Creo oportuna esta nota, aun cuando me parece que ya se va cerrando el tema, a pesar de que la oposición quiera seguir sacándole jugo al tema. Hoy, 27 de febrero, hubo una marcha anti Gobierno con consignas diversas –la mayoría insultantes-, y hasta con bolsas de muertos tiradas (luego colgadas para que no queden dudas) frente a la Casa de Gobierno con nombres de personas (como Estela de Carlotto, que tiene 90 años) que habían recibido, según ellos, vacunas que se privaron a otros, y que hicieron que muriera gente.

Este nivel de expresión política, tan bajo y sucio, bastaría para caracterizar a una buena parte de esa oposición, pero, en realidad, el sentido de la nota es otro. La escribo para quienes han creído en la necesidad de un cambio de un Gobierno neoliberal e ineficaz, por otro con un proyecto progresista que pueda recuperarnos de una situación límite en lo político, social y económico.

Por supuesto, me refiero fundamentalmente a compañeros/as, y a quienes queremos que este Gobierno no fracase, porque ese éxito nos beneficiaría a todos/as los/las argentinos/as, incluyendo a los que llevan pancartas en las que se lee “Gobierno de mierda” y cosas peores.

El otro día Julián Guarino en Recalculando entrevistó a Adolfo Rubinstein (ex secretario de Gobierno de Salud de Mauricio Macri) sobre el tema de los que se adelantaron en la fila para vacunarse, quien comenzó hablando de que “Tenemos un problema sistémico con la viveza criolla, el acomodo, las avivadas, que obviamente en un contexto diferente en general uno las subestima”.

Creo que esta referencia es necesaria porque es algo que vemos en muchos ámbitos de la vida y que, por supuesto, era probable –seguro, diría- que se iba a dar en este tema tan central hoy en Argentina.

Ahora bien, las noticias del mundo nos dicen que en muchos lugares han pasado cosas semejantes, con repercusiones diversas. Difícilmente sea un proceso tan complicado como el argentino. Por ejemplo, hubo una reestructuración en La Nación para instalarla como un nodo anti Gobierno. Ayer, de pasada, vi una mesa de un programa: Pagni, Sirvén, Majul, Feinmann y algún/a otro/a. Son parte del núcleo más duro del periodismo de guerra, que es la estrategia que ha asumido la oposición, tal vez porque no sepa hacer nada mejor.

Uno de los problemas de esta situación es que tenemos a un grupo mayoritario y poderoso de medios y periodistas (equipos de trolls y bots incluidos) enrolados en la campaña contra el Gobierno, sin sutilezas, sin problemas con difundir noticias falsas o medir las consecuencias negativas para la gente. Hay algún medio más cercano al Gobierno con otro tipo de noticias, pero es difícil encontrar información objetiva, no sesgada (no estoy diciendo sin referencia política), que nos permita tener una posición consistente frente la realidad cotidiana.

Por lo tanto, nos vemos enfrentados a esta situación de estas vacunaciones -en general no injustas porque se las hayan puesto a gente que no le correspondía, sino porque se adelantaron en la cola, cosa muy desagradable y descalificadora en estas circunstancias-, envueltos en opiniones, información, noticias, que no nos ayudan a comprender los hechos, que, por lo demás, ya van quedando atrás por su misma dinámica.

El 22 de febrero Juan Amorín en C5N (Conflicto de intereses) hizo un Editorial sobre el tema en el que, más allá del rechazo de lo que pasó (algo en lo que coincidimos todos/as), describe un estado de decepción y dolor profundo de los votantes del FdT. Supuse que Alejandro Bercovich (Brotes verdes) al día siguiente iría por la misma línea.

Así fue, y se me ocurre que tiene ver con su pertenencia ideológica de izquierda (aclaro que ambos, sobre todo Bercovich, son de muy buen nivel), aunque puede ser una visión prejuiciosa respecto de este progresismo. También pensé en cuál es el punto de equilibrio entre la necesaria crítica interna y la comprensión (algo básico en política) de quién gana y quién pierde con lo que hago.

Bercovich tenía como invitado a Juan Grabois, personaje interesante y complejo, y que es uno de los blancos preferidos del periodismo de guerra del que hablo más arriba.

En cierto momento, Bercovich quiso sumarlo a Grabois a sus reclamos, pero éste planteó diferencias, dentro del mismo rechazo a lo sucedido. No quiso sumarse al coro de indignados morales y abonar los planteos de la anti política, que sostiene que son todos iguales, y que deben irse, para poder ejecutar impunemente políticas en contra de las clases populares.

Esto es algo que no consideró el análisis de Bercovich, y que Grabois –como siempre- destacó: un principio esencial en la política es saber reconocer al enemigo. Por eso dijo que no se puede confundir a un Gobierno que destrozó la economía, que endeudó maliciosamente al país, que le regaló plata de los argentinos a Vicentín (estoy reversionando algunas cosas), y una larga lista de fechorías, con el actual que en el caso de la pandemia ha hecho las cosas bien, que está iniciando una campaña de vacunación con cada vez más vacunas, más allá del error puntual que permitió los adelantamientos en la fila para recibir la vacuna. Hay más logros, como errores, y cosas que faltan, pero basta como ejemplo.

Se opuso a la estrategia del “chivo expiatorio”, que sería Ginés González, porque no sirve, y porque el ex Ministro desarrolló una política sanitaria muy valiosa. Sin embargo, consideró que el pedido de renuncia fue acertado y pidió otras medidas, como que se publiquen listas con TODOS los vacunados del país, porque, si bien lo que tomó relevancia es esto, se ha vacunado en muchos lugares. Hay casos en que correspondía que fueran vacunados, ya sea por edad, por situación personal, u otras causas, pero que se conozcan y justifiquen.

También le pidió al Gobierno que este suceso tan rechazable no lo haga retroceder en las medidas que hay que tomar para defender a la sociedad de la especulación de algunos grupos empresarios dominantes que siguen ganando con el sacrificio de la gente.

Para cerrar: está claro que hay una oposición que quiere que este Gobierno fracase, y, si fuera posible, que se tenga que ir. José Pablo Feinmann en Página 12 de hoy dice: “El poder real está fuerte y en manos del macrismo”.

Y lo están usando con todo, sin ningún reparo, ni pudor, ni respeto.

Entonces, que aquellos que han apoyado a este proyecto de un Gobierno del campo popular y nacional no comprendan que allí está el enemigo, inclusive más que en esos sectores no muy grandes, pero llenos de odio, de nuestras clases medias urbanas como los que salieron hoy a manifestarse.

Creo, como Grabois, que la clase popular “no mastica vidrio”, como lo demostró en las elecciones, pero necesita de una militancia decidida, activa, con objetivos claros y significativos, para seguir derrotando a los que quieren instalar un Gobierno “de ricos para los ricos” (también lo dijo Grabois), así como de un Gobierno que se equivoque lo menos posible.

No conozco personalmente a Juan, pero sí a su padre, de larga militancia peronista, y debe de ser un factor importante para que se dé en aquél esta comprensión del sentido de la política, que no es otro que la construcción de poder para que en la sociedad se puedan hacer realidad las tres banderas del movimiento justicialista: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política.

HOY ESTE PROYECTO POLÍTICO EXIGE UN TRIUNFO ELECTORAL LO MÁS CONTUNDENTE POSIBLE Y EL ÉXITO DEL PLAN ECONÓMICO Y SOCIAL.

QUE CADA UNO HAGA LO QUE HAY HACER, DESDE EL LUGAR QUE LE TOQUE, PARA QUE ESTO SUCEDA.

LA PATRIA ESTÁ EN JUEGO, UNA VEZ MÁS.