MIRADAS DESDE MI VIDA. ADOLFO ARIZA

El 13 de junio de 1874 nacía el poeta, ensayista, periodista y político Leopoldo Lugones. En su homenaje se instituyó el Día del escritor. Podría entrar en el análisis de esta figura controversial, pero me interesa más su impacto en mí. No hay ninguna razón para ese impacto, salvo que algo se iluminó en mi interior: y esa luz fue la conciencia plena de soy un escritor. Extraño, porque siempre lo fui: leí desde antes de entrar en la escuela primaria. Me enseñó mi viejo porque lo torturaba en las noches para que me leyera historietas (viejo y querido Patoruzú), y siempre fui el alumno que escribía bien.

Sin embargo, nunca pensé en ser escritor. Recuerdo una razón: el escritor necesita que lo lea alguien para serlo. Sin la mano que saca el libro de la biblioteca, mi creación no existe, fue mi análisis de entonces.

También siempre escribí poesías, pero sin pulsión vital: escribía poemas para regalarlos, sobre todo a las chicas que me gustaban, aunque también lo hice con alguna amiga.

Es más, hace poco entregué el borrador de un libro de poemas, mi primer libro, a la diseñadora.

Allí van varios poemas que escribí para Marta, mi esposa, desde que éramos novios hace más de cincuenta años, y que ella guardó porque yo no lo hacía, pero hubo un disparador cercano: dos personas, profesoras de Lengua y Literatura como yo, me lo sugirieron sin ninguna relación entre ellas, y casi por casualidad.

Y sentí un llamado interno, como una luz, que me hizo empezar a escribir poesía, sin meditación, solo abriendo el flujo, y esas poesías también integran ese volumen poético.

Por eso, cuando leí lo del Día de Escritor, sentí que hablaban de mí, y me gustó porque sentí que había descubierto algo central en mí: a los 76 años me sentí profundamente, esencialmente, ESCRITOR.

Por supuesto, hubo un camino: recorrido desde que, a la luz de mi maestro Rodolfo Borello, había descubierto mi vocación de ensayista. Claro, esa idea estaba ligada a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, y tuvo un fin abrupto cuando me echaron de un cargo de Jefe de Trabajos Prácticos por razones políticas en 1976.

Formalmente, aunque nunca dejé de escribir, fue hasta que –por el 2017- empecé con mis blogs: uno sobre emprendedurismo (http://www.kusca.com.ar/), y otro, más general (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/). En este último empecé a comentar libros, casi todas novelas, y ya llevo 32 publicados.

Pero lo de la poesía era nuevo, y significaba meterme en la esencia creativa de lo humano, y eso fue una explosión no esperada, y me hizo feliz.

Se agrega otro día: el 15 de junio se celebra el Día del Libro en Argentina. Desde 1924 viene esta celebración por impulso de mujeres reunidas en el Consejo Nacional de Mujeres.

Y sí, siempre los libros en mi vida.

Cuando me enfrentaba a un problema que no podía resolver, solía venir a la biblioteca y sacar algún libro al azar. Generalmente, en esas páginas encontraba un camino para destrabar el problema.

En ese contexto aparece el próximo Día del Padre, el domingo 18 de junio.

Por supuesto, esta fecha no tiene nada de original para alguien que, como yo, hace más de 50 años que es padre, pero también algo se iluminó en mí en relación con esto.

El disparador fue un viejo monólogo de Juan Carlos Altavista, como Minguito Tinguitella, en el Programa Polémica en el bar. Lo había escuchado varias veces, pero ahora me hizo moquear, sobre todo por el recuerdo de mi viejo –el que me enseñó a leer-, pero también por mi vida de padre (también abuelo y bisabuelo).

En ese monólogo Minguito dice: lo más importante para ser padre es estar, siempre estar. Ese fue siempre algo esencial para mí en relación con mis hijos, y también con todos mis afectos: ESTAR.

ESTAR JUNTO A LOS/LAS OTROS/AS PARA LO QUE LES HAGA FALTA.

A veces es solo estar al lado, a veces es un abrazo o una palabra, a veces hay que poner el pecho y hacerse cargo, pero ese es mi modo de entender el amor por el otro.

Es lo que hizo mi viejo conmigo, aunque, lamentablemente, se fue de este plano antes de poder jubilarse, su sueño para poder viajar.

Fue un duelo largo y profundo, pero hubo situaciones que lo aliviaron: en reuniones de familia de mi mamá, no de mi papá, mi viejo era recordado por mis primos por su actitud de servicio y caballerosidad, al viejo estilo. En esos momentos, sentía la verdad de lo que afirma Manrique en las Coplas por la muerte de mi padre:

XXXV

No se os haga tan amarga

la batalla temerosa

que esperáis,

pues otra vida más larga

de fama tan gloriosa

acá dejáis.

Aunque esta vida de honor

tampoco no es eternal,

ni verdadera,

mas, con todo, es muy mejor

que la vida terrenal,

perecedera.

Además de la vida y muerte terrenales, y de la vida del alma, hay una vida no eterna, pero que sobrevive a la muerte, y es una forma de trascendencia.

Es la vida de la fama, que se mantiene mientras alguien nos recuerde (como en la película Coco, ¿se acuerdan?).

Esa trascendencia de mi viejo, me ayudó a sobrellevar el duelo hasta que comprendí que la muerte es solo un cambio de plano, y mis viejos me siguen acompañando y cada día se los agradezco.

Esto recordaré en este Día del Padre, con mi familia, y con mi viejo.

FELIZ DÍA DEL PADRE. HOY, Y SIEMPRE.