ADOLFO ARIZA

El 9 de noviembre presenté este libro de poemas en el hermoso Espacio Cultural Le Parc, en Guaymallén, Mendoza.

De paso, quiero agradecer a la gente que trabaja allí, y a sus autoridades, que posibilitaron un evento exitoso con generosidad y buena disposición; y también dejar un deseo de que las próximas autoridades lo usen con toda la plenitud que merece su hermoso diseño e infraestructura.

Voy a contar una breve síntesis del acto, para que se entienda la plenitud que me llenó –y sigue llenando- el alma.

Usamos la hermosa sala Tito Francia, el nombre de un enorme guitarrista mendocino.

Después de instalarnos, abrió el evento el locutor que, casualmente, había sido alumno mío hace bastantes años, y por eso, además, de mucha capacidad, puso un afecto que me emocionó (la primera de un montón de emociones).

La presentación del poemario lo hizo Mabel Agresti, Profesora, Licenciada y Doctora en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.

Por los 70 integramos ambos el equipo de trabajo de mi maestro Rodolfo Borello, dedicado a Literatura Argentina. Éramos un equipo muy joven, y ella, creo que era la menor. Primero, en el ’75, con la avanzada de la derecha, empezaron a echarnos, tarea que fue completada por el golpe cívico militar.

Afortunadamente, Mabel no fue afectada, y siguió en la Facultad hasta su jubilación.

Fue un gusto que hiciera esa presentación que me hizo ver aspectos de mi poesía que no había advertido.

Después me tocó a mí, e hice algunos comentarios sobre el proceso de producción del poemario, porque fue algo bastante poco habitual.

Hace alrededor de un año, en una reunión familiar, me puse a charlar con Celina, otra profesora de Literatura, bastante más joven, y, además, poeta. Casi no nos hemos visto después, pero intercambiamos escritos, los comentamos y generamos una buena relación alrededor de la poesía.

En cierto momento, me dijo, por chat: – ¿Por qué no publicás un poemario?

Me cayó la ficha, seguí dando vueltas al tema, releyendo algunas viejas poesías, y escribiendo otras.

Algo después, Delia, otra profesora de Literatura, con la que compartí todo el secundario en el Colegio Universitario Central y la carrera de profesor, me insistió también en que publicara poesías.

Transcribí las poesías manuscritas que mi esposa, Marta, había guardado y salvado de que se perdieran, y escribí otras hasta que en cierto momento supe que mi libro de poemas estaba escrito, y que debía publicarlo.

El evento siguió con la lectura de algunos poemas, y canciones por otro amigo, que cada vez canta mejor, Germán Gutiérrez.

Mi esposa, Marta, leyó Dijiste te quiero y mi hija Andrea, también profesora de Lengua, ¿Se puede navegar la tristeza?

Aclaro –para no repetir- que las restantes lectoras también son profesoras de Literatura.

Con las que leyeron después compartimos muchos años de trabajo escolar y de gran amistad: Cristina leyó El sol se moría por el cielo quieto y Ana Gabriela lo hizo con Solo.

Finalmente, Laura –también actriz- leyó Se deslizó… (uno de los pocos poemas eróticos que he escrito y, si bien no me es un estilo cercano, me resultó muy bello hacerlo).

Cerramos con un video que produjimos con Cristina y Pamela, el equipo que me acompañó en esta producción, y que terminó con el tema Cantares (Machado y Serrat, mejor manera de cerrar la noche no había).

“Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar…”

Terminé el evento diciendo que iba a seguir haciendo camino “verso a verso”.

Así seguiré, y finalizo la entrada con el poema que cierra el libro, y que lo llena de sentido hacia atrás y hacia la vida que sigue:

Fue un lampo

“Fue un lampo…, sí, un brillo fugaz, un resplandor súbito, hiriente

sin dolor

Inesperado de siglos ancestrales, deseado desde

antes, estalló delicadamente,

en la garganta,

es la roja serpiente de raso renacida, como nueva,

pero eterna.

Nacieron metáforas no conocidas, suspiros olvidados,

sueños que cantaron con la voz de mi tiempo.

Fue el Aleph de Borges, el punto perfecto, etéreo y

denso de toda densidad.

Entonces…, no fue un lampo, porque fue eterno.

Sí lo fue, fue fugaz, y persiste, porque las metáforas

titilan en el cielo.

Son estrellas que me sobrevivirán, palabras de luz,

engarzadas en el cielo.

El lampo sigue latiendo, corazón de agua estelar.

¡Qué me importa que fuera fugaz!

Me toco el corazón, y late,

me miro los dedos que escriben, y está ahí, debajo de

las uñas, y brotan imágenes.

Inmortal me siento, y lo soy.

Gracias, lampo, mi amor nació en vos, como poesía.”

Adolfo Ariza

Junio 2023

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