POR ADOLFO ARIZA

Actos humanos no me resultó una novela fácil de leer. Esta novela de la surcoreana Han Kang, Premio Nobel de Literatura 2024, me enfrentó a una narrativa nueva para mí, que me hizo sentir un nudo en la garganta más de una vez.

“Ante la pregunta de cuál es el gran tema que aborda Han Kang en su obra, el traductor argentino Nicolás Braessas, de Hwarang Editorial —que solo publica literatura coreana—, responde: “El gran tópico de Han Kang es la violencia. La violencia en todas sus formas”. En esa línea, pone como ejemplo el libro Actos humanos (2014), que aborda la masacre de Gwangju de 1980, a través de la historia de siete personajes.”

https://www.latercera.com/culto/2024/10/12/la-sutileza-de-la-violencia-en-la-obra-de-han-kang-las-claves-para-entender-a-la-nobel-de-literatura-2024/#:~:text=%E2%80%9CEn%20cada%20entrevista%20que%20le,no%20feminista%E2%80%9D%2C%20dice%20Braessas.

Esa masacre no era una novedad porque recuerdo ese terrible momento de crueldad –uno de los tantos en la historia humana-, pero Kang me la puso delante de los ojos con su prosa poética, sin exageraciones, pero que desnuda el mundo narrado. Esa crudeza delicada me abrumó al comienzo. Sentí que esos cuerpos atravesados por las bayonetas estaban ahí, amontonados y pudriéndose, y tuve dejar de leer.

Como en otros momentos de mi vida de lector, le di tiempo al tiempo, aunque tuve momentos en los que necesité tomar aire y caminar un poco.

Es cierto que esta toma de conciencia de la fragilidad de la vida humana (característica de la escritura de una de las escritoras contemporáneas más importantes) no es fácil de asumir porque nos incluye, pero es inevitable y necesaria para entendernos como especie.

“La ganadora del Premio Nobel nació en 1970, en Gwangju, una ciudad marcada por la violencia, especialmente tras la Masacre de Gwangju en 1980, cuando el ejército reprimió una revuelta estudiantil, acompañada por los sindicatos y el grueso de la población, que exigía mayores libertades. Según estimaciones de la prensa internacional, esta masacre pudo haber causado la muerte de 2000 civiles. En Actos humanos (publicada por la editorial española Rata), la escritora revive esos sucesos a través de la experiencia de siete personajes diferentes. La novela arranca con Dong-ho, un joven de 15 años que busca el cadáver de su mejor amigo entre los cuerpos amontonados en las dependencias de un polideportivo municipal convertido en improvisada morgue.” (https://www.pagina12.com.ar/773772-han-kang-la-surcoreana-que-ama-a-borges)

Tengo que decir que no fue una lectura común, aunque tal vez ninguna lo sea, pero que cerré el libro con la certeza de haber descubierto un mundo que no conocía, tanto en lo que se relaciona con la misma Corea del Sur, como el ser profundo de sus habitantes.

No puede ser casual lo que cuenta de la autora Infobae (https://www.infobae.com/america/cultura/2024/10/10/la-entrevista-de-la-premio-nobel-han-kang-con-infobae-somos-seres-mas-comunes-de-lo-que-pensamos/).

“También cuenta que en su juventud disfrutaba mucho leyendo obras de escritores latinoamericanos ―además de Borges―, como César Vallejo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Manuel Puig y Ariel Dorfman. Y agrega que entre sus últimas lecturas estuvieron otras dos argentinas: Samanta Schweblin y Mariana Enriquez.”

De Samanta Schweblin dije que asumía el mundo actual y lo hacía parte de la narración. Eso hace Kang en Actos humanos y esa Corea sumida en el terror, pero capaz de luchar por sus ideales, en su vida cotidiana, en sus tristezas y sueños, aparece ante nosotros y tenemos que sumergirnos en ese mundo, desconocido para mí hasta entonces.

Sentí cercana a Kang, desde adentro, y esa cercanía con la Literatura Latinoamericana –sobre todo Borges- no puede ser extraña a este sentimiento.

Así comienza La clase de griego (2023):

“Borges le pidió a María Kodama que grabara en su lápida la frase ‘Él tomó su espada, y colocó el metal desnudo entre los dos’. Kodama, la hermosa y joven mujer de ascendencia japonesa que fuera su secretaria, se casó con Borges cuando este tenía ochenta y siete años y compartió los últimos tres meses de la vida del escritor. Ella fue quien lo acompañó en su tránsito postrero, que acaeció en Ginebra, la ciudad donde el escritor pasó su infancia y donde deseaba ser enterrado”. Así empieza La clase de griego, que podría pensarse como un pequeño tributo al autor de El aleph, el único escritor que Kang pudo leer cuando tuvo un bloqueo y no tenía deseos de escribir ni de leer novelas.”

“El ciego que te hace ver”, como Borges, me parece una metáfora esencial de la escritura de la surcoreana.

En la nota de Página 12 se transcribe el pensamiento de Han Kang: ““Hacer preguntas, eso es para mí escribir -afirma Kang-. No escribo respuestas, simplemente me afano por responder preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible)”.”

Seguramente este escribir desde adentro de la realidad, buscando respuestas sobre ella, es lo que hace a esta novela tan atractiva e inquietante.

No hay ninguna intención de hacer una invitación de compromiso a leer la novela, pero me gustaría que otros/as pudieran asomarse a ese mundo narrativo, duro, pero lleno de una belleza delicada, esencial, del que no se puede salir iguales a cómo entramos. LÉANLA, VALE LA PENA, SEGURO.

Literatura comentada