Había separado esta entrevista de abajo a Jun Fujita Hirose porque, aunque compleja, tiene elementos muy interesantes para este momento de Argentina, y la recupero ahora para plantear alternativas que nos permitan como miembros de la sociedad ser agentes de los cambios que inexorablemente deben darse para asegurar la sobrevivencia de la especie.
Entrevista al filósofo y crítico de cine japonés
Jun Fujita Hirose: “El capitalismo está en una etapa de destrucción creativa”
Para Hirose, “en medio de la crisis generada por el coronavirus, el capitalismo se encuentra en una etapa “agónica” y de “destrucción creativa”.”
Dice la entrevista: “En otras palabras: el nuevo coronavirus es el “virus de destrucción creativa” con que se opera la “transición hegemónica” de Estados Unidos a China; el “estallido definitivo de un régimen de acumulación de capital que estaba en crisis permanente desde hace 50 años”.
…
“Cuando observás lo que está pasando en el mundo te das cuenta de que tenés que estar del lado chino para seguir tu crecimiento. Cuatro, cinco meses después del comienzo de la pandemia, Estados Unidos, Brasil, Japón acabaron por aceptar la existencia del fenómeno. Hay una formación de consensos de todas las economías del mundo”.
En este contexto que define Hirose, se observan algunos hechos diferenciales de etapas anteriores:
“A su vez, en el momento actual se están formando “dos grandes máquinas de guerra en paralelo” y en su alianza el autor encuentra un potencial revolucionario: se trata de “lxs trabajadorxs metropolitanxs abandonadxs por los viejos capitales en destrucción y los pueblos minoritarios en lucha para defender sus territorios contra las explotaciones neoextractivistas organizadas por los nuevos capitales en transformación”. “
Lo novedoso también, dentro de la problemática indicada antes, es que Hirose continúa analizando el tema desde la situación latinoamericana. Concretamente, se fija en Chile.
“Desde la aparición del zapatismo en 1994 hasta el actual proceso constituyente chileno no cesan de multiplicarse experiencias políticas verdaderamente innovadoras en América latina”, sugiere. Hace 20 años que en su país se encarga de “presentar nuevas prácticas y teorías latinoamericanas, dado que hay muy poca gente que lo haga”. Junto al colectivo Situaciones publicó el único libro en japonés sobre el desarrollo de “los nuevos movimientos en Argentina en la primera mitad de los años 2000”; y es el autor del primer texto en japonés sobre Ni Una Menos. Aprendió español en París, cuando vivía en una residencia universitaria junto a estudiantes mexicanos.
“Lxs trabajadorxs metropolitanxs devienen-revolucionarios cuando entran en alianza con los pueblos minoritarios, dado que la formación de los nuevos capitales corresponde perfectamente al interés de clase de lxs primerxs, por cuanto les crea nuevos empleos…”
En este planteo del tema del devenir revolucionario, aparece otro sector cuyo desarrollo consideré, desde antes de leer a Hirose, el fenómeno más transformador de esta última etapa de la humanidad: el feminismo.
“-Por un lado, desde mediados de los años 2010, el feminismo constituye el movimiento social y político más potente en el ámbito metropolitano en muchas partes del mundo y en América latina en particular. Por otro lado, las mujeres indígenas y afrodescendientes latinoamericanas luchan contra el colonialismo neoextractivista bajo el lema: “¡No se puede descolonizar sin despatriarcalizar!”. En Chile, lxs metropolitanxs devienen-mujer al aire de Lastesis, al mismo tiempo lo devienen los pueblos indígenas. A través del devenir-mujer lxs metropolitanxs se componen con los pueblos indígenas en un gran movimiento destituyente y constituyente. En Mil mesetas Deleuze y Guattari dicen que “todos los devenires comienzan o pasan por el devenir-mujer” (una forma del devenir-minoritario, en la cual los hombres se arrancan junto con las mujeres de la binaridad patriarcal de lo masculino-mayoritario y lo femenino-minoritario). Todo esto explica cómo lxs chilenxs llegaron a elegir a una mujer mapuche, Elisa Loncon, como presidenta de su asamblea constituyente.”
Siempre creímos que en América Latina estaba la clave para un mundo mejor, y en esto el feminismo está cumpliendo un papel fundamental.
Si hablamos de la necesidad de un devenir revolucionario para superar la situación a que nos ha llevado el neocapitalismo y los poderes concentrados, el feminismo es la carta brava para ese logro.
Se plantea en la entrevista:
“- ¿Cómo sería una revolución en el contexto actual?
-Si actualmente la supervivencia del capitalismo depende de la formación de nuevos capitales industriales y ésta última depende del desarrollo de explotaciones extractivistas, su pregunta se puede traducir en la de cómo impedir que se lleven a cabo los proyectos extractivistas en todas partes del mundo. Esos proyectos no se realizan cuando rechazamos todxs trabajar para ellos. ¿Cómo podemos llegar a tal rechazo generalizado? Cuando liberamos nuestro deseo de su subordinación a la lógica del interés, es decir, cuando todxs devenimos-revolucionarios. Es esa subordinación la que nos hace desear entrar o quedarnos en las relaciones salariales con el capital. En resumen, la revolución no se hace sin nuestro devenir-revolucionario.”
La tarea no es sencilla, a la luz de la realidad. En el párrafo final, Hirose plantea la salida en relación con las indispensables sostenibilidad y sustentabilidad que requiere el mundo:
“Podemos decir lo mismo en lo que respecta a la cuestión medioambiental: los acuerdos internacionales de protección ambiental pueden perfectamente coexistir con las actividades que los ponen en suspenso o ignoran, tales como las explotaciones extractivistas en el sistema capitalista. Definiendo el capitalismo como axiomática, Deleuze y Guattari lo presentan como un conjunto de problemas para los cuales no hay soluciones más que creativas. Lxs humanitarixs, por ejemplo, deben hacer un esfuerzo más, el cual consistirá en crear una solución más general que la de la universalización de los derechos humanos. Lo mismo para lxs ecologistas, que deben ir más allá de su lucha por los axiomas verdes y crear una solución más general, capaz de imponer un límite absoluto a la axiomática capitalista misma.”
O sea que lo que estamos haciendo no alcanza, es más, podría ir en contra de sus objetivos, en la medida en que lleguemos a creer que estamos realmente transformando el mundo, y, en realidad, serían ser acciones cosméticas bajo las cuales todo sigue igual, o peor –como podemos observarlo hoy.
Se me ocurren un par de reflexiones, aquí y ahora, o sea en Argentina, y América Latina.
Aunque de la muerte del Capitalismo se viene hablando hace bastante, solo tenemos en claro las consecuencias de su existencia, pero sería muy difícil anunciar cuál sería el final, ni cuándo sucedería.
Lo que sí tengo en claro es la necesidad de trabajar para que ese fin se produzca de la manera menos traumática posible, aquí retomo los que dice Hirose.
Habrá transformación real, solo “cuando todxs devenimos-revolucionarios”.
No estamos hablando en el sentido histórico de lucha armada, que conocemos y hemos vivido, sino de la comprensión de lo que nos sucede como sociedad global y local, y, a partir de allí, de la determinación de buscar, promover y defender hasta sus últimas consecuencias los acuerdos que permitan avanzar en la solución permanente y creativa de los problemas que están destruyendo la humanidad y el ambiente.
Frente a este planteo, se visualiza un problema creciente: el avance de sectores de derecha, en diferente grado, incluso fascistas y violentos.
Podría dar ejemplos, bastante cercanos, como el golpe de Añez en Bolivia, o Bolsonaro, pero, si observamos los resultados de las PASO, tenemos la posibilidad cierta de que figuras radicalizadas de derecha logren lugares en el Poder Legislativo de nuestro país.
Estos personajes conservadores, que incluso cuestionan al feminismo, que defienden la mano dura contra los movimientos sociales y como medio para combatir la delincuencia, no van a apoyar este “devenir revolucionario”, todo lo contrario.
Por lo tanto, hay que entender que es la sociedad es la que deberá generar los movimientos y acciones que necesitamos para avanzar hacia la transformación que se plantea. Deberá plantear a los/las políticos/as la necesidad de que propongan –como condición para ser votados- proyectos y medidas que permitan mejorar nuestra vida, pero eso supone no comprar candidatos de bajo nivel político. Por ejemplo, he visto una propaganda de Vadillo, un político que ha tenido actitudes interesantes, con un aerosol anti K, como elemento de atracción para que lo voten. Más allá de lo berreta que es el spot, que un candidato del Partido Verde no tenga nada mejor que proponer que hay que barrer al kirchnerismo para mejorar el país, es de una pobreza política extrema. ¿Nada mejor puede proponer el Partido Verde?
Creo que la sociedad viene votando bien: no le gustó el macrismo, y no lo votó; estaba desconforme con la situación económica que no ha mejorado, sobre todo para los más vulnerables, y no fue a votar, o votó otras opciones.
Espero que en estas elecciones sigamos así.
Hay que reconocer que es muy difícil tener elementos objetivos para sacar conclusiones válidas sobre lo que pasa en Argentina, pero hay que intentarlo. El objetivo de este blog es colaborar en que mejore la comprensión de que hablo.
Creo que nuestro “devenir revolucionario” tiene que ver con esto: entender, no dejar que no nos engañen, participar en las actividades de las organizaciones o grupos que proponen hacer cosas frente a lo que nos sirve o perjudica, incluso ser protagonistas de nuevas acciones.
Por ejemplo, no compremos la propaganda de plataformas o franquicias que son estrategias de los poderes económicos concentrados para precarizar el trabajo, como UBER o CABIFY en el campo del transporte.
Hay muchos lugares de trabajo y/o lucha, busquemos el nuestro: nos va la vida en ello.
Esta nota del siempre claro Raúl Zaffaroni me gustó mucho porque resuelve un tema siempre polémico: conflicto o no conflicto en la política (también vale para la vida).
Es cierto que pareciera que resolver un proyecto político sin conflicto, solo por consenso, es lo ideal, y no es la idea ensalzar el conflicto como estrategia central y permanente, pero la historia del mundo muestra que las transformaciones difícilmente se den solo por consenso, porque el status quo y sus interesen no van a ceder sus posiciones sin defenderlas.
Copio un párrafo de la nota:
“Es más que obvio que no siempre se sale bien parado del conflicto, pero el 48% que en 2019 votó contra los que estaban destruyendo el país, lo hizo siguiendo la bandera de una fuerza política nacional y popular, enmarcada históricamente en el movimiento emancipador que postula como objetivos estratégicos la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.”
No voy a copiar muchas citas, todo lo contrario, porque lo importante es la lectura de la nota, y quiero partir de ella para aportar algunas ideas.
Como siempre, busco darle a la gente que me pueda leer bases para poder encontrar elementos objetivos de juicio que le permitan tomar las mejores decisiones posibles, partiendo de la base de que hay una gran dificultad para conocer lo que realmente sucede aquí, y en el mundo.
El planteo de los dos modelos que hicieron el Presidente y la Vicepresidente es verdadero, sin dudas. Es la manifestación argentina de lo que sucede en el mundo, con los matices que surjan en cada lugar.
Tampoco es nuevo: si no, ¿cuál es el sentido del título del libro que escribió D. F. Sarmiento en 1845: “Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas “?
En alguna entrada dije que el 17 de octubre de 1945, cuando nació el peronismo, nació, simultáneamente, el anti peronismo.
También hubo anti yrigoyenistas que salieron a festejar el golpe de Uriburu el 6 de septiembre de 1930. Una de las primeras cosas que hizo este Gobierno de facto fue intervenir la U. Nacional del Litoral, así que está claro que la metodología de los que se oponen a los Gobiernos que defienden las causas de las mayorías tampoco son novedosas.
Sabemos que Macri no quería más Universidades públicas, como tampoco Vidal, así que debemos hacernos cargo de que la Educación pública que permite a los/las argentinos/as tener estudios universitarios gratuitos pertenece al modelo que propugna el actual Gobierno de la Argentina, no al que propone el macrismo.
Sería un insulto a la inteligencia de la gente seguir abundando en ejemplos. Tenemos cuatro años de Gobierno macrista llenos de ellos.
Entonces, el conflicto entre los dos modelos está, como siempre en nuestra historia.
“La pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 en América Latina niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región y en las tasas de ocupación y participación laboral, sobre todo en las mujeres, debido a la pandemia del COVID-19 y pese a las medidas de protección social de emergencia que los países han adoptado para frenarla, informó hoy la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).” (https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta).
Tenemos las herramientas democráticas para hacer algo que mejore esta situación, que puede llevarnos a situaciones terminales, al igual que el deterioro ambiental, que es elegir Gobiernos que busquen el bienestar de las mayorías, no los acuerdos injustos, que acentúan la desigualdad y la pobreza.
Por supuesto, después están los aciertos y errores de los Gobiernos, cualesquiera que sean. No voy a entrar a analizar al actual, porque no es el objetivo de la nota, además de ser un tema trillado, más allá de que no nos sirva demasiado, pero estamos a mitad de un mandato, tal vez el más difícil que haya conocido, por lo tanto, no tendría sentido –y les hablo a los/las que lo votaron- retirarle el apoyo electoral al Gobierno y dejarlo en manos de una oposición que solo sabe destruir y falsear.
Esta crisis política que estamos transcurriendo demuestra que en el FdT hay capacidad de crítica, y estamos empezando una nueva etapa, que, si es exitosa, hará mejor nuestra vida; por lo tanto, quitarle capacidad de resolución por pérdida de mayoría legislativa, sería bastante suicida.
Incluso tenemos un lapso de un poco menos de dos meses para evaluar los resultados y perspectivas de esta etapa de la gestión. Por lo que estoy viendo, tienden a corregir los errores que le han reclamado al Gobierno, por lo tanto, unido a que estamos saliendo del periodo crítico de la pandemia, creo que seguramente veremos mejoras en nuestra calidad de vida, por lo menos, incipientemente.
De paso, hasta ahora hemos logrado contener la variante Delta, y no tenemos otra ola, como tienen muchos países. Lo digo como ejemplo de que hay que tratar de analizar todos los aspectos de la gestión para no dejarnos llevar por la propaganda. Hoy se levantó la obligatoriedad de usar el barbijo en espacios abiertos, y sin aglomeraciones, y el Gobierno de la CABA, con el explícito apoyo de Clarín, no lo va implementar. Resulta extraño que el mismo Gobierno que mantuvo abiertas en escuelas, en las peores circunstancias posibles, ahora sea cauteloso.
Conclusión: antes de votar traten de tener buena información, y no voten por bronca o por amor. En las PASO el voto fue útil, y el mensaje llegó, ahora busquemos otros criterios, para que el voto nos sirva a nosotros/as, no a quienes no buscan el bien común.
En 2023 será el momento de la evaluación de la gestión y de la elección de nuevos actores.
E. Raúl Zaffaroni sostiene en esta nota que uno de los factores que incidieron en la derrota electoral del Frente de Todos en las primarias es el desencanto como consecuencia de no afrontar los múltiples conflictos que el poder económico, judicial y mediático le planteó desde el comienzo de su gestión. Zaffaroni afirma que el movimiento nacional y popular – que es el gran dinamizador del cambio en la sociedad argentina – siempre se vigorizó en la lucha en defensa de los sectores populares. Y esa defensa es resolución de problemas enfrentando los conflictos que producen.
Por E. Raúl Zaffaroni (para La Tecl@ Eñe)
Siempre es fácil criticar desde la tribuna a los que corren tras la pelota en el campo de juego. Si bien hay periodistas deportivos responsables que ilustran porque saben técnicamente lo que dicen, no cualquier “hincha” desde la tribuna reviste esas condiciones.
Pero una “goleada” como la del domingo impacta emocionalmente y la invitación a recomponerse y seguir adelante, no excluye que, sin caer en el juicio fácil ni pretender ningún monopolio de la verdad, haya algún “hincha” capaz de aportar algo, porque también desde la tribuna se tiene una visión más completa de la cancha y, en una de esas, en el entretiempo, es posible soplarle algo al técnico, que contribuya a revertir la situación, máxime cuando el riesgo futuro es el de un desastre de mayores dimensiones todavía que el que se recibió en 2019.
Vistas las cosas con la mayor frialdad posible dentro de lo humanamente exigible, ante todo no cabe duda que las dos pandemias -la del neoliberalismo y la del virus- dejaron una catástrofe, que es el contexto en que se debió gobernar en estos dos últimos años. A eso se sumó una situación institucional que no facilita las cosas, es decir, sin mayoría propia asegurada en las Cámaras del Congreso, con una justicia montada en parte “a dedo” con los “jueces propios” del “lawfare”, un ministerio público descabezado en manos de un funcionario a la medida de la oposición y una Corte Suprema en la vereda opuesta, no es precisamente el ideal. En lo económico, una deuda astronómica que se debe negociar esquivando “ajustes”. En lo social una marcada concentración de riqueza, con jubilaciones y pensiones por debajo de la línea de pobreza, inflación y descontrol de precios de alimentos, no son para nada buenos indicadores de mínima justicia social, teniendo en cuenta que en los cuatro años previos se había acentuado mucho la estratificación y consiguiente desigualdad social. En lo político, las cosas tampoco son sencillas, porque se cuenta con una fuerza política “frentista” que, si bien goza de una sana heterogeneidad y tiene una militancia envidiable, algunas veces parece agrupar más por el pánico que por el amor.
Todo ese paquete de elementos negativos lo cierra el moño del partido político de medios –llamado “medios hegemónicos”- y una oposición desalmada y jugada por los intereses financieros, que no respeta el menor y más elemental límite ético y a veces ni siquiera humano.
Pero sin perjuicio de todo lo anterior –que sólo alguien privado de los cinco sentidos podría negar- también debe reconocerse que, para el electorado, se hicieron algunas cosas mal o no se hicieron, y la reacción fue un garrotazo electoral que obliga a escuchar la “vox populi” y a pensar seriamente qué dice.
Esto último es ahora una verdad poco discutible, porque es obvio que algo determinó que una parte del 48% del 2019 decidiese dispersarse en forma que, desde un frio cálculo lógico no resulta racional, porque no se explica que quienes más sufren voten a quienes proponen derogar la indemnización por despido y emiten juicios elitistas desde Palermo, o bien no voten y les dejen el campo libre.
Pero esto no significa que esa parte del electorado sea “irracional” ni que se “corra a la derecha fascista”. Estas afirmaciones superficiales son falsas, implican una subestimación ofensiva a nuestro pueblo, que fue el mismo que votó hace dos años, y además son formuladas sin tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son conceptos que deben matizarse en una región victimizada por el tardocolonialismo financiero con disfraz “liberal”.
Estas simplezas olvidan que la “bronca” contra la injusticia no sale de la razón sino de la esfera emocional o afectiva, que hace que cuando alguien sienta una profunda “bronca”, le tire al otro con lo que tiene más a mano.
Es cierto que lo más determinante fue la economía, que privilegió lo macroeconómico en desmedro de lo “micro”, tal como lo señalan algunos protagonistas en sus primeras reacciones, pues por lo que sea, lo cierto es que no se logró revertir la pobreza que dejó la pandemia neoliberal. En consecuencia, no sólo será necesario escuchar mejor, sino resolver el problema. Pero para eso, entre otras cosas, también será necesario plantarse frente a los “formadores” de precios y, con toda seguridad, eso generará un conflicto.
También generaría un conflicto de máxima resonancia plantarse frente a una Corte Suprema que pondrá todos los obstáculos imaginables e inimaginables a cualquier medida económica fuerte, como lo demostró al asumir el papel de máxima autoridad científica en epidemiología y al no importarle que se haya condenado a alguien en base al dicho de un testigo sobornado. No menos estruendo conflictivo causaría confrontar con los jueces del “lawfare”, que continúan alegremente su campaña persecutoria con presos políticos y procesos inventados.
Más grave aún sería el conflicto que generaría restablecer la vigencia de la “ley de medios”, pues se volvería loco el partido político único del monopolio mediático (versión folklórica de trozos del “Pravda” y del “Völkischer Beobachter” con “chimichurri”) que todos los días lanza las peores infamias y hace circular las “fake news” más escandalosas e insólitas, hasta tomar impunemente cualquier veneno por televisión.
Es verdad que no conviene abrir todos los frentes de lucha y menos generar conflictos gratuitos, pero la cuestión es que los problemas existen y no es posible resolverlos sin pisarle algún pie a alguien y generar un conflicto. Es inevitable optar entre “conflicto y solución” y “no conflicto y no solución”.
Es más que obvio que no siempre se sale bien parado del conflicto, pero el 48% que en 2019 votó contra los que estaban destruyendo el país, lo hizo siguiendo la bandera de una fuerza política nacional y popular, enmarcada históricamente en el movimiento emancipador que postula como objetivos estratégicos la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
El movimiento nacional y popular argentino tuvo luces y sombras, alguna “agachada” en que vendió las “joyas de la abuela”, pero incluso en esos malos momentos nunca descuidó la microeconomía y, cuando hubo que remontar el desastre, retomó la épica del conflicto. Perón, Eva Perón, Néstor y Cristina no le tuvieron miedo al conflicto, que es inevitable para resolver problemas. Y a lo largo de casi ochenta años hubo confrontaciones que dieron lugar a triunfos y derrotas. ¡Vaya si hubo batallas perdidas en la lucha! Pero también otras ganadas, por cierto, y por suerte muchas.
Los sociólogos suelen dividirse entre “sistémicos” y “conflictivistas”. Hay quienes conciben a la sociedad como un “sistema” asentado sobre el “consenso”, y otros como un conjunto de grupos en conflicto con cierto equilibrio inestable. Ninguna de ambas visiones es verificable, pero se trata de algo así como dos armarios en que cada sociólogo ubica los hechos sociales y desde allí los explica. En esto, ambos tienen dificultades, porque los organicistas o “sistémicos” no pueden explicar bien la dinámica de las sociedades, y los “conflictivistas” tampoco los elementos de permanencia. Pero lo único cierto es que el “conflicto” es el motor de los cambios sociales y, como ninguna sociedad humana es estática, el conflicto es inherente a toda sociedad.
El movimiento nacional y popular fue siempre de lucha y, como en sus momentos de mayor brillo, para resolver problemas no escatimó plantear conflictos, fue el gran dinamizador del cambio en la sociedad argentina. Incluso cuando no tuvo éxito, igualmente planteó bien el conflicto, con posiciones claras, de modo que todos entendieran que si no se pudo no fue por falta de vocación de cambio, sino que “si ahora no fue, será en la próxima” y la lucha sigue.
Esa lucha política siempre es por derechos, porque éstos nunca se obtienen por “consenso” ni por cesión graciosa, sino por conflicto. No se trata de hacer lo imposible, sino de hacer lo posible y esforzarse para que lo imposible sea posible y, si no lo fuere, que quede claro que se planteó el conflicto y que se seguirá luchando sin temor, porque el conflicto es lo que atrae y encolumna, no sólo a los jóvenes sino a todos, pues marca el camino de lucha por los derechos y de paso, también hace que a la hora de obtenerlos se valoren y se cuiden más.
Nadie tiene la flauta mágica para encantar, pero tampoco se lo hace con la invocación del “consenso”, en especial cuando no puede haberlo, porque es imposible consensuar con un contrincante que no cesa de dar trompadas y rodillazos por debajo del cinturón ante la mirada distraída de un árbitro que juega para el otro. Es imposible “acordar” nada en estas condiciones.
Quizá el único acuerdo básico que, pese a algún balazo de 22 y algún bombazo, todavía se respeta bastante –en comparación con otros países de la región- es la no violencia física, porque la verbal y escrita se perdió hace mucho y el respeto al “otro” no se diga. Ojalá sigamos conservando ese límite mínimo y nos esforcemos por hacerlo, porque los del otro lado, desde 1930 en adelante no fueron precisamente Gandhi, sino que hasta el día antes de irse del gobierno contrabandearon armas para que la dictadura boliviana masacrase a sus ciudadanos pobres.
El pueblo observa y percibe que, mientras sufre con las jubilaciones y salarios de miseria, se evita el conflicto, cuidando no ofrecer muchos flancos de ataque a la tribuna de doctrina “gorila” y al pulpo mediático del partido único.
Esto no significa negar lo positivo hecho en estos dos años, porque es innegable que se hicieron cosas. La primera es que si en 2019 ese 48% no hubiese votado como lo hizo, hoy se habrían muerto “los que tenían que morirse” y tendríamos tres veces más muertos, conforme al criterio de que los “débiles” deben desaparecer, al estilo del viejo Spencer, resucitado y maquillado por nuestro neoliberalismo “prêt à porter”.
Es innegable que se hicieron cosas muy positivas en estos dos años, pero con el “no hagan ola” se quisieron captar a quienes no habían sido parte del 48% en el 2019 y, como siempre sucede en estos casos, no se encanta a los “otros” y se desencanta a los propios, porque el encanto se produce con el conflicto, que convoca y genera el sentimiento de pertenencia, de comunidad de lucha por los derechos. En la carrera “se ven los pingos” y, aunque se salga averiado, las banderas quedan en alto y la lucha sigue, porque es la esencia misma de la política.
Cuidado que con esto no se debe entender que la esencia de la política sea elegir al “otro” al que aniquilar, como decía el nazi Carl Schmitt. No, en modo alguno, no se trata de “aniquilar” a nadie, pero sí de luchar, de competir, de estar en la cancha o en el “ring”, tratando de ganar, no de “aniquilar” ni destruir. Quien pretenda hacer lo de Schmitt es un criminal degenerado al que hay que sacar del juego de la política y meterlo en la cárcel, porque el conflicto no es una lucha entre asesinos, sino entre competidores. La política es eso, competencia conflictiva, y deja de ser tal cuando se la entiende como mera “administración”, aunque sea prolija.
Por esa razón, sin duda habrá que resolver los problemas de los más humildes, pero para eso será inevitable entrar en conflicto con fuertes poderes fácticos, con el partido político único de medios y también con el árbitro que juega en contra. Nadie sabe si se saldrá bien o mal del conflicto, pero hay que plantearlo y así se recuperará la épica de lo nacional y popular.
El pueblo no es injusto y, por eso, no es verdad que el voto de quienes no repitieron el de 2019 fue un “voto castigo”, no lo fue, pero fue un “voto desencanto”. Perón convocando a los sindicatos o lanzando la campaña contra la especulación, Evita desafiando a la oligarquía, Néstor denunciando a la “mayoría automática”, bajando el cuadro o confrontando con el supuesto “campo”, no esquivaron los conflictos y justamente por eso señalaron caminos, sumaron, generaron lazos empáticos de solidaridad, pertenencia y comunidad, en una palabra, encantaron.
Un movimiento popular y nacional que durante ochenta años luchó, ganó y perdió, pero siempre confrontó, sufrió las peores derrotas y se rehízo, padeció las “agachadas” de sus propios y supo recuperar su identidad, si de pronto muestra temor al conflicto, no puede menos que desencantar. Ese es el problema y, además, si los conflictos que esquiva son los que hacen a la microeconomía y de paso deja a sus compañeros presos o procesados, el desencanto es aún más inevitable.
Por otra parte, la comunicación en el reducido espacio de poder mediático que se pudo retener, no fue la mejor. No era imaginable que en 1945 el peronismo centrase su publicidad en mostrar las internas entre los radicales “unionistas” e “intransigentes” de aquel momento.
Ahora, si por un lado se quiso organizar un grupo de meditación y al frente le montaron un “ring”, no fue lo más sensato centrar la atención en el “ring” opositor, porque siempre ese espectáculo atrae más público y, al final, lo que se hace es dar publicidad a los boxeadores.
Desde la tribuna –sin pretensión de verdad, sólo como opinión de “hincha” observador- estamos seguros que se remontará el cachetazo, porque lo nacional y popular se renueva, pero nunca desaparece, pero para eso será necesario “reencantar”, lo que presupone ponerse a confrontar en serio.
Sólo así los jóvenes y los no jóvenes saldrán de una “apatía” que no es tal, sino puro desencanto, porque mientras padecen injustamente no se les muestra ningún camino ni se los convoca a ninguna lucha por sus derechos y se muestra temor al conflicto ineludible. Por eso se “embroncan” y tiran con lo que tienen a mano, que no son más que los “boxeadores” del “ring” opositor, previamente publicitados por los propios.
En las elecciones del domingo 12 de septiembre me pasó algo inusual: el resultado me sorprendió. En la previa no había mucha información firme: pocas encuestas, variables que uno no sabía cómo se definirían, por ejemplo, el modo en que votarían los vacunados, el hecho de que las PASO son elecciones de medio término con particularidades difíciles de anticipar en estas circunstancias inéditas, pero desde el sábado comenzaron a filtrarse de datos de fuentes confiables que auguraban alrededor de cuatro puntos de ventaja para el FdT, lo que fue confirmándose en la tarde del domingo.
Por eso, cuando Wado de Pedro anunció que estaban los resultados del 60% de las mesas, y vi la ventaja de JxC –que nunca se modificó- quedé sorprendido.
Hace un rato encontré esta nota en Página 12:
PASO 2021: los encuestadores y las razones de la caída del voto peronista
“En la previa de las PASO hubo muy pocas encuestas: las fuerzas políticas se reservaron el dinero para las elecciones de noviembre. Aun así, todos los sondeos de Provincia de Buenos Aires daban arriba al Frente de Todos (FdT) por cuatro o cinco puntos. El propio domingo hubo dos encuestas en boca de urna.
La del oficialismo la hizo el CEOP, que encabeza Roberto Bacman: adelantaba siete puntos a favor de Victoria Tolosa Paz-Daniel Gollan. La de Juntos por el Cambio (JxC) no tiene autor conocido. Pero a las 18, desde las oficinas de Horacio Rodríguez Larreta enviaron el pronóstico final: 38,6 por ciento para el FdT y 34,7 para la sumatoria de las dos listas de JxC. La fuerza amarilla no quiso revelar quién hizo la encuesta, pero le asignaba el triunfo por cuatro puntos al peronismo.
Bacman –en diálogo con Página/12– sostuvo que “evidentemente hay un fenómeno profundo que las encuestas no sirvieron para detectar. No hubo error en el voto de JxC: pronosticamos 36 y fue 38, seguramente porque Facundo Manes consiguió dos puntos más de lo que analizamos. También fuimos precisos en el bajo voto de Florencio Randazzo y José Luis Espert, además de los cinco puntos de la izquierda. El gran problema fue el voto del peronismo. Es evidente que hubo una masa de votantes del FDT que no fue a votar. Y no lo hizo por bronca, por descontento, porque no recibió ninguna de las asistencias que hubo frente a la covid, porque perdió su trabajo o changa y, en el tercer cordón, la lluvia de diez días seguidos, también jugó un papel en el ausentismo o en el voto en blanco de ese voto que siempre fue para el peronismo.
Parece obvio que no hubo dolo –manipulación– en los diagnósticos porque el encuestador de Juntos no tendría razón para perjudicar a la misma fuerza que lo contrató. Es decir que la cuestión es más de fondo: las encuestas están con graves problemas –no es de ahora– para percibir lo que sucede en determinados escenarios políticos y cuando hay situaciones de bastante paridad.
Los que realizan los sondeos presenciales se encuentran con accesos difíciles en barrios de clase media y también en los más humildes. Las telefónicas tienen problemas ante la paulatina desaparición de los fijos, sobre todo en hogares de bajos recursos; en los celulares, la gente es reacia a contestar y el uso de muestras de las redes recién está en sus comienzos.
Los consultores, en general, afirman que tienen factores de corrección para cada uno de los métodos. En las bocas de urna –hechas a la salida de los colegios– el gran problema es interpretar a los que se niegan a contestar.
Entre los encuestadores hay unanimidad en que el problema mayor fue la detección de la caída del voto peronista. Lo que sacó JxC se parece a lo obtenido a nivel nacional en 2017 y 2019: cerca del 40 por ciento nacional.”
Que JxC no saque más del 40% histórico, cuando llevás dos años terribles de Gobierno, es un dato importante; es más, diría que, arrojando una mirada histórica a lo que vivió Argentina (como el mundo), podría haber sido peor.
Por supuesto, JxC lo venderá como un enorme triunfo y el preanuncio de la derrota del FdT en noviembre y en el 2023, como marcan los manuales, pero tenemos que tratar de ver lo mejor posible la realidad en que vivimos.
En la misma nota se mencionan varios comentarios de algunos consultores sobre lo que pasó:
“Mucho votante del FdT está enojado porque se frustró la expectativa de cambio en la economía. Influyó la pandemia, pero están decepcionados” (Bacman).
El núcleo duro se mantuvo firme y comprendió la pandemia. Pero hay un núcleo más volátil, que votó sucesivamente a Sergio Massa, Francisco De Narváez o Florencio Randazzo que esta vez no fue a votar” (Facundo Nejamkis).
Las consecuencias de la pandemia fueron notorias, entre ellas la no-presencialidad escolar. Fue muy difícil de manejar para las familias. Buena parte de los alumnos apenas se manejaban con un celular y las maestras tuvieron dificultades. Es distinto a las posibilidades en los países desarrollados. Desorganizó muchísimo” (Nejamkis).
Si se perdió en La Pampa y en todas las provincias limítrofes, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, significa que hay un tema económico más general y, además, una cuestión con la política hacia el campo. Se prometió encender la economía y no se pudo por la pandemia y también por falencias en la ejecución. Se prometió unir a los argentinos y no se pudo avanzar: hubo momentos con Horacio Rodríguez Larreta, pero se terminó frustrando” (Hugo Haime).
Es muy difícil con el asado a mil pesos. Eso es parte de la demanda económica insatisfecha. Desde ya que la pandemia repercute negativamente, pero hubo desaciertos en la conducción” (Analía Del Franco)”
También se pueden mencionar factores más difíciles de dimensionar, como la fiesta de Olivos, pero son negativos y suman en contra del Gobierno.
Me parece importante el hecho de que en el FdT no había que dirimir candidaturas, y en JxC, sí, lo que le dio más interés a la participación y a la emisión del voto. En la nota lo plantean así:
“También hay otros dos factores más estructurales señalados por los encuestadores. Las competencias en Juntos por el Cambio, entre Diego Santilli y Facundo Manes; María Eugenia Vidal y Ricardo López Murphy; Luis Juez y Mario Negri y varias otras competencias en distintos distritos, potenciaron a la alianza. Hicieron más atractivo el voto: “Hubo mucha oferta”, definieron.
Del otro lado, se afirma que muchos intendentes del peronismo exhibieron cierta pasividad: “Estamos mirando”, argumentaron. No se jugaban demasiado en las PASO, sí se jugarán la integración de los consejos deliberantes en noviembre.”
De todas esas opiniones, la de Bacman me parece un análisis correcto:
“El gran problema fue el voto del peronismo. Es evidente que hubo una masa de votantes del FDT que no fue a votar. Y no lo hizo por bronca, por descontento, porque no recibió ninguna de las asistencias que hubo frente a la covid, porque perdió su trabajo o changa y, en el tercer cordón, la lluvia de diez días seguidos, también jugó un papel en el ausentismo o en el voto en blanco de ese voto que siempre fue para el peronismo”.
Otro tema que habría que analizar es por qué el éxito de la vacunación no movió más la balanza para el lado del Gobierno. Está claro que la gente valora mucho la vacuna anti covid, pero en la elección no lo tuvo como determinante.
Es real que no es fácil entusiasmar para votar en las PASO de término medio, y si, como en Mendoza hay decepción y desánimo por la conducción del peronismo local, todavía peor. No le peleamos nunca nada al cornejismo, que tiene muchísimo por lo que dar cuentas, como la gestión de salud y educación, o la deuda en dólares que tomó para la Provincia, y nos conformamos con ser la segunda fuerza local, y con que algunos dirigentes tuvieran los cargos entrables.
ESO NO ES LO TENÍA QUE HACER EL PERONISMO, Y LOS/LAS COMPAÑEROS/AS LO SENTÍAN ASÍ.
Pienso que es imposible negar que hubo un voto bronca en las elecciones, pero, si en Mendoza el FdT perdió en dos municipios y Cambiemos en tres, hay que tener cuidado con las generalizaciones excesivas.
Acabo de escuchar que el dólar blue bajó tres pesos, que en el Mercado subieron las acciones y los bonos, y bajó el Riesgo País. Algún análisis plantea que ya están celebrando que el Gobierno perderá las elecciones de noviembre. Tal vez sea así, pero lo que sí creo es que están apostando a que el Gobierno tenga que cerrar un acuerdo con el FMI aceptando sus condiciones, como, por ejemplo, eliminar la indemnización por despido, que es lo que viene empujando el macrismo (Larreta y Manes). Esto es lo que no hay que hacer, porque es lo que haría el macrismo, y no llegamos al Gobierno para eso.
No hay que volverse loco/a. Hoy he leído a aparentes compañeros abundar sobre lo que no hizo el Gobierno y lo que debe hacer. Aparte de que ahora cualquiera habla, una cosa es tomar las medidas que necesitan los sectores más vulnerables de la sociedad (la clase media también, como los jubilados), y otra plantear estrategias inviables.
Por ejemplo, necesitamos un sistema legal y financiero que permita que la gente pueda tener un lugar para vivir y trabajar (no falta tierra en Argentina), pero otra cosa sería proponer una Reforma agraria que les permita a los sectores conservadores (desde el macrismo hacia la derecha) levantar banderas contra el Gobierno calificándolo de comunista, además seguramente tendría muchísimas trabas legales que la harían imposible.
Por lo tanto, además de las medidas de corto plazo que mejoren la situación de los sectores más vulnerables, hay que profundizar las que hagan a Argentina un país más justo y equitativo.
“Están en juego dos modelos de país”: fue la arenga final de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el cierre de campaña del FdT. Es verdad, y es lo que los/las argentinos/as deben comprender que se juega en las elecciones, en todas las que vienen.
Los que apoyan al modelo que destruyó a país con el macrismo, no son mucho más que el 40% que mencioné antes; así que tenemos trabajar, en dos direcciones: una, que seamos el Gobierno que prometimos y que nuestra condición de peronistas nos exige; otra, en que quede claro que el modelo que propugnamos es mejor, y apunta a la felicidad del pueblo.
Hace un rato hablé con un precandidato triunfador del FdT para Guaymallén y coincidimos que había que poner todo lo que haga falta para las elecciones de noviembre, y después, recuperar un peronismo que le ofrezca a los/las mendocinos/as una propuesta que nos saque de la decadencia en que hemos caído porque nuestros Gobiernos –tal vez desde el retorno a la democracia- no han desarrollado proyectos políticos que hayan diversificado la economía, que nos hayan permitido tener una red vial idónea, que hayan desarrollado un plan para no estar permanentemente en crisis hídrica.
ASÍ QUE DEJEMOS DE HACER POLÍTICA EN LAS REDES, SAQUEMOS EL “BASTÓN DE MARISCAL” QUE DEBERÍAMOS TENER EN NUESTRAS MOCHILAS, SAQUEMOS PECHO Y HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.
Estaba apagando la computadora, y vi de pasada el título de abajo en Página 12, sin dudar lo ubiqué porque tiene que ver con un tema que he tocado más de una vez: el poder de las corporaciones y el modo en que están llevando a la humanidad al abismo.
“El economista griego y ex ministro de Finanzas de Grecia Yanis Varoufakis publicó “El tecnofeudalismo se está apoderando” (mejor, tomando el control), en Project Syndicate, texto que permite profundizar el análisis acerca de lo que está pasando en la economía con la expansión de las corporaciones.
Es un interesante aporte para eludir análisis rústicos que circulan y para escapar de las vulgaridades de la secta de economistas ortodoxos. Varoufakis afirma que “así como el capitalismo desplazó al feudalismo de forma gradual, subrepticia, hasta que un día la mayor parte de las relaciones humanas se basaron en el mercado y el feudalismo fue barrido, el capitalismo actual está siendo derrocado por un nuevo modo económico: el tecnofeudalismo”.”
Se refiere a un proceso que ha hecho que los gigantes tecnológicos tengan tanto dinero en efectivo que puedan hacer prácticamente lo que quieran sin que les importen los sistemas tradicionales de control del sistema capitalista, como los Bancos Centrales.
Así lo explican:
“El estudio del FMI describe que las empresas con mayor poder de mercado responden menos a las acciones de la política monetaria debido a que contabilizan ganancias abultadas.
Esas utilidades, que se incrementaron pese a la tragedia de la pandemia o, para ser precisos, las aumentaron gracias a la pandemia, hacen que esas empresas sean menos sensibles a los cambios en las condiciones de acceso al financiamiento por decisiones de las bancas centrales.
Esos economistas fondomonetaristas ponen por ejemplo que, en marzo de 2021, Apple tenía más de 200.000 millones de dólares en efectivo y en inversiones en acciones y bonos, mientras que Alphabet (Google) tenía más de 150.000 millones de dólares.”
Podemos comprobar esta expansión de las plataformas digitales sin llegar a esos ejemplos enormes, miremos la proliferación y competencia de las plataformas –en gran medida transnacionales- a nuestro alrededor en diversos rubros: transporte de pasajeros, deliveries, inversiones, educación, comercio.
Está claro que han contribuido en la concentración del poder corporativo en detrimento de empresas pequeñas, o emprendedores personales, como son los taxistas frete a Uber y a Cabify, por ejemplo.
Piensen que, en cierto momento, no se podía ni ubicar en Buenos Aires al responsable de Uber que representaba a una plataforma internacional sin problemas en invertir a pérdida el tiempo que haga falta hasta que sus competidores se fundan y desaparezcan y quedar dueños del mercado.
También colaboran en la precarización del trabajo. Pensemos en los que hacen delivery: los llaman emprendedores, pero tienen que poner su vehículo, ni tienen cobertura social y laboral.
No es loco rescatar el término feudalismo: hay un retroceso de las condiciones, no solo laborales, sino de vida. Esto se acentuó con la pandemia, pero no para todos:
“La pandemia dejó al descubierto la actual fase histórica del capitalismo concentrado cuando, por primera vez, una extraordinaria crisis económica-financiera global no afectó en forma negativa el negocio bursátil.
Por el contrario, el índice promedio de las principales bolsas mundiales está en niveles record, mientras las economías se derrumbaron y están tratando de recuperar lo perdido, la desocupación se ha disparado y el drama sanitario y social ha sido fulminante.”
Los ricos se hicieron más ricos. Oxfam Internacional dice: “La recesión ya ha acabado para los más ricos. Desde el inicio de la pandemia, la fortuna de los 10 hombres más ricos del mundo ha aumentado en medio billón de dólares, una cifra que financiaría con creces una vacuna universal para la COVID-19 y que garantizaría que nadie cayese en la pobreza como resultado de la pandemia. Al mismo tiempo, la pandemia ha desencadenado la peor crisis laboral en más de 90 años, y cientos de millones de personas se encuentran subempleadas o sin trabajo.” (https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/los-mega-ricos-han-recuperado-las-perdidas-ocasionadas-por-la-pandemia-en-un-tiempo)
Ahora bien, hay un hecho importante para analizar: a pesar del esfuerzo de las propagandas en contra del Estado que han desarrollado los neoliberales en Argentina (y en toda América Latina) estigmatizando los populismos (con poca seriedad y respaldo académico), el Estado ha salido fortalecido en la visión de la sociedad.
Hasta The Economist lo plantea (“Después de la enfermedad. El largo adiós a la covid-19): “… durante la pandemia, los gobiernos han sido el principal canal de información, los que establecieron las reglas, fueron la fuente principal de dinero en efectivo y, finalmente, se han convertido en los proveedores exclusivos de vacunas.
Calcula que los Estados de los países ricos pagaron 90 centavos por cada dólar de producción perdida.”
Por eso importa no dar valor a la oposición argentina y los medios aliados (plataformas de comunicaciones que concentran la mayoría de las empresas locales) que militan una versión atrasada de la realidad. El Estado es el único que puede enfrentar a esas corporaciones que parecen modernas, pero que nos acercan a ese feudalismo que denuncia Zaiat.
Si no lo creen, vean lo que ha hecho Biden:
“El gobierno demócrata de Joe Biden decidió intervenir en este escenario de expansión económica y de poder de las corporaciones.
El 9 de julio pasado, Biden firmó una orden ejecutiva (decreto) con 72 medidas que busca limitar el poder de las grandes compañías para que bajen los precios de los productos y aumente la competencia.
Los sectores alcanzados van desde tecnología y transporte hasta salud y bancos, pasando por la agricultura y el negocio farmacéutico.
Biden quiere reforzar la aplicación de las leyes antimonopolio para combatir “prácticas anticompetitivas”. Apunta, por ejemplo, a las fusiones o adquisiciones, algo común entre gigantes tecnológicos como Facebook, Google, Apple y Amazon.
El objetivo expuesto por Biden es potenciar una mayor competitividad en la economía estadounidense, así como lograr “precios más bajos y aumentos de salarios”.
“No más tolerancia a las acciones abusivas de los monopolios. No más fusiones perversas que conducen a despidos masivos, precios más altos y menos opciones para los trabajadores y consumidores”, afirmó Biden.”
La recuperación de la economía que ha comenzado en Argentina tiene mucho que ver con las medidas que ha tomado el Estado, a pesar del daño que generado la pandemia, como en el resto del mundo.
La conclusión de la nota es lo que quiero resaltar porque es la clave, y es lo tenemos que entender:
“El desafío para economías periféricas como la argentina, en este mundo en transformación y de pospandemia, es no caer en las trampas de recetas tradicionales de la ortodoxia, y encontrar espacios para el desarrollo nacional entre las fisuras de esta nueva y compleja etapa de la globalización.”
Me parece que queda en claro lo que podemos hacer, y que siempre han sido los objetivos de mis entradas: comprender la realidad y tomar la mejor decisión posible para nuestro país y sociedad.
No naturalicemos estas prácticas abusivas como que “el mundo ahora es así”, aunque es cierto: es así porque las corporaciones que se enriquecen, mientras el mundo se empobrece, hacen lo que le conviene a su poder concentrado, aunque tengan que desforestar la Amazonía.
Lo que intenta Biden en EEUU, es lo que hay que hacer acá, de la mejor manera posible, y como sociedad debemos apoyarlo y votar al que nos asegure esa vocación porque es lo que nos conviene.
Lean la nota entera, Zaiat escribe, en general, buenas notas, y esta lo es.
Estaba leyendo un libro que recomendó Alejandro Bercovich en “Brotes verdes”, se llama ¡Contrahegemonía ya!, de Nancy Fraser (Siglo veintiuno, 2019), cuyo subtítulo es Por un populismo progresista que enfrente al neoliberalismo. En esa tarea, me encontré en el Dipló con una entrevista al brillante Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia acompañando a Evo Morales (2006-2019) (https://www.eldiplo.org/notas-web/hoy-el-neoliberalismo-es-el-defensor-de-un-mundo-en-retroceso-no-un-constructor-de-futuro/).
De ambas lecturas surgió la posibilidad de volver a presentar una nueva entrada sobre el tema del neoliberalismo sobre el que ya hecho algún aporte.
Desde hace un buen tiempo se viene anunciando, desde más de un sector, el fin del neo liberalismo, en parte por sus nefastas consecuencias para el mundo -por lo menos, para más del 90% de él-, en parte por su agotamiento como modelo (¿lo ha sido realmente?) y por las reacciones que ha desatado, como lo vivimos en América Latina (Chile, Colombia, Ecuador son ejemplos cercanos)
Sin embargo, como dice la cita falsamente atribuida a Zorrilla de San Martín; “Los muertos que vos matáis gozan de buen salud”, que no será buena salud, pero la realidad es que este neo liberalismo sigue decidiendo gran parte de nuestras vidas.
Por eso, me resultó interesante la lectura de Fraser. Voy a rescatar algunas de sus afirmaciones:
“A primera vista, la crisis de nuestros días parece ser política. Su expresión más espectacular está aquí mismo, en los Estados Unidos: Donald Trump, su elección, su presidencia y la disputa que la rodea. Pero no faltan situaciones análogas en otros lugares: la debacle del brexit en el Reino Unido; la menguante legitimidad de la Unión Europea y la desintegración de los partidos socialdemócratas y de centroderecha que abogaban por ella; también la bonanza creciente de los partidos racistas y antiinmigrantes en el norte y el centro-este de Europa, más el surgimiento de fuerzas autoritarias, entre ellas algunas que pueden calificarse de protofascistas, en América Latina, Asia y el Pacífico. Nuestra crisis política, si de eso se trata, no es solo estadounidense, sino global.” (Op. Cit., p. 21, 22)
Me pareció una buena y sintética descripción de la situación global, que no deja dudas sobre la existencia, no nueva, pero sí, acentuada, de la situación de crisis.
Fraser amplía su afirmación, y nos pone frente a otro rasgo de la realidad actual:
…todos estos fenómenos tienen una característica en común. Todos implican un debilitamiento drástico, si no, un liso y llano derrumbe, de la autoridad de las clases y los partidos políticos establecidos. Es como si multitudes de personas en todo el mundo hubiesen dejado de creer en el sentido común imperante que apuntaló la dominación política durante las últimas décadas. Como si esas personas hubieran perdido la confianza en la buena fe de las élites y buscaran nuevas ideologías, organizaciones y liderazgos.” (p. 22)
La cita que voy a hacer ahora contiene, tal vez, lo más terrible, porque no es solo lo que ha pasado y/o está pasando, sino lo que puede pasar, siempre que no acertemos en lo que ella llama medidas contra hegemónicas:
“Los fenómenos mencionados constituyen la faceta específicamente política de una crisis más amplia y proteica que presenta otros aspectos -el económico, el ecológico y el social- que, tomados en conjunto, dan por resultado una crisis general. Lejos de ser sectorial, la crisis política no puede entenderse al margen de los bloqueos a los que responde en otras instituciones, aparentemente no políticas. En los Estados Unidos esos bloqueos incluyen la metástasis de las finanzas; la proliferación de “McEmpleos” precarios en el sector de servicios; el incremento imparable de la deuda de los consumidores para permitir la compra de baratijas producidas en otros lugares; el crecimiento conjunto de las emisiones de dióxido de carbono, los climas extremos y el negacionismo de la crisis climática; el encarcelamiento masivo de personas de determinadas categorías raciales y la violencia policial sistémica, además de un estrés en aumento que afecta la vida familiar y comunitaria, debido en parte a la prolongación de la jornada laboral y la disminución de las ayudas sociales. En conjunto, estas fuerzas socavan desde hace algún tiempo nuestro orden social sin producir un terremoto político. Ahora, sin embargo, todo puede suceder. En el extendido rechazo hacia la manera habitual de hacer política, una crisis sistémica objetiva ha encontrado su voz política subjetiva. La faceta política de nuestra crisis general es una crisis de hegemonía.” (p. 23, 24)
Si leemos con cuidado, veremos que esos “bloqueos” también se dan por estos lares. ¿O no encontramos deliverys en moto o bicicleta por todos lados? ¿No son McEmpleos? ¿Uber, Cabify?
Me resultó interesante la siguiente afirmación:
“Al menos desde mediados del siglo XX, la hegemonía capitalista se forjó en los Estados Unidos y en Europa mediante la combinación de dos aspectos diferentes del bien y la justicia: uno centrado en la distribución, otro en el reconocimiento. El aspecto distributivo indica cómo la sociedad debería asignar los bienes divisibles, en especial el ingreso. Este aspecto remite a la estructura económica de la sociedad y también, aunque de manera indirecta, a sus divisiones de clases. El aspecto del reconocimiento expresa cómo la sociedad debería atribuir el respeto y la estima, que son las marcas morales de la pertenencia y la integración.” (P. 25)
Los dos aspectos que subrayo me parecen una manera clara de comprender cómo actúa el neoliberalismo, en cualquiera de sus variantes. El problema es que, al final, más allá de las declaraciones edulcoradas con que quieren vendérnoslas, han terminado en financiarización y meritocracia.
O sea, destrucción de la industria y todo lo que agrega valor a los productos básicos que necesitan los países centrales y sus corporaciones y profundización de las actividades especulativas que enriquecen al 1% dueño de la mayoría de las riquezas del mundo.
O sea, reducción de las oportunidades para gran parte de la sociedad, sin educación ni salud públicas, y trasladar la responsabilidad del fracaso individual a la falta de entusiasmo y comprensión de cómo se triunfa en este mundo duro.
Afortunadamente, hubo otro modelo –por eso, la descalificación del peronismo, llamándolo populismo para disimular un poquito-, que nos ha dejado educación pública, incluso superior y universitaria, y que hoy, por ejemplo, en Mendoza, los hospitales públicos ofrezcan mejor atención que la mayoría de las clínicas privadas.
Es el mismo modelo que impulsó la Ciencia, la Técnica y la Tecnología que nos permiten tener satélites o producir vacunas y remedios anti covid.
También es el que permitió un desarrollo industrial –todavía insuficiente, y mayormente de industria liviana y media- pero que genera empleo de calidad superior al de los servicios precarizados.
No era mi idea la de extenderme tanto en los textos de Frazer, pero no es fácil analizar brevemente un tema tan importante como éste.
Además, la entrevista de José Natanson a García Linera es un complemento ideal a las afirmaciones de Fraser porque nos acerca nuestra realidad latinoamericana de hoy y hacia el futuro.
Seleccionaré algunas respuestas de G. Linera que me parecen un aporte a nuestra comprensión del mundo en el que vivimos y en el que podremos vivir.
“… ¿Cómo describirías la situación de América Latina hoy?
Yo no hablaría de un fin del ciclo progresista sino de un proceso por oleadas. En efecto, hubo una primera oleada muy fuerte que comenzó en 1999, en el 2000, y que llevó al poder a una serie de líderes y partidos y movimientos de izquierda. Ya desde 2014, 2015, señalábamos que se venía una ofensiva conservadora, una contraoleada neoliberal, aunque también decíamos que iba a ser muy difícil que permaneciera, que se estabilizara. Y efectivamente desde hace dos o tres años asistimos a un repliegue de esa ofensiva conservadora y un nuevo ascenso de los progresismos.
¿Este nuevo ciclo progresista se va a imponer?
No lo sé, pero no es una resaca del ciclo progresista anterior sino una nueva oleada, algo que conserva parte de lo anterior pero también es distinto. Esto se ve en los cambios de signo político en Argentina, México, Bolivia, Perú, pero también en el ciclo de intensa protesta social que se vive en países como Chile, Ecuador o Colombia. Incluso más allá de los resultados electorales: en Ecuador ganó la derecha, pero eso no significa que esta oleada se haya detenido.
¿Es un progresismo igual al anterior?
… Lo que hay es una expresión fundamentalmente de un hecho político-electoral, no tanto de movimientos sociales o protestas populares. La otra característica de esta segunda oleada progresista es que está liderada por dirigentes moderados. Esto no necesariamente es un defecto; es una cualidad de la época, una cualidad de la estructura progresista. No estamos ante liderazgos carismáticos y excepcionales como antes.
¿Los casos de Alberto Fernández y Luis Arce nos permiten hablar de un “progresismo por delegación”?
Es una cualidad de las estructuras progresistas, de su capacidad para leer la época y adaptarse, encontrar dirigentes acordes al momento. Son dirigentes que tienen otra manera de llevar adelante las cosas, son menos arriesgados, pero porque no son resultado, como antes, de un proceso casi insurreccional, sino básicamente porque surgen de procesos electorales, en algunos casos muy condicionados.
¿Qué tienen enfrente?
Fuerzas conservadoras radicalizadas. El contraoleaje conservador que se inicia en 2014-2015 no es un neoliberalismo triunfante, bonachón, optimista, como podía ser el de los 90. Es un neoliberalismo rabioso, que carga un discurso más racializado, menos pluralista, más violento. Incluso capaz, en países como Bolivia, de un discurso y una acción golpistas. Aunque en algunos países ensaye posturas más moderadas, con los años vamos viendo que la derecha deja el centro y se acerca a la extrema derecha, abandona el centro, tanto en lo económico como en lo político y cultural. Es una novedad.
¿A qué atribuís este giro a la derecha de la derecha?
A que surge en un momento de declive histórico planetario de las hegemonías neoliberales, lo que no quita que puedan volver a ganar elecciones, a veces al filo de las posibilidades, como en Ecuador, desatando emotividades cada vez más primarias, acciones cada vez más autoritarias. Esto ayuda a entender algo que habíamos previsto sobre la contraoleada conservadora. Decíamos que iba a ser temporal, porque estaba claro que el mundo neoliberal estaba en un tiempo de declinación moral e ideológica, estaba dejando atrás el optimismo histórico, ya no entusiasmaba. Hoy el neoliberalismo se presenta solo como defensor de un mundo en retroceso, no como constructor de futuro, como en los 90. Ese discurso se desvaneció y entonces la contraoleada era necesariamente de pies cortos, de miradas cortas, porque el neoliberalismo actual es un neoliberalismo cansado, con signos de decrepitud.
¿El contexto histórico entonces ayuda a este nuevo ciclo progresista?
Sí. Estamos en un contexto mundial más favorable. Muchos de los temas que discutíamos en América Latina en 2007, 2008 o 2009 son los temas que se discuten en Estados Unidos y Europa: el rol del Estado, la necesidad de construir ciertas redes de protección, cierto nacionalismo económico que proteja el mercado interno. Son temas que inició el progresismo latinoamericano y que ahora encuentran un ambiente mundial más tolerante.
¿La agenda tiene que ser la misma que en los años 2000?
Por un lado, sí, porque muchos problemas permanecen e incluso se han agravado a partir de la llegada de fuerzas conservadoras y de la crisis económica de la pandemia. Pero también hay que incorporar nuevas miradas, agendas y temas. El progresismo de la primera oleada fue encontrando un límite, mostrando contradicciones, debilidades. Este nuevo ambiente mundial más favorable a los temas progresistas le puede brindar una renovación de su agenda, algo así como un nuevo conjunto de transformaciones y reformas.
…
Pienso que deberían ser reformas muy segmentadas por país, más necesarias que nunca por la agudeza de la crisis. Hemos decrecido nueve puntos en los últimos años, retrocedido diez años. No alcanza con volver a hacer lo mismo que antes, que además ya había comenzado a mostrar sus límites. La pandemia jugó un papel catalizador de múltiples crisis. En Bolivia, por ejemplo, el tema sigue siendo el mismo, aunque las medidas sean diferentes. ¿Cuál es el tema que enfrentan los progresismos? De dónde saldrán los recursos para enfrentar la debacle económica, el aumento del déficit, el cierre de la economía obligado por la pandemia, la recuperación de las empresas zombies, la construcción de nuevas redes de protección, el apoyo a los trabajadores. Para salir de la etapa de emergencia va a haber que generar recursos.
… ¿Cuál sería el camino hoy?
Hay que pensar en una segunda oleada de nacionalizaciones, entendida como el control de fuentes de elevados excedentes. Eso, por un lado. Por otro, avanzar en políticas tributarias más audaces; el número de multimillonarios aumentó en América Latina en estos años. Pero la gravedad del hueco, de la crisis en la que estamos, es tan grande que se requieren grandes esfuerzos, intentar que vuelva a la economía la riqueza latinoamericana depositada fuera de los países, a veces en paraísos fiscales. Implementar amnistías tributarias que ayuden a la repatriación o medidas que generen incentivos y obliguen a traer ese dinero. Y, también, un nuevo enfoque en la integración, trabajar en acuerdos comerciales temáticos, puntuales y muy prácticos. En el ciclo anterior tuvimos una mirada de integración, en tiempos de Lula, Evo, Correa, Chávez, Néstor, que logró un acercamiento y coordinación política muy importantes. Pero ahora necesitamos avanzar en cosas concretas y específicas para darle materialidad a la integración. No ya grandes acuerdos sino líneas prácticas, en una, dos o tres áreas, que vinculen cadenas específicas, para fabricar en conjunto una computadora o una máquina o lo que sea. Crear un área, que funcione, y pasar a la segunda, la tercera y la cuarta…
…
Futuro abierto…
Un tiempo histórico que no se puede prever. No hay un fin adonde llegar, no hay un futuro claro. La cualidad de este momento es la superposición de ideas, propuestas, elites con opiniones diferentes. Estamos en un período, esperemos que no muy largo, en el que va a haber varias propuestas en disputa, no hay una gran propuesta de largo aliento. Y esto es así porque el nuevo horizonte no se construye sólo en América Latina, se va a constituir a nivel mundial.
…
Entonces esta década va a estar marcada por la incertidumbre, incluso el caos. Los momentos liminares visibilizan el cansancio de la hegemonía neoliberal, aunque aún no tenga sustituto. Por eso muchas sociedades viven este desasosiego, esta situación de incertidumbre y miedo: cuando uno deja de tener un destino ordenado y una imaginación clara de futuro. Esperemos que cuando se abran los corazones y las mentes de la gente el progresismo se imponga. “
Las dos referencias elegidas coinciden en la incertidumbre como rasgo del mundo –como lo ha sido en toda la modernidad, por lo demás- y deberemos aceptar esto, y no angustiarnos, porque para salir de esta situación hacen falta nuestra comprensión de ella, nuestro posicionamiento en una actitud progresista –lo contrario de lo que ha hecho una buena parte de la sociedad urbana mendocina, por ejemplo- y una inquebrantable decisión de avanzar hacia un mundo mejor para nuestros descendientes de toda América Latina.
Hace dos o tres años me invitaron a la fiesta celebraba el inicio de Año Nuevo del Sur, en el Teatro Independencia.
El Teatro estaba lleno, fue una fiesta inolvidable, y terminamos en el foyer cantando todos juntos durante un rato largo.
Sin embargo, lo más importante para mí fue comprender el significado que debía tener para nosotros el solsticio de invierno como lo es para los pueblos originarios, no sólo del sur.
Este año ocurrirá a las 3:32 am, y la pandemia no nos permitirá encontrarnos y cantar y bailar para celebrar el momento en que tenemos que empezar a “preparar la tierra, sembrar, buscar las semillas apropiadas para cada región”, porque comienza el ciclo del cultivo de la tierra, o sea el año nuevo.
No voy a entrar a analizar el hecho de por qué festejamos tradicionalmente el Año Nuevo el 1 de enero, es más, seguiré haciéndolo, pero quiero resaltar el hecho entrañable y necesario de comenzar a crecer juntos como lo que somos: semillas de una misma tierra.
Ese debe ser el espíritu que nos llene el alma y que una nuestras manos para avanzar en la construcción de una América del Sur como la que propone el Consenso de Cusco.
“El Consenso del Cusco es un conjunto de principios y propuestas, establecido por acuerdo de los doce países de América del Sur en diversos documentos, y convertidos en un programa común el 8 de diciembre de 2004, al fundarse en el Cusco la Comunidad de Naciones Sudamericanas. El 23 de marzo de 2008 adquirieron carácter constitucional, al quedar incorporados al Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas, firmado en Brasilia.” (Este es uno de los muy valiosos aportes de Humberto Podetti.)
Es la única manera en que nuestros pueblos podrán salir del estado de postergación y pobreza que nos asuela (también puede ser asola, pero me gusta más con diptongo).
No hay otra manera de enfrentar a “la sociedad global del mercado que produce el derecho que regula más del 70 % del comercio mundial, sin intervención de parlamento alguno, ni de jueces constitucionales o de tratados o acuerdos internacionales.” (Humberto Podetti, Tiempo, espacio y sentido en el proyecto de Estado continental sudamericano)
Es esa sociedad la que ha desarrollado este capitalismo neoliberal inicuo y depredador que quiere quedarse con nuestras riquezas, tanto materiales como espirituales.
Es también la que trata de imponer Gobiernos cipayos que sirvan para enriquecerse descomunalmente, aunque nos hundan en la miseria y en la devastación ambiental.
Hace un par de años, más o menos, parecía que ese era un destino inevitable para nuestros países. Hoy la situación es otra, y se ha llegado a ella por la vía democrática.
Argentina es un buen ejemplo, con un Gobierno que avanza –como puede, pero avanza- en un proyecto nacional y popular.
Bolivia rechazó una propuesta fascista y de derecha y Arce ha tomado medidas contra lo que intentó la golpista Añez.
Chile está por comenzar el proceso de redacción de la Constitución que reemplazará la que dejó Pinochet.
Sin embargo, todo esto y algunos hechos más, podrían ser ineficaces si nuestros países de América del Sur no logran consolidar un proyecto de Estado continental que nos dé la capacidad de enfrentar el enorme poder de la sociedad global de mercado, que incluso controla los medios de comunicación más poderosos.
El MERCOSUR, y la UNASUR (que menciono arriba) son herramientas válidas para la integración de los países sudamericanos, por eso, el Gobierno de Macri (como el de Chile) los abandonaron para concretar Tratados de Libre Comercio (TLCs) que no son aconsejables entre países con asimetrías de poder económico, porque los países pobres pierden siempre.
Tal como dice Ulises Naranjo:
“Las semillas con el primer sol del amanecer iniciarán su camino para convertirse en frutos. Nosotros debiéramos hacer lo mismo.”
HAGAMOS LO MISMO
Festejar y agradecer: hoy comienza el Año Nuevo en el Hemisferio Sur
El solsticio de invierno se inicia en la agonía de esta tarde, a las 18.43, cuando se inicia la noche más larga, de cara al amanecer de nuestro primer sol del año. Ahora, sí, momento de brindar en familia. Todo comienza con el inicio del ciclo de las estaciones: ¡Feliz año Nuevo!
ULISES NARANJO
SÁBADO, 20 DE JUNIO DE 2020 · 07:14
El invierno es ese momento del año en el que, paradójicamente, nos despojamos para limpiarnos. El invierno es más íntimo y más honesto: en invierno nos purificamos, nos limpiamos, nos liberamos y comenzamos a transitar el ciclo que habrá de durar, horas más o menos, 365 días. Las semillas lo saben y, por eso, lo sabían nuestros antiguos. La ocasión, a merced de una pandemia, es más que propicia para el retiro y el análisis. Hay silencio alrededor, deberíamos aprovecharlo.
Solsticio: los huarpes, por ejemplo, celebraban -y celebran los que quedan y aquellos que los respetan y se reconocen en parte en ellos- el Wetripantu, compartido con los mapuches y puelches. La fiesta se iniciaba la noche del solsticio de invierno, el momento del año en que, en el Hemisferio Sur, estamos más alejados del sol. Entonces, aquellos habitantes originarios de Mendoza y la región, al borde del río, el mismo que nos sigue dando vida, pasaban la noche y esperaban el primer sol, con semillas, con fuego y con historias, sabiduría oral trasmitida a los niños. Era una fiesta colectiva, familiar, y de pleno contacto con la naturaleza.
No es nueva. Se trata de una celebración ancestral y planetaria, de una reunión familiar para reconocerse, trasmitir valores y conocimientos y hasta para purificarse con baños de agua helada llegada desde la cordillera.
No es una fiesta exclusiva de nuestros pagos: lo mismo hacen en el Hemisferio Norte cuando les toca su solsticio invernal, a fines de diciembre. Sólo porque tienen el poder de construcción de lo real, ellos determinaron que entonces comienza el año del planeta, en consonancia con sus fiestas de la cosecha, sus “wetripantus”, que guardan otros nombres como la Fiesta de San Juan y sus hogueras en España y todo Europa (Fogueiras de São João, Jonsok, Sankthans, Midsommar, Juhannus, Midsummer), el mismo Inti Raymi incaico y hasta, bien atrás en el tiempo, las dionisíacas griegas -y las saturnales latinas- que dieron origen al arte tal como lo conocemos. Verán, entonces, lo importantes que son.
Tanto éxito tenían desde siempre las fiestas de la cosecha y el solsticio invernal, que la Iglesia Católica decidió imponer la Navidad -el cumpleaños de Jesús- para esos días de diciembre y colgarse así de la volada planetaria exigida desde el Norte.
Ahora, hoy mismo, es cuando nosotros debiéramos comer las garrapiñadas, turrones, mantecoles, maní con chocolate y otros productos fuertes en calorías que ponemos en la mesa imitando a los del Norte. Ahora, es cuando debiéramos enviar postales con nieve por todos lados y, en lugar de renos, algún guanaco, un cóndor, una liebre o una trucha.
No es una cuestión de personalidad. Es una cuestión de poder que asumimos sin mayores conflictos. Somos copiones, pero porque aceptamos, sin más, las formas del poder que nos son impuestas.
El Año Nuevo del Sur en Mendoza
Hace 18 años, un queridísimo e inolvidable amigo de muchos de nosotros, el músico Valdo Delgado, tomó la iniciativa para crear en la provincia el Año Nuevo del Sur, una celebración multiartística, con un fuerte mensaje de reconocimiento a nuestro lugar en el mundo.
– El Norte no está arriba y el Sur no está abajo, decía Valdo, charango mayor del exquisito grupo Miles de Años, o, tal vez, este escriba lo está inventando.
Así surgió una fiesta que logró reunir en escena, a lo largo de los años, a notables como : Liliana Bodoc. Luisa Calcumil, Máximo Arias, Gladys Ravalle, Mariú Carreras, Daniel Ciancio, Fausto Marañón, Osvaldo Chiavazza, Hernán Paz, Ulises Naranjo, Laura Morales, Natacha Gabrielli, María Godoy, Fabián “Tutuca” Castellani, Martín Montero, Gabriela Simón, Gabliela Psenda, Alejandro Rotta, Miles de Años, Chakana, Ensamble Eduardo Pinto, Trío: Öesch-Alcaraz-Patiño, Sandra Amaya, Analía Garcetti, Alejandra Bermejillo, Mariana Matta, Camino al Pachacuti, Markama, Huynamarka, Willi Fabre, Coco Best, Leo Martinez, Francisca Figueroa, Nahuel Jofre, Cristina Pérez, comparsas de candombe y sikuris de Mendoza entre otros.
El Año Nuevo del Sur tiene un núcleo duro de trabajo, herederos de aquella fogata que encendió Valdo Delado. Ellos son los talentosos artistas Sebastián Alcaráz, Eugenia Moreno, Quique Öesch, Raúl Rivero, Miguel Ángel Purpora y Carlos Canale. Año a año, invitan a distintos cultores y, en el Teatro Independencia, ofrecen una de las celebraciones más encantadoras que tiene Mendoza.
El solsticio y la pandemia
Imaginarán que, este año, no habrá teatro, pero sí celebración familiar. “El Año Nuevo del Sur marca una renovación en la relación de la Tierra con el sol. Es volver al punto donde el sol se encuentra lo más alejado de la tierra”, dicen los organizadores.
“El espectáculo, que ya va por su XVIII edición en Mendoza, es una invitación a vivenciar la comunicación con la naturaleza y armonizarnos con el lugar y el tiempo que nos tocan vivir. Preparar la tierra, sembrar, buscar las semillas apropiadas para cada región, nos da la pauta que el año recién está por comenzar. Es absurdo dar por comienzo cuando los frutos están en nuestras manos, como ocurre en diciembre”, completan.
Por eso, en plena pandemia del coronavirus Covid-19, este año se han limitado a difundir material audiovisual y a invitar a celebrarlo íntimamente, en los hogares, pero con el mismo espíritu de nuestros mayores: purificación, sabiduría, comunicación, propósitos y, por supuesto, agradecimiento.
Las semillas con el primer sol del amanecer iniciarán su camino para convertirse en frutos. Nosotros debiéramos hacer lo mismo.
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