Es una novela de terror. Tengo poca experiencia en este subgénero de la novela, y aquí debo hacer una digresión personal:

Cuando era niño, -tal vez diez años- escuchaba todas las tardes, por radio, una novela de Tarzán, el Rey de la selva, mientras tomaba el café con leche. En mi casa de Las Heras, teníamos una radio bien grande, de madera, sobre la heladera, frente a la mesa de la cocina. Un día, empezó un capítulo que tenía que ver con algunos seres sobrenaturales de los que recuerdo sus quejidos fantasmales. Me asusté mucho, apagué la radio y no volví a escuchar la novela de Tarzán.

Supongo que por eso –yo, un lector total, ya entonces- no leí casi nunca novelas de terror, salvo una ojeada a Frankestein. Evité el género, incluso, y más, en el cine.

Casualmente, si existiera la casualidad, dentro de las lecturas elegidas para este blog, leí y comenté

DISTANCIA DE RESCATE DE SAMANTA SCHWEBLIN (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/08/29/distancia-de-rescate-de-samanta-schweblin-por-adolfo-ariza/)

y

ÉSTE ES EL MAR DE MARIANA ENRÍQUEZ (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2021/03/22/este-es-el-mar-de-mariana-enriquez-por-adolfo-ariza/)

Ahora, después terminar de leer la novela de Figueras, encontré una entrevista suya en Página 12 (https://www.pagina12.com.ar/371822-marcelo-figueras-publica-todos-los-demonios-estan-aqui), en la que dice:

“-El peso del género de terror en la literatura argentina contemporánea es cada vez más evidente. Lo atribuyo a que vamos cayendo en la cuenta de que pocos géneros se prestan mejor a contar la experiencia vivida en este país durante el último medio siglo. Con la excepción de un par de interregnos, estuvimos casi todo el tiempo inmersos en una de terror. Es lo que ya vienen haciendo desde algún tiempo autoras como Samanta Schweblin y Mariana Enríquez: abrirnos los ojos para que entendamos que nuestra sociedad no conoce nada parecido a lo que podríamos llamar “normalidad”. Nuestra norma, en todo caso, es la crueldad de los más poderosos y lo siniestro que se oculta detrás de lo mundano.”

Fue un relámpago en mi cabeza: vislumbrar una propuesta distinta para las novelas de terror, no tanto en lo histórico, sino en lo contemporáneo y argentino, aquí y ahora.

Esta, su octava novela, se desarrolla en un escenario de terror también: Buenos Aires de finales de 2001, en las once semanas terribles que antecedieron al estallido del 19 y 20 de diciembre, todavía vívidos en la memoria de los argentinos/as.

Volveremos sobre esto, después de hacer algunos comentarios sobre lo que son las novelas de terror.

Si intentáramos definir el subgénero por el propósito –teniendo en cuenta de que hay muchas alternativas y mezclas que impiden definiciones rigurosas-, podríamos decir que explora situaciones terroríficas que despiertan en el lector temores ocultos. Esas situaciones pueden ser naturales o sobrenaturales.

Hay que diferenciar entre horror y terror literario.

El terror es el sentimiento de temor que tiene lugar antes de que pasen las cosas. La lectura produce en nosotros ideas y especulaciones sin que aparezca algo terrible que lo justifique. En cambio, el horror es el sentimiento que nos invade después de que suceden los hechos, en los que algo o alguien –un monstruo o criatura- se sale de las reglas del mundo que la rodea.

Ambos coexisten, o pueden coexistir, en las novelas de terror, y se puede considerar el horror y el terror como niveles. Stephen King –al que sigue Figueras después de leer, cuando niño, Salem’s Lot (La hora del vampiro), su segunda novela- añade un tercer nivel, aún más terrible para el lector: la repulsión. Aquí aparecen cuerpos destrozados, asesinos demenciales y feroces, sangre y líquidos y olores repugnantes.

¿QUÉ ELEMENTOS CARACTERIZAN A ESTAS NOVELAS?

  • Deben cultivar el miedo, poniéndonos enfrente de hechos inquietantes, que despierten nuestros propios temores.
  • Tienen que crear y mantener atmósferas que nos hagan sentir permanentemente que algo terrible u horrible está por pasar.
  • Muchas veces incluyen elementos o presencias sobrenaturales, como vampiros, brujas, fantasmas, zombies y extraterrestres.

¿SE DAN ELEMENTOS COMO ESTOS EN LAS NOVELAS QUE HE MENCIONADO?

En Enríquez, por ejemplo, están las musas y el supra y el inframundo; en Schweblin, el curanderismo rural y la transmigración de almas, pero en Todos los demonios están aquí es donde se da un mundo de terror más complejo y profundo, lleno de acotaciones teológicas y filosóficas.

La obra se desarrolla, además de en ese Buenos Aires en explosión, en una isla del Tigre, una especie de sucursal del infierno –eso lo vamos descubriendo junto con el protagonista-narrador de la novela (Tomás Pons)- hasta quedar inmersos en un mundo sobrenatural y horroroso.

Como es una novela de avance policial, en la que no sabemos cuál será el desenlace, diré muy poco sobre lo que sucede en la narración, pero sí les aseguro que el terror y el horror nos van rodeando mientras leemos hasta formar un nube algodonosa y pegajosa.

En esa isla, en una mansión antigua, funciona un instituto neurosiquiátrico en el que entra a trabajar el psiquiatra Tomás Pons, que va a ir descubriendo que no es una institución común, sino todo lo contrario, en la que él y toda su historia familiar se van a ver involucrados.

Un aspecto central de la novela, que es su eje, y el verdadero monstruo, es el Mal. Según la ideología de los que crearon esa institución neurosiquiátrica, dentro de una concepción tomista, es la Privatio boni, la ausencia del bien (“La ausencia del bien, también conocida como teoría de la privación del mal, es una doctrina teológica y filosófica en la que el mal, a diferencia del bien, es insustancial, por lo que pensar en él como una entidad es engañoso. En cambio, el mal es más bien la ausencia o la falta de bien” (Wikipedia (inglés)).

Figueras no piensa así, cree que hay malos concretos –de antes, como Hitler o Stalin, o contemporáneos como Videla o los que condenan a la gente al sufrimiento como Cavallo o las fuerzas represoras, en ese 2001 de la novela. Esos malos –tantos son- tienen que ir al infierno.

¿Dónde está el infierno?

Copio una de las citas en el comienzo de la segunda parte: El infierno está vacío y todos los demonios están aquí Wililiam Shakespeare.

Por supuesto, si hablamos del infierno, es difícil eludir La Divina Comedia de Dante Alighieri. En uno de los arcos de la mansión neurosiquiátrica, se puede leer:

Lasciate ogni speranza, voi ch’intrate (CIII, 9) (La divina comedia) (Dejen toda esperanza, los que entren)

Sin embargo, el Mal y el infierno están en muchos lugares, además del neurosiquiátrico del Tigre, que tiene un valor metafórico.

Están en las calles de Buenos Aires, en la crisis del 2001, y también en mucha gente, que son como nosotros.

Dice Figueras en la entrevista:

“… me parece que es uno de los motores del libro, es eso de qué es el mal en el mundo contemporáneo. Nosotros fuimos educados en una idea muy definida del mal, que tenía que ver con los pecados y las jerarquías de réferis espirituales, que en general eran los curas y la autoridad eclesial, que te decían si te ibas a salvar o no. El tiempo ha pasado, hemos crecido, … y también está la sensación de que el infierno es una fantasía más, como cualquier otra. Ya no pensamos en términos del mal como una fuerza actual. De ahí que me gustara pensar en qué siento que puede ser el mal en este mundo. De ahí que pensé en la indiferencia”.

Habla también de que no podemos salvarnos solos. “… Porque si se empieza a pudrir mal va a ser muy difícil que alguien se salve, incluyendo a Elon Musk,”

En Distancia de rescate también aparece el Mal que afecta a la sociedad. Dije en mi blog: “podríamos arriesgar que se trata de una de las primeras novelas argentinas en ocuparse del campo como escenario en el siglo XXI, de la transformación de ese espacio verde y bucólico de los siglos XIX y XX en pesadilla agrotóxica, y no sería tan errado”

Y sobre Este el mar, escribí: “Enríquez ve, como derivación de esa crítica social, a la ciudad también como una catedral de cemento y horrores. Decía en’Marea nocturna’ que su relación con el terror es un perfecto reflejo de la vida anónima e insensible en las ciudades: éstas y su ritmo acelerado te obligan a dejar que lo terrible, aunque suceda a nuestro alrededor, siga su curso. Y de ese modo te distancias del otro, del diferente.”

Figueras terminó de escribir la novela durante la pandemia.

“Pocas cosas más propias del género de terror que una epidemia descontrolada –dice Figueras-. Hay cantidad de narrativas con ese tema, como el Diario del año de la peste de Daniel Defoe, o “La máscara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe, que es uno de mis cuentos favoritos y perfectamente podría referir a la Argentina de los últimos cincuenta años, con ese grupo de ricos que se encierra en un palacio lleno de vituallas y piensan que por eso la peste se va a detener del lado de afuera de la muralla, mientras los pobres mueren y ellos danzan y beben y comen pantagruélicamente. Este contexto de terrorífica incertidumbre me parece que fue una buena caja de resonancia para trabajar esta novela”.

O sea que las “situaciones terroríficas que despiertan en el lector temores ocultos” son aprovechadas para montar sobre ellas hechos –no menos terroríficos- pero que son lo negativo y terrible de la realidad cotidiana.

Esta vuelta de tuerca me parece muy interesante porque esos aspectos quedan realzados de una manera distinta, y llegan a nosotros con un impacto que, de otra manera, no lo tendrían y hasta quizás permanecerían ignorados.

Cuando Tomás, el protagonista narrador, y dos miembros del geriátrico -Instituto Jenseits (Más allá, en alemán)- corren por los túneles del subterráneo en el centro de Buenos Aires debajo de donde se desarrollan los tumultos populares con gases, caballos, tiros, barricadas en llamas, muertos y heridos, sentimos que estamos de verdad en el infierno que se desató en Argentina en el 2001.

Es más que una metáfora, es la realidad misma que, con el terror se nos mete debajo de la piel, y ya no podremos olvidarlo jamás.

Me ha parecido que esto es lo más relevante de esta novela que recomiendo fuertemente leer, aunque no te guste el género de terror. Es una experiencia fuerte, y vale la pena.

No he querido comentar otros aspectos importantes de la novela: el manejo del suspenso, la creación de personajes que, aunque extraños, tienen una realidad a veces espeluznante, las descripciones del paisaje (Buenos Aires, el Tigre) que ambientan perfectamente el terror de la acción, etc. Lo he evitado porque ya se ha estirado mucho la longitud de la entrada, y porque voy a apostar a que lean la obra.

Es una obra culta, llena de referencias a películas, a la Historia, a filósofos, a pintores. Más de una vez tuve que googlear temas, como lo de la Privatio boni, que menciono arriba, pero no se pierde el interés por la narración, al contrario, gana en profundidad y sentido.

TODAVÍA EN ARGENTINA NO HEMOS SALIDO DEL INFIERNO: LOS POBRES SIGUEN ESTANDO AHÍ, Y LOS RICOS –QUE DANTE PONDRÍA EN ALGÚN CÍRCULO HORRENDO, JUNTO CON LOS OTROS RESPONSABLES DE NUESTROS PESARES- TAMBIÉN.

QUE LA LECTURA NOS AYUDE A BUSCAR SALIDAS PARA NUESTRA PATRIA Y EL MUNDO, PORQUE EL PARÁISO TAMBIÉN EXISTE.