El día en que el
Frente de Todos ganó las elecciones y Macri salió a hablar con un discurso
conciliador y amplio, tan contrario a su práctica, tuve la clara visión de que
empezaba la campaña para recuperar el poder, sin reflexión ni mea culpa.
En realidad,
habían comenzado con esta estrategia cuando las PASO les hicieron comprender
que iban a perder el poder, solo han ido adaptándola a las circunstancias,
fundamentalmente atentos a cualquier suceso que les permita desgastar al
Gobierno.
Es evidente que
es una guerra sin cuartel, sin mayor respeto de las normas éticas, ni de la
democracia, ni de los valores republicanos que han enarbolado como bandera para
atacar a un Gobierno democrático que está tratando de poner un país devastado por
ese mismo macrismo.
Por esa
convicción que tengo, comparto esta dura nota de Atilio Borón que trata que
comprendamos en qué encrucijada nos encontramos los/las argentinos/as.
Tal vez no
comparta todo lo que pone Borón, pero me interesa que se destaque lo que dice
el título: es una batalla decisiva en la que nos jugamos el modelo de país por
el que votamos el año pasado.
Somos más, el
macrismo residual se ha corrido más hacia la derecha, y es un núcleo duro que
daría la vida porque el peronismo desapareciera para siempre. Como dijo Byung
Chul Han: el éxito de la derecha es que la gente se haya identificado con sus
valores y los defienda como propios… (cito de memoria). Afortunadamente
Argentina supo elegir una opción que tiene que ver con el pensamiento del Peronismo
y de los populismos latinoamericanos.
HAGAMOS TODO LO
QUE ESTÉ A NUESTRO ALCANCE PARA DEFENDER LO QUE ELEGIMOS: UN PAÍS MÁS JUSTO
PARA LA MAYORÍA DE LOS/LAS HABITANTES DE ARGENTINA.
La cuarentena y
el caso Vicentin han exacerbado las ansias revanchistas y desestabilizadoras de
la derecha que recurriendo a sus formidables oligopolios mediáticos -inagotables
usinas de desinformación y manipulación de cerebros y corazones- y a su
infantería de combate partidario trata de maniatar al gobierno, provocar su
parálisis y, ¿por qué no?, su dimisión. Sería una ingenuidad pensar que una
ofensiva tan furiosa y tan bien concertada pueda tener otra cosa que no fuese
un objetivo de máxima. Suena un tanto exagerado pero la historia argentina
enseña que los grupos dominantes rara vez movilizan sus recursos y destinan
tanto tiempo y energía si no es por el premio mayor. Aquí lo que está en juego
no es una concejalía o una subsecretaría sino lisa y llanamente el pronto
retorno a la Casa Rosada.
El presidente
Alberto Fernández ha sido blanco de un encarnizado ataque, en donde se mezclan
insultos personales, descalificaciones y burlas, siguiendo meticulosamente los
consejos que Eugene Sharp formulara en el manual de golpes de Estado que
redactara para la CIA. [1] Partamos de la base que si alguien abre el buscador
de Google con esta frase: “Alberto Fernández dictador” encontrará más de cuatro
millones de resultados. Basta con recorrer las primeras páginas para comprobar
la gravedad y extensión de tan maligna caracterización. Para el megaempresario
Martín Varsavsky “Alberto tiene «un pequeño dictador escondido», y lo mismo
opinan el diputado nacional del radicalismo Alejandro Cacace, el abogado Carlos
Maslaton, Elisa Carrió y las lumbreras que acuñaron el término “infectadura”,
amén de tantos otras y otros para los cuales el dictador no está oculto, sino
que se exhibe con toda su prepotencia a plena luz del día. Para combatir a un
dictador Sharp aconseja, aparte de muchas otras medidas, “practicar la
desobediencia civil, acosar a funcionarios, burlarse de ellos, difundir sátiras
que ridiculicen al gobernante, despliegue de banderas y colores simbólicos,
gestos groseros, no-cooperación administrativa, etcétera.” Es decir, las
medidas e iniciativas que proponen los ideólogos de la “infectadura” y están
llevando a cabo los líderes de la “oposición democrática” en las últimas
semanas.
Al día de hoy el
presidente se encuentra objetivamente a la defensiva: el “periodismo de guerra”
ejercido por órganos que son cualquier cosa menos periodísticos trabaja a
destajo para desacreditarlo y deslegitimarlo ante los ojos de la población. El
objetivo: erosionar por completo su autoridad y preparar la siniestra figura
del “vacío de poder”, tantas veces utilizada en la historia de Latinoamérica
para justificar golpes de Estado. Mientras, la pandemia prosigue su curso y la
prolongada cuarentena es cada vez más difícil de sostener. Para las clases y
capas populares quedarse en casa no es una opción realista o eficaz, sea por el
hacinamiento de sus viviendas y barrios y por la naturaleza de sus medios de
vida que las obligan a salir a diario a la calle a conseguir unos pesos.
Algunos sectores de las capas medias pueden adaptarse a los rigores de la
cuarentena, pero un prolongado encierro en un pequeño departamento para un
grupo familiar de cuatro o cinco personas puede tener consecuencias
psicológicas y médicas muy graves, aparte de las económicas. En resumen: una
situación que puede, pasado tanto tiempo, desquiciar a una sociedad por más
integrada que ésta sea.
Para paliar estos
efectos se requiere de un Estado potente, dotado de los recursos necesarios
para enfrentar en simultáneo un triple desafío: combatir la pandemia en los
hospitales, asegurar la efectividad de la cuarentena y hacer llegar a millones
de hogares el dinero o los bienes (alimentación, medicamentos, etcétera)
necesarios para sobrevivir bajo estas durísimas condiciones. Dinero para quienes
están en la informalidad; para los precarizados, o para los que conservaron sus
empleos, pero se encuentran suspendidos y sólo reciben parte de su salario;
dinero para sostener el consumo de los desocupados y también para las miles de
pymes que se encuentran al borde de la bancarrota si es que no cayeron en ella.
Y el problema es que las arcas del Estado están exhaustas por el enorme
esfuerzo ya hecho en estos meses, agravado por la caída a pique de la
recaudación fiscal y por las gravosas secuelas de “la otra pandemia”, la
producida por los cuatro años del desastroso gobierno de Cambiemos.
Derrotada la
pandemia, aún quedará en pie tener que lidiar con una crisis económica que todo
indica no será de fácil o pronta resolución. En Estados Unidos se extenderá
hasta finales del 2021, según lo declarara Jerome Powell, el Chairman del
Federal Reserve Board. Pensar en una inmediata recuperación del nivel de
actividad económica en la Argentina es una expresión de deseos más que el
resultado de un sobrio análisis de la realidad. Téngase en cuenta que en
nuestro país la pandemia difícilmente será controlada antes de septiembre, y
ojalá que no más tarde. Luego, muy lentamente se podrá salir a circular por las
calles para comenzar a normalizar la vida económica y las actividades
escolares, culturales y recreativas.
La gente querrá trabajar,
pero cerca de un tercio de las pymes, las grandes dadoras de empleo en la
Argentina, habrá cerrado sus puertas, muchas de ellas de forma definitiva.
Poner en marcha los motores de la economía requerirá, tanto en Estados Unidos
como en la Argentina, una enorme inyección financiera por parte del Estado. Así
lo expresó Powell para su país, y no será diferente sino aún más necesario en
la Argentina. Sin esta ayuda buena parte de esas pymes habrán desaparecido para
siempre. Otras sobrevivirán, pero a condición de que cuenten con una generosa
ayuda del gobierno. Y el problema es que no habrá mucho incentivo para producir
y contratar trabajadores porque la gente sólo tendrá dinero para adquirir lo
más esencial. O sea, una crisis que de modo simultáneo incide por el lado de la
oferta y de la demanda.
Por lo tanto,
habrá que contar con extraordinarios recursos financieros para subsidiar a la
oferta, a fin de que las empresas reinicien sus actividades; e incentivar la
demanda, para que la gente tenga dinero y pueda comprar lo que necesite. Esta
fue la exitosa receta de John M. Keynes para combatir a la Gran Depresión de
los años treintas. Lo anterior requiere un enorme crecimiento del presupuesto
del sector público. ¿Qué hacer? El endeudamiento externo no es opción porque
esa fuente está cegada desde finales del gobierno de Mauricio Macri. La emisión
incontrolada desataría una peligrosa espiral inflacionaria que en la Argentina
acabó con varios gobiernos. Las empresas públicas, pocas, no generan ganancias
como para sostener este renovado nivel de gasto público. Entonces, ¿no hay
dinero? Sí lo hay, porque en la Argentina como en toda Latinoamérica el
problema no es la pobreza sino la riqueza, concentrada en muy pocas manos y
fuente inagotable de cuantas dictaduras asolaron a la región. Por eso habrá que
hacer que el Congreso apruebe, con la mayor urgencia, una reforma tributaria
integral en línea con la que existe en los países europeos o en Corea del Sur
donde, por ejemplo, los intereses devengados por los plazos fijos pagan un
impuesto que varía según el monto de la rentabilidad entre el 14 y el 25 por
ciento mientras que en la Argentina no pagan ni un centavo. Aquí, el impuesto a
las Ganancias … ¡lo pagan los asalariados! Por consiguiente, hay mucha tela
para cortar en materia impositiva haciendo que las grandes fortunas paguen
impuestos como lo harían en otros países, cosa que le aporten al Estado los
recursos necesarios para enfrentar un desafío de inéditas proporciones. Si los
opositores en el Congreso obstaculizan este plan, habrá que extremar los
recursos para persuadirlos de que deben acompañar esta iniciativa o hacerse
cargo de la catástrofe que se produciría en caso de persistir en su negativa. Obviamente,
lloverán las críticas sobre el gobierno nacional pero mucho peores podrían ser
las que caerían si, a causa de la impotencia estatal, los muertos se cuenten
por decenas de miles, la desocupación llegue a varios millones, las empresas
estén arruinadas y la gente no tenga dinero siquiera para comer.
La excepcional
gravedad de esta situación obligará al gobierno a hacer lo que este país debió
haber hecho hace muchos años. El gravamen extraordinario a la riqueza que, al
día de hoy, 23 de junio de 2020, no tiene “estado parlamentario” deberá ser
tratado por la Cámara de Diputados sin más dilaciones. Pero ese “aporte” apenas
si servirá para aliviar la situación por un par de meses, siempre y cuando se
lo apruebe en las próximas semanas. Porque la ayuda que llega a destiempo no es
ayuda. Por cierto, esto acrecentará la gritería de los poderes fácticos que no
ahorrarán denuncias y urdirán todo tipo de operaciones para desgastar a la
“dictadura” de Alberto Fernández. Habrá que hacer oídos sordos al alboroto
porque cualquier esfuerzo que se haga por aquietar los fervores del “sicariato
mediático” y las tropas de asalto de la derecha sólo servirá para que ambos
redoblen su ofensiva. La política del apaciguamiento tiene poquísimas chances
de éxito en política. La ensayaron los gobiernos del Reino Unido y Francia en
los Acuerdos de Münich de 1938 para atemperar el belicismo de Hitler y sólo
sirvieron para enfervorizar aún más su afán de conquista. Y ya sabemos cómo
terminó esa historia. Y regresando nuestro país recordemos lo que le ocurrió al
gobierno de Raúl Alfonsín, salvajemente atacado también por los mercados y las
grandes corporaciones. Tras la renuncia de Juan V. Sourrouille, el nuevo
Ministro de Economía Juan C. Pugliese trató de calmar los ánimos de las fieras
del mercado hablándoles desde el corazón y aquellos le respondieron con la
gélida frialdad del bolsillo. Pocos meses después Alfonsín tuvo que terminar
anticipadamente su mandato y entregar la banda presidencial a Carlos S. Menem.
En una hora tan
especial como ésta vale la pena recordar estos antecedentes históricos que
demuestran la futilidad de la política del apaciguamiento con quienes libran
una guerra contra la “dictadura” albertista. Pero también hay que buscar
inspiración en los escritos de uno de los más lúcidos analistas de la política
de todos los tiempos. Hablo de Nicolás Maquiavelo, por supuesto. En uno de los
pasajes más luminosos de El Príncipe decía que el gobernante “dispone, para
defenderse, de dos recursos: la ley y la fuerza. El primero es propio de
hombres, y el segundo corresponde esencialmente a los animales. Pero como a
menudo no basta el primero es preciso recurrir al segundo. Le es, por ende,
indispensable a un príncipe saber hacer buen uso de uno y de otro, ya
simultánea o bien sucesivamente.” En la Argentina el poder Ejecutivo no puede
crear impuestos porque tal iniciativa es prerrogativa de la Cámara de
Diputados. Y como ya dijimos, ésta no se ha visto particularmente motivada a
tomar cartas en el asunto. La parsimonia de una buena parte de sus miembros
exhala un inocultable tufillo destituyente. Ante el bloqueo con que tropieza el
funcionamiento basado en la ley el gobierno, necesitado de recursos para
enfrentar la pandemia y la crisis económica, tendrá que apelar a su único otro
recurso: la fuerza. Esto pese a que Alberto Fernández ha dado pruebas de ser el
presidente más propenso al diálogo desde la restauración democrática, pero lo
cierto es que para que el Estado pueda contar con los recursos que requiere
para librar aquellas dos grandes batallas necesita el consentimiento de una
oposición que ha dado sobradas muestras de preferir el enfrentamiento y la
diatriba a un acuerdo de gobernabilidad.
Como anotaba
Maquiavelo, el hecho de que un gobernante no pueda, o no lo dejen, gobernar con
las leyes no lo exime de su responsabilidad de garantizar el bienestar público
apelando a la fuerza cuando sea indispensable, algo a lo cual el presidente es
refractario. Pero por imperio de las circunstancias, “la fortuna”, como decía
el florentino, no tiene otras opciones. Esa fuerza propia de los animales
encuentra en Maquiavelo una ulterior diferenciación cuando distingue entre
zorros y leones. Muchos príncipes, decía, creen que la fuerza del león les
posibilitará cortar de un tajo el nudo gordiano que los paraliza. Pero se
equivocan si creen que basta con la fortaleza del león para remover los
obstáculos que lo atribulan porque resulta que aquél tiene la fuerza, pero
carece de la astucia del zorro para eludir las trampas que les tienden sus
inescrupulosos enemigos. Tampoco es útil adoptar indefinidamente la táctica
favorita del zorro, sagaz para rehuir el enfrentamiento con sus enemigos y
sortear todas las celadas, pero llegado el momento de la verdad necesita también
él contar con una dosis de fuerza que no tiene. Por consiguiente, el buen
gobernante debe saber “ser zorro, para conocer las trampas, y león, para
espantar a los lobos.” Arturo Frondizi hizo de las artes del zorro su único
recurso de gobierno, y fue derrocado por un golpe militar; Juan Carlos Onganía
apeló exclusivamente a la fuerza y fue volteado por una enorme insurrección
popular. Otro tanto le ocurrió a Leopoldo F. Galtieri. El buen gobernante, en
la imagen de la filosofía política clásica, debe ser como el centauro: mitad
caballo y mitad hombre. Tener la fuerza del primero, pero guiada por la
racionalidad del segundo; es decir, la fuerza del león y la astucia del zorro.
¿Cómo se traduce
éste consejo en la Argentina de hoy? Creo que del siguiente modo: el gobierno
tendrá que hacer valer los poderes concentrados en el Ejecutivo nacional de una
república (federal apenas en el nombre) y lograr que los gobernadores de las
provincias convenzan a sus diputados de aprobar con la mayor urgencia el
proyecto del “aporte” aplicado a las 12.000 fortunas más grandes de la
Argentina. No sólo eso: también de que deberán abocarse, sin más dilaciones,
para consensuar una reforma tributaria que resuelva permanentemente y no sólo
“por única vez” el tema ya señalado por Juan B. Alberdi hace casi dos siglos:
la construcción de sólidas bases financieras para un Estado nacional agobiado
con responsabilidades crecientes y que, en un futuro inmediato, serán cada vez
más gravosas. Para esto el presidente deberá utilizar una cambiante amalgama de
persuasión y coerción, tal como lo han hecho todos los gobiernos del mundo en
situaciones parecidas. Recordar que Abraham Lincoln logró los votos que
necesitaba para alcanzar los dos tercios necesarios en el Congreso para abolir
la esclavitud no precisamente respetando los buenos modales, la “corrección
política” o la ética kantiana. Apeló a la fuerza, pero combinada con la astucia
y el conocimiento que tenía de su gente para lograr el objetivo supremo de su
gestión como presidente.
Tiempos
excepcionales como los que estamos viviendo requieren políticas que se apartan
de las normas convencionales. Esta es la visión de un analista político que
desea que el gobierno lleve a buen puerto la nave de la Argentina en medio de
una “tormenta perfecta” producto de la combinación de pandemia y crisis
económica y que es consciente que desde la presidencia la visión de estos
asuntos y el diagnóstico de los desafíos podrían ser diferentes. Pero quien
esto escribe sabe también que tiene la responsabilidad ética y política de dar
a conocer estas opiniones. Callarlas sería un acto de cobardía o de
imperdonable deslealtad. Es preferible dar la voz de alerta antes de una
posible tragedia y no tener después que lamentarse por su silencio cuando
tendría que haber hablado. No caben dudas de que el gobierno está librando una
guerra en dos frentes: contra el Covid-19 y contra una oposición destituyente
cuya finalidad es poner fin al gobierno del Frente de Todos para acabar con el
“populismo” de una vez para siempre. En esto no puede caber engaño alguno y
dado que la profunda vocación dialoguista del presidente tropieza con un muro
infranqueable llega entonces el turno del león. Y si éste no aparece a tiempo
la Argentina se enfrentaría a un escenario peor que el que padeciera en el
2001-2002. Un león que pueda poner en
fuga a la conspiración destituyente tendrá que apoyarse en “la calle”, como los
señalara Maquiavelo en varios de sus escritos. La movilización, organización y
concientización del campo popular será lo único que terminará empoderando al
gobierno para librar un combate decisivo contra el Covid-19 y la reacción de
una derecha retrógrada y corrupta que ha hecho de la defensa de una banda de
estafadores como el directorio de Vicentin su única propuesta de salida a la
crisis. No tiene más nada que ofrecer. Y sería fatal para este país que esa
gente regresara a la Casa Rosada.
El pueblo es por
ahora un coro silencioso, desmovilizado por la cuarentena. Pero llegado el
momento puede irrumpir como en sus más gloriosas jornadas y romper el cerco
creado en torno al gobierno e impulsarlo a avanzar por aquellas grandes
alamedas que evocara Salvador Allende para impulsar las reformas que exigen los
retos actuales. Sin esta potencia plebeya que se manifiesta en las calles el
gobierno podría sucumbir ante el peso descomunal del poder. Porque, a no
confundirse: una cosa es el gobierno y otra muy distinta el poder. Y éste sigue
estando en manos de los capitalistas con sus enormes riquezas, sus gigantescas
empresas, la protección incondicional de “la embajada”, sus grandes medios de
“confusión y manipulación de masas” y una justicia que fue complaciente con la
infamia mayúscula de una “mesa judicial” instalada en la Casa Rosada y las
operaciones de espionaje a opositores organizada por el muy “democrático y
republicano” gobierno de Mauricio Macri. Será una lucha decisiva: el gobierno
popular, que tiene los votos y gran parte de la opinión pública, pero que para
gobernar necesita tener la calle, contra el poder del establishment, que tiene
todo lo demás. No pasará mucho tiempo antes de que conozcamos el veredicto de
este enfrentamiento, crucial para el futuro de la Argentina.
[1] De la Dictadura a la Democracia (Boston: 1993), pp. 83 y ss.
No es común
encontrar cosas estas en el MDZ, pero esta nota es muy interesante. El autor
aclara que sus observaciones no tienen valor de predicción, pero me parecen un
buen aporte a la comprensión del mundo de hoy.
Es cierto que el
análisis se centra en EEUU, pero estos patrones generacionales son interesantes
para entender cómo se han tomado decisiones en ese país y el mundo.
En estas épocas, en que abundan las opiniones y teorías
sobre cómo será el mundo después de la pandemia una nota bien fundamentada, sin
pretensiones de boom para los medios, es útil. Para mí lo fue, espero que para
ustedes también.
Nueva
advertencia del historiador que predijo una grave crisis en 2020
Hace más de 20
años Neil Howe predijo que Estados Unidos viviría una crisis que llegaría a su
clímax en el año 2020. Asegura que en tiempos como el actual ha sido cuando
Estados Unidos se ha embarcado en grandes guerras.
Su vaticinio no
lo hizo mirando una bola de cristal sino sobre la base de una controvertida
teoría que este historiador, economista y demógrafo desarrolló en la década de
1990 junto a su colega William Strauss.
Estudiando la
historia de EE.UU. desde 1584, estos autores encontraron una serie de patrones
que les permitieron explicar la evolución histórica de ese país a partir de los
cambios generacionales.
El resultado se
plasmó en su libro Generations (“Generaciones”), de 1991, que dejó
una huella duradera en personalidades tan dispares como el expresidente de
EE.UU. Bill Clinton y Steve Bannon, exjefe de estrategia y antiguo hombre de
confianza de Donald Trump.
Seis años más
tarde, Howe y Strauss -quienes también son los responsables de haber acuñado el
término de generación millennial para referirse a los nacidos a partir de 1982-
publicaron otro libro, The Fourth Turning (“El cuarto giro”), en el
que expandían su teoría.
En el libro
postulaban que la historia estadounidense (y de otros países desarrollados)
avanza en ciclos de cuatro cambios generacionales recurrentes que llevan a que
cada 80-90 años se presente una crisis de gran magnitud como la que se produjo
durante la Guerra Civil o en el período de la Gran Depresión y la II Guerra
Mundial.
Entonces, los
autores vaticinaron literalmente que “viene el invierno” y anunciaron
una crisis que tendría su clímax en 2020.
Howe, quien en la
actualidad trabaja como jefe de demografía de la consultora Hedgeye Risk
Management, habló con BBC Mundo sobre ese vaticinio en el contexto de la crisis
del coronavirus.
A continuación,
ofrecemos una versión sintetizada de la conversación.
En sus libros
usted predijo que en algún momento de 2020 en Estados Unidos ocurriría una gran
crisis comparable a la de la Independencia o a la de la Guerra Civil. ¿Se
parece esta pandemia por el coronavirus a la crisis que estaba esperando?
Lo que sugerimos
es que la historia, no solo en EE.UU., sino también en muchas otras partes del
mundo está impulsada por un ciclo de generaciones que se repite. Es casi como
las estaciones del año. Cada período dura aproximadamente una generación, unos
20, 22 o 23 años más o menos.
Cada cuatro de
estos periodos -lo que llamamos el Cuarto Giro- se produce aproximadamente
entre 80 y 90 años después del comienzo de los primeros tres.
Eso realmente se
alinea muy bien con las grandes crisis cívicas recurrentes en la historia de
Estados Unidos: la Revolución Gloriosa, la Revolución Estadounidense, la Guerra
Civil, la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión.
Y ahora aquí
estamos de nuevo.
En la década de
1990 decíamos que estábamos en lo que llamamos el Tercer Giro, un período de
gran individualismo que llegaría a su fin en algún momento de la primera década
del siglo XXI.
Y que, si eso
sucedía cerca de 2010, el nuevo ciclo probablemente duraría hasta 2030 y sería
una era de crisis que duraría una generación, un poco como el New Deal y la II
Guerra Mundial, que realmente comenzó desde finales de los años 1920 hasta
finales de la década de 1940.
Nosotros
sugerimos que la parte más agitada de esa era comenzaría en la década de 2020.
Entonces, un punto de inflexión crítico sería el año 2020.
Ahora, por
nuestra forma de ver el futuro, el Cuarto Giro probablemente arrancó con la
gran crisis financiera y la Gran Recesión, que comenzó en 2008-2009.
Entonces,
ocurrieron grandes cambios en la actitud de las personas en Estados Unidos
hacia el globalismo, la desigualdad de ingresos y el populismo, etc.
Creo que este es
el comienzo de la segunda mitad de esa era, que es el año 2020. Y tal como
sucede, la crisis del confinamiento por la pandemia coincide perfectamente con
el comienzo del clímax de esta era.
Entonces, (la
referencia a) 2020 se debe a que es la segunda década de la era de la crisis en
la que ocurre la mayor parte de la acción.
Ustedes hablaban de cuatro tipos distintos de generaciones. ¿Puede explicar
esta idea?
Hay cuatro tipos
diferentes de generaciones, nosotros los llamamos arquetipos. Uno para cada
giro o era, entendidos como estos periodos de unos 20 años.
El Primer Giro se
parece más a la primavera, es una era posterior a la crisis. En Estados Unidos
ocurrió desde la mitad de la década de 1940 hasta principios de los años 60.
Fue un período de
instituciones fuertes y un gran sentido del progreso nacional. Un momento en el
que el individualismo, los inconformistas e incluso las minorías étnicas
raciales eran dejados de lado. Una era de gran cultura mayoritaria. Y esto es
típico de una era posterior a la crisis.
El Segundo Giro
es un despertar. Es como el verano.
Es un momento en
el que, especialmente por la nueva generación nacida después de la última
crisis, todos quieren deshacerse de las obligaciones sociales y redescubrir su
individualidad, su propio sentido de la pasión.
Son períodos de
agitación, muy creativos y de transformación en la cultura, en los valores y en
lo religioso, como ocurrió en los años 60 y 70.
Patrones de cambio generacional en Estados Unidos Teoría de Howe y Strauss
Primer Giro Generación silenciosa, nacidos entre
1925 y 1942
Segundo Giro Generación de los Baby Boomers,
nacidos entre 1943 y 1960
Tercer Giro Generación X, nacidos entre 1961 y
1981
Cuarto Giro Generación Milenial, nacidos entre
1982 y 2004
Source: The
Fourth Turning
El Tercer Giro
toma las lecciones del reciente despertar sobre la necesidad de consentir al
individuo.
En Estados Unidos
comenzó a principios de los años 80 y duró hasta principios de los 2000. Se
inició con la revolución Reagan: menos impuestos, menos regulación, más
tolerancia ante una mayor desigualdad y ante las diferencias entre los
individuos; y menos énfasis en la cohesión social.
Las décadas del
Tercer Giro, como las de 1980, 1920 o 1850, son períodos de cinismo y malos
modales. La gente vive su vida de la forma que quiere, independientemente de la
comunidad. Todos estamos orgullosos de nosotros mismos como individuos, pero
estamos muy desalentados con respecto a nuestra identidad cívica.
El Cuarto Giro es
un período de crisis política y social cuando nos reinventamos cívicamente y
renacemos como comunidad nacional.
De alguna manera
ominosa, diría que hasta ahora en Estados Unidos estos siempre han sido
períodos de guerra total. Todas las guerras totales en EE.UU. han ocurrido
durante el Cuarto Giro. Y en cada Cuarto Giro ha habido una de estas
confrontaciones.
No predigo que
vaya a ocurrir una guerra total, pero sí creo que la guerra expresa o refleja
parte de la urgencia comunitaria que típicamente vemos en estas crisis: el
populismo se fortalece, la comunidad comienza a exigir mucho más a sus
ciudadanos, las libertades individuales se debilitan.
Estas cosas
suceden durante estos períodos que, por cierto, no ocurren solo en Estados
Unidos.
Este nuevo
crecimiento del populismo y el autoritarismo se produce en gran parte del
mundo: en partes de Europa y, particularmente, en Europa del Este; en el sur y
el este de Asia.
Si miras
alrededor ves que esto es así. Líderes populistas que apelan a la mayoría
etnocéntrica de su comunidad.
Este es un
período peligroso en la historia. Y creo que, desde la II Guerra Mundial, gran
parte del mundo está en un ciclo generacional muy similar.
Si usted fuera a aplicar su tesis generacional al momento actual ¿qué
diría?, ¿qué estamos viendo? Y, más importante aún ¿qué ocurrirá a partir de
ahora?
No estoy en el
negocio de predecir eventos reales. Lo que hago es predecir estados de ánimo
sociales, lo que hace que ciertos tipos de eventos sean más probables.
Lo que sí predigo
es que, a medida que avance el 2020, veremos un aumento en los llamados de
ambos partidos (Republicano y Demócrata) para que el gobierno haga más en lugar
de menos.
Basta con mirar
la crisis del coronavirus. Ahora todos son socialistas. Nunca he visto tal
transformación: en el Congreso no queda un solo legislador que sea conservador
en términos fiscales. Incluso en el lado republicano, todos están pidiendo más
billones.
Probablemente
tendremos otra ley de estímulo a la economía con más billones en subsidios para
negocios, para trabajadores, para todos.
Ya estamos
volviendo a dar prioridad a la comunidad y, al final, esto costará dinero real.
Esto no vendrá con una tasa de interés del 0%. Más tarde, alguien tendrá que
renunciar a algo para pagar esto.
Es eso o
tendremos tasas de interés cero para siempre y nuestra economía nunca volverá a
crecer. Y, por supuesto, esa sería una situación aún más sombría, lo que
provocaría un descontento aún mayor.
Entonces, creo
que ya estamos lanzados. Ya hemos entrado en la segunda mitad del Cuarto Giro
con esta reciente pandemia y la respuesta de las políticas públicas a la misma.
También creo que
las elecciones de 2020 serán un evento muy disputado y que van a transformar
Estados Unidos, cualquiera que sea el lado que gane.
En estos momentos
parece probable que sea el Partido Demócrata, pero todavía faltan varios meses.
Hay muchas posibilidades.
Si los demócratas
ganan y exprimen su ventaja, creo que incluso podríamos correr el riesgo de
secesión en Estados Unidos. Creo que tal vez habrá algunos estados no van a
acompañar (al gobierno federal).
Por supuesto,
esto ya sucedió antes en la historia del país.
¿Cree realmente que las cosas pueden llegar tan lejos?
Esto es menos
probable si los republicanos ganan, porque creo que los demócratas piensan que
controlan la clase que dirige las instituciones nacionales.
Siempre pensé que
era más posible si los demócratas ganan: imagine si hay una regulación o algún
nuevo impuesto y varios estados rojos (republicanos) dicen “no vamos a
pagar eso, no vamos a seguir adelante”.
Eso plantea un
problema real y es interesante cómo el gobierno nacional puede enfrentar ese
dilema: si no hace cumplir esa regla, se debilita permanentemente. Este es un
problema real. Este es el momento de la verdad.
Pueden ocurrir
muchas otras cosas. La generación millennial, que siente que nunca alcanzará el
nivel de vida de sus padres, puede, a través del voto, llevar hacia un cambio
completo de nuestras instituciones económicas.
Esto, como ocurre
siempre, desatará una cierta oposición.
Este momento se
parece mucho a la década de 1930: ruptura de alianzas internacionales, aumento
de los autócratas en todo el mundo, auge del populismo y un enorme descontento
por la situación económica que conduce hacia grandes transformaciones de los
gobiernos y, en última instancia, hacia una redefinición completa de la
ciudadanía y de las propias instituciones públicas.
Con respecto a las próximas elecciones, según su teoría generacional,
deberíamos enfrentar un choque entre los baby boomers y la generación
millennial. Pero, en cambio, tenemos a Joe Biden y a Donald Trump…
El líder no es
realmente importante.
Biden es
interesante porque es miembro de la generación silenciosa, la primera en la
historia de Estados Unidos que nunca llegó a la Casa Blanca. Pasamos de George
Bush padre, que fue miembro de la generación G.I. que luchó en la II Guerra
Mundial, a Bill Clinton, que nació después de ese conflicto (boomer).
Es la primera vez
que una generación entera ha sido dejada de lado en términos de liderazgo
nacional.
Llama la atención
que los estadounidenses, en un momento de mayor crisis, miren con mayor favor a
un miembro de una generación que siempre creyó en el compromiso y el consenso.
La generación silenciosa
creció durante la crisis y llegó a la mayoría de edad durante el Primer Giro,
así que siempre han sido muy reacios al riesgo. Les ha ido muy bien
económicamente. Siempre juegan conforme a las reglas.
No ayudaron a
construir el sistema porque aún eran niños, pero siempre han sido leales y
nunca se cansaron de servir al sistema.
Siempre han sido
buenos ciudadanos, a diferencia de los boomers que llegaron a la mayoría de
edad destrozando el sistema.
Llama la atención que la otra alternativa en el Partido Demócrata era
Bernie Sanders, un miembro de la generación silenciosa que era muy popular
entre los millennials.
Sanders estaba
feliz con los millennials. Biden no es tan popular entre ellos, particularmente
entre los millennials blancos.
Él no era el candidato
favorito de nadie, quizá con la excepción de los afroestadounidenses mayores
que tienden a estar un poco más a la izquierda en política económica y en
asuntos relacionados con los derechos civiles y la justicia social, pero que
también son muy conservadores culturalmente.
Es cierto que
Biden goza de un apoyo tibio, pero es muy interesante que los demócratas
tomaron una decisión muy consciente de apoyar unánimemente a este candidato que
quizá no era su primera opción. Pero dijeron: “Vamos a movernos juntos,
vamos a cambiar Estados Unidos, vamos a reemplazar a Donald Trump”.
Si encuestas a
los millennials en el Partido Demócrata, te dirán que Biden no era su primera
opción para muchos de ellos, pero casi todos votarán por él. Aquí también hay
un enorme contraste partidista.
Creo que en las
elecciones de 2020 ellos van a romper todos los récords de participación de
adultos jóvenes y estimo que increíblemente dos tercios de los menores de 30
años de edad votarán por los demócratas.
En todo caso, aún deberíamos esperar un choque entre los millennials y los
baby boomers…
Los millennials sienten
que quieren un gran cambio del liderazgo de los boomers en las instituciones
públicas. Creo que hay un sentimiento generalizado, también en la generación X,
de que los boomers no son muy competentes como líderes cívicos.
Sin embargo, en
la vida personal y familiar nunca hemos visto una generación tan cercana a sus
hijos adultos jóvenes.
Los millennials y
los boomers están extremadamente unidos en sus vidas familiares. Viven juntos
mucho más que otras generaciones y no es solo por necesidad económica.
Los boomers
siempre fueron muy protectores y afectuosos con sus hijos millennials, que
siempre piden consejo a sus padres.
Sus críticos argumentan que usted y Strauss redujeron la historia
estadounidense a una fórmula matemática y también que su teoría no pudo explicar
eventos importantes como el 11 de septiembre. ¿Qué dice al respecto?
Si le preguntas a
muchos historiadores académicos, dirán que la historia es una tendencia lineal
continua de declive o caída, lo que creo que es poco creíble, o completamente
aleatorio o caótica, en cuyo caso es irrelevante.
Yo no trato de
predecir cada evento. Intento predecir movimientos básicos en los que se hace
más probable que sucedan cosas.
En la década de
1990, uno de los grandes competidores a nuestra visión sobre el futuro era
Francis Fukuyama con “El fin de la historia”.
Según él, los
estados-nación se desvanecerían y viviríamos indefinidamente en una especie de
capitalismo de mercado con individuos que solo competirían entre sí a través de
las fronteras. Y ese era el final de la historia.
Diría que si ese
es el estándar con el que nos comparan, creo que hicimos un mejor pronóstico.
Usted acuñó el
término millennial cuando los primeros miembros de esa generación eran niños
pequeños. ¿Cuál grande es la brecha entre lo que esperaba de ellos y cómo ellos
son en realidad?
Cuando miras
hacia atrás a cómo la gente pensaba sobre los jóvenes a finales de los 80 y
principios de los 90, creo que predijimos correctamente algunos cambios enormes
que para todos parecían completamente imposibles o improbables.
Cuando comenzó la
década de 1990, la generación X ni siquiera tenía un nombre.
Doug Coupland
finalmente les dio un nombre en 1992-93 y finalmente nos acostumbramos a la
generación X y todos pensaron que había una tendencia en la juventud hacia el
nihilismo, el cinismo y al aumento de la violencia.
Nosotros vimos un
aumento continuo en la tasa de criminalidad. En realidad, alcanzó su punto
máximo en 1984-85.
Vimos muchachos
cada vez más distanciados de su familia, en una especie de cultura desesperada
y completamente apáticos en términos cívicos. Ya sabes que el lema de la
Generación X es “funciona para mí”.
También vimos
chicos que estaban desprotegidos desde una edad temprana, que se criaban solos.
Esa es la
historia de vida de la Generación X. Ellos crecieron durante la revolución del
divorcio y no le importaban a nadie. Todo el mundo los pateó hasta la calle y
allí se vieron obligados a navegar por la vida por sí mismos.
Así, resultaron
ferozmente independientes, individualistas, algo cínicos, un poco salvajes y
poco socializados. Esa era la imagen de un adulto joven a principios de la
década de 1990.
Entonces, salimos
con un libro que representa con precisión a la generación X, pero dijimos que
venía una nueva generación y que históricamente ya antes habíamos visto este
cambio.
Después de cada
“despertar” viene este pánico moral sobre los niños. Y luego, de
repente, la próxima generación es mucho más protectora.
Cuando llegamos
al año 2000 y los millennials comienzan a alcanzar la mayoría de edad,
predijimos que cambiarían completamente la imagen de los jóvenes: estarían
mucho más cerca de sus padres, serían mucho más reacios al riesgo.
Dijimos que la
tasa de criminalidad bajaría, que estarían más interesados en educarse y en
obtener títulos y que estarían más orientados hacia la comunidad. En última
instancia, se involucrarían mucho más en la política. Serían más optimistas
sobre el futuro. Y se considerarían especiales.
Se demostró que
teníamos razón. Y puedo decir que a principios de los 90 todos pensaron que lo
que predijimos sobre los millennials parecía increíble.
La tasa de
delitos violentos en Estados Unidos ha bajado 75% desde a principios y mediados
de los años noventa. Eso se debe principalmente a los millennials. Creo que
acertamos con esa generación.
Una cosa que
predijimos que tardó mucho en cumplirse fue lo de su participación en política.
Incluso hasta hace poco la gente se quejaba porque “los millennials no
votan”.
Bueno, ahora lo
hacen, así que creo que incluso esa predicción está comenzando a cumplirse.
Creo que los
millennials van a cambiar la cara de nuestra vida cívica. Históricamente,
durante un “despertar” vemos que la sociedad cambia el mundo interno
de valores y la cultura.
Pero durante una
crisis cambiamos el mundo exterior de la economía, la infraestructura y la
política. Creo que ahí es donde los millennials serán mucho más decisivos.
Usted ha dicho que cada edad de oro comienza con una gran crisis. Así que
ahora supongo que podríamos ser optimistas…
Las edades
doradas casi siempre se refieren a una época después de una crisis que se
resolvió con éxito e integró a la sociedad en un nuevo tipo dinámico de
comunidad.
Eso generalmente
le permite a la sociedad lanzar esta era dorada que a menudo las sociedades recuerdan
como el momento en el que todos esperaban progresar y tener un futuro mejor.
Eso, ciertamente,
no es algo que caracterice a Estados Unidos hoy.
Tomé una de las
consignas enarboladas en los banderazos y caravanazos de hoy porque es un buen
pie para presentar esta nota de Página 12. Hace un rato un contacto de Facebook
al que le encanta cuestionar mis posteos, me reprochó que usara muchas notas de
ese medio para mis blogs y posteos. Le contesté que, aunque busco en diversos
medios, es en Página 12 donde encuentro material diferente del que la mayoría
de los canales de aire y de cable y medios digitales ofrecen.
Esto es lo que
pasa con el tema de Vicentín, como con el de la cuarentena, o situación
económica, o cualquier noticia que se preste para desgastar al Gobierno.
La nota de
Bruschtein muestra todos los aspectos que están confluyendo en esta movida que
incita y promueve el macrismo. Recordemos que Patricia Bullrich llamó a
transformarla en la Resolución 126, tratando que el campo en su conjunto salga
a cortar rutas.
Claro, no es tan
sencillo: mucha gente no comparte este uso de la situación de la mega empresa
en concurso por mala y fraudulenta gestión para dañar a un Gobierno que está
tratando de sacar al país de las situaciones más críticas que uno puede
recordar, ni tampoco hay unanimidad de las organizaciones del campo.
Es cierto que el
macrismo concentrado y fervientemente anti peronista adhirió a la medida como se
opondría a cualquier otra que tomara este Gobierno, pero, si no fuera por la
difusión sesgada que le dan los medios que menciono arriba, no tendría dimensión
tan significativa.
De todos modos,
está claro que la oposición del macrismo es total, y sin la menor intención de construir
hechos políticos, sino de perjudicar lo más posible al Gobierno, sin ningún mea
culpa del papel que tienen en la situación de Argentina, Vicentín incluido.
La idea es la siempre: que el que quiera entender mejor
lo que nos pasa, tenga elementos para hacerlo.
Cambiemos y el
radicalismo PRO se abroquelaron contra la expropiación de la corporación
Vicentin que fue su mayor respaldo económico en las campañas electorales, con
lo cual aparece como si la empresa hubiera comprado esa defensa. O sea: si
cualquier millonario aporta lo suficiente a la campaña de una fuerza política,
compra impunidad para recibir créditos irregulares del Banco Nación para
después no pagarlos. La operativa se realizó cuando ellos eran gobierno y el
titular del banco que la autorizó, Javier González Fraga, está relacionado con
esa fuerza. Ante el fallo judicial contrario, el gobierno retrocedió de su
impulso inicial de expropiar y se plantea, junto con el gobernador santafesino
Omar Perotti, el desplazamiento del directorio actual y una intervención
judicial que designe un Órgano Interventor de la megaempresa.
La defensa de
Vicentin que hacen el radicalismo PRO y Cambiemos tiene los pies de barro:
defienden a quien les dio mucho dinero para que fueran gobierno. Y cuando fueron
gobierno, ellos le dieron mucha plata en condiciones de favoritismo,
saltándose, los reglamentos del Nación. Y ahora volvieron a defenderlo.
Un banco privado
nunca hubiera prestado 300 millones de dólares en esas condiciones. Y, de
hacerlo, ahora estaría quebrado. El Nación no quiebra porque tiene respaldo del
Estado. El PRO y Cambiemos, beneficiados por el dinero de Vicentin, tienen
responsabilidad en el desfalco al Nación, a los demás bancos y a las
cooperativas y productores rurales, porque era su gobierno y sus funcionarios.
Pero, amparados por la complicidad de las corporaciones mediáticas, disfrazan
su defensa del turbio negociado con acusaciones de “inconstitucionalidad”.
Vicentín es mucho
más que un conglomerado económico. Se respalda en ese poderío para proyectar su
influencia sobre todo en la política, pero también en los medios y en la
Justicia. La operatoria solamente hubiera podido funcionar amparada en esa
trama vigorosa de influencias. Ahora, en coincidencia con los directivos que
los financiaron, ese bloque demoledor de política, funcionarios judiciales,
periodistas y corporaciones mediáticas se puso en movimiento para rechazar la
expropiación propuesta por el gobierno.
El juez de la
convocatoria de acreedores de Vicentin, Fabián Lorenzini, a cargo del tribunal
Civil y Comercial de Reconquista, repuso en sus funciones al directorio de la
empresa y designó a los interventores del gobierno nacional como simples
veedores.
Es un directorio
que le mintió sobre la situación de la empresa a sus mismos accionistas, gran
parte de los cuales se han presentado ahora como perjudicados ante la justicia.
Es el mismo directorio que mientras declaraba que no podía pagar sus deudas,
vendía una de sus empresas en el exterior y recaudaba 120 millones de dólares.
Frente a la
contraofensiva judicial y política del directorio de Vicentin, el gobierno, a
través de la Dirección de Personas Jurídicas de la provincia de Santa Fe
propuso ahora que la justicia designe una intervención y planteó que la
encabece Roberto Gabriel Delgado, quien era el interventor designado por el
decreto que rechazó el juez.
El organismo
interventor controlará la empresa mientras dure el concurso de acreedores, o
sea más que los dos meses que se había planteado en el decreto. El gobernador
Perotti expresó que este mecanismo sustituye la idea de expropiar. Desde el
gobierno nacional se insistió que el viejo directorio será desplazado y que el
Estado tendrá intervención y decisión en la estructura que se genere.
El banderazo que
se convocó para hoy forma parte de esa ofensiva de la oposición en defensa de
la corporación que los financió. Aprovecha el malestar creado por la cuarentena
y se constituye al mismo tiempo en una convocatoria para transgredirla en el
peor momento de transmisión de la enfermedad. Los infectados ya son dos mil por
día y los sistemas de salud están en un nivel de alarma amarilla, con más de la
mitad de las camas ocupadas.
En la propaganda
dan a entender que el gobierno amenaza la propiedad de las personas. Por el contrario,
el control estatal trata de resguardar la propiedad de toda la sociedad,
representada en una empresa pública –que es de todos, esta sí. Y también
resguarda la propiedad que le fue expropiada por Vicentín a miles de pequeños y
medianos productores de Córdoba y Santa Fe.
El banderazo es
un acto bisagra en la relación de la oposición con el gobierno porque muestra
la decisión de salir como lo hicieron durante la resolución 125. La
movilización tiene en ese sentido un componente antiperonista muy fuerte que
excede al conflicto con Vicentín. Esa es la parte del voto que nunca cambió y
que respaldó a Mauricio Macri.
Pero también
cabalga sobre el malestar que crea la cuarentena en sectores adonde no llegó la
ayuda estatal, por retraso, por burocracia o porque no estaba contemplado. Y
también hay cansancio en parte de los que han sostenido el aislamiento.
El acto romperá
una cuarentena que ha sido tomada como ejemplo en todo el mundo. El prestigioso
periódico norteamericano The Nation, contrastó esta semana las políticas
sanitarias de Alberto Fernández con la de Jair Bolsonaro.
No hay Vicentin
sin soberanía fluvial, marítima y logística | Modelo nacional que deje atrás la
política portuaria alineada con el trazado geopolítico de las multinacionales
Los muertos por
corona virus en Argentina están llegando a los mil. En Brasil, sin cuarentena,
ya llegan a los 50 mil. Aun haciendo equivalencias por la diferencia de
habitantes, las cifras del país vecino son muchísimo más altas y terroríficas.
Sectores del macrismo cuestionan esta decisión por las pérdidas en la economía.
Es cierto, el
PBI, en la comparación interanual, cayó algo más del 11 por ciento. Lo que
ocultan los críticos de la cuarentena es que en Brasil, sin aislamiento, la
caída de la economía ha sido aún más abrupta: más del 15 por ciento. La
cuarentena de este gobierno salvó miles de vida y al mismo tiempo atenuó la
caída de la economía con medidas dentro de sus recursos limitados.
La pandemia puso
en crisis todos los postulados que aplicó Mauricio Macri. La meritocracia en
términos de pandemia es la de Bolsonaro: que se salven los más aptos. En
cambio, el gobierno argentino priorizó la responsabilidad social, es decir, la
respuesta comunitaria, que el individualismo neoliberal desprecia.
El gobierno de
Macri con los radicales PRO perjudicó la salud pública. Convirtió al Ministerio
de Salud en Secretaría y redujo su presupuesto en más del 25 por ciento. El
gobierno kirchnerista había dejado 13 hospitales prácticamente terminados en
todo el país, siete de ellos en el conurbano que ahora serían decisivos en la
lucha contra la pandemia.
A algunos sólo le
faltó el equipamiento y todos tenían más del 80 por ciento de la obra avanzada.
La gobernadora María Eugenia Vidal dijo que no iba a poner un peso en
hospitales y se negó a terminarlos. Dijeron que inaugurar hospitales era pura
demagogia. Pero ahora muchos de los que la votaron deberán atenderse en los
hospitales que ha construido el gobierno, sobre la base de los que ya estaban.
Se dijo que la
creación de universidades en el conurbano era demagogia “porque los pobres no
van a la universidad”. Y esas universidades, junto con científicos y técnicos
del CONICET han desarrollado kits de testeo para detectar masivamente a los
enfermos. Está prevista su exportación porque son más baratos que los
extranjeros. Se desarrolló un suero para atenuar los síntomas de la enfermedad
y bajar su índice de mortalidad y se construyeron respiradores más baratos y
sencillos que los anteriores.
Más que “defender
la propiedad”, la carga antiperonista de la convocatoria al “banderazo” busca
volver a un país sin cuarentena, sin hospitales, ni científicos, ni
universidades públicas.
Me llamó la atención el título de la nota, y la leí con cuidado, aunque no es corta. Bunge se caracteriza por sus declaraciones provocadoras, y tiene adeptos y detractores.
La nota alterna
elogios y críticas al peronismo -a Argentina también-, y me interesaron algunos
fragmentos que reproduzco, pero está el link para el que le interese leerla
completa.
Estoy de acuerdo
con la afirmación que sirve de título, aunque seguramente los anti peronistas protestarían
con ganas. El otro día veía unas encuestas en la que le preguntaban a
peronistas y macristas a quién nunca votarían: el 14% de los peronistas eligió
al macrismo, pero el 72% de los macristas mencionaron al peronismo. O sea que
el macrismo es centralmente antiperonista lo que garantiza el rechazo a una
afirmación como la del título, y asegura que la “grieta” se va a mantener.
Sin embargo, el
peronismo es lo que nos hace diferentes, aunque hay otras expresiones de
populismo latinoamericano semejantes. La diferencia es que el peronismo ha sido
–y vuelve a serlo- Gobierno, y Bunge menciona algunas de las políticas y hechos
positivos que hay en Argentina desarrolladas por los Gobiernos peronistas. Si
analizamos, por ejemplo, el papel que tienen las organizaciones gremiales, podremos
ver una diferencia clave respecto de otros países.
Me parece
importante destacar el concepto del título, porque muchas cosas que el neo
liberalismo capitalista que intentó gobernarnos descalificó e intentó erradicar
son las que nos permiten desarrollar un país más justo para la mayoría de los
argentinos, aunque la pobreza alcance niveles tremendos.
Comprendamos al peronismo para valorar y defender todo lo
que nos hace un mejor país. Cambiemos lo que no sirva para eso, pero no
aceptemos que nos quiten la educación y la salud públicas, o una jubilación
justa, o un proyecto económico que genere el trabajo que necesitamos.
Es lo único útil en esta etapa crucial y difícil:
entender qué es lo mejor para el país, pero mirálo vos, no dejés que ningún
programa de televisión te maneje la opinión. Buscá otras miradas, otros
criterios.
De última, tiene
que ver con tu vida y la de los tuyos. Vale la pena.
“El que no entiende el peronismo no entiende la Argentina”
“-Éramos tan
apasionadamente antiperonistas que no fuimos capaces de hacer un análisis
objetivo del peronismo. Más aún, usábamos categorías políticas europeas.
Creíamos que el peronismo era una forma de fascismo. Y no lo es: es original,
es un tipo de populismo. Creíamos también que Perón era bruto. Es falso. Era
inteligente, no sólo habilidoso, y tenía cultura histórica, al fin y al cabo,
era profesor de historia militar en el Colegio Militar. Lo menospreciamos y por
eso no lo entendemos. Gino Germani, que fue el fundador de la sociología
moderna en la Argentina, se fue del país en 1966 y al año siguiente me visitó
en Montreal. Le pregunté: “¿Por qué te fuiste de la Argentina? ¿Por la
persecución? No -me dijo-, me fui porque fui incapaz de entender al peronismo.
Todavía hoy no lo entiendo”. Y es así: quien no entiende al peronismo no
entiende el país.”
…
“-Algunos
imaginaron que la crisis financiera internacional iba a permitir que surgiera
un capitalismo distinto, más “sensible”. ¿Estamos a tiempo de esperar
algo semejante?
-Hubo cosas positivas y negativas. Hay que empezar por
averiguar por qué China y la India son los dos únicos países en el mundo cuya
economía ha crecido en los últimos doce meses. Ambos son proteccionistas y no
son neoliberales. La India se ha salvado de los tsunamis financieros, en
particular, porque regula el mercado financiero y no permite las
especulaciones. Y a China le falta democracia, pero también está avanzando en
ciencia y técnica a pasos agigantados. A propósito de esto, ¿sabe cómo se manejan
las finanzas internacionales en este momento? Hay un cuento que lo ilustra. En
un pueblo turístico de Europa, llega de pronto un alemán muy rico al único
hotel del lugar, deja en el mostrador un billete de cien euros y le dice al
dueño: “Me gusta mucho el lugar y quiero estudiar la posibilidad de pasar
una semana acá. ¿Me permite mirar las habitaciones?” “Sí, suba, las
habitaciones están todas abiertas”, le responde el dueño del hotel, que
sale corriendo y le lleva el billete de cien euros al carnicero para saldar una
deuda. El carnicero sale corriendo con el billete para pagarle al proveedor de
alimentos para sus cerdos. A su vez, el proveedor de alimentos para cerdos va
corriendo con ese billete y le paga a la prostituta una deuda por sus servicios.
La prostituta toma el mismo billete de cien euros y lo deja en el mostrador del
hotel para pagar la deuda que tiene por haber alquilado las habitaciones.
Entonces, al cabo de un rato, baja el turista alemán y le dice al dueño del
hotel que no le gusta ninguna de sus habitaciones, toma el billete y se va. Han
transcurrido nada más que cinco minutos, nadie hizo nada, nadie produjo nada,
pero todo el mundo está feliz porque todas las deudas han sido saldadas
(risas). En esto consisten las grandes finanzas. Detrás de estas grandes
manipulaciones no hay nada. Hay gente que se arruina, pero nadie se beneficia.
Es monstruoso.”
Día del Escritor. Se festeja cada 13
de junio, en conmemoración al nacimiento del autor argentino Leopoldo Lugones
(1874-1938). La fecha fue propuesta por la Sociedad Argentina de Escritores,
fundada por el propio Leopoldo Lugones, diez años antes de su suicidio.
Cuando caí en la cuenta de la fecha, se me ocurrió compartirla en
Facebook y la hice con el posteo que copio abajo.
“Estoy pensando en el Día del Escritor, aunque primero fui lector, y mi
viejo me enseñó a leer a los 5 años con el Patoruzú y el Pato Donald, para que
no le secara la cabeza para que me los leyera. La de escritor es mi segunda y
central vocación. La dejé de lado porque me parecía una forma muy mediada
-depende de que me lean- de modificar la realidad. Por eso, fui Profesor -otra
forma mediada, pero más concreta- e hice siempre política: la manera más bella
de colaborar con que el mundo sea mejor. Feliz Día, escritores (lo estoy siendo
en este momento).”
A partir de ahí, se empezaron a mover cosas dentro de mí, recordando mi
vida y esa vocación esencial.
Unos días antes había encontrado esta nota en Página 12:
En la nota se relata la
visita de Canetti a la Mellah en Marrakesh. Me impactaron un par de párrafos:
“En aquella plaza de la Mellah, entre mercaderes
tuertos que vendían un solo limón reseco o un puñado de piedras, Canetti vio a
unos niños recitando aplicadamente el alfabeto hebreo con su joven maestro y
una decena de metros más allá a los cuenteros, rodeados de gente en un doble
círculo que seguía el relato pendiente de cada palabra. Su admiración ante
semejante poder narrativo fue inmediata. “Los sentí como hermanos más viejos y
más sabios. Yo hacía o quería hacer algo así, pero en lugar de vivir de la
confianza de mi relato lo había hipotecado todo a la pluma y al papel, a la
elucubración interior, solitaria, pusilánime. En cambio, ellos, desprovistos de
libros y de todo conocimiento superfluo, sin ambiciones ni sed de prestigio,
ejercían con impune plenitud la magia de nuestro oficio”.
Unos pasos más
allá, Canetti se reconcilia con la pluma y el papel cuando ve, acomodados
contra la pared de la recova, a los escribientes. No hacen nada por atraer a la
gente, están ahí sentados, enjutos, con su pequeño escritorio delante, a cierta
distancia unos de otros para tener intimidad cuando un cliente se les sienta
enfrente y contrata sus servicios. “Escuchaban con una rara intensidad, ajenos
al bullicio de la plaza. Esperaban al final sin escribir una palabra, luego se
quedaban con la mirada perdida meditando cómo expresar cabalmente lo que les
pedían escribir. Desde mi lugar no oía nada, sólo veía la electricidad de la
transmigración de esos susurros en palabra escrita. Y el increíble cambio de
los rostros cuando el escribiente leía lo que había escrito”.
Ese encuentro con el
sentido inicial y esencial de ser narrador me llevó a mi propio encuentro y lo revivió
de una manera profunda. Inmediatamente surgió en mí una figura muy antigua: el
aedo. Recordé un tema dado al rendir algún Griego en la Facultad de Filosofía
de la UNCuyo: “El aedo en la poesía homérica”. Este personaje –memoria de las
epopeyas de la comunidad, como el bardo celta o el payador argentino- siempre
fue muy fuerte en mí como representación del valor de ser escritor. Y fue un
nuevo remezón en este encuentro con aquella vocación que nació conmigo.
Mientras buscaba la nota
sobre Canetti, encontré –sin la menor posibilidad de casualidad- con esta nota
en Página 12:
EL ESCRITOR EN
EL LABERINTO DE LA CREACIÓN
Vicente Muleiro
El inicio decía: “El autor de Adán Buenosayres tuvo una vida marcada por las letras y el compromiso político. Como poeta, novelista y dramaturgo, dejó una vasta obra que inspiró a generaciones de literatos. Como peronista, fue funcionario en Educación y sufrió́ el ostracismo de la proscripción.”
Leí el Adán Buenosayres
como texto en Literatura Argentina II. Una obra monumental, distinta de todo lo
que había leído, pero mi aprecio por Marechal también se debió a que era uno de
los pocos grandes escritores argentinos que era peronista. No entraré en
analizar ese tema, pero siempre valoré esa actitud que lo diferenciaba del
cenáculo del mundo cultural nacional. Había que tener valor para eso, porque
significaba quedar fuera del sistema, y casi condenado al ostracismo.
Fue el golpe final para
el reencuentro: Marechal, además de lo dicho, era un buscador metafísico (ya
había escrito Ascenso y descenso del alma por la belleza) con una profunda
religiosidad católica.
Evidentemente, en un par
de días había recorrido los más de 70 años de mi vida, y frente a mí, se
erguían una máquina de escribir y un libro.
Recordé que mi primer y único
cuento lo escribí en una Lettera y todos los libros y escritos que pasaron por
mis manos, y tuve que hacerme cargo de que, en el Día del Escritor, tenía que
ponerme de pie y seguir el llamado de lo esencial y profundo de mi vida.
SER ESCRITOR NO ES LO
ÚNICO QUE CONSTITUYE LA MISIÓN QUE ME TRAJO A ESTE PLANO, PERO FUE SIEMPRE
CENTRAL.
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