democráticos que también han tenido políticas semejantes, como el de Menem y Macri, y aquí aparece un segundo factor clave –que destaca la nota referida- en estos Gobiernos de facto: son cívico militares.

En los primeros golpes, como el que estamos tratando, la presencia de civiles fue explícita y ostensible. Después se tornó menos visible, casi detrás del trono, pero en más de un caso han sido y son- los verdaderos instigadores: el poder detrás del poder. Es más, son los principales beneficiarios de sus políticas económicas.

Así comenzaron las dictaduras. Hoy en democracia se han modificado las estrategias: pasaron las épocas de la Escuela de las Américas y del Plan Cóndor, pero ahora se usan los golpes blandos y el law fare. Sin embargo, estos militares pro yanquis, como Bolsonaro, son descendientes de aquellos que derrocaron Gobiernos democráticos.

Entonces, leamos la nota, pensemos y no olvidemos, así podemos terminar con este modelo cíclico, y construir una opción mejor, en conjunto con la mayoría de los argentinos, en un consenso que necesitamos.

LA PRIMERA DICTADURA

Se cumplieron 89 años de la primera dictadura militar. Fue cuando el 6 de setiembre de 1930, el movimiento cívico-militar liderado por el general José Félix Uriburu derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, quien fue recluido en la Isla Martín García. Dio comienzo así lo que se llamó “la Década Infame” de la historia argentina, y también, a conocerse lo que sería el terrorismo de Estado.

Los golpistas no consideraron el delicado estado de salud del presidente: Yrigoyen fue arrestado y luego de pasar varios días en un buque de la Armada, lo trasladaron a la isla Martín García. No fue respetada su voluntad de exiliarse en Montevideo o quedarse en su casa de la calle Brasil.

El general Uriburu se hizo cargo del gobierno, y pronto apareció dentro del sector militar un segundo frente liderado por el general Agustín P. Justo, que proclamó su adhesión a la Constitución de 1853 y buscó una salida electoral “protegida”, respetuosa de las formas legales pero fraudulenta en su gestión.

El año 30, se sabe, fue la primera gran ruptura histórica e historiográfica de la Argentina del siglo XX.

Debemos recordar que la “Década Infame” se produjo en el mundo de entre-guerras, marcado por las disputas frente a la hegemonía mundial imperialista, la gran depresión del 29 y un importante ascenso revolucionario de la clase obrera. La quiebra de la bolsa de Nueva York en 1929 repercutió directamente en nuestras tierras con la caída de los precios de materias primas en el mercado internacional.

Los 30 abrirán así una crisis política en Argentina, entre los sectores de clase dominante, por cómo responder a las nuevas necesidades económicas para mantener las ganancias y por las relaciones que debían sostenerse con las distintas fracciones del capital extranjero: Estados Unidos y Gran Bretaña.

El primer golpe y la implantación de una dictadura militar resumen esta confluencia de derrumbes y emergencias que fraguaron los derroteros y extravíos de décadas siguientes. Allí nace la secuencia de inestabilidad político-institucional, el papel tutelar de las Fuerzas Armadas y la confusión entre liberalismo, nacionalismo y autoritarismo que marcará el pulso del país hasta 1983.

La actitud de los vencedores no tenía precedentes en la etapa constitucional argentina: saquearon e incendiaron casas particulares, comités del radicalismo, confiterías céntricas de Buenos Aires, y diarios como “La Época” y “La Calle”. Implantarían el terrorismo de Estado para mantener el control, que serviría de modelo a otros que los continuarían: Ramírez, Lonardi, Rojas, Onganía, Lanusse, Videla, Massera, Viola, Galtieri.

Con el derrocamiento de Yrigoyen, se iniciaba una experiencia traumática, en la que el gobierno ya no representaría al pueblo de la Nación sino a sí mismo y a las fuerzas que lo habían consagrado. Se ingresaba en la ley de la selva de la que la Argentina no habría de salir sino medio siglo después, a raíz de una guerra perdida y del desprestigio militar por desaparecidos y niños secuestrados a padres asesinados.

Roberto Suárez

rsuarez@jornadaonline.com.ar