Extrañamente, para mí, estoy usando el título de la Editorial del Diario Los Andes de hoy, 30 de marzo, el día siguiente a la prolongación de la cuarentena obligatoria por decisión del Presidente Alberto Fernández como título de una entrada de mi blog.

Lo hago porque, así como soy muy crítico de Los Andes, es justo destacar esta Editorial que le da el lugar que muchos medios no le dieron en su momento a la Bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco.

Es cierto que el coronavirus ha cambiado el mundo (no a todos/as, claro) y que este reconocimiento a la autoridad del Papa, seguramente, no hubiera sido posible en otras circunstancias, pero es válido y me sirve para introducir esta nota que sigue la línea de entradas anteriores sobre Francisco.

Tengo la intención de desarrollar más el tema de los liderazgos mundiales, pero está claro que esta crisis tan extrema está resaltando lo bueno y lo malo de la humanidad.

En este caso, voy a destacar la situación de algunos líderes políticos del mundo: así como Trump y su mala imitación, Bolsonaro, han demostrado que son malos líderes por incapacidad y, sobre todo, por falta de un proyecto político válido para la sociedad en su conjunto, y sorprendente, o no tanto, por su desaprensión por la suerte de sus pueblos.

NO ERA QUE NO HACÍA FALTA POLÍTICA, NI POLÍTICOS, SINO BUENA POLÍTICA, Y LÍDERES VÁLIDOS, Y ORGANIZACIÓN SOCIAL.

El Papa Francisco es, desde hace bastante, el líder mundial más importante, desde lo espiritual, y a su rededor, efectiva o lejanamente, nos reunimos todos/as los/las que queremos que el mundo sea mejor, más justo, sostenible y sustentable.

El Presidente Alberto Fernández, que llegó a ser candidato de una manera poco convencional, ha demostrado estar, por mucho, a la altura de las circunstancias, como la sociedad, incluso más allá de sus preferencias políticas, está valorando.

Se está diciendo que estamos ante el advenimiento de un nuevo mundo. No estoy tan seguro, y voy a desarrollar una entrada sobre distintas miradas sobre estas posibles transformaciones, pero estos gestos o actitudes o decisiones, con valor simbólico, pero también efectivos y con influencia en nuestra vida, son faros que nos pueden guiar.

Se dice por todos lados que al coronavirus los vencemos entre todos, y que no hay salvación individual: ese es el mensaje que debemos atesorar y encarnar en esta crisis y “por los siglos de los siglos. Amén”.

El Papa y el Presidente en sintonía: la unidad o la nada

Por Emilce Cuda

https://www.pagina12.com.ar/256133-el-papa-y-el-presidente-en-sintonia-la-unidad-o-la-nada

Sin lugar a dudas fue impactante ver al Papa implorando a Dios ante una plaza vacía para “que todos sean uno” porque “nada ni nadie se salva solo”. Tan impactante como escuchar el día anterior al Presidente Alberto Fernández, ante la pantalla de un mundo sitiado, terminar su discurso diciendo: “Tenemos que actuar juntos, ya mismo, porque ha quedado visto que nadie se salva solo”. Parafraseando a Oscar Wilde, podría decirse que la teología imita a la política, y no al revés. Sin embargo, es una coincidencia que responde a un saber compartido por ambos. Esto es, que cuando la plaza está vacía, lo público está desaparecido.

¿Qué hacer? “Sensibilizarse” para que “todos sean uno”. Eso dijo Francisco en “Querida Amazonia”. Eso dijo Alberto en el G20, citando al Papa. Francisco pidió a los empresarios que “no despidan trabajadores en medio de una pandemia”. El Presidente lo citó y tildó de “miserables” a los que despiden.

Cuando la vida está en peligro, las respuestas metafísicas desde la verdad dominante, tanto como las teorías conspiranoicas de la opinión pública, se llaman a silencio y solo cuenta la pregunta política por el qué hacer ante una realidad que se impone como fin moral ineludible, público e inmanente. Ante esa realidad, dijo el Presidente, “no hay lugar para demagogias ni improvisaciones. Enfrentamos el dilema de preservar la economía o la salud de nuestra gente, porque, no seremos eficaces si no aceptamos que el mundo ha cambiado para siempre”.

En general se citan textos religiosos en política para dar presuntas respuestas fundamentalistas. Sin embargo, la clave divina está en la pregunta, no en la respuesta. En el Nuevo Testamento tres preguntas son claves. La pregunta metafísica de Pilatos a Jesús: “¿Qué es la verdad?” La pregunta política del joven rico a Jesús: “¿Qué hacer?” Y la pregunta estética de Jesús a Pedro: “¿Tú me amas?”

El joven rico pregunta a Jesús qué hacer para salvar la vida. El Maestro le responde que debe permanecer en la unidad. El joven vuelve a preguntar qué hacer. Jesús le sugiere vender todos sus bienes para dárselos a los pobres, y luego unirse a él (Mt 19, 16-21). El joven rico se va con tristeza, sin tener la capacidad creativa de hacer un pacto de amor por la unidad.

La pregunta política por el qué hacer para salvar la vida, supone la opción fundamental por la unidad. De lo contrario, nadie se salva solo. En términos políticos, es la decisión de hacer un pacto público amoroso constituyente de una unidad que posibilite el despliegue de la capacidad creativa de la comunidad para organizarse como un pueblo.

También esa, la unidad redentora con la cruz del otro, parece ser la lógica política a la cual el presidente argentino hace referencia cuando dice ante el G20 que, como nunca antes, nuestra condición humana nos demanda solidaridad. Y, ante las urgencias que marcan las muertes, decide que tenemos que dar una respuesta creativa. Al contrario del joven rico, dice Alberto, no dudamos en proteger integralmente la vida de los nuestros, y opta por lo político antes que por lo económico. Eso es, precisamente, la creatividad, es decir, libertad para aceptar la realidad que reclama justicia y no para imponer una idea egoísta. Desde ese punto de partida, real, se van tomando las decisiones políticas por un nuevo status que cuide la vida antes que la renta.

Creatividad es lo que pide el Papa Francisco. Creatividad en el trabajo, creatividad en la política. Si hay algo que los seres humanos tienen a imagen de un Dios creador, es justamente la capacidad de crear. Algo que, cuando logra secularizarse de los falsos dioses mortales, les permite crear espacios para que la vida pública pueda representar la unidad. Ahora, cuando el interés económico se sacraliza, las personas son descartadas. ¿Qué hacer entonces para que esos descartados que sufren piensen, se organicen y hagan, como dijo el Papa Francisco a los movimientos sociales populares? Si todos estamos en la misma barca, o nos unimos y nos salvamos todos o no se salva nadie.

En la pregunta amorosa de Jesús a Pedro está la clave de la decisión. Jesús no pregunta a Pedro qué hace. Simplemente decide enamorarlo. Alberto Fernández en su discurso al G-20, citando al Papa Francisco, dice: tenemos que abrir nuestros ojos y nuestros corazones para actuar con una nueva sensibilidad. En esa línea, el representante de un pueblo descartado que piensa, se organiza y hace, acepta que la crisis exige diseñar y suscribir un gran Pacto de Solidaridad Global, y propone crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria.

(*) Emilce Cuda es teóloga. Profesora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.