José Natanson, en una nota del 21 de agosto (The end of the grieta, última parte – https://www.pagina12.com.ar/213502-the-end-of-the-grieta-ultima-parte), analiza los resultados de las PASO y hace una síntesis que me parece valiosa en esta etapa tan decisoria para el futuro de la Patria.

Estamos frente a una variedad –tan diversa como interesada- de interpretaciones del momento histórico post PASO: sin mayor detalle, en general vienen de ambos lados de la “grieta” (para usar la denominación del relato macrista).

Hace poco leía al mismo Natanson, que decía: “La grieta es una forma de gobernar la Argentina desde una minoría intensa.” (Devorados por la grieta, José Natanson, Le Monde Diplomatique). Este concepto me interesó, porque explica los vaivenes de la República Argentina, y sus crisis cíclicas. Más de allá de que el análisis completo merecería alguna discusión (habría que considerar el papel de las Fuerzas Armadas, que interrumpieron muchas veces la continuidad democrática y sus proyectos de país), es real que las minorías intensas no han podido consolidar una estrategia de desarrollo que haya permanecido en el tiempo, como sí lo ha logrado Chile, más allá de la opinión que nos merezca este modelo de país.

O sea que las minorías intensas pueden permitir ganar elecciones, como lo hicieron el kirchnerismo y el macrismo, pero se hace muy difícil establecer un proyecto de país que incluya al resto de sus habitantes.

Es bastante conocida la descripción de Argentina que establece que un cuarto de su población es macrista y otro peronista. Más de allá de la discusión de los porcentajes en más o en menos, es una división real, y ganaron elecciones, y fueron Gobierno, pero no lograron concretar un proyecto valorado positivamente por el resto de la sociedad, y el necesario éxito para lograr continuidad.

No voy a intentar analizar el tema de la grieta (la nota de Natanson es muy interesante, léanla), sino el de la oportunidad inigualable de superarla.

Hay varias razones concurrentes para sostener lo de inigualable: el fracaso de ambas propuestas en construir un proyecto en el que se puedan encontrar la mayoría de los/las argentinos/as; el rechazo que genera en muchos/as de nosotros/as la actitud facciosa e intolerante de sectores de esas fuerzas; el deterioro social que hace insostenible seguir así, sin acuerdos básicos que integren a la mayoría de la población; la aparición de fuerzas renovadoras que pretenden una sociedad mejor y más equitativa, como el feminismo; la importante capacidad del país para aspirar una sociedad más desarrollada y equitativa, como la Educación y Salud pública, la estructura científico tecnológica, el sistema industrial, las redes de la sociedad civil que están permitiendo que el país  no estalle, y bastante más. Es cierto que el deterioro que ha producido este pésimo Gobierno es mucho, pero, si logramos estos acuerdos de que hablo, se puede empezar otra vez, como tantas otras, pero con una expectativa de un proyecto perdurable que permita que los/las argentinos/as tengamos la calidad de vida que merecemos.

No ha sido un camino producto de un plan, sino de sucesivas pruebas y errores, que nos han traído hasta esta instancia preelectoral, en una situación ya vivida de default (selectivo, técnico, virtual, o como se llame), pero, de cualquier manera, estamos frente a una propuesta que busca construir consensos, con la mayor cantidad de gente incluida y que la mayoría de los sectores sientan que pueden mejorar con ella, porque van a encontrar alguna solución a sus necesidades y problemas.

Debemos aprovecharla: informarnos, participar, no creer sin chequear otras fuentes en la marea de información (mucha falsa o sesgada, o interesada, o todo junto) que nos llega, y elegir candidatos/as desde nuestra conveniencia, más allá de las influencias que nos acosan.

Ya las PASO, y las elecciones municipales del 1/9/2019 han mostrado que una buena parte de la sociedad entiende esto.

Profundicémoslo en lo posible: no nos dejemos engañar: hace un buen tiempo que el Gobierno de Cornejo realiza una profusa campaña electoral que muestra, a costa de fondos públicos, los logros de su gestión. Es un lugar común de la política accionar en función de lo que le dicen las encuestas o los grupos focales (focus groups) y no por una estrategia de Gobierno basada en planes a corto, mediano y largo plazo y en una concepción política que determine que es lo mejor para la sociedad. Entonces, se pavimentan quince cuadras (es solo un ejemplo, pero basada en la observación de la realidad), y se dejan pendientes las anteriores o posteriores, o se hacen obras vistosas y que se pueden vender en los medios, en lugar otras más necesarias, pero no tan mediáticas. Estoy eludiendo intencionadamente referencias concretas para no caer en polémicas, pero las hay, y muchos/as de ustedes las conocen.

Seamos decididos, nos estamos jugando, no solo nuestro futuro, y el de nuestros/as hijos e hijas. Tengo varios amigos que los han despedido porque buscan horizontes que les permitan realizarse.

ESTÁ EN JUEGO NUESTRO MODO DE VIDA, NUESTRA EXISTENCIA COMO CLASE MEDIA, DEFENDÁMOSLO DE LA MEJOR MANERA POSIBLE, VALE LA PENA.

Les dejo un fragmento de la nota en la que he subrayado lo que me parece más relevante para el sentido de la nota:

“La perspectiva moderada del Frente de Todos –la propuesta de salir del laberinto por el centro- prevaleció sobre la apuesta polarizante del macrismo, aderezada ahora con el macartismo de Miguel Angel Pichetto. Por primera vez desde 2011, la gente eligió otra cosa. La macroeconomía de Nicolás Dujovne pudo con la microsegmentación de Marcos Peña. Y, sin embargo, por debajo de triunfos y derrotas, la sociedad macrista persiste: un tercio de los argentinos dispuesto a votar a Macri aún en las peores circunstancias y un tercio dispuesto a pensar su voto de acuerdo a una serie de factores, de los cuales el económico, para felicidad de los politólogos, sigue siendo el principal. Y así como ese tercio duro, y en menor medida ese tercio blando, siguen presentes, también las corrientes sociales y las sensibilidades que les dieron vida: la meritocracia, el valor del esfuerzo individual, la desconfianza respecto del Estado, la idea de que ascender socialmente implica privatizarse (en salud, educación, seguridad de barrio cerrado); todo lo que –en fin- le permitió al macrismo ganarle al peronismo en dos oportunidades y ahora lo esperanza con la posibilidad de retener su tercio.

La sociedad argentina salta cruelmente de la hegemonía a la explosión. El alfonsinismo, el menemismo y el kirchnerismo también lo tuvieron todo en un momento, y nada o casi nada al día siguiente. ¿Qué quedaba del alfonsinismo en julio de 1989, después de la entrega anticipada del mando? ¿Qué del menemismo en junio del 2001, con el ex presidente paseando por los jardines de su prisión domiciliaria en la quinta de Gostanian? ¿Y qué quedaba de Cristina en diciembre de 2017, después de la tercera derrota consecuentiva en la provincia de Buenos Aires, antes de que decidiera iniciar el camino que terminaría en Alberto? Si en el pasado los ciclos políticos duraban décadas, hoy todo se acelera: Emannuel Macron también pasó de Napoleón al presidente peor valorado de Europa en unos años. Podemos pasó del sorpasso a la derrota. El tic tac late frenético, pero el “pueblo macrista” va a seguir ahí, incorregible, con sus choriplanes y sus Tigres Verón.

Encender la economía, restañar la herida social y cerrar la grieta, tal los mandatos de Alberto. Recuperar la impronta nestorista del 2003-2007, recrear un kirchnerismo pre 125, lo que a su vez plantea dos cuestiones. La primera es económica: ninguna de las condiciones que habilitaron el éxito de crecimiento y bienestar del primer kirchnerismo se verifican hoy (China ya no crece a tasas chinas, la soja vale la mitad y la Argentina no se encuentra en default, es decir que hay que seguir pagando la deuda). La segunda es política: el imperativo de Alberto es cerrar la grieta y abrir el gobierno, más que renovar la política. Porque además ya no está claro qué significa renovar la política, tras una década de ministros sub-40 y embajadores sin corbata, de importación de figuras de la sociedad, el deporte y la empresa. Entonces abrir, como en su momento hizo Néstor (con Alberto) sumando a una Graciela Ocaña, una Marta Oyhanarte, pero también buceando entre los restos del Frepaso, conquistando a los radicales de saldo. Quizás ahora el camino consista en pensar en territorios, sectores y sensibilidades descartados por el kirchnerismo, apelar a una pedagogía infinita para seguir yendo a Córdoba, recuperar el diálogo con el agronegocio y la clase media de Caballito. ¿Qué significa ser nestorista hoy? ¿Qué ESMA hay que convertir en qué museo? Y la pregunta que se viene: ¿cómo se construye un nestorismo de la escasez?

La posición constructiva de Alberto en estos días de dólar al palo e ingobernabilidad, la tranquila sobriedad de su diálogo con Marcelo Longobardi y el cruce telefónico con Macri revelan la ubicación de un dirigente consciente de que todavía no es presidente y que tiene la chance de estirar la victoria (hasta la Ciudad está hoy en disputa), pero que cuando asuma se encontrará con una situación complicadísima que exigirá mucha responsabilidad y litros de sangre fría.”