La siguiente cita de Mariana Enríquez –sobre la que escribí una entrada de su novela Este es el mar”– es una excelente clave para leer El nervio óptico. Tal vez por eso la he encontrado varias veces en las referencias a la novela de Gainza.
“Entre la autoficción y las microhistorias de artistas, entre citas literarias y la crónica íntima de una familia, su pasado y sus desdichas, es un libro insólito, hermoso, en ocasiones delicado y a veces brutal”.
Parece extraña la conjunción de lo de delicado y lo brutal, aun en un libro poco común en el que nos encontramos con cuadros y arte pictórico, vidas de pintores y sus épocas, y la vida de la autora, pero así es la novela.
Comienza en primera persona:
A Dreux lo conocí un mediodía de otoño. Al ciervo, exactamente cinco años después.”
Y así es el modo de avance de la novela. Es cierto que, al principio, me tuve que acomodar a eso (además, mi falta de formación en el tema de la pintura en ese nivel de conocimiento y vivencia no me ayudaba), pero después lo viví con la naturalidad que esta excelente novela construye.
Abre la novela con la pintura y la cierra así:
“«Qué monótona sería la nieve si Dios no hubiera creado los cuervos», decía Renard. Las pelusas giran morosas en el aire, se arremolinan, forman finos labios sobre los techos, cubren las veredas de una delgada capa blanca que parece encaje, y yo saco de la guantera el gorro negro que puse ahí cuando empezó todo esto y por primera vez me lo calzo, me lo embuto hasta las orejas, salgo del auto y camino hacia ellos. Siento una suave felicidad en el bajón, felicidad poética creo que le dicen. Daría un brazo por acordarme de quién la llamó así.”
Cuervos sobre la nieve: ¿Así sería la felicidad poética que siente la autora? Más de uno ha hablado de esta felicidad. ¿De cuál de ellas hablaría? Son muy diversas las propuestas y me quedo con la de la escritora, tan personal y válida.
Podría ser un final abierto, pero no me parece necesario. Está claro que hay más pinturas para ver, pero ya comprendimos cómo funciona ese mundo de vidas en distintas épocas, colores y todo lo que nos queda de esos encuentros.
Me pareció excelente este resumen:
“Este es un libro singular y fascinante, inclasificable, en el que la vida y el arte se entretejen. Consta de once partes: once partes que son once capítulos de una novela que relata una historia personal y familiar, pero que también pueden leerse como once cuentos, u once incursiones furtivas en la historia de la pintura, u once ensayos narrativos que tratan de desentrañar los misteriosos vínculos entre una obra pictórica y quien la contempla.
En sus páginas el Greco trenza lazos secretos con un paseo por un bosque de secuoyas cercano a San Francisco, la enfermedad y la muerte; el aduanero Rousseau y el banquete que, entre la admiración y la mofa, organizó Picasso en su honor conectan con el miedo a volar… Y aparecen Toulouse-Lautrec deslumbrado por las estampas japonesas; el joven Fujita, que, atrapado por Cézanne, decide irse a París; Augusto Schiavoni, al que acaso una médium ponga en contacto con su gemelo muerto en una sesión de espiritismo en Florencia; la relación de Courbet con el mar… Todo ello actúa como catalizador de las vivencias de la narradora, de las historias de su familia de clase alta, de la evocación de Buenos Aires, de la pasión por el arte, el dolor de la pérdida, la lucha con la enfermedad, la vivencia del paso del tiempo, la banalidad cotidiana, el desasosiego.” (https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/el-nervio-optico/9788433998446/NH_594)
Elegí la última parte (o capítulo (¿o cuento?)) para comentar esta atractiva novela (un tema para conversar, claro)
“LOS PITUCONES
Dios taciturno, ¡háblanos!
JULES RENARD
Creo que era Anthony Powell quien decía que, al final, la mayor parte de lo que nos ocurre en la vida acaba por resultar apropiado. En Creta, en 1541, nació Dornenikos Theotokópoulos, para nosotros el Greco. No era el lugar ideal para nacer si uno quería ser artista, pero en esa pequeña isla donde convivían católicos venecianos y ortodoxos griegos se entrenó como pintor de iconos bizantinos, un arte bidimensional, elongado, que apelaba menos a representar lo divino que a invocarlo. Cruzó a Venecia, donde asimiló a Tintoretto, el más mercurial y cinematográfico de los cinco inmortales de la pintura veneciana. Bajó a Roma, donde reinaba Miguel Ángel, quien sería hasta el fin de sus días su supremo rival, y de quien el Greco tornó más de lo que nunca quiso admitir. Y una vez robados los suficientes trucos se fue a Madrid, donde primero quiso entrar en la corte y corno tarjeta de presentación pintó un cuadro para Felipe II.”
Si fuera lo único que leyéramos de la obra, podríamos pensar que se trata de un ameno comentario estético, pictórico sobre el Greco.
No es así, veamos algo más abajo:
“¿Alguien puede modificar su estrella?, me preguntaba yo mientras el estruendo del tren de aterrizaje me bajaba de las nubes. Iba a San Francisco a visitar a mi hermano mayor. Hacía diez años que no lo veía. Se había ido de Buenos Aires en los años ochenta, después de probar cuanta granja de rehabilitación y programa antidrogas ofreciera la ciudad. Nunca habíamos tenido una gran relación, aunque éramos las dos ovejas negras de la familia: para mí, era un quemado, una promesa echada a perder; para él yo era una pendeja soberbia, y la diferencia de edad, trece años, no había ayudado a acercarnos. La visita había sido su idea.”
En esta parte de la novela, con la entrada –dura, impiadosa- en la vida de la narradora y su re encuentro con su hermano se encuentra también con el Greco.
“Entré sola, aliviada, pero ni bien pisé la sala recordé que mirar la pintura del Greco es pelearse con uno mismo. Es el tipo de artista que amamos de adolescentes, cuando la pintura es todavía cosa nueva y la fuga de la imaginación el privilegio del novato. Luego, cuando los años nos vuelven informados y, por ende, cínicos, empiezan los tironeos. Nos molesta su dogma de hierro, pero también nos irrita su sensualidad. O nos cuesta hacer encajar las dos cosas en una misma imagen porque nos han enseñado que son elementos que no van juntos: la carne y el espíritu. En la pared central de ese pequeño museo de San Francisco había una Vista de Toledo, tan expresionista como si hubiera sido pintada en el siglo XX.”
Fue una sensación desconocida: ese ver un cuadro, conocer un pintor, desde un lugar (¿desde adentro?) al que no podría haber llegado solo.
Fue como descubrir un país ignoto, sentir la emoción de un lugar precioso, de un mundo esencial, y lleno de paisajes nunca vistos antes.
Fue ver una pintura como nunca la había visto.
“Cuando estudiaba historia del arte creía obedientemente que el Greco padecía un mal de los ojos. Un astigmatismo agudo, que lo hacía ver cómo veía. Ahora sé que eso es un reduccionismo que no termina de explicar su cosmogonía, como la epilepsia no explica a Dostoievski ni la tuberculosis a Keats. Lo que tenía el Greco eran unos celos descomunales. Cuando Jerónima de las Cuevas, una española a la que dejó embarazada, le dijo que quería ponerle a su hijo Miguel Ángel, los vidrios del palacio en Toledo se resquebrajaron por los gritos: «¡No sabes, mujer, que ese nombre me pone los pelos de punta!» Jerónima no tenía por qué saberlo.”
Mi experiencia de estudiar Historia del Arte no tenía nada que ver con esto, y eso tiene –para mí- un valor altísimo, y solo eso justificaría la lectura.
Pero además está la vida de la autora como fondo y espacio donde ocurren las pinturas, tan vivas como ella; una historia amena, más bien triste y desesperanzada, que nos envuelve como si fuera una vida cualquiera, pero su entrelazado con la pintura –no vista, vivida- la hacen única, una vida no prevista, bella, suave y duramente bella.
Fueron 44 años dando clase. Fui profe de Lengua, Literatura, Latín y Tecnología.
Cuarenta y cuatro años recordando el Día del Maestro –en el que nos juntábamos todos/as los docentes, aunque también había un Día del Profesor- en actos, bailes, comidas, abrazos.
Decir discursos, escuchar discursos de todo pelaje, tranquilizar a algún/a alumno/a, aburrido/a, que hinchaba la paciencia.
Lo recuerdo con ternura. Las caras de mis alumnos/as, de mis compañeros de trabajo (nunca me gustó decirles colegas, aunque es una linda palabra), porque compartir el pan (cumpanis, el Latín, ¿vio?)) se acerca más a lo que hemos vivido –docentes, directivos, alumnos/as, celadores, etc.-, con todas las manos juntas.
Mando un abrazo a todos/as docentes: atrás, incluso los que ya no están; al costado, a los/las que siguen abrazando esta hermosa vocación (incluidos mi hija e hijos).
¡Qué orgullo que nos acompañen a mi esposa y a mí!
Y también a los/las ex alumnos/as que lo hacen.
Más orgullo todavía.
Al futuro, a todos los seguirán entrando a este mundo, heterogéneo, siempre distinto, como cada alumno/a.
TENGO EL CORAZÓN ANCHO, Y VEO BORROSO. ES DIFÍCIL QUE NO SE ESCAPE HOY UN LAGRIMÓN, BIENVENIDO SEA.
Un regalo de Día de Maestro, qué mejor que este poema de Armando Tejada Gómez.
COPLERA DEL VIENTO
Ando cantándole al viento
y no solo por cantar,
del mismo modo que el viento
Yo soy sangre en movimiento
y él es paisaje que va…
Me gusta andar en el viento
y es porque me gusta andar
empujado por los sueños
y empujando a los demás
yo sé que no empujo solo
y hay quien me empuja a soñar.
Tuve un amigo aquí cerca,
corazón de palomar,
le vieron viento en los ojos:
no lo dejaron pasar.
Ellos no saben que al viento
¡Nadie lo puede atajar!
Si la piedra es viento quieto
Que ha olvidado el arenal,
Los muros son solo viento
¡Que el viento se llevará!
Ando cantándole al viento
¡Y no solo por cantar!
Armando Tejada Gómez
El siguiente video me ha parecido la mejor conclusión, porque también he compartido esta vida en las escuelas del secano lavallino junto con mi hijo Mauricio.
Es cierto que no se puede generalizar porque es una experiencia particular, pero muchos/as hemos vivido caminos semejantes y caritas como esas, hemos compartido mesas y trabajos con docentes que sienten la belleza de caminar al lado de otras vidas que nos dan una trascendencia propia, quizás eterna en el universo.
Como muchos siempre padecí la intensa injusticia que significaba el ataque a Assange. Incluso me espantaba la desproporción entre el enorme aparato que iba contra este hombre que atentó contra el poder del norte y sus aliados y este periodista que desató los “truenos” de WikiLeaks.
Entonces me pareció que esta nota de nuestro conocido Baltasar Garzón, exjuez que investigó los crímenes del franquismo en España y que fue suspendido en sus funciones después de asumir la defensa de Assange, merecía ser difundida.
Por lo tanto, la liberación del periodista australiano después de doce años de lucha judicial para no ser extraditado a EEUU, y de vivir en aislamiento y, finalmente, en prisión, no podía ser ignorada por mí, y elegí esta nota en la que Garzón desarrolla su visión del paralelismo de su vida y la de Assange.
No analizaré esto, porque cito la nota completa de Garzón, y mi intención es colaborar con la visualización de la que Garzón llama “la caja de los truenos” que los atacarían por sus denuncias de los crímenes de guerra cometidos por la OTAN en diversos lugares, como Irak o Siria.
Si quisiera hacer una historia de estos abusos del poder de los países dominantes, podría ir bastante más atrás, pero la diferencia es que esto ha crecido después de etapa de la globalización, la que trajo el enorme aumento de la capacidad de acción y daño de las corporaciones que actúan coordinadamente con ese poder político, económico y militar.
Parece una inútil lucha, pero hay que ponerse del lado justo de la historia, aunque más no sea para que la gente que me conoce y valora (o no, no importa) sepa que este poder es injusto, y que incluso está llevando al mundo a su destrucción a causa de la insostenibilidad social y ambiental.
Después cada uno decidirá y, a lo mejor, es posible que muchos/as que se han refugiado en la superficialidad y el individualismo, caigan en la cuenta de que, si este mundo no sobrevive a los abusos del poder que cito, tampoco ellos/as lo harán.
LEAN, PIENSEN, PÓNGANSE DEL LADO JUSTO DE LA HISTORIA, DONDE ESTAMOS LA ENORME MAYORÍA DE LOS HABITANTES DEL PLANETA.
Assange, el azar y la necesidad
Por Baltasar Garzón
27 de junio de 2024 – 10:54
(Fuente: AFP)
La verdad es que nunca sabes qué te puede deparar la vida. A finales de 2006, entró en mi Juzgado, el número 5 de la Audiencia Nacional, una denuncia firmada por la Associació per la Recuperació de la Memoria Histórica de Mallorca. Relataban torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones que tuvieron lugar durante el franquismo. Seguirían muchas más. En ese mismo año, un periodista australiano llamado Julian Assange había fundado una agencia llamada WikiLeaks. No nos conocíamos y ninguno de los dos podíamos saber lo que las acciones iniciadas entonces por cada uno de nosotros iban a marcar nuestra vida futura. Aunque creo que, cada cual, por su lado, ambos podíamos intuir que el camino respectivo no iba a ser fácil.
En mi caso, recuerdo que, en 2008, el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, me dijo: “Baltasar, has destapado la caja de los truenos y te va a traer consecuencias muy negativas para ti, pero has hecho lo que debías”. Alfredo era un buen político, de los que se echan de menos en estos tiempos, y una buena persona.
No sé si alguien avisó a Assange. El año 2010 pasó a la historia de la web, por las impresionantes filtraciones de documentos de WikiLeaks. Empezando por el vídeo Collateral Murder en que se ve cómo soldados estadounidenses disparan en Bagdad desde un helicóptero a dos periodistas de Reuters y varios civiles, incluido un niño, para conmoción del mundo.
De julio a octubre de aquel año, se hicieron públicos miles de documentos en relación con las guerras de Irak y Afganistán con escandalosas revelaciones, y en noviembre, cinco periódicos internacionales reciben más de 200.000 cables diplomáticos del Departamento de Estado USA. La gestión de la política exterior norteamericana se muestra desnuda y pestilente ante el mundo.
Mundo paralelo
Como tantos millares de ciudadanos, me sorprendí e indigné con lo que contaba WikiLeaks, pero yo también tenía mis propios problemas. En mayo de 2010, el Consejo General del Poder Judicial me había suspendido de funciones después de que el Tribunal Supremo admitiera a trámite sendas querellas de la más rancia ultraderecha de este país, por haberme declarado competente para instruir los crímenes del franquismo. A la vez, se abrían otras dos causas contra mí en el Alto Tribunal, una por la interceptación de las comunicaciones de los principales responsables de Gürtel en la prisión y otra más, absurda e inconsistente aparte de referida a hechos prescritos, por unos cursos en la Universidad de Nueva York, donde estaba como investigador invitado en materia de terrorismo.
Por cierto, en la documentación publicada por WikiLeaks, también aparecían los pactos entre la embajada estadounidense en Madrid y el fiscal jefe de la Audiencia Nacional para acabar con los procedimientos que se referían a Guantánamo que yo dirigía. Se trataba de “doblarme el brazo” (sic).
Mientras, en una carambola propia de los manejos del país más poderoso de occidente, la Fiscalía sueca había emitido una orden de detención contra Assange por unos inverosímiles abusos sexuales, que más bien parecían la excusa para llevarlo a EEUU. Los dos, en la distancia y sin relación alguna, vivíamos en un mundo paralelo en que dominaba el absurdo: nos veíamos atrapados en una telaraña que se iba enredando más y más hasta no dejar escapatoria.
La vida sigue
Como saben, en 2012 el Supremo Tribunal español decidió acabar con mi carrera profesional por el asunto Gürtel. Del caso del franquismo fui absuelto ya que el ruido que se había provocado hizo que los magistrados y los políticos que les jaleaban tuvieran precaución ante las reacciones. Pero me quitaron de en medio. Creo que a los jefes del otro lado del océano también les gustó la idea. A fin de cuentas, estaba enredando mucho con Guantánamo y otras hierbas judiciales. Poco importa que, en 2021, el Comité de Derechos Humanos de la ONU determinara que la sentencia proferida contra mí había sido parcial, arbitraria, sin doble instancia y que mi condena estaba falta de previsibilidad penal.
Como mi vida es la Ley, constituí en unión de varias personas comprometidas en las mismas luchas una Fundación pro derechos humanos y jurisdicción universal y un despacho de abogados en 2011 y 2012, respectivamente. Pero también, instituciones como la fiscalía de la Corte Penal Internacional me permitieron trabajar como asesor del fiscal Moreno Ocampo; en Colombia, como asesor de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA; en Ecuador, como coordinador de la Veeduría Internacional a la Reforma de la Justicia y, en Argentina, como presidente del Centro de Derechos Humanos de categoría dos de la UNESCO.
El hilo rojo
Conocerán una leyenda china que refiere que un hilo rojo invisible une a las personas destinadas a conocerse. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. Creo que eso nos pasó a Julian Assange y a mí.
Assange estaba sometido a un proceso de detención y entrega a Suecia, en el que se percibía la mano oculta de USA. Recuerden que el país nórdico había colaborado con este en las denominadas “rendiciones”, uno de los temas desvelados por WikiLeaks. Julian se entregó a las autoridades de Londres y estaba en libertad bajo control electrónico, que quebrantó refugiándose el 19 de junio en la embajada de Ecuador en la capital británica.
La noticia recorrió todas las redacciones del planeta. Una pequeña república latinoamericana, gobernada por un presidente progresista, Rafael Correa, se enfrentaba al todopoderoso EEUU. La lucha se percibía titánica.
En ese contexto, a primeros de julio, estando en Bogotá, recibí una llamada de mi buen amigo y excelente periodista Chechu Yoldi, con el que había compartido largos años de amable confrontación, él como periodista en la Audiencia Nacional y yo como juez. Eran tiempos en los que se cumplían las normas del respeto y entendimiento entre prensa y justicia.
Dolores Delgado le había aconsejado que me llamara porque, al parecer, tenía un mensaje de Julian Assange que me tenía que transmitir. Me dijo que este quería contactar conmigo para proponerme que me hiciera cargo de la coordinación de su defensa a nivel internacional. Quedé en que viajaría a Londres. Lo hice y acepté asumir el reto de su defensa en los momentos más delicados, cuando se le denostaba por los cargos artificialmente montados en Suecia.
Consecuencias
Nuestra primera entrevista fue sumamente cordial, nos entendimos desde el primer momento, a pesar de la situación tan adversa en la que estaba, enfrentado a Gran Bretaña y USA. Mi aceptación tuvo dos condiciones, hacerlo pro bono (es decir, sin cobrar, por mera vocación) y libertad de criterio jurídico. Siempre las respetó, hasta el día de hoy. Junto con Garret Pierce, somos los dos abogados que hemos estado desde el principio hasta ahora. Además de su esposa, Stella Assange.
Mi primera impresión fue la de un hombre con unas firmes convicciones, completamente seguro de que lo que había hecho estaba bien y de que jamás se doblegaría. Eso me gustó, pero era consciente de que, de nuevo, mi decisión me traería consecuencias.
El asilo se le otorgó por el gobierno ecuatoriano el 16 de agosto de 2012. Recuerdo que para acceder a la misión diplomática había que sortear un primer círculo de periodistas que rodeaban la embajada, y posteriormente, un segundo círculo de policías británicos que, por aquel entonces, incluso amenazaban con entrar a la fuerza en la misma.
Al salir llovía sin cesar. Una de esas lluvias de agua fina tan típica de Londres. Los periodistas me rodearon e hice mis primeras declaraciones a favor de Julian. Hoy, doce años más tarde, escribo una nueva declaración a favor de este aguerrido informador.
Tres días después, el 20 de ese mes y año, me convocó el Secretario General de la OEA para comunicarme que estaba cesado como asesor de la Misión de Paz de la Organización en Colombia. Le pregunté cuál era la razón y respondió: “tu trabajo es excelente, pero Estados Unidos me impone tu cese por haberte hecho cargo de la defensa de Julian Assange”. Le dije “oponte, convoca la asamblea de Estados”. “No puedo -contestó-, más del 60% del presupuesto está a cargo de USA”. Así terminó mi tiempo en la OEA. ¡Viva la libertad de elección de abogado!
De nuevo en la trinchera
Pero ninguna presión por importante que fuera me iba a desviar de mi objetivo en la defensa de Assange. De nuevo estábamos en la trinchera. Era un caso muy claro de vulneración de la libertad de expresión y de intento de eliminar al mensajero para que no pudiera seguir adelante y, por eso, defender a Julian ha sido siempre un ejercicio de lo mejor que te ofrece el Derecho, la posibilidad de combatir por la integridad de un inocente y, más aún, de defender valores democráticos fundamentales para todos. En la vida debes asumir retos y enfrentarte a quienes pretenden avasallarte. Ceder por miedo es aceptar que los canallas tienen razón. La razón de la fuerza, claro, y hay que confrontarlos.
La causa se estancó por años. Conseguimos pronunciamientos favorables de diversos organismos internacionales, destacando una intachable resolución del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que consideraba que la situación a la que se había llevado a Assange en su persecución debía calificarse como de detención arbitraria. Adicionalmente, también se consiguió archivar la causa sueca, una mera investigación preliminar de la Fiscalía sin sustento, que fue cerrada en el momento en que articulamos una toma de declaración en la embajada.
Todo ese trabajo jurídico implicaba viajes constantes, prácticamente semanales, a Londres. Días y días, sábados y domingos incluidos. Vuelos continuos e interminables; horas encerrados en ese minúsculo piso de la capital británica. Litigamos a nivel jurisdiccional en múltiples países e instancias internacionales. Un equipo brillante con personas de diversas nacionalidades y distintas especialidades que nos nutríamos en cada reunión. Siempre bajo la atenta mirada de Julian, quien escuchaba atentamente, para luego dar siempre una opinión final, que demostraba una gran capacidad de comprensión de materias que cualquiera podría pensar que no dominaría. Todo lo contrario, siempre me ha sorprendido su brillantez para lidiar con la complejidad jurídica de su causa.
Angustias y vicisitudes
Mientras, el protagonista de esta historia mantenía largos años de encierro, en la embajada de Ecuador, primero gracias al asilo concedido por Rafael Correa que sería levantado arteramente más tarde por su sucesor, Lenin Moreno, más pendiente de las órdenes del presidente supremo del norte que de cumplir con la ley.
Fue el 11 de abril de 2019 cuando la administración ecuatoriana de Moreno cometió una flagrante traición a los postulados más básicos de la institución del asilo. Entregó a una persona protegida, simplemente para lograr desbloquear un crédito internacional. Un acto por el que será recordado siempre el mandatario ecuatoriano.
A partir de ese momento, el asunto se centró en la solicitud de extradición de Estados Unidos, inicialmente por un cargo informático y, a continuación, por cargos bajo la temible Ley de Espionaje. Además, saltó entonces el caso, judicializado a día de hoy en la Audiencia Nacional, relativo al presunto espionaje para la CIA de la empresa española que proveía seguridad a la embajada ecuatoriana en Londres.
Durante estos años hemos padecido muchas angustias y muchas vicisitudes, hemos sido vituperados, investigados de la manera más sucia, hemos pasado jornadas aciagas y pocas alegrías, aunque también hemos agradecido defensas importantes, como las de infoLibre, con Jesús Maraña al frente, pero nuestra resistencia era la de Julian y a ella nos debíamos: estaban en juego los valores de la democracia y eso, amigos, son palabras mayores que nadie debe dejar de lado. Y aquí, en España, nuestro equipo, liderado por el abogado Aitor Martínez, sigue tratando de demostrar que, con Assange y todos nosotros, se quebrantaron todos los límites del derecho en favor de la mal llamada “Razón de Estado”.
Desde 2019, la dedicación ha sido constante a un tema que parecía no tener fin. Han sido más de cinco años de proceso de extradición en Reino Unido, viendo cómo Julian se consumía en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, conocida como la “Guantánamo británica”.
El azar y la necesidad
Finalmente, el acuerdo que este 26 de junio de 2024 se ha ratificado ante la jueza Ramona Villagómez Manglona en las Islas Marianas del Norte, un Estado libre asociado con EEUU, supone que se ha reducido a un cargo de los 18 que pesaban sobre Julian, y se da por cumplida la sentencia con el tiempo privado de libertad durante el proceso de extradición. Con ello, se reivindica el ejercicio de la libertad de prensa, tras haber informado sobre hechos muy graves que afectan a todos los habitantes de este planeta. El sacrificio ha sido enorme, pero el resultado es importante.
Julian Assange ha llegado a Camberra (Australia), su tierra natal, ha respirado por primera vez en casi catorce años el aire de la libertad. Podrá abrazar sin barreras a sus hijos y su esposa y se encontrará arropado por los suyos. En cuanto a mí, no puedo dejar de pensar en que hay una extraña concatenación de hechos en mi existencia y en la suya. Como pasa con la vida de todos y que, en ocasiones, se evidencia de manera sorprendente.
Verán, ese hilo rojo del que les hablaba se agazapaba tras muchas penurias, pero si los magistrados de la Sala II del Tribunal Supremo, solos o en compañía de otros, no hubieran deseado acabar con mi tarea, la historia de WikiLeaks quizás habría sido otra. No se habría puesto en evidencia a EE.UU. ni dado un toque de atención sobre el peligro que corre la libertad de informar. Sin el esfuerzo de tantos profesionales del derecho que hemos trabajado en el caso en los cinco continentes, y sin las voces indignadas de tantos miles de personas en todo el orbe, Assange posiblemente estaría cumpliendo condena perpetua, o vete a saber si esperando turno en el corredor de la muerte de algún penal norteamericano. Todos debemos reflexionar sobre en qué lado de esta historia nos hemos posicionado. En mi caso, afirmo que he estado en el correcto. Pero es cierto lo que hace miles de años apuntaba Demócrito: “Todo es fruto del azar y la necesidad”.
Por mi cultura y mi fe, siempre celebré el Año Nuevo europeo. Lo seguiré haciendo porque sigue siendo una fiesta de todos/as, pero el Año Nuevo del Sur tiene que ver con mi vida, la de mis seres queridos, la de mis ancestros, y la de mi Patria Latinoamericana, así que hoy, a las 18: 51, lo celebré.
El Año Nuevo del Sur es el inicio de un nuevo camino que recorreremos a lo largo del año y que está representado en la Chakana, cruz andina, que marca las divisiones de este ciclo: solsticios, equinoccios, Día de los Muertos, Carnaval, Día de la Pachamama y Día de la Cruz.
La celebración del solsticio de invierno como inicio de un nuevo ciclo anual es realizado desde épocas remotas y hasta la actualidad, por los pueblos originarios: Inti Raymi, de la cultura Incaica; Wetripantru, de la cultura mapuche, entre otras.
Es en este momento, cuando la vida en la Tierra comienza y germina, hay que agradecer y festejar.
Inclusive, otra vez, en nuestro Teatro Independencia habrá un evento sobre este momento. Ya estuve en uno, hace algunos años, y fue muy emocionante.
Como dice la promoción oficial, ya han participado:
“Liliana Bodoc, Luisa Calcumil, Máximo Arias, Gladys Ravalle, Mariú Carrera, Marcelino Azaguate, Daniel Ciancio, Fausto Marañón, Osvaldo Chiavazza, Hernán Paz, Ulises Naranjo, Laura Morales, Natacha Gabrielli, María Godoy, Fabián Castellani, Martín Montero, Alejandro Rotta, Miles de Años, Chakana, Ensamble Eduardo Pinto, Öesch-Alcaraz-Melchiori, Sandra Amaya, Analía Garceti, Alejandra Bermejillo, Mariana Matta, Camino al Pachacuti, comparsas de candombe y bandas de sikuris de Mendoza, entre otros.”
No lo olvidemos, debemos acercarnos a nuestra vida ancestral y originaria.
Hay rituales (he visto algunos) que nos permiten participar de este momento cósmico:
Clarín de hoy nos dice lo siguiente:
“Flavia Carrión es autora y comunicadora de sabiduría ancestral; recorre los caminos del chamanismo desde hace más de veinte años y es autora de varios libros, entre ellos, La niña que sentía demasiado (Ed. Autores de Argentina).
Sobre el solsticio, y desde España, dice que es el punto de inflexión en la danza de entre la Tierra y el Sol: “Al llegar a su punto más alto o más bajo del cielo (dependiendo de qué hemisferio se trate), el Sol parece hacer una pausa en su transitar para retomar luego. Esta pausa sucede en nuestro interior también, siendo el solsticio un tiempo ideal para revisar nuestros proyectos y sueños, ver lo que hemos alcanzado y considerar las decisiones que tenemos que tomar en vistas al futuro”.
A continuación, un ritual de conexión entre la Tierra y el Sol para acompañar este momento:
1. Encontrá un lugar especial. Buscá un lugar tranquilo en la naturaleza o en tu hogar donde puedas sentirte en paz y silencio.
2. Prepará un círculo sagrado. Marcá un círculo en el suelo usando flores, hojas, piedras o cualquier otro elemento natural. Este círculo será tu espacio sagrado durante el ritual.
3. Creá un símbolo del sol. Colocá en el centro del círculo un objeto que represente al sol, como un disco dorado, una figura de sol o incluso un dibujo. Esto simbolizará la energía solar.
4. Reuní ofrendas. Reuní pequeñas ofrendas para el sol, como granos, frutas, flores caídas o hierbas aromáticas. Estas ofrendas serán una muestra de gratitud por la luz y la vida que el sol proporciona.
5. Encendé una hoguera o una vela grande. Si estás al aire libre y es seguro, encendé una pequeña hoguera. Si estás en interiores, utilizá una vela grande. Esta llama representará la luz del sol.
6. Hacé una meditación. Sentáte cómodamente dentro del círculo y cerrá los ojos. Respirá profundamente y sentí la conexión con la Tierra. Visualizá el sol brillando intensamente sobre vos. Reflexioná sobre los avances que has hecho respecto a tus sueños. Si no encontrás nada significativo, recordá que sostener en tu corazón el propósito a pesar de los desafíos ya es una tarea muy significativa. Agradecé.
7. Hacé una ofrenda al sol. Colocá tus ofrendas alrededor del símbolo del sol en el centro del círculo. Mientras lo hacés, da gracias en voz alta por cada bendición. Por ejemplo: “Gracias, sol, por el alimento. Gracias por la calidez”.
8. Cantá. Cantá una canción de gratitud y conexión con el sol. Podés crear tu propio canto o usar una canción tradicional, como “Viene Luz hacia mí”.
9. Traé luz. Con los ojos cerrados, imaginá que te bañás en una luz dorada y brillante. Acompañá con tus manos, trayendo hacia vos la energía del sol que has creado en el centro del círculo. Inspirala. Sentí cómo renueva tu fe en tus sueños.
10. Compartí la luz. Si estás con más personas, es buena idea que cada uno exprese lo que sintió y de qué manera va a aplicar la energía recibida en los próximos días. Recordá que sol es acción. Si estás solo, anotá tus reflexiones en tu diario.
11. Cerrá el ritual. Para finalizar, apagá la hoguera o la vela con cuidado, agradeciendo nuevamente al sol por su energía y luz. Deshacé el círculo sagrado y guardá los elementos naturales que utilizaste de manera respetuosa.”
Se puede hacer parte del ritual, como agradecer, poner un regalo, traer luz, compartirla. Así nos agarraremos de la mano con todos los que comparten este camino.
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