“Lo cierto es que el crecimiento económico
peruano se debe en gran medida a que, habiendo tenido en los últimos tiempos a
gobiernos de los más variados signos políticos, tanto de izquierda como de
derecha, todos, absolutamente todos, continuaron el modelo económico adoptado
evitando de ese modo la refundación permanente, aprovechando lo positivo de los
gobiernos anteriores y mejorando todo lo que hacía falta mejorar.”
Esta afirmación es válida como criterio,
pero convendría ampliarla un poco. Cuando estuve en Perú, un amigo peruano me
decía que todos los Gobiernos hacían lo mismo, salvo un Gobierno Revolucionario
que instaló una Reforma Agraria.
Hay que destacar que Perú ha conseguido una
reducción de la pobreza con sus programas económicos, según el informe del
PNUD, pero analicemos un poco más:
“Algunos indicadores sobre la evolución de
la economía peruana permiten una comprensión más abarcadora. Las robustas
estadísticas de crecimiento que exhibe Perú tienen un motor destacado, con una
potencia sólo equivalente al petróleo para Venezuela, en los elevados precios
de las materias primas que exporta: minerales, productos agrícolas y de pesca.
Cien empresas mineras provenientes de Canadá, Australia, Inglaterra, China,
Estados Unidos y Australia operan en Perú. El principal producto de exportación
es el oro, con despachos por 4369 millones de dólares en el período enero-julio
de este año, y luego le sigue minerales de cobre con 3097 millones de dólares.
Esas dos materias primas representan el 40,1 por ciento del total de las
exportaciones peruanas.” (El modelo peruano, Alfredo Zaiat, Septiembre 2010, https://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-153411-2010-09-19.html)
Más abajo: “los problemas económicos y
sociales de Perú “siguen siendo la baja productividad, la pésima educación, el
deficiente sistema de salud, las debilidades en infraestructura física, la
desigualdad social, la aplastante corrupción y el alto nivel de informalidad””
O sea que esa prosperidad no se ha distribuido
con equidad en la población peruana: los pobres, aunque hayan mejorado su
situación, siguen pobres, y los ricos son más ricos.
También Chile ha tenido un largo periodo
político de aplicación del modelo que instaló Pinochet desde 1973. Otro milagro, el chileno, cuyo éxito ha sido
ensalzado mucho, y el macrismo lo propuso más de una vez como un modelo para
Argentina.
Acá se tradujo en el Plan Belgrano, que se
quedó en anuncios. “Al igual que la última dictadura militar y el menemismo,
Cambiemos creía que Argentina debía seguir un camino similar, abandonar su
industria “subsidiada e ineficiente”, sus intentos “estalinistas” de
industrialización junto con el complejo entramado social derivado, para
concentrarse en ser el “supermercado del mundo”.”
El problema es que Australia se caracteriza
por una alta inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) orientada a la
innovación de sus recursos nacionales, mientras que en Argentina Cambiemos no
ha hecho más que reducir el presupuesto destinado a Ciencia y Tecnología.
Como ya lo he dicho, él éxito del modelo
chileno, a semejanza del peruano, se ha basado en el precio de sus commodities,
que son, en general, más estables que otras, como cereales o la soja.
Ahora, esos modelos han generado -o no han
reparado- la injusticia en que viven sus sectores más pobres.
Precisamente, la explosión que aún continúa
en Chile tiene origen en esas asimetrías que condenan a millones a vivir con
carencias alimentarias, sin Educación ni Salud pública.
Recomiendo leer la nota completa, pero
selecciono algunos párrafos:
“… el problema es el modelo. El
neoliberalismo constituye un sistema de destrucción masiva. Es insostenible
como régimen y su reproducción está claramente en jaque.
En Argentina, en Ecuador y en Chile el
pueblo dice “no” al avance neoliberal postglobalizado. Lo hace ahora, como lo
hizo en el pasado. Esta negativa contempla resistencias heterogéneas que,
aunque gritadas al unísono, traducen un sinfín de demandas sociales. Se rechaza
el ataque político al derecho de las minorías; se rechaza la normalización y
agudización de las injusticias sociales y de la desigualdad en diversas
expresiones; se impugna la validez representativa de un discurso político que
inmoviliza la “grieta” entre adeptos y disidentes del neoliberalismo como un
abismo insalvable. Pero, al mismo tiempo, también se grita por el acceso al
consumo; al derecho de no vivir endeudado. En las diferentes consignas, la
lucha por dignidad parece expresar la condensación de esta complejidad de representaciones
de la identidad ciudadana. La violencia aparente de estas enunciaciones es
absolutamente proporcional a la que ejercen sobre nosotros/as aquellos/as que
imponen al neoliberalismo como destino histórico. Ningún pueblo está obligado a
aceptar pasivamente las condiciones de su aniquilación o marginación.”
Finalmente,
la conclusión de la nota es importante porque contiene, además una advertencia
sobre que estamos en medio de procesos –que en muchos casos serán luchas-
contra un poderoso enemigo que, aunque hoy esté perdiendo batallas, seguirá
tratando de imponer su hegemonía, como, desde el mismo domingo 27/10/19, empezó
a hacerlo el macrismo.
“El
ruido del quiebre nos llega como un trueno y se escucha desde diferentes
latitudes de Sudamérica. Estamos viviendo el estallido del neoliberalismo en su
versión más reciente. Sabemos que se trata de un modelo con gran despliegue;
que se ha reinventado inúmeras veces en las últimas cuatros décadas, siempre
con resultados brutales. Pero también observamos los nuevos y claros límites
que se vienen construyendo a su avance aquí, en Sudamérica, y en otros parajes
del globo. Como en otros momentos, tenemos la esperanza de superarlo; y somos
suficientemente lúcidos como para comprender que caminamos sobre campo minado.”
Si a un señor feudal le hubiéramos dicho
que en un futuro los reyes no serían las figuras políticas más importantes, que
sus siervos iban a tener el derecho a voto igual que él, que el agro no sería
el centro de la economía, que las ciudades albergarían la mayoría de la
población, que los caballos no serían el medio de transporte y, que la
comunicación no usaría por postas o palomas mensajeras; seguramente se hubiera
reído cual si fuéramos bufones en su corte. Hoy estamos viviendo un cambio de
era, un período de transición igual de radical. Estos momentos son
excepcionales, la humanidad los ha transitado pocas veces. Vivirlo es un
privilegio, pero, también, una incógnita.
Tanto desde la literatura de difusión (ej.
autores como Yuval Harari con sus libros Sapiens y De Animales a Dioses), como
desde la investigación académica (ej. estudiosos como Jan Rotmans de la
Universidad de Erasmus), hay hipótesis que sugieren cómo podría ser este
futuro. Estos escritos buscan mostrarnos el punto de llegada. El foco de este
artículo no está en vislumbrar cómo será o debiera de ser el futuro; el foco es
ayudarnos a transitar mejor el camino, poder entender el proceso de cambio de
era.
Ya en 2015, el Papa Francisco I, remarco
que no estamos viviendo una era de cambios sino un cambio de era. ¿Qué
distingue una era de cambios de un cambio de era?
Primero, en las eras de cambio las
transformaciones se aceleran, pero no modifican su lógica (por ejemplo, a lo
largo del Siglo XX, los autos se vuelven tecnológicamente más sofisticados,
pero no cambia el medio de transporte). Por el otro lado, los cambios de era
tienden a ser procesos transversales. En el Siglo XXI los cambios trascienden
las innovaciones tecnológicas y pasamos a la gestión del conocimiento (internet
de las cosas, inteligencia artificial, blockchain) e involucra cambios en la
comunicación (redes sociales, YouTube), en la economía, (el futuro del trabajo,
Airbnb, Glovo), en la geopolítica (el Brexit, el auge de China, la caída del
eje USA-Rusia), en la filosofía (la post modernidad, la verdad
post-científica), en los objetivos colectivos (los nuevos objetivos de
desarrollo sustentable de Naciones Unidas), en el arte (arte digital, realidad
virtual), en la educación (formación continua), entre otros. Entonces, si en
los cambios de era los procesos son transversales, se debe ser consciente que
las lecturas parciales pueden ser equívocas. A veces, por el afán de concentrarnos
en un tema (típico de la especialización que caracterizó el Siglo XX), perdemos
de vista que las diversas fuerzas se presentan en modo interrelacionado, donde
un cambio impacta y amplifica los otros. Por ejemplo, si tratáramos de
circunscribir el fenómeno de #MeToo a un fenómeno de redes sociales sería una
caracterización miope. #MeToo combina varios de los cambios mencionados:
internet (tecnología), las redes sociales (comunicación), los objetivos de
desarrollo sustentable de Naciones Unidas (objetivos colectivos), no reconocer
fronteras ni estar alineado a ideologías políticas (cambios geopolíticos).
Desde esta perspectiva, la tecnológica, si bien importantísima, es sólo un
síntoma. Es, entonces, importante adoptar una mirada holística y sistémica.
Segundo, en las eras de cambio por su
intenso ritmo, vemos en el transcurso de la vida de una persona, su nacimiento,
desarrollo y madurez (por ejemplo, el surgimiento y desarrollo de la
televisión). Alternativamente, en los cambios de era los tiempos son largos;
son tiempos históricos. Tomemos el caso de la Revolución Francesa de 1789.
Usualmente, la ubicamos como el fin de las monarquías totalitarias y como el
hecho histórico que sienta las bases de la democracia moderna. Sin embargo,
Francia, en los ochenta años sucesivos a la revolución francesa, pasa por siete
regímenes políticos: tres monarquías constitucionales, dos repúblicas efímeras
y dos imperios. Podemos afirmar que un ciudadano parisino seguramente se sintió
confundido: sabía que habían decapitado al rey Luis XVI, pero ¿iban para
adelante? ¿para atrás? ¿hacia el costado? En un mundo donde la inmediatez nos
resulta tan natural, donde Google nos da la respuesta en nanosegundos, frente
al cambio de era, tenemos que desarrollar la paciencia.
Por último, en las eras de cambio es
relativamente fácil predecir el impacto del cambio (la introducción de Skype
afecto en modo directo el negocio de llamados de larga distancia de las
telefónicas). Sin embargo, en los cambios de era, es fácil ver lo que ya no es,
pero, aún, no sabemos, que será. Entonces, los cambios de era se debe aceptar
que “se está siendo” que, producto de las interrelaciones, intentar predecir su
forma final, es -casi- un ejercicio inútil. Por ejemplo, ¿sabremos a ciencia
cierta cómo será el futuro del trabajo? ¿Es correcto hacer una comparación con
lo que fue la revolución industrial del Siglo XIX? ¿Serán las tareas netamente
humanas, como el cuidado de las personas, las principales fuentes de trabajo?
¿Es necesario cambiar el sistema educativo? Si tratáramos de definirlo,
seguramente, estaríamos en lo cierto por un breve período, pero equivocados
respecto del resultado final. Retomemos el caso de las telecomunicaciones,
soluciones que parecían novedades que iban a sustituir en modo permanente una
tecnología (como ser Skype respecto del llamado internacional del teléfono de
línea fijo) fueron rápidamente sustituidas por otras como WhatsApp. Hoy,
sabemos que habrá más novedades en las comunicaciones interpersonales. Tomemos
otro ejemplo, el cambio en las preferencias en las formas de alimentación
(vegano, macrobiótica, vegetariano). Aún no es claro si una de todas estas
tendencias se establecerá como el nuevo modo de alimentarse, si todas
convivirán o si son la antesala de algo que aún no ha surgido. Lo único que
sabemos es que es un repudio a la “vieja” forma de comer y, desde un lugar más
profundo, una nueva forma de vincularnos con los otros seres con los que
compartimos el planeta. Entonces, en los cambios de era el pensar que ‘hemos
llegado’ es muy riesgoso porque crea falsas certezas. Sabemos convivir con
cambios; debemos aprender a vivir en la incertidumbre.
Lejos de una mirada pesimista la invitación
es a entender procesos más que buscar soluciones.
Comprender que todos los elementos que Zygmunt
Bauman brillantemente sintetizó en la expresión de “sociedad líquida” y que
pueden parecer negativos, son las características de una etapa de transición.
Por ejemplo: los vínculos efímeros (en antítesis de los estables), el auge de
los relatos (por sobre los “datos”), la velocidad con la cual los
emprendimientos cambian y/o desaparecen (la vida promedio de una empresa en el
Siglo XX era de 60 años; hoy es de 18 años, menos de un tercio), la
descentralización (que implica pérdida de control), las nuevas formas de la
gestión como el lean management, el fail fast, el canvas (frente a la
planificación a largo plazo o las estructuras corporativas), entre otros.
Es darnos cuenta que no se puede cambiar de
era sin que la anterior “ya no sea”. Implica entender que esta deconstrucción
es indispensable y aceptar que la nueva era no ha, aún, encontrado su nuevo
formato. Desde esta mirada, los relatos son experimentos, verbalizaciones de
posibles futuros, los vínculos efímeros son intentos de nuevas formas de relacionarnos,
la velocidad del ciclo de vida de las empresas representa ensayos de las nuevas
formas de plantear soluciones, la descentralización impide que haya actores
preponderantes que, por si solos, dirijan el cambio. En resumen, todas son
maneras de fluir (líquidas como el agua) en búsqueda de, eventualmente,
encontrar la nueva forma.
Un cambio de era es el periodo que se ubica
entre dos apogeos. Por ejemplo, en el primer párrafo de la nota describimos las
características del apogeo de la Edad Media. El apogeo de la Edad Moderna se
caracterizó, entre otros aspectos, por el predominio de la ciencia por sobre la
religión, cambios tecnológicos, el surgimiento de los estados nación. El
tránsito entre uno y otro no fue fácil; éste cambio de era tampoco lo es y genera,
simultáneamente, sensaciones encontradas: ilusión por las mejoras que se
vislumbran e incertidumbre por la desorientación que acarrean. Sin embargo, si
nos quedamos atados al pasado, no dejamos que llegue el futuro. Hay que
trabajar para armar ese futuro y no para mantener el pasado. En resumen, esta
nota es una invitación a mirar al presente desde la lógica del Siglo XXI y no
desde el pensamiento del Siglo XX.
Doctora en Investigación de Gestión, Universidad de Leicester; profesora de Marketing en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella
A casi 24 horas de que se anunciara que el
Frente de Todos había triunfado en primera vuelta y que Alberto y Cristina iban
a ser El Presidente y la Vicepresidente de la Nación Argentina, compruebo algo
que no esperaba, por lo menos en esta magnitud: la reacción virulenta y feroz
de muchos militantes macristas, descalificando no solo el triunfo, sino al
pueblo argentino que eligió al Peronismo como esperanza de una Patria mejor.
Ejemplos: una imagen de Macri con la
leyenda Eras muy grande para un país de ignorantes. Otra, con un mono comiendo
bananas, que dice A los monos hay que darles bananas.
Abajo les copio textualmente lo que subió
una muy querida amiga:
“Ha sido una
gran elección de Las Paso a esta. Macri sacó dos millones de votos más mientras
que la fórmula FF cien mil. Creo que fue lo conveniente. Si hubiera ganado
Macri, el país se incendia. Es de conocimiento público que estaban preparados
la cámpora en el norte y en el sur, armados hasta los dientes! Creo que de este
modo y en este momento se salva el país. Y toda la gente de buena fe quiere
eso. Les queda gobernar sin mayoría en las cámaras, cómo sí lo hizo Macri y con
las provincias más fuertes en contra. Quiero verlos.”
¿Cómo explicar esta obvia mentira? Y, sobre
todo, que muchos/as macristas, llenos de rencor y odio por lo que no es más que
una elección (como la del 2015), la hagan suya. Esto se une con la denuncia de
una conspiración internacional que conduciría el Foro de Sao Paulo, con apoyo
de Cuba y Venezuela, y que sería la responsable las puebladas de Chile y
Ecuador, que es la que preparaba lo que menciona mi amiga sobre Argentina. Me
comuniqué por las redes con ella, para decirle era absurdo ese planteo, que era
una fantasía sin el menor apoyo en la realidad, pero no me lo aceptó.
Agrego una perlita: Majul, en una
entrevista en A24, sostuvo que, en realidad, había sido un empate técnico. Tan
ridícula afirmación llevó a que Novaresio y Laje se burlaran diciéndole: Fue un
triunfo en primera vuelta.
De todos modos, lo anterior es suficiente
demostración de cómo ha tomado el macrismo la derrota electoral.
Están sedientos de venganza, para usar una
frase hecha, y están en campaña.
Esto no me a mover ni un centímetro de mi
postura de colaborar con el cierre de la grieta. No hemos vuelto para entrar en
contienda con estos malos perdedores que, después de pregonar –eran mentiras,
claro- su vocación republicana desde antes del 2015, ahora no aceptan la
derrota.
Adicionalmente, quiero compartir algo que
me ha llamado la atención: desde ayer los medios amigos del macrismo insisten
en que “Ganó el Peronismo, pero con menos votos que los que estimaba”. Este
bajarle el precio al triunfo peronista, no es casual: van a tratar de limar al
próximo Gobierno de los Fernández de la manera que puedan, a como dé lugar.
Analicemos la realidad:
Hay que esperar el recuento definitivo: hay números que no
cierran, aunque el crecimiento de Macri es real, sobre todo en los centros
urbanos, que son los más cercanos al modelo macrista. Lavagna ya hizo denuncias
por fraude electoral, tengo versiones ciertas de aprietes en el Sur de la CABA,
así que esperemos. Estoy seguro que la diferencia se acentuará, sobre todo
porque hicieron carga selectiva, eligiendo los distritos en que mejor les iba.
Por eso, los porcentajes fueron variando: Fernández aumentó y Macri disminuyó.
Aun así, ganar por el 8% (hasta ahora) no es un triunfo
menor, como quieren hacer creer. En números: son dos millones de votos; en el
2015, ganó Macri por 678.774 votos, y estuvieron chochos. Es un triunfo en
primera vuelta, impensable hace algunos meses, nomás. No dejemos que lo
desvaloricen.
Pensemos que Macri es el único Presidente latinoamericano que
perdió una reelección, lo que no es un mérito menor, pero explicable si tenemos
en cuenta que es el peor Presidente que haya conocido en Argentina. Además de
esto, hay una explicación evidente: el Peronismo ganó porque fue unido en el
Frente de Todos, lo que no había pasado en las elecciones del 2015 y 2017. Esto
tampoco debe ser desvalorizado, y debe ser una prenda irrenunciable de todos
los que queremos que Argentina salga del pozo, y recorra un camino de mejora
para la mayoría de los habitantes de este país.
Otro
sí digo: El proyecto macrista era a doce años: Gobierno y reelección de Macri,
y una tercera gestión que podía ser la de Eugenia Vidal. No solo era gobernar:
era transformar Argentina, y terminar con el Peronismo para siempre. Hoy están
llegando a rastras al fin de la gestión, aplicando las medidas que criticaron:
marchas en las calles, cepo cambiario, ¿y me van a hablar de derrota exitosa?
Por supuesto, el núcleo duro macrista puede creer eso y mucho más, pero no es
verdad, y están demostrando su pobre concepción de la Democracia que supimos
conseguir.
OLVÍDENSE,
VOLVIMOS, Y TRATAREMOS DE SER MEJORES. ENTENDEMOS DE POLÍTICA, Y SOMOS CAPACES
DE AGUANTAR Y SUFRIR CUANDO HACE FALTA.
ELECCIONES 2019 EN ARGENTINA: TRIUNFÓ LA ESPERANZA, PERDIÓ LA MENTIRA
El 28 de noviembre de 2015 publiqué la primera entrada de este blog Miradas desde Mendoza, ya casi hace cuatro años. Si bien incluí varias categorías, de las 122 entradas, más de 80 son en la de Temas Políticos. Por lo tanto, esta fue la intención primordial para ponerme a escribir un blog.
No fue casualidad, porque siempre me interesó la política, activamente desde que ingresé a Filosofía y Letras, pero desde antes en lecturas y conversaciones.
Participé como Coordinador del Área de Vinculación de la UNCuyo en la gestión del Ing. Somoza, y, desde lo político, fue una de las etapas más satisfactorias de mi vida: gestionar un área tan llena de posibilidades dentro de un Gobierno universitario concebido como parte de un Proyecto Nacional y Popular me llenó de satisfacciones.
Después de que perdimos las elecciones universitarias en el 2014, y las generales posteriores, sentí que debía buscar un nuevo lugar de militancia, porque mi vocación por la política, mucho más en la derrota, seguía intacta.
Entonces se me ocurrió lo del blog, decisión que reafirmo hoy: escribir tal vez fue mi primera vocación, y afloró cruzando el momento histórico y personal de entonces.
Esa primera entrada fue solo la publicación de una nota de opinión de Roberto Roitman sobre el triunfo de Mauricio Macri. Hoy, a días de las elecciones nacionales que pueden definir el próximo Gobierno, nada más oportuno que recuperar aquella opinión
Dejo el link al final, pero voy a rescatar algunos párrafos interesantes para analizar en estas circunstancias
Dijo Roitman:
“Daría la impresión, por los últimos días, que no habrá tratamientos de shock, más allá de la primacía de un equipo neoconservador y neoliberal: sea porque la mayoría no hegemónica no lo permita, o por decisión propia. Así como sabemos que en la Argentina, no es sustentable un modelo económico que base su competitividad en salarios bajos (además: siempre hay un país con salarios más bajos) ni tampoco basado en materias primas baratas, en el mundo de las cadenas globales de valor.”
La del PRO es una situación inédita, que algunos caracterizan como “la nueva derecha”. Recomiendo leer: Mundo PRO, de G Vommaro, S Morresi y A Bellotti, de Edit. Planeta donde se los caracteriza como formadas al estilo de los think tanks estadounidenses, que funcionan a la vez como centros de elaboración de programas de gobierno “llave en mano”, como espacios de socialización profesional y como núcleos de lobby. Este tipo de organizaciones trabajan en propuestas que giran alrededor de las nociones de modernización, transparencia y efectividad, detrás de las cuales no es difícil imaginar clivajes como eficiencia/ineficiencia, nueva/vieja política e improvisación/equipos.”
Este análisis de Roberto desde la lógica política, y desde su conocimiento y militancia, era válido, y tal vez era, en otro plano, lo mismo que esperaban muchos/as argentinos/as que confiaron en el PRO.
Sinceramente, no voté al PRO, y no creí sus obvias mentiras, pero nunca pensé que iban a hacer tanto daño. La metáfora del Ángel Exterminador, que usó siempre Asís para llamar a Macri, hoy es una dura realidad.
“Nunca había visto a mi país sufrir tanto”, dice el joven taxista Manuel. Tiene 27 años y está preocupado por su existencia desde que estalló la crisis económica en su país. “Nos falta todo. Trabajamos y trabajamos y, sin embargo, no tenemos suficiente para vivir “.
La tasa de inflación anual de Argentina es del 53,5 por ciento y un tercio de los argentinos vive por debajo del umbral de pobreza. Es así como a fines de 2019, 4,5 millones de personas en el país pasarán a considerarse indigentes. Incluso en septiembre, el Congreso se vio obligado a declarar la emergencia alimentaria hasta 2022.
Para muchos argentinos, el culpable de la situación actual es el presidente Mauricio Macri. Cuando llegó al poder en 2015, prometió a los ciudadanos un país sin pobreza, nuevos empleos estables y una tasa de inflación inferior al 10 por ciento. Cuatro años después, los argentinos se enfrentan a una crisis más aguda.
El plan de Macri para liberalizar la política financiera argentina, después de años de proteccionismo, ha fracasado trágicamente. En lugar de atraer a inversores extranjeros y estimular la economía volátil a través de condiciones competitivas más libres, convirtió al país en un patio de recreo para los especuladores de divisas, y finalmente buscó ayuda del Fondo Monetario Internacional.
Fue así como el FMI le otorgó a Argentina, en junio de 2018, el crédito más alto de su historia: 50 mil millones de dólares. Suma que se incrementó en 6.300 millones de dólares el mismo año. Esto fue seguido por una política de austeridad drástica que resultó fatal para la clase media. Y muy probablemente también para el presidente.”
Sobre la mesa los dos textos: el del 2015 y el actual, que permiten una síntesis rápida de estos cuatro años, y del peor Gobierno que yo haya conocido, a pesar de que hay otros fracasos de gestión.
Las causas de este fracaso rotundo y terrible son varias, mencionaré algunas:
Haber aplicado un planteo seudo neoliberal, en lo económico y en lo político, fuera de época, pero, además, llevado a cabo con rigidez y tozudez.
Conjuntamente, un equivocado –extraño en quienes de auto denominaron el mejor equipo de los últimos 50 años- diagnóstico de la realidad. Por ejemplo, pensaron:
Que, eliminando el déficit fiscal, lloverían las inversiones
Que podíamos a parecernos a Chile (el mito del modelo chileno que más de una vez cuestioné en mi blog, ha quedado en evidencia en estos días), sin tener en cuenta las diferencias de los países.
Que había que desplazar a la política, a la que menospreciaron y quisieron reemplazar con CEOs y meritocrátas que no conocían la Patria, y, no solo fracasaron, sino hicieron enormes negocios.
Que la Patria financiera era el mejor aliado, desconociendo a los sectores que mantenían el consumo y la economía argentinos.
Creer que la política se resolvía técnicamente, según el modelo de Durán Barba que les permitió ganar todas las elecciones hasta las PASO de Agosto. Con temas como el de la grieta, o la corrupción, lograron que el electorado básicamente anti peronista odiara al Peronismo, lo que permitió la victoria del PRO. Pero esa estrategia no podía resistir la realidad del fracaso económico que vació las heladeras.
Un tema clave es el del relato: lograron que ese núcleo duro que los sigue votando (fundamentalmente anti peronistas en diversos grados, hasta el odio visceral y profundo) asumieran con fervor que el Peronismo era lo que peor que le había sucedido a Argentina. Incluso esto les permitió ganar las elecciones del 2015/17. Crearon un aparato judicial mediático, con participación de servicios de inteligencia, también un gran equipo de trolls que coparon las redes con fakes news, e instalaron lo que llamé “la Matrix macrista”. El problema es que se lo creyeron también ellos y pensaron que podían manejar la realidad, y a la sociedad, cosa que no sucedió.
A esta altura del 27/10, día de elecciones nacionales, con la certeza de que no habrá segunda vuelta, y que Fernández – Fernández serán Presidente y Vice de Argentina, y que hemos derrotado en las urnas al neoliberalismo para que nunca más vuelva, no tiene mucho sentido ampliar o profundizar el análisis.
El pueblo argentino ya evaluó lo que Macri había hecho, y lo rechazó. Esto que hubiera parecido imposible pensar cuando escribí la primera entrada de Miradas desde Mendoza, hoy es una realidad, y me siento muy orgulloso de haber sido parte de ese proceso.
Roitman cierra la nota así, y fue un brillante presagio:
“Cierto es que los cambios en la política se dan en todo el mundo. La marcha y la tarea continúan: una elección, por trascendente que sea, no es el final. Es la continuidad de un proceso histórico más o menos disruptivo, pero que siempre es consecuencia de lo anterior. También así será la reconstrucción del peronismo, como un mugrón en el viñedo: de la tierra al pecho. Que sea lo mejor para esta sociedad donde vivimos todos.”
La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.
Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.
Estaba
buscando información que explicara este proceso explosivo y dinámico que
recorre América Latina (siempre incluyo México cuando hablo de ella).
Paralelamente
a este largo y desgastante proceso electoral argentino, en el resto de AL –y
del mundo- han “pasado cosas”, diría Macri.
Voy
a utilizar la nota que encontré en la Revista NODAL sobre Chile, porque muestra
con claridad que estamos viviendo transformaciones inéditas.
Chile y su noche de brujas: el
incendio espontáneo del modelo neoliberal
19 octubre, 2019
Por Paul Walder *
Tal vez el 18 de octubre se inscriba como
un momento de levantamiento popular. O tal vez lo sigan otros momentos de mayor
intensidad. Pero sin duda, a partir de este día algo cambió en Chile. El modelo
neoliberal, hoy administrado por Sebastián Piñera, pero amado desde Ricardo
Lagos a Michelle Bachelet, está herido de muerte.
La declaración por parte del presidente del
estado de emergencia, que faculta al ejército a restablecer el orden en
Santiago, no resuelve el problema, sino que lo agrava.
No es una coincidencia que, a poco más de
una semana de finalizadas las protestas en Ecuador, que obligaron a Lenín
Moreno a echar pie atrás en el alza de los precios de combustibles, Santiago de
Chile viva incidentes y manifestaciones similares.
El alza en las tarifas del ferrocarril
metropolitano de Santiago provocó a partir del lunes una escalada de protestas
que el viernes por la noche alcanzó una extensión e intensidad no observada
durante el periodo post dictadura. En ambos casos hay una costura común: el
modelo de mercado y las alzas como la gota que rebalsa una copa rellena de
paciencia.
Primer acto: Las protestas comenzaron a
inicios de esta semana por estudiantes secundarios organizados a través de las
redes sociales para asaltar las compuertas del Metro. Acciones puntuales que
con el paso de las horas y los días se extendieron por todas las estaciones de
la red del ferrocarril. El éxito rotundo de las acciones, que gozó de una
retroalimentación positiva y a gran velocidad, amplió de manera espontánea las
acciones que se reproducen en intensidad y frecuencia.
Un segundo acto se abre con la intervención
cada vez más ruda de los carabineros y la habitual violencia de las fuerzas
especiales. Y es a partir de aquí que todo se desbanda. Si en un comienzo
fueron estudiantes en un proceso de desobediencia civil, hacia el viernes los
disturbios escalaron a barricadas en las calles, destrozos de escaleras
mecánicas, incendios de buses, vehículos policiales, contenedores urbanos y
estaciones del Metro.
Durante la noche ardía el edificio de Enel,
una expresión sobre la verdadera naturaleza de la protesta. No son solo las
tarifas del metro. Es un sistema basado en aquello que David Harvey llama
acumulación por desposesión. Cada chileno siente que las grandes corporaciones
le estafan un poquito cada día. Un hurto que se ha prolongado por décadas desde
las tarifas de los servicios, los créditos usureros, el transporte, las
pensiones privadas miserables, o el lucro en la educación y la salud.
En pocas horas la indignación se ha
precipitado. Un país que el fin de semana parecía ordenado y sumiso, este
viernes ha estallado de ira, de rabia acumulada por generaciones y traspasada a
los adolescentes, como decantación de las frustraciones de sus padres, hermanos
y abuelos.
Políticos de la alianza Chile Vamos han
increpado a los jóvenes de protestar sin una causa propia en cuanto gozan de
tarifas escolares rebajadas. La respuesta no se ha hecho esperar. Es una
expresión de un dolor social acumulado por toda la larga historia del
neoliberalismo chileno.
Al inicio de la primera década del siglo,
durante el gobierno de Ricardo Lagos, otra generación de secundarios le reclamó
por el sistema escolar vigente impuesto por la dictadura. Un primer aviso
remecía por primera vez el modelo chileno, representado entonces como el gran
paradigma de crecimiento económico y aparato de ascenso social.
Años más tarde otra generación de
adolescentes movió nuevamente la brújula de las elites. A alguien, a más de uno
estaban dejando fuera de escena. Aquella fue la revolución de los Pingüinos que
años más tarde, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera a inicios de la
presente década, retomó con nuevas demandas el movimiento universitario. En
Chile, como en otros grandes movimientos, han sido los estudiantes quienes han
empujado la historia.
Los incidentes del viernes 18 de octubre
han sido los más intensos, espontáneos y extendidos de toda la transición post
dictadura. La convocatoria a un cacerolazo realizada por redes sociales a las
18:00 horas tuvo una respuesta masiva en todas las estaciones del Metro a las
20:30. Decenas de millares de personas, la gran mayoría sin organización ni
militancia conocida, pasaron horas golpeando latas y cacerolas en piquetes que
detenían el tránsito.
Ante este levantamiento, que ha sorprendido
al país porque no tiene detrás ni organización ni colectivo conocido, el
gobierno solo atina con la amenaza. Desde inicios de la semana ha aumentado la
presencia policial en las estaciones del Metro y los métodos de control. Este
viernes en twitter aparecían videos de estudiantes heridas por balines o
perdigones.
Piñera ha salido de la escena desde el
miércoles. Este viernes, cuando la situación era ya difícil de controlar por la
policía, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, un pinochetista que se
esfuerza por no parecerlo, instala en un patio en La Moneda un punto de prensa
para anunciar que el gobierno invocó la ley de seguridad del Estado, que
aumenta las penas a quienes alteren el orden público.
En poco más de cinco minutos y sin
responder preguntas, Chadwick despachó lo que ya se intuía: la única estrategia
del gobierno es la represión y no considera una revisión de las alzas de las
tarifas. Pero se trata de una inútil estrategia comunicacional. A esas horas la
red de Metro estaba cerrada, millones de santiaguinos intentaban buscar un
medio para llegar a casa y la policía estaba totalmente superada. La intensidad
de las protestas, de los millares de piquetes, de los incendios se extendían
por toda la ciudad y sus barrios.
Un recuento realizado a primeras horas del
sábado por las fuerzas militares estableció que anoche hubo unos 300 detenidos,
centenares de lesionados, decenas de vehículos incendiados, una veintena de
estaciones de Metro destrozadas, saqueos.
Heridos graves con balas de armas de
servicio de la policía, balines, apaleados, detenidos, presos, aún no acaban de
contarse. Fuerzas Especiales de Carabineros arrojaron una mezcla líquida de
toxinas lacrimógenas e irritantes de origen desconocido, cuando aún resuenan
las cacerolas y los gritos en contra del mal gobierno en innumerables comunas
de la Región Metropolitana.
Piñera es el pato de la boda de un proceso
largo que involucra a toda la clase política. Porque las políticas post
dictadura no hacen diferencia entre aquellos socialdemócratas de la tercera
vía, neoliberales y pinochetistas. En este momento la indignación ciudadana
tampoco hace diferencia entre los carabineros, el gobierno y toda la clase
política, responsable de todas las causas y efectos actuales.
* Periodista y escritor chileno, director
del portal Politika. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, estrategia.la)
El pinochetismo planificó con precisión su
plan económico neo liberal. Mandó un equipo de jóvenes economistas a formarse
con los Chicago boys (Wikipedia los describe así: “Chicago Boys es una
denominación aparecida en los años 1970 que hace referencia a los economistas
liberales educados en la Universidad de Chicago, donde aprendieron de las ideas
económicas de los estadounidenses Milton Friedman y Arnold Harberger.”) Así se
estableció una “política económica de mercado con orientación neoclásica y
monetarista, además de la descentralización del control de la economía”, que
nunca fue cambiada ni cuestionada por los Gobiernos posteriores.
Está claro que el éxito de este plan tuvo
mucho más que ver con el precio del cobre, que con las consecuencias positivas
para la mayoría de la sociedad chilena.
Es evidente que aquella ola neoliberal,
centrada en sectores de derecha y en el poder económico concentrado, y que está
respaldadas por el Imperio estadounidense, ha entrado en crisis. Esa ola –con
métodos novedosos y fraudulentos- se llevó puestos a los Gobiernos de base
nacional y popular que habían florecido antes. Incluso, en Argentina, se nos
tiraba por la cara un No vuelven más, despectivo y burlón.
Muy rápidamente esos proyectos de
transformarnos en países productores básicos, que “vendíamos cueros de vaca y
comprábamos cinturones” como en el Siglo XIX, nos aumentaron la pobreza y la
indigencia, y nos fueron llevando a situaciones de injusticia social que han
empezado a explotar.
El recule de Piñera y Moreno, que han dado
marcha atrás con sus injustas medidas (con el FMI atrás en Ecuador, como
corresponde), no asegura nada, porque buscarán otras vías y tomarán
precauciones para que no les suceda lo mismo otra vez, pero la bandera está
izada, porque estos Gobiernos inicuos han rebasado el límite de lo que la
Sociedad quiere.
Ahora voy al título que elegí. ¿Por
qué hablo de que Argentina puede liderar un retorno a mejores Gobiernos, que
busquen la felicidad del pueblo y la soberanía de la Nación?
Porque
el próximo 27 de octubre, podremos haber desalojado, por vías democráticas, por
medio de las urnas, a uno de estos Gobiernos, que se auto denominaron neo
liberales, aunque solo sean una banda que buscan que el poder quede en pocas
manos que disfruten con la riqueza de todos/as.
Argentina
puede hacer esto porque existió el Peronismo, esto es, un Movimiento Nacional y
Popular que luchó, sufrió y fue perseguido por sus ideas políticas. Porque
tiene organizaciones gremiales y sociales que saben lo que es ser parte del
poder popular. Porque vivimos un proyecto de Comunidad Organizada que dejó
huellas, estructuras, vocaciones, líderes, que siguieron trabajando por una
sociedad mejor y nunca abandonaron el proyecto de un país justo, libre y
soberano.
Por eso no
hubo otro 2001 como el que nos dejó tanto dolor, en cambio, hubo una valoración
objetiva del Gobierno de Macri y una elección de otra alternativa política que
le diera la esperanza de vivir en un país mejor.
Por
supuesto, faltan las elecciones nacionales que confirmen que, una vez más, el
Peronismo tendrá la oportunidad de trabajar para que los/las argentinos/as
tengamos una vida mejor.
Por
lo tanto, de nosotros/as depende que esa esperanza se haga real.
Que
podamos recuperar el MERCOSUR, no esos Tratados de libre Comercio que nos
perjudican.
Que
avancemos en una integración latinoamericana con los países que comparten un
modelo continental que pueda competir contra los países centrales.
Que
empecemos a reducir la pobreza y la indigencia
Que
nos encontremos en una propuesta de país más justo y equitativo.
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