Puntos de partida para pensar la Economía de Francisco

Humberto Podetti

“Mientras nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá una fiesta de fraternidad universal”. Francisco, Convocatoria a Asís, 11-5-2009

San Juan Pablo II advirtió al mundo en 1995 que el progreso científico y tecnológico había hecho surgir “una verdadera cultura de muerte…promovida por corrientes culturales, económicas y políticas portadoras de una idea de la sociedad basada en la eficiencia” … que permitía hablar “de una guerra de los poderosos contra los débiles” (Evangelium vitae, 4a, 12).

La cultura de muerte y la guerra contra los débiles se expresan en nuestro tiempo en la economía global tecnocrática, que mata, excluye, deshumaniza y depreda la naturaleza, al punto que para la supervivencia de la vida sobre la tierra es necesario reemplazarla por una nueva economía. Una economía diferente, que haga vivir y no mate, incluya y no excluya, humanice y no deshumanice, cuide la creación y no la deprede, como nos pide Francisco.

La economía de muerte y destrucción fue pensada, desarrollada y ejecutada en inglés. La crítica y proposición de reemplazo más profunda y completa que ha recibido, fue pensada en castellano y con las categorías del pensamiento latinoamericano (principalmente, el pueblo como sujeto de la historia y el papel substancial de las periferias en el diseño de un futuro universal). Es una paradoja que la lengua oficial del encuentro de Asís sea el inglés, cuando es la tercera lengua más hablada del mundo, y la superan en cantidad de hablantes el chino, que es la primera y el castellano que es la segunda y en pocos años será la primera. Pero simultáneamente será un símbolo poderoso que el pacto entre Francisco y los jóvenes del mundo para abandonar la economía del paradigma tecnocrático y construir una economía con alma, sea escrito en inglés.

El reemplazo de la economía del paradigma tecnocrático será un largo proceso, en el que deberá prevalecer el encuentro y el diálogo entre todos los habitantes del planeta. Un ejemplo de ese camino es el documento Una Patria Fundada en la Solidaridad y el Trabajo elaborado por la Mesa de Diálogo por el Trabajo y la Vida Digna que integran las más importantes organizaciones empresarias, sindicales y de los movimientos populares argentinos. 

Simultáneamente con el diálogo y el encuentro deberán emplearse todos los medios de persuasión que sean necesarios. La creciente eliminación del trabajo ha reducido el papel de la huelga como instrumento de los trabajadores para que sean respetados sus derechos, por lo que en todo el mundo se han extendido como medios eficaces de protesta y propuesta de los pueblos la movilización y la asamblea de multitudes. También han comenzado a desarrollarse nuevas organizaciones populares y sociales, estructuradas sobre la base de la solidaridad y la reciprocidad y el cuidado de las personas y la naturaleza, que expresan una fuerte y persistente voluntad de transformar la economía, la sociedad y la política.

Nunca tanto como en este siglo los pueblos del mundo se han sublevado juntos contra la opresión y la exclusión. Nunca han coincidido tanto en su visión crítica y en el sentido de la transformación que es necesaria. Nunca han migrado tan intensamente buscando una vida digna que el sistema global les niega en sus patrias. Nunca como antes han comenzado a construir una nueva economía y a desarrollar una nueva sociedad en el subsuelo del mundo en el que viven, sufren y sueñan, en beneficio de toda la humanidad y del planeta. Y, por fin, nunca como antes, los pueblos tienen un liderazgo espiritual tan universal como el de Francisco.

Mediante el encuentro, el diálogo, la movilización, la asamblea popular y la organización popular y social, es necesario informar y estimular a los parlamentos y los gobiernos de todos los estados, a los actores del mercado, a los partidos políticos, a las universidades, para que cooperen en la transformación de la economía interna y para que actúen en el mundo para la transformación de la economía internacional.

La economía que mata y destruye es fruto de la decisión consciente de las personas, corporaciones y estados que conducen el sistema tecnocrático global, como nos dijo Francisco desde Lampedusa.

Basta recordar que el 90 % del comercio –tanto internacional como interno- se realiza entre partes absolutamente desiguales, en transacciones cuyas condiciones son impuestas por la parte que tiene el poder. Por este procedimiento se expropian y se destruyen ilegítimamente el trabajo y los bienes de los países y las personas. Es decir que el comercio –hipócritamente llamado “comercio libre”- es un instrumento político. Más aún, un instrumento de violencia política, en la medida que implica el abuso de una posición dominante y es casi siempre irresistible. Es decir, un arma estratégica de los poderosos en su guerra contra los débiles

Por lo tanto, para desarrollar los procesos necesarios para reemplazar la economía tecnocrática global debe acumularse suficiente capacidad de decisión. Lo que equivale a afirmar que transformar la economía que mata en una que proteja la vida es un desafío político y social.

Porque es político, para cambiar la economía en nuestra Argentina es imprescindible incrementar nuestra capacidad de negociación en el mundo. El camino es la integración de la América a la que pertenecemos, revitalizando la UNASUR, la CELAC, el Banco del Sur, el SUCRE. La globalización convirtió en impotentes las políticas públicas nacionales y son imprescindibles políticas públicas continentales. La Patria Grande integrada todavía no será suficientemente poderosa frente a los grandes estados y la economía global, pero será mucho más fuerte que cada una de nuestras naciones aislada. No debe olvidarse que cada vez que América Latina votó unida en los organismos internacionales, África y parte de Asia la siguieron y los americanos que hablamos castellano y portugués ganamos las votaciones.

Porque es social es necesario desarrollar o fortalecer las organizaciones gremiales, empresarias, mutuales y cooperativas, de la economía popular, sociales, estudiantiles, juveniles y constituirlas en organizaciones continentales. Es que la continuidad de la vida sobre el planeta y la realización de la justicia política, social y económica son demasiado trascendentes como para dejarlas exclusivamente en manos de los gobiernos, las organizaciones internacionales y los actores del mercado transnacionales.

La integración de nuestras patrias hermanas y la continentalización de las organizaciones permitirá, por ejemplo, la celebración de Convenciones Colectivas continentales y Acuerdos Colectivos de Creación de Trabajo –a los que me refiero enseguida- también continentales. Asimismo, las organizaciones de la comunidad podrán formular peticiones simultáneas a todos los gobiernos para la transformación de la economía.

En el orden interno, debe iniciarse la institucionalización de la economía popular, otorgando personería social –de naturaleza semejante a la personería gremial- a las organizaciones que están generando trabajo fuera del mercado o del estado y conferirles el poder de celebrar Acuerdos Colectivos de Creación de Trabajo –semejantes a las Convenciones Colectivas de Trabajo- con empresas, instituciones estatales, cooperativas, etc. La Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) es un hito en el proceso de institucionalización de la economía popular, y debe incorporar a todos los trabajadores y organizaciones de la economía popular. Deben reconocerse como trabajo digno todas las actividades que prestan servicios a la comunidad en la que se desenvuelven y al trabajo interno en los hogares. Todas las formas de trabajo deben tener sistemas de salud y de previsión social y cobertura adecuada frente a los accidentes de trabajo. Simultáneamente deben organizarse los recursos e instrumentos necesarios para la creación masiva de trabajo digno. Un ejemplo de todos estos pasos es el Proyecto de Ley del Sistema Integral de Trabajo Digno Garantizado Para Todos que presentaron el Observatorio Social de la UCA y Cuidadores de la Casa Común.

Otro paso significativo es la promoción y protección de las micro y pequeñas empresas, creadas por trabajadores que dan trabajo. Es necesario asegurarles el acceso al crédito con tasas compatibles con su actividad, sistemas impositivos específicos, simples y reducidos, y regímenes laborales estipulados en capítulos especiales de las Convenciones Colectivas de Trabajo. Otro tanto es necesario respecto de las mutuales y cooperativas, que constituyen la economía social. Tanto las micro y pequeñas empresas como las mutuales y cooperativas comparten muchos de los principios sobre los que se estructura la economía popular y constituyen un espacio virtuoso en la economía contemporánea.

En cuanto a la economía de mercado es necesario fortalecer la observación del estado sobre el mercado para evitar y sancionar los abusos de posición dominante. Debe darse efectiva aplicación a las normas de protección de los más débiles en los contratos y las relaciones de consumo, creando un fuero especial y jueces o tribunales que funcionen en todos los barrios y pueblos, de acceso simple y trámite sumarísimo. El objetivo es que todas las condiciones de las transacciones en las que una de las partes sólo pueda dar o negar su consentimiento, sean pasibles de revisión toda vez que existan cláusulas abusivas o inequitativas.

Es imprescindible la creación de puentes y canales entre la economía de mercado, la economía social y la economía popular, procurando que interactúen todo lo posible, sobre la base de los principios que inspiran la Economía de Francisco. Ejemplos de esos puentes y canales son el otorgamiento de acceso preferente al mercado a productos y servicios de las economías social y popular y las preferencias para la ejecución de obras y servicios públicos de mano de obra intensiva.

Por lo que se refiere al sistema internacional, debe reclamarse a nuestro gobierno que convoque a todos los gobiernos de América Latina a exigir el cumplimiento de los convenios internacionales para el cuidado de la naturaleza (Acuerdo de París, Objetivos de Desarrollo Sustentable), la protección del trabajo humano digno (Constitución y Convenciones de la OIT), la garantía de acceso efectivo de todos los habitantes del planeta a los Derechos Civiles y Políticos y a los Derechos Económicos (como establecen los Pactos Internacionales homónimos). La economía del paradigma tecnocrático viola flagrantemente esos convenios y bastaría que todos los gobiernos y corporaciones económicas y financieras les dieran cumplimiento cabal para iniciar la transformación que los pueblos del mundo y la naturaleza reclaman.

También deberán exigirse las transformaciones necesarias de la OMC y el GATT, el BM y el FMI para que su misión principal sea el cumplimiento de esos pactos y tratados. Por ejemplo, que se incluya entre los casos de dumping que sanciona la OMC, el no cumplimiento en el proceso de fabricación, producción o comercialización de los Convenios de la OIT y el Acuerdo de París. Hoy los productos fabricados mediante trabajo esclavo y dañando la naturaleza son la estrella del “comercio libre” y de la “libre competencia”.

Son sólo algunos puntos de partida, a los que deberán agregarse muchos otros. Pero siempre será necesario tener presente que el mejor punto de partida para pensar la Economía de Francisco es recordar que sus objetivos son alcanzar la justicia entre las naciones y los pueblos y hacer posible a cada habitante del planeta la tierra, el techo, el trabajo y la tecnología. Lo que equivale a refundar la sociedad humana sobre la fe (o la espiritualidad de los no creyentes), la ética, el amor, la amistad, la fraternidad, la reciprocidad y la solidaridad.