¿QUÉ RIESGOS TENEMOS EN LAS TECNOLOGÍAS DIGITALES?

¿QUÉ RIESGOS TENEMOS EN LAS TECNOLOGÍAS DIGITALES?

¿QUÉ RIESGOS TENEMOS EN LAS TECNOLOGÍAS DIGITALES?

Mi plan de publicaciones era elaborar una entrada para Kusca, mi blog de Desarrollo Emprendedor, y luego continuar con otra para Miradas desde Mendoza, probablemente sobre algún tema que tuviera que ver con la política, ya que es lo que está generando más novedades y actividad.

Sin embargo, había varias inquietudes que me andaban rondando, y no desde ahora: por ejemplo, los algoritmos de las redes sociales que permiten el direccionamiento de las noticias y notificaciones que recibimos, o el hartazgo de que uno busque el precio de algo en Internet para que nos aparezcan ofertas por todos lados, tanto en la computadora como en celular, o cualquier otro dispositivo que se detecte como nuestro, o que vaya a la carnicería del barrio (es real) y Maps me pida una opinión sobre la atención, o el big data o las bitcoins y blockchain, y algunas más. Es claro: estas inquietudes tenían que ver con el uso de la tecnología digital y su poder cada vez mayor y más invasivo.

Hace unos días, había encontrado una entrevista que decía sobre el final: “… el neoliberalismo no es hoy solamente un credo económico, sino también una forma de pensamiento global. Este pensamiento global tiene que ver con la fe en que una sociedad puede fundarse en la desigualdad. Hay un odio a la igualdad, un desprecio, como si la igualdad fuese algo infame. Pero en esto hay también una paradoja, puesto que a título del neoliberalismo se pretende fingir que la política está muerta siendo que, a la vez, se la necesita para dar justamente un aspecto político a ese mismo neoliberalismo. Lo que estas élites plantean es algo que no me parece que sea verdad: que la política puede ser reducida a la gestión del poder y que la comunidad puede fundarse en la desigualdad.” (Jacques Rancière, filósofo francés, en  https://www.theclinic.cl/2016/12/04/jacques-ranciere-la-extrema-derecha-esta-volviendo-a-ser-exitosa-en-su-evocacion-de-simbolos-identitarios-muy-primitivos/).

Aunque es una nota muy densa, sobre todo para alguien al que le cuestan algún lenguaje y categorías de la Filosofía, esta conclusión, y alguna otra, me impactaron muchísimo. Influía también en esto la información que estaba llegando sobre Bolsonaro, y de qué manera habían manejado -y lo siguen haciendo- la opinión pública para que los brasileños lo votaran. Otra vez un uso negativo y abusivo de la tecnología.

En esta situación me encontré con una nota en Infobae, con este título: “Las tecnologías digitales están a punto de derrotar a la democracia y el orden social”, y el siguiente copete: “Las plataformas de redes sociales, los datos masivos, la tecnología móvil y la inteligencia artificial, que dominan cada vez más la vida económica, política y social, amenazan el sistema de gobierno occidental. El experto Jamie Bartlett detalla cómo avanza ese peligro en “The People vs. Tech”, su nuevo libro.”

Al final de esta entrada, pondré el link a la nota completa, que es bastante larga, pero ahora copiaré algunos párrafos, casi sin comentarios, para que entiendan la dimensión del riesgo que implican estas tecnologías, y no las estoy descalificando, porque hace mucho que me dedico a las NTICs (Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación), pero me parece clave tomar conciencia de su potencial, y el peligro de los usos inescrupulosos que se marcan en la nota.

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“Bartlett, director del Centro para el Análisis de las Redes Sociales del think tank británico Demos en conjunto con la Universidad de Sussex, se refiere específicamente a las “tecnologías digitales asociadas con Silicon Valley: plataformas de redes sociales, datos masivos, tecnología móvil e inteligencia artificial, que dominan cada vez más a vida económica, política y social”. Como experto en el área las valora: cree que tienden a expandir las capacidades humanas y hasta a crear más felicidad. “Pero eso no significa que sean buenas para la democracia”.

En realidad, reconoce, son universos opuestos. A cambio de los beneficios de una revolución –que, además, está apenas en sus comienzos–, las democracias occidentales han permitido que se socavaran componentes centrales del sistema: control, soberanía parlamentaria, igualdad económica, sociedad civil, ciudadanía informada.

“En un nivel profundo, estos dos grandes sistemas —tecnología y democracia— están trabados en una lucha encarnizada. Son los productos de épocas completamente diferentes y funcionan según distintas reglas y principios. El engranaje de la democracia se construyó en la era de los estados nacionales, las jerarquías, la sumisión y las economías industrializadas. Las características fundamentales de la tecnología digital van en contra de este modelo: es no-geográfica, descentralizada, impulsada por datos, sujeta a los efectos de red y el crecimiento exponencial”.

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“Sean Parker, co-fundador y ex presidente de Facebook, reconoció que él y Mark Zuckerberg explotaron “una vulnerabilidad en la psicología humana” al diseñar las plataformas para “consumir la mayor cantidad de tiempo y atención consciente” del usuario. “Es un circuito cerrado de retroalimentación de validación social”.

Los datos están en el centro del asunto: permiten a las empresas conocer al usuario más de lo que él se conoce a sí mismo, y dirigirle avisos a medida. Actualmente los datos existentes superan la capacidad humana de procesamiento, pero en 2020 habrá cuatro veces más dispositivos que los recojan: 50.000 millones de aspiradoras de información en teléfonos, automóviles, electrodomésticos, ropa, libros, juguetes… De allí el valor de los algoritmos que sí pueden procesar esos volúmenes enormes de datos, y más: “Lo aterrador de los algoritmos de datos masivos es cómo pueden averiguar cosas sobre nosotros”, según el autor.”

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“Un problema adicional es la manipulación. Si el objetivo es que una persona pase más tiempo en una plataforma para mostrarle más publicidad, “¿qué pasa si a los antisemitas se les dirige cada vez más contenido violento personalizado simplemente porque un modelo sugiere que pasarán más tiempo mirándolo? O quizás se puede vender un 20% más de antidepresivos si se contacta a la gente en cierto momento de la semana y se le dirigen mensajes que bajan la autoestima”.

Delegar las decisiones en la inteligencia artificial (porque no sólo una máquina hará mejores diagnósticos que un médico, sino que se podrán tercerizar en algoritmos el voto y la educación de los hijos) no sólo eliminaría la dimensión moral del ser humano, también erosionaría su capacidad de pensar libremente. “Dado lo malos que a veces somos al tomar decisiones difíciles, el resultado podría ser una sociedad más sabia y más humana. Pero difícilmente se podría llamar democracia a un lugar así”.

Una cultura común, curiosamente, es algo que se pierde con la plena conectividad y el exceso informativo, que en realidad alientan las pequeñas tribus, donde las reacciones emocionales y la lealtad superan a la razón y la comprensión. “Los líderes políticos evolucionan con el nuevo medio de información: de ahí el ascenso de populistas que prometen respuestas emotivas, inmediatas y totales”, interpretó Bartlett. “Pero las tribus beligerantes de ciudadanos sin eje, confundidos, son las precursoras del totalitarismo”.

Expresiones como burbuja de filtros, noticias falsas y posverdad se han popularizado a medida que las noticias circularon por las plataformas y la desinformación hizo que las personas recortaran sus fuentes a la medida de sus creencias. “Con la conexión infinita, encontramos gente similar y con ideas similares, y nos apiñamos”. La fragmentación no tiene límite: “En internet cualquier puede encontrar cualquier clase de comunidad que desee (o inventar la propia)”, señaló el autor. “Cualquiera que esté molesto puede ahora, automáticamente, a veces algorítmicamente, encontrar a otra gente que está molesta de manera similar”.

Así la re-tribalización puede conducir a la alt-right o al veganismo radical, y la cámara de resonancia de la red convierte cualquier grupo en una horda. “El tribalismo es comprensible, pero en definitiva daña la democracia, porque tiene el efecto de agrandar las pequeñas diferencias entre nosotros y transformarlas en golfos enormes, insuperables”.”

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“Uno de los temas centrales del libro, la pérdida de legitimidad de las elecciones libres, muestra cómo “los datos masivos y la micro-localización pueden ganar votos”. Por ejemplo, aunque Hillary Clinton lo superó por casi 2,9 millones de votos en los Estados Unidos, Trump obtuvo la mayoría del Colegio Electoral porque ganó en cuatro estados decisivos gracias al modo en que hizo su campaña en redes sociales allí.

Todo el trabajo de Cambridge Analytica, tanto para Ted Cruz como para el actual mandatario, se basó en la construcción de perfiles a partir de la información personal de 87 millones de usuarios de Facebook (que no lo sabían, mucho menos lo habían autorizado). Y esta competencia no va a terminar, advirtió Bartlett. “Cada elección se datifica de esta manera, realizada por una red de contratistas privados y analistas de datos que ofrecen estas técnicas a los partidos políticos en todo el mundo”.

El problema mayor que ve, si se deja estas técnicas sin control, es que su evolución “va a cambiar cómo hacemos una opción política, qué clase de gente elegimos e incluso si pensamos que nuestros comicios son realmente libres y justos”.

Si los partidos políticos tradicionales han girado alrededor de la construcción de programas, ideas que permitían que ciudadanos con intereses variados se organizaran colectivamente, el big data es lo opuesto: la atomización, la división en grupos de intereses específicos al punto de un modelo personalizado. “Si cada quien recibe un mensaje personalizado, no hay debate público común: sólo millones de debates privados”, ilustró el experto.”

En realidad, la nota no tiene casi desperdicio, así que los invito a leerla completa.

Cierro con un comentario desde mi experiencia en estos temas de uso de la tecnología.

Soy Profesor y Licenciado en Literatura y empecé a dedicarme a las NTICs en Educación (entonces era Informática Educativa) porque me cansé de lidiar con los informáticos en el sentido que terminaban imponiendo sus criterios sobre la expertise que uno tenía. En cierto momento, acuñé una expresión que usé mucho en mis exposiciones y conferencias: El problema es que los políticos no entienden nada de informática, y los informáticos, nada de política. En esta situación el que termina definiendo los proyectos tecnológicos, es el informático, aunque el político crea lo contrario. Ahora bien, si esto era válido en etapas tan primitivas (no porque haga tanto tiempo, sino por el crecimiento exponencial de su poder), hoy es mucho más terrible.

La tecnología atraviesa todo, así que todos/as tenemos que ver con ella en muchas cosas de la vida, y esto se irá acrecentando. Tenemos que entender para poder decidir, mientras podamos.

(httpss://www.infobae.com/america/tecno/2018/10/20/las-tecnologias-digitales-estan-a-punto-de-derrotar-a-la-democracia-y-el-orden-social/)

 
ADOLFO ARIZA

ADOLFO ARIZA

Autor del Blog

La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.

Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.

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Kusca – www.kusca.com.ar

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LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 (Segunda parte)

LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 (Segunda parte)

LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 (Segunda parte)

En el Día de la Lealtad (ese día empecé a escribirla, aunque recién la terminé hoy), tan caro para los Peronistas (de paso, saludo a todas/os las/los cumpas con un fuerte abrazo peronista), quiero comenzar comentando algo que me decía hace poco una compañera. Había leído una encuesta que circuló hace poco, indicando que, en la CABA, alrededor del 40% de los futuros votantes están dispuestos/as a votar de nuevo al macrismo. Se sentía desalentada, y no se explicaba cómo podrían revalidar a un Gobierno que -y sin dudar lo digo- es el peor que he conocido, y no solo por la gestión económica. Estaba descorazonada, pensando que esta destrucción inmisecorde podría continuar, haciéndonos perder todas las conquistas sociales y políticas que supimos conseguir.

Es real la encuesta, más allá de que no es muy diferente de la historia mayoritariamente anti peronista de los porteños. De hecho, no hay ningún Jefe de Gobierno (desde que fue instaurado el régimen autónomo en 1996) de origen peronista, salvo el caso de Jorge Telerman, que asumió en reemplazo de Aníbal Ibarra, destituido por la tragedia de Cromañón. Tampoco lo de peronista es fiable, porque migró de acompañar a Scioli a aceptar un cargo con el PRO, o sea, es un Peronista perdonable, como los llama Jorge Asís. Por supuesto, hay un factor determinante, y es que el nivel de vida en la CABA siempre fue superior al del resto del país, lo que junto con las actitudes de sus habitantes, disgusta al resto de país, tanto como las ventajas de que disfrutan.

De todos modos, y responsabilizaría a los medios de Comunicación, hay conductas de los porteños que se han contagiado al resto del país, sobre todo a las ciudades argentinas, lo que incluye su visión sobre lo popular.

En la Ciudad de Mendoza pasa algo semejante a la CABA: desde el retorno a la democracia nunca ha habido un Intendente peronista, ni aun cuando el Justicialismo ganó la Gobernación.

Por lo tanto, esa encuesta no marca una tendencia permanente, aunque habría que estudiar las variaciones de los porcentajes de votantes a través de las distintas elecciones.

Sin embargo, es cierto que el macrismo mantiene un porcentaje de votantes dispuestos a reelegirlo a pesar de la muy mala gestión.

En la entrada anterior (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2018/10/08/los-andariveles-por-donde-vamos-los-argentinos-hacia-el-2019/), comenté el tema de los posibles porcentajes de votantes hacia el 2019, así que no insistiré; solo agrego que el jueves 18/10 en C5N mencionaron una nueva encuesta que no se diferencia demasiado de los que indiqué allí, lo que reafirma el comentario.

Lo anterior es un análisis electoral, inevitable en este momento del país, y que tomará mayor relevancia con el correr del tiempo; sin embargo, hay tema que quiero comentar dentro de ese marco: el de la corrupción.

Primero, aunque sea obvio, quiero indicar mi posición personal al respecto: como acción que transgrede la ley y las normas éticas con las que la Sociedad quiere manejar sus relaciones institucionales y personales para conseguir equidad y justicia, es detestable, y debemos realizar todos los esfuerzos posibles para erradicarla, o por lo menos, reducirla y controlarla lo más posible. Esto no es conformismo, sino reconocer la dimensión del fenómeno. La corrupción es una realidad humana que, si recorremos la historia del hombre, se encuentra en todos los tiempos y lugares.

Aunque se suelen escuchar los clásicos comentarios que consideran a la corrupción como un mal propio de Argentina, pero no realizado por nosotros, sino por otro sector (corriente política, rival electoral, la Iglesia, los clubes de fútbol, etc.), la realidad es que se pueden encontrar actos de corrupción a lo largo y a lo ancho de la actividad humana, aquí o allá, ahora o antes. Lo que sí es real es que hay países que se han hecho cargo de esta realidad, y han desarrollado estrategias para luchar contra ella, no solo por principios éticos, sino para defender su poder político de un flagelo que destruye los fundamentos de la Sociedad, y, por lo tanto, afecta dicho poder. Este es el caso de los EEUU y China que han dispuesto instrumentos cruzados que no dependen del poder de turno (como sería la Agencia Anticorrupción que lleva Laura Alonso, verdadero esperpento institucional), sino que son independientes, con mucho poder, y con legislaciones muy duras.

¿Cuáles son las acciones que se consideran actos de corrupción?

El soborno o coima, el fraude, el tráfico de influencias, la extorsión, la dádiva, la malversación, el nepotismo, la impunidad, el despotismo, la prevaricación, tal vez alguno más que me escapa.

¿Alguien se animaría a nombrar un Gobierno al que no se le puedan adjudicar alguno o varios de estos actos?

Yo, no, y, evidentemente, este Gobierno que trata de instalarse como un paladín de la transparencia y la honestidad, tiene muchos actos de corrupción. Para no ir muy lejos, las acciones de Julio Conte Grand, Procurador de la Provincia de Buenos Aires, en contra de los Jueces Carzoglio y Violini, con amenazas, aprietes, llamadas intimidatorias, etc., y que han tomado estado público en estos días.

Por lo tanto, la lucha contra la corrupción quedará como objetivo central para el próximo Gobierno, y quien quiera serlo, deberá proponer no solo candidatos limpios, sino también un proyecto de lucha contra la corrupción desde lo estructural e institucional, que debería transformarse en una Ley que establezca una política de Estado, desde entonces, y hacia adelante. Por supuesto, esta propuesta incluye a la Corporación judicial para llegar a tener una Justicia objetiva, idónea, que no esté al servicio de ningún Gobierno, también, por supuesto, incluye a las Fuerzas Armadas y de Seguridad (ayer la Doctora Carrió denunció a Gendarmería y Prefectura como partes del negocio del narcotráfico con lo que nuestra sensación de una alta impunidad instalada se hace más fuerte todavía).

Si no se da una transformación estructural así, no habrá chance de terminar con este terrible mal para siempre en Argentina.

No olvidemos que la honestidad que excluye la corrupción, es un acto de decisión personal de cada uno de nosotros, en cada una de las oportunidades (que no son pocas) y tentaciones de ejecutar actos ilegales.

En mi opinión, los argentinos, incluidos los que despotrican y piden cárcel para todos y todas los/las que los Medios instalan como corruptos y corruptas sin ninguna condena judicial firme, no somos un dechado de transparencia personal: pongo solo como ejemplo, la adquisición de objetos robados que alimenta el robo y el crimen, pero cualquiera de nosotros/as puede comprobar en la vida cotidiana ejemplos de pequeños, medianos y grandes actos de corrupción. Difícilmente haya algún ámbito de la sociedad: clubes, empresas (los Cuadernos de Centeno han abierto la Caja de Pandora), la Iglesia, Cooperativas, etc., en los que no haya ejemplos de estos actos.

Entonces, sería conveniente que cada uno/a de nosotros/as hiciera su balance personal, y tomara la decisión firme y definitiva de no ser corrupto/a.

Finalmente, citaré a Joan Antoni Melé, fundador de la Banca Ética y presidente de la Fundación Dinero y Conciencia, que visita a Mendoza para exponer en el Coloquio de IDEA. Hoy, 19 de Octubre, en MDZ, hace un comentario sobre Argentina, pero, que es más amplio, porque se lo he escuchado en otras oportunidades en relación con otros países y la sociedad en general.

Para Melé, “la corrupción en Argentina no es solo política, sino que lo es empresarial, bancaria y ciudadana y de gente que está en ámbitos sociales y no quiero dar nombres. La corrupción -subrayó- es una enfermedad, un virus que corrompe y que se extiende. Lo que hay que preguntarse es cómo hemos educado a los jóvenes durante las últimas décadas para que acaben corruptos”

Es una buena pregunta, y hay que entender que no cuestiona al sistema educativo en particular, porque los valores tienen mucho más que ver con las conductas y modelos que se proponen en el hogar, sino a la Sociedad en su conjunto.

O sea, nos habla a todos y a todas

ADOLFO ARIZA

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LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 -Primera Parte-

LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 -Primera Parte-

LOS ANDARIVELES POR DONDE VAMOS LOS ARGENTINOS HACIA EL 2019 -Primera Parte-

Hace unos días, en el Programa Desafío 20.18 de Marcelo Zlotogwiazda, en C5N, escuché a unos panelistas consultados sobre el impacto de la situación económica en las próximas elecciones.

En general, las opiniones coincidían en el fuerte descenso de la imagen del Gobierno, con Macri a la cabeza, pero uno de los panelistas (he tratado de ubicar el video en YouTube, pero no lo he encontrado) que, en general, son de trayectoria y confiables, decía que, a pesar de todo, Macri contaba con un núcleo duro de un sector social que lo seguía apoyando. Me parece que habló de un 40% (realiza encuestas), porcentaje que no comparto; creo que, fundamentalmente, se trata del tradicional 25% que no votó ni votará nunca al Peronismo, más allá de las diferencias ideológicas, de visión, y hasta emocionales que pueda haber internamente. Este sector ha sido reforzado fuertemente por la campaña mediática del macrismo, desde la campaña prelectoral en adelante, y tienen una actitud que en muchos raya en el fanatismo anti K. Si en verdad su presencia fuera del 40%, las posibilidades de reelección de Macri serían muy altas, pero insisto en que no lo considero real.

Asís en su espacio en Animales sueltos, viene hablando desde hace bastante de una división social en tercios: dos son estables: los que votan a Macri y los que votan al candidato peronista; el tercero es de los que van y vienen (incluyo a los que llegan preguntando a la fila del Comicio). Coincido, pero tengo un criterio distinto sobre las proporciones: creo que los dos primeros son de un 25% cada uno, con lo que totalizan el 50% de la sociedad. Claro que hay un margen de error, y nunca pretendí una caracterización demasiado precisa, sino una visión general de la sociedad.

Por lo tanto, la mitad de la sociedad no tiene definido su voto, y, en muchos casos, tampoco tiene criterios claros para hacerlo. Normalmente, está a merced de diversas influencias, porque no sabe nada –o muy poco- de política, e inclusive la desprecia. Está claro que de allí salieron muchos votantes de Cambiemos, y que es adonde apuntan todos los esfuerzos preelectorales -sí, ya- que se despliegan por Argentina. Evidentemente, ser Gobierno otorga muchas ventajas, sobre todo a éste, que cuenta con muchos medios amigos, y con un equipo que maneja las redes sociales con eficacia, y con poquísimos escrúpulos. También se han preocupado en presentar un relato pos verdadero convincente que instale el argumento de que algo es verdadero porque lo escuché en TN, en Intratables, y porque tengo varios posteos de Facebook que me lo confirman.

A esta descripción demasiado breve de los votantes indefinidos, se suma un factor nada novedoso, pero revitalizado en la política. Hablo de la “guerra jurídica” (Lawfare), una palabra inglesa, que es una contracción gramatical de las palabras “ley” (Law) y “guerra” (warfare), esta última para describir una forma de guerra asimétrica. “Guerra jurídica” es usado para caracterizar el uso ilegítimo interno (también en el derecho internacional) con la intención de dañar a un oponente, consiguiendo así vencerlo electoralmente, o paralizarlo financieramente, o maniatarlo para que no pueda perseguir a alguna empresa ilegal, o presentar su candidatura a cargos públicos. Si alguien tiene duda de que esto sucede, y para no irnos muy lejos en el tiempo y el espacio, vea los procesos de destitución de Lugo en Paraguay y de Dilma Roussef en Brasil, solo como ejemplo, porque la lista es larga. Esto forma parte de la campaña del macrismo, y, es obvio el ejemplo de “Los Cuadernos de Centeno”, con los que nos han fatigado los medios amigos del Gobierno y cataratas de tuits y posteos de los trolls que conduce Marcos Peña, y que pagamos todos y todas.

Sin embargo, se pueden analizar otras variables con vista al 2019. Personalmente, la que me parece más determinante -y preocupante- es la del proceso económico. En Desafío 20.18, Zlotogwiazda consultaba sobre que, si el Gobierno lograba estabilizar más o menos la economía, Cambiemos tendría chances electorales. Hubo respuestas diversas, pero quiero hacerles conocer la mía, desde mi larga experiencia de la militancia política, y, sobre todo, desde la supervivencia azarosa en nuestra querida Argentina.

En primer lugar, aclaro que no quiero que haya otra crisis, porque ya he vivido todas las que necesito, y me sobran (para no hacerla larga, cuenten desde el Rodrigazo para acá). Sin embargo, no veo fácil la situación. Carlos Melconian dice: “Se está criando de a poquito el primo hermano del monstruo (las Lebacs, aclaro yo). Guarda, no te las vas a poner de sombrero a las Leliq”. Las Letras de Liquidez (Leliq) son el instrumento financiero del Banco Central para secar la plaza de pesos, que es la estrategia monetarista acordada con el Fondo Monetario Internacional, y que se ha puesto en marcha en esta última (más desgraciada todavía que las anteriores) etapa de la pésima gestión económica del Gobierno.

Es cierto, bajó el dólar dentro de este marco de timba financiera a que se ha reducido la política económica, pero hay que repetir el viejo refrán del remedio y de la enfermedad. Solo pondré un par de observaciones: primera, la tasa de interés de referencia que genera el proceso de las Leliq para chupar pesos del mercado sube un punto por día (hoy cerró en el 74%), y son catorce puntos porcentuales desde que se fue Caputo; segunda, contabilicemos el costo de recuperar las Leliqs que están llenando los Bancos de papeles. Hoy, el stock de Letras es de cerca de 400.000 millones de pesos, y debería llegar casi al doble.

En términos de póquer, el Gobierno, jugado y sin fichas, le pidió ayuda al FMI, y, a cambio, le cedió las atribuciones soberanas para las que fue elegido. Y el Fondo, fiel a su historia -véase Grecia, Siria, y otros ejemplos relevantes-, les (nos) marcó este durísimo camino dantesco.

Es una apuesta terminal: si la baza es ganadora (por llamarla de algún modo), se detendrá la inflación por inanición, y no es una metáfora, los que tienen dólares tendrán que sacarlos porque la plata de los Bancos será carísima, y, en algún momento -entre tres y cuatro trimestres-, empezaríamos a crecer. Si no lo es, como las alternativas son todas malas, y no me da el cuero para imaginármelas, porque voy en el mismo barco, y tengo diez nietos/as y una bisnieta, me las ahorro, y oro pro nobis (de verdad, lo hago todos los días).

Ahora bien, se podría hacer un tercer análisis: supongamos que empieza a funcionar en un lapso razonable, ¿cómo va a estar la Argentina en que vivimos?

Es como la retirada de Alemania de Rusia, ¿cuántos vamos a quedar? Pensemos en el rapidísimo deterioro de la estructura productiva y social.

No incorporaré más estadísticas, pero las hay: ¿cuánta gente se agregará a los sin techo que han proliferado en Argentina? Cuándo no haya más suspensiones, ni vacaciones anticipadas, ¿a cuántos más van a echar a la calle? ¿Cuántos van a pasar a comer una por día? ¿Cuántos más van a dejar de pagar créditos UVA o las Escuelas de sus hijos, o las expensas? ¿Cuántos negocios, fábricas y Cooperativas van a cerrar?

Hoy, el Cajero de la Obra Social a la que fui a comprar carísimos remedios, me decía con amarga ironía. Tendremos que ver cómo hacemos para llegar al año próximo, porque estos nos van a llevar puestos a todos. Es cierto, pero hay gente que no puede estar un año sin comer o sin remedios, como muchos jubilados.

Acá se encuentra la división de los votantes con la dura realidad. ¿Qué hará ese 50% indeciso, que está como todos nosotros sufriendo las consecuencias de un ajuste brutal como no había conocido antes? ¿Los votantes de Cambiemos le seguirán fieles, aun con el agua bajo los labios?

Me abruma la incertidumbre: agreguemos la falta de alternativas para los votantes, por lo menos por ahora, y se completa este escenario penoso, lleno de preocupaciones y problemas, cuando no de dolor. La pobreza seguirá subiendo, como todas sus consecuencias.

Sin embargo, una vez más habrá que sobrevivir, no creí que volvería a vivir otra crisis, pero, si es así, habrá que apechugar para sacar a Argentina adelante. Pero con Memoria: hay mucha crueldad que no puede quedar impune.

 
ADOLFO ARIZA

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