by ariza_adolfo | Feb 1, 2021 | Literatura comentada, Novelas y cuentos comentados
Juan José Saer (1937-2005) publicó El entenado en 1983, hace 38 años.
La había comprado hace varios años, pero –no sé por qué- no la había leído. Mi hija, a la que le gustó mucho, me lo mencionó como tema para el blog. Le hice caso, y no me arrepiento.
El entenado narra en primera persona la vida de un grumete de una expedición española. Se basa en un hecho histórico, que la Introducción de la edición de Planeta cuya tapa muestra esta entrada presenta así: “El hecho histórico en el que se basa remite a octubre de 1515, cuando Juan Díaz de Solís sale del puerto de Sanlúcar de Barrameda con tres carabelas y alrededor de sesenta tripulantes hacia las Malucas. A principios de 1516 llega a un estuario al que llama Mar Dulce, que sería conocido después con el nombre de Río de la Plata y donde desembocan los ríos Paraná y Uruguay. Al desembarcar con un grupo de hombres en una de sus costas, cayó en manos de los indios charrúas o guaraníes, que los ultimaron con flechas y se los comieron, ante la presencia de quienes habían quedado en las naves. Sólo sobrevive Francisco del Puerto, posiblemente porque es pequeño y estos indios sólo comían los cadáveres de hombres adultos. Este grumete de la expedición de Solís permanece en la región durante diez años, hasta la llegada de Gavoto, a quien luego acompaña en varias expediciones y le sirve de intérprete; según se presume, no regresa jamás a España.”
Ese es el hecho que narra la novela: el grumete llega al Río de la Plata y cae en manos de los indios colastinés, que acaban con sus compañeros, pero a él lo mantienen con vida durante años (entenado quiere decir hijastro). Dado que los colastinés son pacíficos, pero antropófagos, y que el muchacho no habla su lengua, su vida junto a ellos es un intento continuo de descifrar lo que dicen y comprender esa vida de la que termina siendo parte por los muchos años que vive allí.
Todo esto lo sabemos cuando lo escribe, a la luz de una vela, sesenta años después, de vuelta en Europa. Allí el grumete -Saer es también un grumete que viaja por mundos externos- relata su vida desde que se lanzó al mar, casi sin otras opciones, desde una orfandad interminable.
Es el relato de un observador que intenta comprender modos y relaciones profundas en la realidad.
Saer se preocupaba mucho por percibir y tratar de describir todo esto. Dijo alguna vez: “El mundo es difícil de percibir. La percepción es difícil de comunicar. La descripción es imposible. Experiencia y memoria son inseparables. Escribir es sondear y reunir briznas y astillas de experiencia y de memoria para armar una imagen determinada”. En ese armado dedica extensos párrafos a sus interpretaciones y análisis del tiempo y el devenir, a lo que se puede entender del mundo, a la incertidumbre de la percepción y del conocimiento.
En ese mundo de arena amarilla, “que espesaba el azul del cielo”, a la vera del gran río, el grumete llega a aprender la lengua de los aborígenes y con ella entra un mundo distinto del que provenía, y en esa contraposición se le revelan, sin certeza, las convicciones y hechos que gobiernan ese mundo. Habla del valor del saber –y cree que no hay otro- “que reconoce que sabemos únicamente lo que condesciende a mostrarse.”
Después de muchos años, los indios lo suben a una canoa cargada de comida, y lo mandan de vuelta con los suyos.
¿Para qué? “De mí esperaban que duplicara, como el agua, la imagen que daban de sí mismos, que repitiera sus gestos y palabras, que los representara en su ausencia…” “Amenazados por todo eso que nos rige desde lo oscuro, manteniéndose en el aire abierto hasta que un buen día, con un gesto súbito y caprichoso, nos devuelve a lo indistinto, querían que de su pasaje por ese espejismo material quedase un testigo y un sobreviviente que fuese, ante el mundo, su narrador.”
Eso intenta hacer el grumete haciendo correr la pluma sobre el papel. Ser el testigo de la incandescencia fugaz de ese mundo que lo dejó vivir, sin comérselo, con esa misión. Lo demás es negrura espesa que puede absorber aquella claridad definitivamente.
Me está costando sintetizar el sentido de El entenado para que alguien pueda decidir si lo lee o no. No es lectura fácil, y casi mi animaría a decir que no recuerdo un libro igual, que me haya dejado tantas reflexiones sobre la vida y el mundo sin ser un libro filosófico, porque es una novela con elementos de las crónicas de Indias y de los relatos de los viajeros del siglo XIX.
La he sentido casi preciosista, sin ninguna intención descalificadora, sino más bien para resaltar la perfección de la construcción del relato y del mundo de ideas que invoca.
Pero lo terminé con la sensación de que también a mí me habían subido a una canoa de vuelta a un mundo que quizás exista, de alguna manera.
Saer, en sus relatos, pone en duda la capacidad de nuestros sentidos para aprehender el mundo circundante. Esta es la novela que, junto con La ocasión (la historia se ubica hacia 1860) y Las nubes (es el relato de un viaje que tiene lugar en 1804), son su trilogía sobre el pasado. Hay otra sobre el tiempo, pero siempre hay una constante: el paisaje como el ámbito donde se manifiesta el pensamiento.
Agua, cielo, playas amarillas, son los ámbitos por donde va y viene, como paciente observador, el narrador, el entenado.
Deberíamos acompañarlo, como hice yo, pero con la comprensión de que, como él, tenemos que observar para intentar comprender un mundo profundísimo: el mundo narrativo de Saer.
by ariza_adolfo | Dic 28, 2020 | Literatura comentada
Memorias impuras fue pensado originalmente como díptico. La primera parte “Los padres”, se publicó en 2007, y luego se presentó una edición definitiva y completa que incluye esa primera parte a la que se suma “Los huérfanos”.
Lo leí en el 2007. En el 2019 visité a Jorge Bodoc en su casa de El Trapiche, San Luis (cerca de su primera casa donde comimos un asado con mi esposa y Liliana, supongo que por el 2010). Entonces me contó cómo él y su familia estaban construyendo esta continuidad.
Pasó el tiempo y me enteré en Facebook que Roberto Chiavetta, el hermano de Liliana, estaba vendiendo Memorias de una alcahueta, publicado en Ediciones Hasta Trilce.
Así comienza el prólogo de esta obra:
“Hay aquí un amasijo de memorias impuras. Recuerdos de memorias previas que son rejuntes de jirones de quién sabe qué otras antiguas memorias. Un mapa reconstruido con fragmentos dislocados, ocres y de bordes quebradizos. Un pergamino indescifrable para la razón, pero coherente y útil para la sabia falta de lógica de la emoción.
No estamos ante una obra, sino ante un entramado dramático que es un efecto colateral de un proceso versátil y colectivo. Un tránsito donde se conjugan realidades, historias, ficciones, poemas y presagios. Esta obra más-que-teatral es un vástago inesperado de su ancestro: la novela Memorias Impuras y de todo el territorio simbólico que la orbita.”
Queda definida la obra: “es más-que-teatral”, que es casi como decir que es muy difícil clasificarla genéricamente.
En una entrevista (“Memorias Impuras” o el sencillo acto de la lectura comprometida” https://www.telam.com.ar/notas/201304/13914-memorias-impuras-o-el-sencillo-acto-de-la-lectura-comprometida.ht ), Liliana Bodoc dice: “Básicamente `Memorias…` es un sustrato histórico-realista y está libremente ficcionanalizado. Quiero ser clara -agrega- no es una novela histórica. No hay referencias reales, no existe un virreynato de Albora; puede ser el Del Río de la Plata o cualquier otro”.
En la misma entrevista se dice: “La autora de “Los días del venado” cuenta que “partí de una premisa, de una coyuntura espacio-temporal, por decir de alguna manera, de una utopía y de un género literario -que también podría denominarse novela histórica alternativa- no hay ninguna referencia histórica”, revela.”
En Memorias de una alcahueta se sintetiza cómo Liliana construyó sus universos ficcionales:
“Memorias Impuras, novela compuesta por dos partes inseparables, fue concebida en base a un dispositivo casi análogo al que la autora desplegó en su Saga de Los Confines: tomar un acontecimiento histórico crucial de nuestro mundo y extrapolarlo a un otro mundo ficticio donde los nombres, los territorios, los pueblos y las anécdotas son otras, pero preservan características esenciales de la historia como tal, ese conjunto impune de relatos que la sociedad considera “ciertos” y “científicos”.
En la Saga de Los Confines, la matriz histórica es la invasión europea a Abya Yala o América, y la consiguiente colonización y exterminio de los pueblos originarios. En cambio, en Memorias Impuras, la plataforma histórica es la época colonial o mejor, el comienzo del fin de las colonias europeas en Latinoamérica a raíz del surgimiento de los procesos libertadores que condujeron a la definitiva independencia de estas tierras del yugo de la corona española, forjando las identidades de las nuevas naciones, construidas sobre los cimientos de diversas ruinas.”
Es la historia de una gesta, que nos deja a las puertas de una revolución.
Tiempo de Dragones –una trilogía que se completará pronto, según espero, ya que la Editorial rescató el manuscrito en que estaba trabajando Liliana cuando murió- es otro proyecto cercano a los anteriores. En esta saga, la ficción gira en torno a la fraternidad entre los humanos y los dragones. “Se nos transporta a un tiempo sin tiempo donde la magia, el bien y el mal, la lucha por sobrevivir, las guerras y la esperanza tejen un destino vinculado (posiblemente) a un pasado ancestral” (lo leí en una reseña y me gustó)
En Elisa, la rosa inesperada, lo épico se hace personal. En mi comentario (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/09/11/elisa-la-rosa-inesperada-de-liliana-bodoc-por-adolfo-ariza/), digo “Es una novela de mujeres, como fin de un proceso personal en el que las mujeres fueron buscando y encontrando un lugar protagónico.”
Sin embargo, el dispositivo es semejante. Era su forma de novelar, de crear ficción, de crear mundos desde lo que somos, desde esta América Latina que buscó resignificar para que fuera ella misma más que nunca.
Pero Memorias de una alcahueta va hacia algo muy profundo, que estuvo siempre, pero que ahora hay que destacar porque la Lili ya no está en este plano, y como dice para cerrar la síntesis biográfica del libro, cuando pone la fecha de su partida: “Y desde entonces, no ha dejado de expandirse.”
Eso le da sentido a la dramatización que son las Memorias en las que la alcahueta –Cusi-, el poeta y los Baguales nos ponen frente al Poeta que rehúsa escapar del Principal que ordena que le corten la lengua, para que no haya más palabras rebeldes.
“CUSI
Que habiendo recibido el lenguaje y el huevo del que nace el lenguaje, tenemos la obligación de cantar para que escuchen los vivos, los muertos, ¡y todos los que están entre unos y otros!
PRINCIPAL
(Se espanta y piensa)
Entonces, si el buen rebelde se queda sin palabras se quedará sin armas. La sentencia es una fruta madura, lista a caerse. ¡Su lengua! ¡Queremos su lengua! ¡Traigan su lengua! ¡Deslengüen al poeta!”
Así lo explica el Poeta:
“Y en fin el río es río cuando corre, la luz es luz cuando ilumina, y el hombre es hombre cuando sueña.”
Así lo explica Berlino, uno de los Baguales:
“Tienen toda la libertad de ser Baguales junto a nosotros. ¡Vamos! Demostremos que si le cortan la lengua a un poeta, entonces nacerán miles de poetas más… ¡Juguemos juntos a ser poetas!”
Las palabras mías, nuestras, ligadas con las de otros, son las armas de nuestros pueblos.
USÉMOSLAS. ES LO QUE NOS PIDE EL POETA, ES LO QUE NOS PIDE LILIANA BODOC. SOÑEMOS PARA SER HOMBRES, COMO LA LILI.
Está bueno leer Memorias de una alcahueta. No se vende en librerías, pero les dejo los datos de contacto para los que quieran conseguirla.
Ediciones Hasta Trilce
www.edicionesht.com – edicioneshastatrilce@gmail.com – (+54) 11 – 60036472
by ariza_adolfo | Dic 1, 2020 | Literatura comentada
Marcela Serrano (Santiago de Chile, 1951).
Aunque empezó a escribir a edad muy temprana, no publicó su primera novela, Nosotras que nos queremos tanto, hasta 1991. Esta obra fue además la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1994), y también en 1994, del premio de la Feria del Libro de Guadalajara (México) a la mejor novela hispanoamericana escrita por una mujer. La tenía en mi biblioteca para leerla después, pero compré para mi esposa El manto y, cuando lo terminó, lo hojeé, y me interesaron el tema y el enfoque, y me puse a leerlo.
La lectura me dejó una sensación fuerte, por varias razones:
En noviembre de 2017, después de un largo y duro proceso, un cáncer terminó con la vida de la periodista Margarita Serrano, una de sus cuatro hermanas. Entonces, decidió que durante cien días se alejaría del mundo y se encerraría para vivir su duelo. “La Margarita” había muerto y con ella no sólo se había acabado el periodismo combativo que ejercía, sino también se había roto la unidad de cinco hermanas: Elena, Paula, Margarita, Marcela y Sol.
En estas circunstancias de vivir en pandemia, la muerte se nos ha hecho más evidente. Quién no tiene parientes o amigos/as muertos/as. No es fácil no haber sentido miedo en algún momento.
Y con la muerte aparece el duelo, que es el tema de esta novela.
- El país, Chile, y el tiempo en que se desarrolló una buena parte de la historia narrada.
En general, los mendocinos conocemos mucho a Chile, con el que Argentina comparte 5308 kms. de frontera, Cordillera de los Andes por medio, y hay aspectos culturales comunes.
La autora narra la vida de su familia en su país y nos quedan grabados costumbres, ambientes, paisajes. En este espacio ocurrió la dictadura de Pinochet, la puerta de entrada para el ensayo neo liberal en el Sur de América, y para gobiernos militares genocidas, como el que también tuvimos nosotros. Cuando leía la novela, recordé la tarde del 11 de septiembre de 1973, en la casa de mi maestro Borello, cuando escuchábamos cómo bombardeaban el Palacio de La Moneda o cuando fuimos a la vieja estación de ferrocarril de la calle Perú a recibir los restos de Elena, una compañera de la Facultad de Filosofía y Letras, fusilada por los militares chilenos. También padeció el exilio forzado, otra situación dolorosa que conocemos.
Por eso, sentí El manto con tanta intensidad, ya sea en lo negativo, o en las alegrías de las chicas que crecían libres en ese mundo tan pleno.
Es una de las autoras que mejor ha sabido ahondar la temática de la mujer latinoamericana, aunque tenga una visión cosmopolita.
Otras de sus obras son:
Antigua vida mía (1995)
El albergue de las mujeres tristes (1997)
Nuestra Señora de la Soledad (1999)
Un mundo raro (dos cuentos-2000)
Lo que está en mi corazón (2001), obra finalista del prestigioso Premio Planeta.
Hasta siempre mujercitas (2004)
La llorona (2008)
Es común en esta producción la reflexión sobre la condición femenina. Hay un eje central que es la defensa de la mujer y su retrato íntimo presentado desde un sentir profundo y diferencial de mujer Su obra pone en el tapete todos sus temores, miedos, esperanzas, vacilaciones, desengaños y fracasos, pero también sus amores y éxitos.
Dijo en algún momento: “No tengo ningún pudor en escribir como escribe una mujer. Al revés, pegaría un grito para decirles a todas las mujeres que por favor escriban distinto de los hombres… Porque creo que nosotras sí tenemos otro lenguaje”.
El título de la novela es muy revelador. Cuando murió Nicanor Parra (hermano de Violeta), “su ataúd fue cubierto por este manto cosido por su madre hace mil años para él…”, nos cuenta Marcela Serrano.
En una nota (https://www.telam.com.ar/notas/202009/510723-marcela-serrano-nueva-novela-el-mando-chile-literatura-escritura.html) dice: “La idea del manto sobre el ataúd me la inspiró Nicanor Parra. A él lo cubrieron a su muerte con un manto confeccionado por su madre años y años atrás, de muchos pedacitos de tela diferentes. Ella era costurera y usaba los retazos. Un collage. Un patchwork. Me fascinó esa idea: en vez de la bandera chilena, ya que se veló en la Catedral de Santiago, cubrirlo con algo tan humilde y cercano para él. Mi ilusión era cubrir a mi hermana con mis palabras.”
Ese es el sentido de toda la novela, contar cómo caminó el duelo por su hermana, en el que va desgranando su vida, la de su familia, y la del mismo Chile. En la misma nota dijo: “La escritura es un tremendo antídoto contra la soledad y la pena.”
La novela se plantea cosmopolita, en parte por el exilio político de la autora, pero también por su vida exitosa de novelista. Pero, la autora va dejando sus opiniones sobre su país: “Instalamos allí (para atender a su hermana en su etapa final de enfermedad) un home clinic (que país tan siútico e invadido, lleno de palabras en inglés.” (Siútico: que pretende ser fino, elegante y distinguido, pero suele resultar ridículo, de mal gusto o pretencioso.)
Al mismo tiempo, nos cuenta cómo fue el velatorio: “yo he vivido largamente en México y aprendí de ellos esta otra forma de honrar la muerte. Fue muy lindo el velorio, llorábamos y nos reíamos al unísono, comíamos, tomábamos, nos deteníamos a mirarla largamente, luego seguíamos. Nada de iglesias ni de frío ni de penumbras.”
También nos cuenta que es su primera obra escrita en primera persona, una experiencia extraña para ella: “estoy tan acostumbrada a hablar desde los personajes, y a estar siempre atenta a la coherencia de un personaje, y de repente no había personaje, no tenía que estar atenta a nada, era la voz propia, no más, y era un alivio que no hubiera personajes, me parecía tan fácil.”
También para mí la lectura fue una experiencia no habitual, como de estar mirando a alguien en su intimidad. Por eso, este acompañamiento en su duelo, en momentos que mucha gente también tiene que hacer el mismo camino, es doloroso por momentos, pero ayuda a que lo hagamos mejor, dentro de lo posible.
Como la misma Marcela lo dice: “Freud es fantástico porque se tira todos unos párrafos geniales sobre cómo uno entra en el duelo, de lo importante que es hacerlo como Dios manda, en el sentido de dedicarse al duelo y que después, el duelo se va a liberar, y el duelo termina y uno empieza una vida normal, pero Freud no se hace cargo de que esa vida normal va a ser con ausencia. Esa ausencia uno la vive siempre con uno.”
Aunque más no sea por vivir esa experiencia –literaria, pero que la excede- vale la pena leer la novela, tan distinta, aunque muy bien escrita, de lo que solemos encontrar en la narrativa.
Es auto biográfica, pero no es una biografía común: es la misma vida de Marcela Serrano y su duelo desenvolviéndose ante nosotros.
by ariza_adolfo | Nov 21, 2020 | Literatura comentada
Había empezado a leer esta novela hace un par de meses, pero me pareció que eran muy largas las minuciosas narraciones de hechos cotidianos de la familia Fernández Mollé, y los monólogos interiores y diálogos entre ellos y sus parejas o novios. También me parecieron extensas las descripciones de los interiores de las casas y de la Buenos Aires de Palermo Viejo.
Por esa razón, dejé temporalmente su lectura para pasar a otra obra, pero, como no soy de no terminar una novela (salvo casos extremos), la continué, y no me arrepentí.
Lo que había pasado es que le había pedido a la novela lo que yo esperaba, pero eso era distinto de lo que había buscado el autor.
¿Qué es lo que intentó? Lo pensé y no tengo dudas, aunque hay que ampliar su caracterización genérica: UNA NOVELA PSICOLÓGICA.
Busqué las características de este sub género:
- Descripción interior de los personajes, de sus motivaciones, deseos, ambiciones, estados de ánimo, conflictos psicológicos, etc.
- Monólogos interiores, flujos de conciencia, escritos a partir de pensamientos o sentimientos de los personajes.
- Preeminencia de la acción interna sobre la acción externa. El novelista da prioridad a la mente de sus personajes versus las acciones de los mismos.
- Novela de personajes, frente a novela de trama o acción.
- Desarrollo de la empatía con el lector, para que se identifique con los personajes.
Lo mucho que te amé calza perfectamente en esos rasgos.
La novela transcurre en las décadas de 1950 y 1960 en Buenos Aires, y va conformando un retrato de esta familia de clase media alta que vive en Palermo Viejo. Rosa está casada con Ernesto, y Mabel con Pedro. Ofelia está comprometida con Juan Carlos, y el novio de Delfina se llama Manuel. Sus padres son don José, dueño de una fábrica de muebles, y Luisa. Además, está la mala de la película, la tía Rita
La novela versa sobre sus avatares psicológicos, sobre todo los de narradora, Ofelia, aunque cada uno de los personajes tiene rasgos prototípicos, que dejaré a la lectura de ustedes, si deciden hacerla. Los personajes femeninos son centrales, y sus vidas conforman un conjunto representativo de lo que eran las mujeres en esa etapa de la vida argentina -mejor de Buenos Aires- y cómo vivían su vida cotidiana, sin demasiadas emociones.
Este es uno de los méritos de la obra, porque no solo muestra los recovecos, e idas y venidas de los conflictos interiores, incluyendo las causas y deficiencias de esas vidas bastante grises, sino también los ambientes urbanos en que transcurren. Las descripciones son morosas y detallistas, por ejemplo, indicando los nombres de las calles que van recorriendo o los detalles arquitectónicos de los edificios de la zona o del centro porteño.
Ahora bien, si la novela fuera solo eso, sería difícil de leer: debe de haber hechos y conflictos que le den carnadura narrativa al relato. Sacheri usa varios recursos para eso: uno es la cronología de los hechos históricos a través de la visión de los personajes. La novela comienza por los ’50, y lo conocemos a través de las salidas recreativas de las hermanas y sus parejas. Por ejemplo, a algún cine de la Avenida Corrientes. Estas eran habituales, y se hablaba mucho, incluso se discutía, sobre las películas que iban a ver. Recuerdo dos: El prisionero de Zenda con Stewart Granger y la bella Deborah Kerr y Las aguas bajan turbias (basada en la novela El río oscuro de Alfredo Varela) con Hugo del Carril. Ambas son de 1952, y las vi porque en esa época acompañaba a mi madre al cine (los viejos y queridos Ópera y Cóndor de la calle Lavalle).
Es una eficiente manera de situarnos en el mundo y la época de la novela.
Sacheri usa el cine de la época para ubicarnos históricamente y hacernos sentir cómo era la actividad social y cultural.
De la misma manera, en la obra aparecen los hechos políticos: el bombardeo de Plaza de Mayo, el golpe de Estado de la Libertadora, Frondizi, Guido, Illia.
Este es también motivo de comentarios y discusiones, a veces ardorosas, pero que no rompen la relación familiar. Sin embargo, componen un cuadro de una clase media urbana bastante prototípica, no solo entonces: aparece un solo peronista, Pedro (novio y esposo de Mabel, que debe de ser el personaje más interesante de la novela). Manuel es desarrollista, hay algún radical, pero –en distintos grados- son todos antiperonistas (don José con bastante odio, incluso)
Se me hace difícil comentar todo esto sin avanzar en datos que quiero dejar para los lectores, pero hay una puesta en escena muy interesante de una época, sobre todo porque la logra con esta esta estrategia de novela psicológica que he mencionado.
La novela psicológica, en definitiva, ahonda en la condición humana, procurando que esta se manifieste en toda su amplitud. Lo fundamental son los personajes y su caracterización perfecta, y en este punto es donde se hace realista.
Lo novedoso es que lo hace sin perder valor narrativo: hay suspenso, hay tensión, hay conflicto. Este es un conflicto personal que se resuelve de una manera original porque no sabemos si se logrará, en el futuro, mantener una situación llena de marchas y contramarchas emocionales por un dilema moral que Ofelia no consigue resolver. En esta estrategia, la complementación entre los monólogos interiores y los diálogos bien manejados entre los personajes es fundamental, porque le imponen teatralidad a la obra, y eso nos permite conocer en vivo su mundo.
El autor aparece como poco presente (se me ocurrió la figura de “deus ex machina”), pero hace poco escuché una entrevista televisiva suya, donde una panelista le pregunta ¿Cómo somos los argentinos?, y la respuesta es terrible: somos mentirosos, desordenados, tan llenos de defectos, que la misma que lo entrevista, medio asombrada, le dice: – ¿No tenemos nada positivo?
Creo que esa visión de Sacheri nos queda al terminar la obra: no hay hechos terribles, pero tampoco nada que se pueda valorar muy positivamente.
No hay personajes esencialmente felices, son vidas más bien grises, en las que hay remedos de felicidad. No hay heroísmos ni en la familia ni en la sociedad.
Sin embargo, no nos queda un regusto pesimista, más bien una aceptación resignada, sin exagerar lo negativo. Por eso, esta novela de amor se puede sintetizar en lo que dice Mabel a Ofelia: “El amor es dolor y poca cosa más”. Las vidas que nos presenta Sacheri son poca cosa más.
Hoy, 20 de noviembre, en una nota de Infobae (https://www.infobae.com/inhouse/2020/11/19/eduardo-sacheri-la-pasion-es-bella-pero-tambien-nos-enceguece-nos-violenta-nos-distancia-y-nos-animaliza/), dice:
“Yo creo que la pasión es buena y es mala. Como tantas cosas de la vida, la necesitamos, pero necesitamos también domesticarla. Es ese fuego primitivo que tenemos adentro. Pero como todo fuego, es peligroso, porque nos excede. … Pero creo que también es algo que nos enceguece, que nos violenta, que nos distancia, que nos animaliza, en algún punto. Somos pasión, pero también somos cabeza para gobernar esa pasión, A mí me genera un enorme desconsuelo el fanatismo. Pero el fanático es un apasionado. ¿Qué cosa más apasionada que un fanático? Pero también, ¿qué cosa más agresiva, intolerante, poco constructiva que un fanático? Por eso digo, ¿necesitamos la pasión? Yo creo que sí. ¿Necesitamos dominar y trascender nuestra pasión? Creo que también”.
Gracias, Eduardo, perfecto cierre para mi entrada en mi blog.
Vale la pena leerla: es caminar por ese Palermo Viejo, meternos en las casas y vidas de los personajes, vivir la época que vivieron. En mi caso, que conozco los lugares en que sucede la obra, que sentí rabia cuando depusieron a Balbín, etc., la sentí más profundamente, pero, si no, igual.
Léanla.
Eduardo Sacheri nació en Castelar, Buenos Aires, en 1967, y es Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Luján. Ejerce como profesor en escuelas secundarias del conurbano bonaerense.
Ha publicado cuentos y novelas. La primera, La pregunta de sus ojos (2005), fue llevada al cine por el director Juan José Campanella con el título El secreto de sus ojos. La película ha recibido numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor película extranjera en 2009. Sacheri y Campanella también coescribieron el guion de la película animada Metegol, inspirado en el cuento “Memorias de un wing derecho”, de Roberto Fontanarrosa.
by ariza_adolfo | Nov 3, 2020 | Literatura comentada
Tenía esta novela en mi biblioteca, pero no la había leído, no sé por qué, ya que el tema de la revolución mexicana me interesó mucho siempre. La hojeé y decidí leerla, primero, por lo que acabo de decir, y segundo, porque me pareció una visión distinta de ese periodo, la visión de una mujer que relata su vida dentro de la turbulenta historia de México, elevando la figura de la mujer frente a ese mundo machista y patriarcal.
Ángeles Mastretta nació el 9 de octubre de 1949 en Puebla, México, donde vivió hasta los diecisiete años en que se mudó a la Ciudad de México. “… siempre se ha caracterizado por ser una defensora del feminismo, lo que se refleja en la mayoría de sus obras. Además, ha fundado y organizado grupos tales como la Unión de Mujeres Antimachistas en la Ciudad de México.” (Wikipedia)
Dentro de esta concepción se moldea la figura de Catalina Guzmán, una joven menor de quince años, de posición económica baja, que no conoce nada de la vida, a quien se le presenta el General Andrés Ascencio, que tiene más de treinta años, y le propone que se vaya con él. Ella aceptó porque “quería que le pasaran cosas”.
Arráncame la vida, de 1985, es la primera novela de Mastretta y recibió el Premio Mazatlán.
La novela es el relato de Catalina (Catín, le decía a veces Ascencio), de la vida de ambos, de sus familias y amigos, y de esa etapa de la política de México.
Es una narración muy llevadera e intensa, que nos pone dentro del mundo mexicano, sus costumbres, sus paisajes –rural y urbano-, su habla (a veces hay que buscar alguna palabra o giro, pero no incomoda porque nos ayuda a conocer ese país variado y bello).
El General parece el centro de la novela, pero no lo es: Catalina lo es. Todo nos llega por sus ojos, por sus sentimientos, y por la personalidad que va construyendo a lo largo de la narración.
Como Stéfano, que comenté hace poco, Arráncame la vida es una “novela de aprendizaje”. Repito lo que puse entonces: es una narración en la que el protagonista evoluciona, construye su personalidad y es un héroe que tiene que superar obstáculos y afrontar riesgos. Catalina evoluciona de una casi niña a una mujer madura, que participa en la vida política de General, con actividades propias, que hace de Primera Dama, y que, finalmente, puede manejar todas las riquezas mal habidas del General.
Es la evolución deseada de la mujer mexicana. Cuando fui a México, hace varios años, me llamó la atención el machismo desembozado y grosero de su televisión, aunque desde 1947 la mujer mexicana ya tenía derecho a voto y la oportunidad a expresar públicamente su voz o sus ideas y sus pensamientos. Sin embargo, en la vida cotidiana es otra cosa, sobre todo para los/las argentinos/as, acostumbrados a otro tipo de presencia femenina.
La novela se desarrolla alrededor de 1949. En esos momentos se desarrolla la institucionalización que siguió a la Revolución mexicana, y muestra a los personajes encargados de la consolidación del Estado.
El General Ascencio – Maximino Ávila Camacho en la vida real, porque muchos de los personajes de la novela existieron en la realidad- era uno de los políticos surgidos de esa Revolución, que comenzó en 1910, con una rebelión encabezada por Francisco Madero y motivada por la explotación capitalista y las injusticias sociales. La bandera era la reforma agraria soñada por muchos pequeños agricultores y poblaciones originarias que habían sido despojadas de sus tierras.
La unificación de las corrientes revolucionarias creó, en el año 1929, el Partido Nacional Revolucionario (PRN). Más tarde sirvió como base para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), abandonando los principios revolucionarios de 1910.
Sin embargo, después de algunos años de la constitución, los campesinos fueron perdiendo muchas de las tierras que habían conquistado.
La lucha de los campesinos mexicanos por la tierra se extiende hasta los días actuales, como sucede, además, en otros países de América latina. En México, en la última década del siglo XX, esa lucha fue la retomada de forma más intensa con la creación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en la provincia de Chiapas. El nombre de ese movimiento es un homenaje a Emiliano Zapata, uno de los líderes más expresivos de la Revolución de 1910, y que es recordado como el que no traicionó sus compromisos con las causas populares.
En cambio, Ascencio es uno de los jefes militares que usaron el proceso revolucionario para su beneficio personal, tanto económico como político, olvidando las necesidades del pueblo.
Hay mucha narrativa sobre la novela de la Revolución mexicana. Tengo una colección de dos tomos con novelas sobre este tema. Lo que más destaco de todo eso es: Los de abajo de Mariano Azuela y, sobre todo, dos obras monumentales: la colección de cuentos El llano en llamas (Nos han dado la tierra es una perfecta síntesis de lo que recibieron los campesinos, mejor, de lo que no recibieron) de Juan Rulfo y La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes. Ahora agrego Arráncame la vida, que es una excelente novela, que vale la pena leer.
Es muy interesante cómo muestra Mastretta esta etapa de la vida de México a través de la de Ascencio y del relato, fresco y vívido, de Catalina.
Sometida a los mandatos de su marido y ocupándose de actividades ligadas al hogar; Catalina vive momentos cruciales para su formación y construcción como persona, desempeñando distintos roles: esposa, amante, madre, cómplice y finalmente viuda. Toda la historia es narrada desde la perspectiva de Catalina, eterna observadora de las acciones de su marido.
Es interesante observar cómo el tema del feminismo que milita la autora, nunca se hace explícito en la novela, pero es factor central de su éxito.
Un rasgo más: el bolero funciona como intertexto en la novela. De hecho, Arráncame la vida es el nombre de un tango canción de Agustín Lara el que, incluso, tiene una aparición fugaz en la narración.
Entre 1930 y 1960 el bolero tuvo gran auge en México, por eso, aparece en la novela, como un rasgo del país, pero con valor narrativo. La novela redistribuye el intertexto musical, de manera que ella misma se teje como un bolero: una historia de amor centrada en la búsqueda del otro.
He tocado, con no mucho orden, varios aspectos que me han parecido válidos para recomendar la lectura de esta novela. En realidad, la diversidad de las riquezas de la narración: tema, personajes, contexto histórico, tempo narrativo, recursos estilísticos, hicieron difícil la selección, sobre todo cuando no se quiere caer ni en la descripción elogiosa, ni en un trabajo crítico, sino en un comentario de un lector especializado.
Por lo tanto, lo mejor que pueden hacer es leerla. Vale la pena.
by ariza_adolfo | Oct 14, 2020 | Literatura comentada
María Teresa Andruetto egresó de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Córdoba.
Algunos de sus libros son Tama (Premio Luis Tejeda 1992), La mujer en cuestión (Primer Premio Novela Nacional de las Artes 2002) y los poemas Palabras al rescoldo y Kodak. En esta editorial publicó para niños y jóvenes El anillo encantado, Huellas en la arena, La mujer vampiro y La niña, el corazón y la casa.
En 2011, Andruetto fue seleccionada autora representante por la Argentina para el premio Hans Christian Andersen.
Me ha pasado algo poco habitual con esta novela: hay poquísima información sobre ella y su autora, aunque Andruetto ya tiene una trayectoria importante. Es más, la información que incluyo la saqué de la contraportada del libro.
Completo el resto del texto de esta contraportada:
“Inspirada en el viaje de su propio padre, que emigró de Italia a la Argentina, Andruetto relata la historia de un naufragio, una larga aventura y por fin, el cumplimiento de una promesa.
Dice la autora, “Si un libro puede ser un modo de conocer, una manera de penetrar en el mundo y buscar el sitio que nos corresponde en él, Stefano me permitió recuperar la sensación de hambre, desarraigo, extrañamiento, de hombres y mujeres que un día se marchan de su tierra en busca de una vida mejor”. “
Del epílogo de la novela, a cargo, de la autora, saco un dato más: “Soy hija de un partisano que llegó desde el norte de Italia a la Argentina, en 1948”. Según Wikipedia, “La Resistencia italiana o Resistencia partisana (en italiano, Resistenza italiana o partigiana) fue un movimiento armado de oposición al fascismo y a las tropas de ocupación nazis instaladas en Italia durante la Segunda Guerra Mundial.”
La novela está llena de estas referencias a la realidad, sea histórica, geográfica, o sociológica. Por ejemplo, Stéfano (Stefanin, le decía la madre, y me recuerda a una italiana que fue vecina mía en Las Heras: Lina Deblasi, que así llamaba a sus hijos.), vivía con su madre en Airasca, una comuna italiana de la Ciudad metropolitana de Turín, región de Piamonte.
Su padre había muerto en la Batalla del Piave (junio de 1918), una victoria decisiva del ejército italiano durante la Primera Guerra Mundial frente al del Imperio austrohúngaro.
Así lo cuenta Stéfano: “Dicen que el agua corrió encarnada de tanto llevarse la sangre de los soldados, también la de mi padre.”
Él es el protagonista, y el narrador, y lo hace en primera persona, aunque también utiliza la tercera persona. Otro recurso central es el uso del diálogo, con la madre, antes y después de irse de su casa, y con Ema, una mujer a la que menciona, como interlocutora, durante toda la narración, aunque no sepamos quién es hasta el final, y otros personajes. No daré más datos porque ese suspenso es parte del tempo narrativo de la obra, pero es muy interesante el manejo de los recursos que menciono en un avance cronológico, que es permanentemente interrumpido por flashbacks de su vida. Esas vueltas instantáneas y rápidas al pasado logran que nunca se pierda la referencia al pasado, a su vida en Italia, a la madre que lo esperaba inútilmente.
Acá voy a mencionar un aspecto que saltó de mis lecturas de niño y adolescente: esta historia de un muchachito italiano que se embarca rumbo a Argentina en busca de una persona me sonó en la memoria (incluso recuerdo la tapa de la novela en la colección Robin Hood). Se trata de Corazón: Diario de un niño, escrita por el autor italiano Edmundo de Amicis en 1886. En ella se cuentan, en forma de diario, las vivencias de un niño italiano, originario de Turín, llamado Enrique.
¿Por qué establecí la relación?
Porque ese Diario incluye, dentro las varias narraciones breves que lo integran, a Marco, de los Apeninos a los Andes,que narra la historia del extenso y complicado viaje de un niño de trece años, Marco, desde Italia hacia Argentina, en busca de su madre, que había emigrado a nuestro país dos años antes para poder trabajar y poder dar una mejor vida a sus hijos.
No pretendo establecer relaciones que la autora no ha mencionado, pero me llamó la atención que ambos salieran –obvio, en barco- del Norte de Italia (Stéfano, de Génova) y, aunque este viene en busca de una vida mejor, también tiene como encargo de su madre buscar a su amiga, Chiara Martino, algo que parece secundario, pero termina siendo central. Y, por supuesto, el hecho de dejar Italia en busca de una salvación, como conocemos tantas historias.
Hay otra relación que es inevitable: el nombre de Stéfano. Es el título de una obra de teatro de Armando Discépolo (1887-1971) -creador del Grotesco criollo y autor de varias obras clásicas del teatro argentino-, que muestra la historia de un músico inmigrante italiano que busca triunfar en Argentina. También el Stéfano de Andruetto aprende a tocar el saxo con un instrumento que le regaló “el turco Rasú” (cuántos “turcos” he conocido en Mendoza, inmigrantes árabes, generalmente dedicados al comercio), y vive mucho tiempo de eso.
Me arriesgo un poco más:
En el Stéfano-drama el protagonista fracasa y Stéfano-novela está jalonada de fracasos, la mayoría relacionados con el protagonista que busca su camino y deja caer a las personas que lo quieren: Agnese, la madre; las mujeres posibles que quedaron en el camino: Tersa, Lina; Aldo Moretti, el músico. Sin embargo, hay una luz al final que esperanza, como en la obra de teatro: la persistencia en la búsqueda porque finalmente habrá un logro que lo premiará.
Finalmente, está el tema del género, mejor del subgénero, porque es una novela, sin dudas. No es un diario como Marco, de los Apeninos a los Andes, pero hay una línea cronológica, y un crecimiento en edad y aprendizaje.
Por eso, me voy a inclinar el subgénero novela de aprendizaje, aunque muy matizado.
¿Qué es una novela de aprendizaje?
Una narración en la que el protagonista evoluciona, construye su personalidad y es un héroe que tiene que superar obstáculos y afrontar riesgos.
Así es Stéfano, el de Andruetto.
La nostalgia
Es una novela de inmigrantes, de gente que debió dejar su patria en busca de algo que no tenía. Esa ausencia duele, y ese dolor –nostalgia- en gallego es morriña y en portugués, saudades. Por eso la novela suena como la música de los marineros en el puerto.
Entre la gente que esperaba para subir al barco que los traería a América, sonaba una mandolina y cantaban:
Amore scrivimi
non lasciarmi più in pena
O sea:
Amor escríbeme
no me dejes más con dolor
Esa es la nostalgia, que etimológicamente significa el dolor del regreso.
Busqué la letra y encontré -en una magnífica versión de Mina- un tango canzone de 1936, que se llama Scrivimi.
Cuántas cosas en esta novela de no muchas páginas, que merece ser leída.
SE LAS RECOMIENDO.
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