Hace bastante que no publicaba nada sobre política –mejor, geopolítica–, fundamentalmente porque estas épocas electorales no favorecen los análisis importantes, sobre todo en el nivel pobre de la política argentina (como en la mayoría del mundo, por le demás).

Pero apareció esta nota que me atrajo inmediatamente, en primer lugar, porque se refiere a Francisco, que ha traído a la política una posibilidad de pensar la realidad del hombre desde una visión de un humanismo válido para este momento de la historia.

Además, como el autor, siempre tuve una mirada laica sobre la Iglesia Católica; es más, nunca me sentí identificado con los modos de muchos/as laicos/as que tienen actividad en ámbitos religiosos, como institutos educativos, u organizaciones eclesiales, porque me parecía que se habían asimilado al lenguaje, costumbres y actitudes de curas y religiosos/as.

Incluso me llamó la atención que miembros muy bien formados de la Iglesia tuvieran poca comprensión de la política real, por ejemplo, del peronismo.

Me parecía que tenían una visión europeizante de este movimiento y de otros populismos latinoamericanos, lo que incluía la misma definición de populismo.

Francisco, al que conocí como Monseñor Bergoglio, era una excepción a esto; su actividad social (en San José de Flores lo recuerdan aún con afecto), su pertenencia a los jesuitas y su inteligencia le hacían entender la política mundial y argentina de una manera notable, aunque no siempre coincidí con sus acciones.

Por eso, sentí como muy válido este análisis de El blog de Abel.

“Este camino que me animo a llamar post-occidental se hace más notorio al recordar el momento de la elección de Francisco. Acababa de renunciar un pontífice, el primero en 800 años. Y no cualquier pontífice, un teólogo alemán de los más sutiles y profundos. Su diálogo con el filósofo Habermas, por ejemplo, muestra una actitud lúcida y crítica de la fase actual de la modernidad europea. Benedicto XVI al dimitir, más allá del escándalo de pedofilia, parece estar diciendo que las respuestas europeas ya no alcanzan para el mundo. Ni para la Iglesia.”

Muchas veces dije –como otros/as- que en América Latina estaba una de las pocas posibilidades de que el mundo fuera mejor, más justo y solidario para superar la tremenda realidad de hoy.

Según el Banco Mundial en 2022:

“El 1 por ciento más rico de la población del mundo posee más riqueza que el 99 por ciento de los habitantes del planeta. La riqueza de las 62 personas más ricas del mundo aumentó de 2010 a 2015 en un 45%. Poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas.”

Esto no ha mejorado en el 2023: todo lo contrario, la guerra de Rusia y Ucrania ha profundizado las asimetrías, y ha beneficiado a especuladores y fabricantes de armamentos.

Es importante tener en cuenta lo que se dice en el párrafo citado cuando caracteriza esta etapa como “post occidental”.

Es cierto que no es nuevo el planteo de que estamos en el fin de una etapa. Alguna vez se habló del fin de la historia, o más cercanamente de la caída de este sistema capitalista neoliberal que nos está llevando a una posibilidad cierta de colapso, ya sea ambiental y/o económico, pero esta comprensión de que ya Occidente no puede resolver la situación actual del mundo es clave para hacernos a la idea de que hace falta algo distinto.

Como dice la nota: “La elección de Francisco entonces, me gusta pensar que es una apuesta de la Iglesia que Latinoamérica, la hija mestiza de occidente, puede ser un puente (pontífice significa constructor de puentes) hacia la unidad del mundo en el que ya estamos viviendo.”

Estoy de acuerdo, más allá de que soy consciente de las dificultades que enfrentamos, pero ¿por qué no? La situación actual no da para mucho más.

Francisco comprende esto y ha encarado muchas acciones y líneas de trabajo que apuntan a que se comprenda esto y se generen movimientos que luchen por un mundo más justo, que haga realidad la “Opción por los pobres”, que América Latina propuso al mundo en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla, 1979).

Mucha sangre le costó a la Iglesia esta lucha (como a Cristo, ¿no?), pero es una luz de esperanza para la salvación del mundo.

Esto no es una frase melodramática, es solo un retrato de la situación del mundo hoy, cuando un millonario se dedica a ver cómo viajar al espacio mientras miles de personas se mueren de hambre y el colapso ambiental nos acecha, aquí, en la Tierra.

Voy a dejar toda la nota, que no es muy larga, vale la pena leerla.

Parafraseo:

QUE DIOS NOS AYUDE.

10 años del papado de Francisco. La iglesia encara un mundo post occidental.

El blog de Abel

PENSANDO EN VOZ ALTA

https://abelfer.wordpress.com/2023/03/10/diez-anos-del-papado-de-francisco-la-iglesia-encara-un-mundo-post-occidental/

Este fin de semana y el lunes, cuando se cumplen 10 años del día en que el cardenal Jorge Bergoglio fue elegido Papa, los medios e internet estarán llenos de notas sobre el asunto. No aspiro a competir con ellos. La mía es una mirada muy laica. En realidad, la intención de este post es especular sobre algunas corrientes profundas en las que navegan tanto la “barca de Pedro” como todos nosotros.

Cuando fue elegido en ese día, hace diez años, Francisco dijo:” mis hermanos cardenales han ido a buscar obispo al fin del mundo. Encuentro esa frase iluminadora. Una mayoría de los cardenales habían decidido elegir a un argentino, el primer Papa latinoamericano. Hasta se puede agregar que es el primero no europeo en muchos siglos, (porque el que inicia la serie San Pedro fue un inmigrante del Medio oriente en Roma). La iglesia católica fue la nodriza y maestra de lo que se llama civilización occidental, nacida en Europa. Con elementos del pasado grecorromano y la religiosidad monoteísta del Oriente contribuyó a forjar una nueva identidad. Y hasta el Renacimiento y Reforma fue la institución rectora de esa sociedad.

Después, siguió siendo uno de sus actores claves, defendiendo valores tradicionales. Hasta la primera parte del siglo XX, un escritor tradicionalista, Hilare Belloc podía afirmar “La Fe es Europa y Europa es la Fe”

Esa sociedad, mejor dicho, sus potencias dominantes eligieron el suicidio en 1914, cuando desataron la primera guerra mundial.

Atención: lo que hoy se llama Occidente, los EEUU, la UE, Australia, Nueva Zelanda…. sigue siendo un actor clave en el escenario global. Pero Europa es post-cristiana. En sus iglesias hay más turistas que fieles.

Así, la Iglesia Católica Apostólica Romana, que fue, y sigue siendo, defensora de valores tradicionales de occidente, a partir de mediados del siglo pasado empieza un proceso de apertura hacia otras religiones y otras culturas. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II son los primeros pasos de este diálogo. Que lleva hasta Francisco. El Papa argentino se ha reunido con respeto y apreciación con las cabezas de otras iglesias cristianas y otras religiones. Insiste en reconocer los valores de otras culturas y otros caminos hacia Dios.

En un plano más político, que un jesuita nunca dejará de tomar en cuenta, hoy el Colegio de Cardenales es más diverso, en sus orígenes que nunca en toda la historia de la iglesia.

Este camino que me animo a llamar post-occidental se hace más notorio al recordar el momento de la elección de Francisco. Acababa de renunciar un pontífice, el primero en 800 años. Y no cualquier pontífice, un teólogo alemán de los más sutiles y profundos. Su diálogo con el filósofo Habermas, por ejemplo, muestra una actitud lúcida y crítica de la fase actual de la modernidad europea. Benedicto XVI al dimitir, más allá del escándalo de pedofilia, parece estar diciendo que las respuestas europeas ya no alcanzan para el mundo. Ni para la Iglesia.

La elección de Francisco entonces, me gusta pensar que es una apuesta de la Iglesia que Latinoamérica, la hija mestiza de occidente, puede ser un puente (pontífice significa constructor de puentes) hacia la unidad del mundo en el que ya estamos viviendo.

Quiero agregar algo que ha sido notorio desde los primeros momentos de su papado. Con palabras, gestos y hechos hace explícita la vocación por los pobres y excluidos. Está, por supuesto, ha sido una preocupación de la iglesia desde siempre.

Su Fundador, recordemos, insistía que de los pobres era el reino de los cielos y que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entrará en él.

Muchos miembros de la Iglesia tuvieron esto claro desde los primeros siglos y hasta fueron elevados a la santidad, pero no han sido tanto los pontífices que lo plantearon como la preocupación central de su magisterio.

¿Será una tendencia tan profunda y decisiva como la apertura al mundo no cristiano, no europeo al que me he referido?

No lo sabemos.

Cuando ya a mediados del siglo XIX la iglesia se preocupa por la cuestión social y surgen sindicatos y uniones católicas de obreros, ser trabajador, ser obrero era una identidad. Y una identidad orgullosa. Ser pobre, ser excluido no es una identidad, es una situación.

¿Podrá eso ser la semilla de algo más?

Mi impresión, por lo que valga, es que Francisco se esfuerza en ello. Que Dios lo ayude.

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