MUJERES DEL ALMA MÍA DE ISABEL ALLENDE POR ADOLFO ARIZA

MUJERES DEL ALMA MÍA DE ISABEL ALLENDE POR ADOLFO ARIZA

Isabel Angélica Allende Llona (Lima, Perú; 2 de agosto de 1942) es una escritora chilena con nacionalidad estadounidense, de ascendencia hispano-portuguesa y nacida en Perú. Desde 2004 es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país en 2010.

No soy lector de Isabel Allende, aunque he leído algunas de sus obras. Allá lejos y hace tiempo, leí, por supuesto, La casa de los espíritus (1982). Mucho después, Inés del alma mía, (2006) una novela histórica que me gustó; más cercanamente, El juego de Ripper (2014), porque soy un viejo lector de novelas policiales.

En realidad, en mi casa hay muchos libros de esta chilena de apellido honorable (nunca olvidaré la tarde terrible del 11 de septiembre de 1973) porque a mi esposa le gusta mucho su estilo, como a otros millones de personas. Le resulta amena y asequible, que no es poco. Hace unos días, terminó de leer Mujeres del alma mía, y me lo dio para que lo guardara en la biblioteca. Me puse a hojearlo, y me interesó el tema, ya que el feminismo es a mi juicio el fenómeno político social más importante que haya conocido.

Lo leí rápidamente, es breve y ameno.

Es una obra autobiográfica, dedicada a las mujeres importantes de la vida de la autora. En casi todas las reseñas de su vida se pueden leer cosas como esta “Recuerda a algunas mujeres imprescindibles en su vida, como sus añoradas Panchita, Paula o la agente Carmen Balcells; a escritoras relevantes como Virginia Woolf o Margaret Atwood; a jóvenes artistas que aglutinan la rebeldía de su generación o, entre otras muchas, a esas mujeres anónimas que han sufrido la violencia y que llenas de dignidad y coraje se levantan y avanzan.”

Está bien la reseña: de esas mujeres, y de su vida, surgió su vocación feminista. La obra comienza así: “No exagero al decir que fui feminista desde el kindergarten, antes de que el concepto se conociera en mi familia.”

Sobre esa vocación feminista y una vida activa e interesante construye la memoria que leemos con gusto en esta obra. Entre esos hechos personales entretejidos con la historia de Chile y del mundo va desarrollando conclusiones generales centradas en la mujer y, por supuesto, en el papel de los hombres.

“Antes que nada, debemos acabar con el patriarcado, esta civilización milenaria que exalta los valores (y defectos) masculinos y somete a la mitad femenina de la humanidad.”

Este es el planteo, sin eufemismos, aunque con notas de humor, que desarrolla ante nosotros. Es la obra de una chilena sin fronteras, como se describe, muy actual, porque habla sobre situaciones como la del Me Too y de la rebelión social en Chile.

Es importante destacar que hay importantes controversias sobre su obra. Hay críticas feroces sobre el nivel literario de Isabel Allende. Alguno rechaza la calificación de “escritora” y la llama “escribidora”.

Personalmente, no soy afecto a los/las escritores/as de best sellers, aunque no comparto la descalificación de quien la acusa de hacer solo “literatura femenina”. Ahora bien, el éxito comercial de ventas de la obra de Allende, hace muy difícil aceptar estas posturas tan negativas.

Veamos: la venta total de sus libros alcanza setenta y dos millones de ejemplares y sus obras han sido traducidas a cuarenta y dos idiomas. Es considerada la escritora viva más leída del mundo de la lengua española.

Coincido con Camilo Marks que escribió en 2011: “Básicamente, hay dos maneras de leer a Isabel Allende. La primera consiste en escudriñar los defectos de sus libros, exponerlos con lujo de detalles y enviarla a los quintos infiernos con una inapelable, satisfecha, fundada sentencia condenatoria. La segunda, parte de la premisa de que es legítimo pasar un buen rato leyendo sus narraciones, puesto que son entretenidas, no cuesta dejarse atrapar por ellas y poseen méritos que atraen al público masivo o a lectores más exigentes. Entre ambos extremos se ve difícil encontrar un término medio: hay quienes siempre la odiarán, en tanto otros se fascinarán ante cada nuevo título suyo”.

¿Qué encontré en Mujeres del alma mía?

En la respuesta pienso que se ven parte de las razones del éxito de Isabel Allende: sabe construir narraciones interesantes, con mucho oficio e intuición para mantenernos en la lectura hasta terminar el libro. Ha escrito biografías, novelas históricas, policiales, narrativa femenina, análisis sociales. Todo manejado con solvencia.

Si sumamos oficio de narradora, olfato para elegir temas interesantes -por supuesto que esto tiene que ver con el éxito comercial y económico que es buscado por la escritora, sin casualidades- y capacidad para incluir descripciones o aportes teóricos que se integran eficientemente a las narraciones, podemos explicar su éxito, más allá de esas descalificaciones que mencioné, y que no tienen peso cualitativo.

Por ejemplo, cito algo que me impactó, porque es lo que siento:

“Quienes hemos entrado en la década de los setenta tenemos terror de acabar nuestros días en una casa de reposo en pañales, drogados y amarrados a una silla de ruedas.

Yo quiero morir antes de necesitar ayuda para ducharme.”

Esa cercanía con las cosas de la vida es lo que atrae, y en la obra es el feminismo.

Anoche escuchaba que este año ya hay cincuenta y un femicidios en Argentina. O sea que, a pesar del empuje del movimiento feminista, de los cambios en leyes y de la amplia repercusión que tienen las consecuencias del modelo patriarcal y machista, estamos lejos de asegurar a millones de mujeres una calidad de vida equivalente a la que disfrutamos los hombres.

Por eso, Mujeres del alma mía es una buena lectura para hombres y mujeres porque ayuda a la comprensión del mundo en que vivimos y a tomar la única actitud que permitirá modificar esa realidad por difícil que parezca esa misión.

Así lo sintetiza Isabel Allende en la página final del libro:

“Queremos un mundo donde haya belleza, no solo aquella que se aprecia con los sentidos, sino también aquella que se percibe con un corazón abierto y una mente lúcida. Queremos un planeta prístino, protegido de toda forma de agresión. Queremos una civilización equilibrada, sostenible, basada en respeto entre nosotros, por otras especies y por la naturaleza. Queremos una civilización inclusiva e igualitaria, sin discriminación de género, raza, clase, edad o cualquier otra clasificación que nos separe. Queremos un mundo amable donde imperen la paz, la empatía, la decencia, la verdad y la compasión. Y más que nada, queremos un mundo alegre. A eso aspiramos las brujas buenas. Lo que deseamos no es una fantasía, es un proyecto; entre todas podemos lograrlo.”

ME GUSTÓ LEERLO.

EL VIRUS HA MATADO LAS CERTEZAS

EL VIRUS HA MATADO LAS CERTEZAS

Por Graciela Cousinet – Socióloga. Ex Decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=el-virus-ha-matado-las-certezas-por-graciela-cousinet

Ya nada se puede analizar con conceptos del diecinueve, no el siglo sino el año.

Intentaré listar los temas que no pueden dejar de ser tenidos en cuenta a pesar de que las respuestas todavía no están disponibles.

Desde hace tiempo las mentes más abiertas vienen insistiendo que hay que escuchar a las ciencias duras, que no son infalibles pero que son más confiables que diversos gurúes que pululan por ahí y hasta gobiernan países.

Paradójico es que el capitalismo que nació con ella y la promovió, se encierre ahora en su burbuja de intereses corporativos y ganancias inmediatas.

¿Y qué nos advierte la ciencia?

Que esta no es una pandemia sino una era de pandemias. Pandemias provocadas en gran medida por nuestra tóxica relación con la naturaleza y diseminadas por la descontrolada globalización.

Por lo tanto, las naciones con vocación de dominación van a priorizar ciertas garantías que les permitan afrontarlas de la mejor manera posible.

Soberanía alimentaria, farmacéutica y sanitaria serán esenciales. Hay que tenerlo en cuenta para prever cómo impactará en nuestro país.

El tema del transporte, tanto de pasajeros como de cargas, será revaluado. Su papel en la crisis climática y en la propagación de virus es probable que haga que se utilice con mayor prudencia.

Teletrabajo, peatonalización de los centros urbanos, transporte público, exportaciones de bienes de alto valor agregado y tecnológicos, promoción de consumos locales, siguiendo las pautas del movimiento gastronómico Kilómetro Cero, entre tantas otras medidas.

Los puntos calientes de los contagios del coronavirus han sido las metrópolis altamente densificadas. Ya hay personas y familias que están pensando en mudarse a ciudades medianas o pequeñas. Internet nos permite estar conectados e informados prácticamente en todos lados, lo que disminuye ciertos atractivos de las grandes ciudades. Ya se está hablando de desurbanización y por supuesto también de desdensificación, hasta hace poco uno de los postulados de la mayoría de los urbanistas, más enamorados de la moda que de la calidad de vida de los habitantes.

Otro problema que las estadísticas han señalado claramente es que los más pobres se contagian y mueren más por el coronavirus. Hay un factor que está asociado: enfermedades previas. Ahora bien, ¿por qué los pobres tienen más enfermedades previas, aún en gente joven? Más allá de lo obvio: peor atención sanitaria, hay otro factor poco destacado: la malnutrición que provoca obesidad, diabetes e hipertensión. Contra lo que la sensibilidad social, alentada por los intereses de las grandes corporaciones de la industria alimenticia, supone, no es el hambre sino el consumo de comestibles ultraprocesados que por su accesibilidad precio e impacto publicitario son una parte fundamental de la dieta de estos sectores. Enfrentarnos a estos enormes intereses será imprescindible para garantizar nuestra salud.

Otro tema que el virus contribuyó a resaltar son los adultos mayores. ¿Qué hacemos con una población que en algunos países llega a una cuarta parte del total? Para algunos, si están jubilados son un gasto, si siguen trabajando impiden el acceso de los jóvenes al mercado laboral. Los adultos mayores no son un gasto son una inversión que la sociedad ya realizó y debe aprovechar. Hay que pensar qué papel tendrán porque la mayoría se encuentra en óptimas condiciones de seguir aportando al bien común.

Mientras tanto la crisis climática sigue acortando nuestros plazos, la presión demográfica en África, algunos países asiáticos y centroamericanos, agravada por las consecuencias catastróficas del calentamiento global se hará sentir cada vez más en Europa y Estados Unidos.

A pesar de este panorama casi apocalíptico, hay soluciones que dependen de la voluntad política mayoritaria.

El feminismo es una herramienta poderosísima. Educar a las mujeres es una de las inversiones que más resultados produce. Terminar con el patriarcalismo es cambiar nuestro modo de relación con la naturaleza.

Frente a la desigualdad social y la falta de empleo, la economía social si fuera subsidiada del modo en que se subsidia a las petroleras, podría ser una de varias alternativas.

Menos productivismo menos consumismo podría ser igual a más trabajo, menos pobreza y mejor calidad de vida.

Pensar que obtendremos resultados diferentes con las mismas recetas es la definición de la locura.