En realidad, no
tenía mayores intenciones de publicar otra entrada en mi blog, pero esta mañana
encontré esta nota en Los Andes. Es extraño como ese matutino, poblado de notas
anti Gobierno, y/o pro liberales, publica las de Krugman o Stiglitz, que son
muy críticas del capitalismo neoliberal.
De todos modos,
bienvenidas sean.
He venido
publicando entradas que avanzan en el tema del capitalismo contemporáneo –responsable
de muchos de los males que castigan a la mayoría de los seres humanos, y al
planeta.
Está claro que hay más opiniones sobre cómo será el mundo
después del coronavirus que certezas, pero rápidamente se han manifestado –incluso
desde antes de la pandemia- situaciones sociales, geopolíticas, ambientales, en
las que las formas actuales del capitalismo, ya desde países, o corporaciones o
personas, tienen directa –y nefasta- responsabilidad.
Sin embargo, esta nota de Krugman es un buen aporte para quienes quieran comprender mejor este mundo bajo pandemia, y poder ser parte lo más activa posible de ese mundo que se dará, antes o después.
EEUU está viviendo una situación inédita, más terrible que la del 11S, y es muy difícil predecir el desenlace, así que este aporte del Premio Nobel es muy interesante.
Que les sea útil.
El Covid-19
despierta a los zombies habituales
Por Paul Krugman
– Premio Nobel de Economía. The New York Times. 2020
Permítanme
resumir la perspectiva de los medios del gobierno de Trump / de la derecha: es
un engaño o, en todo caso, algo sin importancia. Además, intentar hacer algo al
respecto destruiría la economía. Además, es culpa de China, por lo que
deberíamos llamarlo el “virus chino”.
Ah, y también los
epidemiólogos que han estado proyectando la propagación del virus a futuro han
sido objeto de un ataque continuo, acusados de ser parte de una conspiración
del “Estado profundo” contra Donald Trump, o quizás los mercados libres.
¿Todo esto no les
da una sensación de “déjà vu”? Debería hacerlo. Después de todo, es muy
parecida a la idea que tiene Trump / la derecha acerca del cambio climático.
Esto es lo que tuiteó Trump en 2012: “El concepto del calentamiento global fue
creado por y para los chinos con el fin de eliminar a la manufactura
estadounidense como competencia”. Ahí está: es un engaño y hacer algo al
respecto destruirá la economía, y China tiene la culpa de esto.
Además, los
epidemiólogos, asombrados al ver que sus mejores esfuerzos científicos eran
tachados de ser un fraude que obedecía a motivaciones políticas, debieron haber
sabido lo que ocurriría. Después de todo, sucedió exactamente lo mismo con los
climatólogos, quienes durante décadas han sufrido un hostigamiento constante.
Así que la reacción
de la derecha al Covid-19 ha sido casi idéntica a la del cambio climático,
aunque en una escala de tiempo muy acelerada. Pero, ¿qué hay detrás de este
tipo de negación?
Bueno, hace poco
publiqué un libro sobre el predominio de las “ideas zombis” en nuestra
política: ideas que, según pruebas contundentes, están equivocadas y deberían
desaparecer, pero que de alguna manera siguen arrastrándose y carcomiendo el
cerebro de la gente.
El zombi más
predominante en la política estadounidense es la insistencia de que los
recortes fiscales para los ricos producen milagros económicos y en realidad se
pagan solos; pero el zombi con mayores consecuencias, el que plantea una
amenaza a la existencia, es la negación del cambio climático. Y ahora el
Covid-19 ha despertado a todos los zombis habituales.
Pero, ¿por qué la
derecha está considerando una pandemia de la misma forma en que considera los
recortes fiscales y el cambio climático?
La fuerza que,
por lo general, permite que las ideas zombis sigan arrastrándose son los
intereses financieros personales. Los elogios a las virtudes de los recortes
fiscales los pagan de manera casi directa los multimillonarios que se
benefician de estos recortes. La negación del cambio climático es una industria
respaldada casi por completo por los intereses de los combustibles fósiles.
Como dijo Upton Sinclair: “Es difícil hacer que alguien entienda algo cuando su
salario depende de que no lo entienda”.
No obstante, es
menos evidente quién gana al minimizar los peligros de una pandemia. Entre
otras cosas, la escala de tiempo se comprime enormemente en comparación con el
cambio climático: pasarán muchas décadas antes de que se materialicen las
consecuencias del cambio climático, lo que les dará mucho tiempo a los
intereses de los combustibles fósiles para tomar el dinero y huir, pero ya
estamos viendo consecuencias catastróficas de la negación del virus después de
tan solo unas semanas.
Es cierto que tal
vez haya algunos multimillonarios que se imaginan que negar esta crisis les
traerá algunas ventajas financieras. Justo antes de que Trump hiciera ese
llamado aterrador para reactivar el país antes de Pascua, sostuvo una
conferencia telefónica con un grupo de administradores de fondos que quizá le
dijeron que terminar el distanciamiento social sería bueno para el mercado. Eso
es disparatado, pero nunca se debe subestimar la codicia de estas personas.
Recordemos que Steve Schwarzman de Blackstone, uno de los hombres que participó
en la conferencia, una vez comparó las propuestas de acabar con una exención
tributaria con la invasión de Adolf Hitler en Polonia.
Además, a los
multimillonarios les ha ido muy bien con los recortes fiscales de Trump y tal
vez teman que el daño económico del coronavirus tenga como consecuencia la
derrota de Trump y, por tanto, un aumento a los impuestos para personas como
ellos.
Pero yo creo que
la reacción desastrosa al Covid-19 se ha basado menos en los intereses
personales directos y más en dos formas indirectas en que se vinculan las
políticas públicas por la pandemia con el predominio general de las ideas
zombis en la mentalidad de la derecha.
La primera es que
cuando existe un movimiento político construido casi por completo en torno a
que son falsas las afirmaciones de cualquier experto, se tiene que promover una
actitud de desprecio hacia los conocimientos que penetre en todo. Cuando
ignoramos a las personas que analizan las pruebas sobre los efectos del recorte
fiscal y los efectos de las emisiones de gas de efecto invernadero, ya estamos
preparados para ignorar a las personas que analizan las pruebas sobre la
transmisión de la enfermedad.
Esto también
ayuda a explicar el papel central que tienen los conservadores religiosos que
odian a la ciencia en el conservadurismo moderno, el cual ha tenido una
influencia importante en la respuesta deficiente de Trump.
La segunda es que
los conservadores tienen una creencia verdadera: a saber, que existe una
especie de efecto halo en torno a las políticas exitosas del gobierno. Temen
—tal vez con razón— que si la intervención pública puede ser eficaz en un área,
los electores quizás consideren más positiva la intervención del gobierno en
otras áreas. En principio, las medidas de salud pública para limitar la
propagación del coronavirus no deberían tener gran repercusión para el futuro
de programas sociales como Medicaid. En la práctica, la primera tiende a
aumentar el apoyo para la segunda.
Como resultado,
la derecha a menudo rechaza las intervenciones del gobierno incluso cuando es
evidente que son para el bien común y no tienen nada que ver con la
redistribución del ingreso simplemente porque no quieren que los electores vean
que el gobierno está haciendo algo bien.
La conclusión es
que, así como con muchas cosas, Trump, la atrocidad de hombre que habita la
Casa Blanca, no es todo lo que hay detrás de las terribles políticas públicas.
Desde luego que es ignorante, incompetente, vengativo y totalmente falto de
empatía. Pero su incompetencia en cuanto a las políticas públicas relacionadas
con la pandemia se debe tanto al carácter del movimiento al que sirve como a
sus ineptitudes personales.
La escena ocurrió
en el invierno de 1347, en el inicio de la peste negra, la epidemia que asoló
Europa, Asia y el Norte de África cobrándose, según los relatos más fiables, unos
20 millones de vidas. Liderados por Jani Beg, que había heredado el trono de su
padre tras asesinar a sus dos hermanos, hordas de mongoles recientemente
islamizados asediaban el puerto genovés de Caffa, hoy Feodosia, en el Mar
Negro, en busca de las riquezas de una ciudad que recibía unos 200 barcos
diarios repletos de mercancías. Frente a la obstinada resistencia de los
sitiados y ante la evidencia de que sus propias tropas estaban cayendo víctimas
de una enfermedad desconocida que se propagaba como pólvora, el khan ordenó, en
lo que probablemente sea una de las primeras operaciones de guerra
bacteriológica de la historia, utilizar las catapultas para bombardear de
cadáveres contagiados el interior de las murallas, obligando a los sitiados,
que pensaban erróneamente que la enfermedad se contraía por el contacto de los
cuerpos, a escapar. Pero la peste ya se había propagado a través de su
verdadero vector, las ratas, y la huida la trasladó a Génova, de ahí a
Constantinopla y finalmente a medio mundo civilizado.
Difusa pero
angustiante, la sensación de fin del mundo se extiende hoy por el planeta,
conforme más y más países decretan la cuarentena y ven cómo se eleva el número
de contagiados y muertos. Apocalipsis con arresto domiciliario, según la buena
definición del periodista Boris Muñoz: ni siquiera podemos salir a la calle a
ver cómo termina esto. Por eso quizás algunos se apuran a buscar responsables:
las hipótesis conspirativas, explica el investigador especializado en estudios
del futuro Ezequiel Gatto (1), nos tranquilizan moralmente porque permiten
identificar un culpable, sea éste el gobierno chino, un laboratorio secreto de
Estados Unidos, un plan para acabar con los viejos al estilo de La guerra del
cerdo o un chino que se comió un murciélago. O un khan ambicioso que ataca una
ciudad bombardeándola con cadáveres. No importa que se trate de hipótesis
incomprobables, del mismo modo que la historia de los cuerpos contagiados de
peste bubónica volando por arriba de los muros podría ser falsa, una temprana
fake news, según corrobora el historiador Ole J. Benedictow en su libro La
peste negra (2). Lo importante, apunta Gatti, es que identificar un responsable
permite suponer que alguien pensó el futuro de todo esto, que esto ocurre
porque alguien así lo planeó y que todo tiene un sentido: uno sólo.
Hay algo
igualador en la incertidumbre, en el hecho de que nadie –de Donald Trump al
último obrero chino- sabe realmente cómo va a terminar la pandemia, aunque
desde luego el virus no afecta del mismo modo a todos. Como señala Gatto, es la
primera vez en la historia que el mundo parece plegarse sobre un sólo elemento
que define “nuestro tiempo”, lo que explica la sensación un poco aterradora de
que somos víctimas de una incursión extraterrestre, algo externo que nos pone a
todos en un único conjunto. Porque además
todo sucede en tiempo real, en la tiranía del minuto a minuto: vivimos
pandemias por radio y televisión, pero nunca a través de las redes sociales,
que aceleran la dinámica de los hechos (todos los días contamos el número
global de muertos) y dispersan la información: las pocas fuentes fiables –la
Organización Mundial de la Salud sobre todo– recuperan centralidad y
protagonismo.
El futuro está
abierto, hoy más que nunca. Por eso, antes que pensar el fin del mundo (o del
capitalismo, que a esta altura es casi lo mismo), quizás sea más sensato tratar
de pensar qué cambiará cuando la crisis finalmente pase. Slavoj Žižek sostiene,
en un libro de reciente aparición sobre el coronavirus que debe haber escrito
siguiendo el método Fogwill, que la pandemia abre la oportunidad de replantear
horizontes hasta hace poco impensables, aunque su proyecto de construir un
“comunismo con coordinación y colaboración global” suene un tanto inalcanzable
(3). ¿Qué cambiará entonces? No es sencillo imaginarlo, porque están ocurriendo
las cosas más insólitas: el FMI acepta tan campante que el gobierno argentino
no pague su deuda por cinco años, 1.300 millones de indios son confinados a sus
hogares en la cuarentena más masiva de la historia y los patos se pasean por
los canales de Venecia (y los carpinchos por Nordelta).
¿Qué saldo
dejará la pandemia?
En primer lugar,
observamos la reubicación en el centro de la escena internacional de dos
cuestiones que nunca se fueron, que siempre estuvieron ahí, pero que venían
sufriendo ataques y erosiones: el Estado-nación y la ciencia.
Como ha sido
señalado en estos días, el gran protagonista de la respuesta a la crisis fue el
Estado. No ocurre siempre, pero a veces las crisis totales, como la que estamos
atravesando, conllevan un reempoderamiento del Estado: sucedió después de la
Segunda Guerra Mundial, con la construcción del Estado de Bienestar, y puede
que termine ocurriendo ahora, en momentos en que se hace evidente que la
sociedad civil y los actores económicos pueden contribuir a buscar soluciones
pero que la respuesta general sólo puede venir del Estado, que distribuye
cheques de 3.000 dólares a todas las familias en Estado Unidos, renacionaliza
los sistemas de salud en Europa o decreta las cuarentenas en medio planeta.
También cascoteada
últimamente, hostigada desde los frentes diversos del fanatismo religioso (que
niega la teoría de la evolución), el hipismo irresponsable (que niega las
vacunas) y los intereses económicos (que niegan el cambio climático), la
ciencia recupera protagonismo. En momentos de incertidumbre y confusión, la
ciencia provee certezas: el coronavirus tiene tal ADN, se contagia de tal
forma, se testea de esta otra. Lo demostrable, lo verificable. Una de las pocas
instancias de coordinación internacional que sobreviven al ascenso de los
nacionalismos, la Organización Mundial de la Salud, se erige en un espacio
fundamental de coordinación de esfuerzos. Como sostiene Yuval Noah Harari (4),
la gran ventaja del hombre en la lucha contra el virus es la capacidad de
intercambiar información. Un coronavirus en Corea y un coronavirus en España no
pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Pero Corea
puede enseñar a España lecciones valiosas. Si el Estado es nacional, la ciencia
es, por definición, universal: quizás otro de los saldos de la pandemia sea un
fortalecimiento de la comunidad científica internacional y de los organismos
que la representan. Leviatán y positivismo para salvar al mundo.
Geopolítica
El fondo sobre el
que se recortan estos movimientos es la desglobalización, el proceso de
reversión de la tendencia a la integración planetaria cuyo inicio hoy, con la
distancia que da el tiempo, podemos situar claramente en la crisis financiera
de 2008/2009, que marcó el comienzo del declive de la Unión Europea como actor
global, produjo un auge de los nacionalismos y parió una serie de liderazgos
proteccionistas que, como Donald Trump y Boris Johnson, denuncian los acuerdos
comerciales y se amurallan detrás de sus fronteras. Con la fuerza demoledora de
su irrupción sorpresiva, el coronavirus cancela vuelos comerciales, quiebra las
cadenas globales de suministros, detiene los flujos de mercancías. Salvo
excepciones, los líderes mundiales reaccionan con reflejo nacional, compiten
antes que cooperan, como ilustra la intención de Trump de adquirir de prepo la
propiedad de un laboratorio alemán que estaba trabajando en una vacuna.
Es cierto, como
apunta Julio Burdman (5), que la globalización desborda a los gobiernos, que
líderes que intentaron una salida original, como Trump o Johnson, tarde o
temprano tuvieron que subordinarse a la estrategia general, que hay un momento
en que sus opiniones valen menos que la de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director
general de la OMS. Pero también es verdad que una vez que pase lo peor el
resultado será menos, y no más, integración global. Cuando superemos la
pandemia, ¿Estados Unidos seguirá aceptando que la mayor parte de los
principios activos de los remedios que consume o los chips imprescindibles para
ensamblar sus computadoras y celulares se produzcan fuera de sus fronteras?
En esencia, la
desglobalización puede ser vista como la respuesta defensiva de actores en
situación de declive hegemónico a la transición de poder global motorizada por
el ascenso de China. Contra los que se apuraron a ver la crisis como un golpe
fatal al régimen chino, como el Chernobyl del Partido Comunista Chino, la
reacción rápida mostrada tras un primer momento de ocultación terminó
convirtiendo al país en el gran protagonista de la crisis. Frente a las
dificultades de Italia y España para imponer el distanciamiento social, los
desvaríos de Trump y la absoluta descoordinación del sistema norteamericano,
donde cada Estado y cada ciudad toman un rumbo diferente, China respondió de
manera asombrosamente eficaz.
Como señaló
Byung-Chul Han en un comentadísimo artículo publicado en estos días (6), esto
fue posible por el mix único de la tradición confucionista de una sociedad
acostumbrada a la disciplina colectiva y el despliegue de un Estado digital de
vigilancia total: cuando los sensores del metro de Pekín detectan a un pasajero
con fiebre el sistema de reconocimiento facial lo identifica y le envía un
mensaje a su celular instándolo a que se acerque en un plazo perentorio al
centro de control más cercano a hacerse el test, al tiempo que rastrea a
quienes compartieron el vagón para que hagan lo mismo. Para Han, la soberanía
ya no reside en quien es capaz de cerrar las fronteras sino en quien controla
los datos. Soberano no es el que decide; es el que sabe. Dotado de un panóptico
digital compuesto por 170 millones de cámaras, el Estado chino logra niveles de
trazabilidad que le permiten encontrar y aislar a los contagiados, pero esto
sólo es posible en un país en el que las empresas de telecomunicaciones no tienen
inconvenientes en compartir los datos con el Estado porque son públicas y en el
que los derechos civiles directamente no existen.
No hay muchas
dudas: los sistemas centralizados –autoritarios o semi-autoritarios– de Asia
respondieron mejor al estrés de la crisis que la mayoría de las grandes
democracias occidentales (con la singular excepción, una vez más, de Alemania).
Como sostiene Andrés Malamud en esta misma edición de El Dipló, si en Oriente
la crisis fortaleció el statu quo político, en Occidente lo puso en cuestión.
La decisión del gobierno chino de enviar profesionales y equipos médicos a
países no sólo del tercer mundo –el primero en recibirlos fue Italia–, junto a
la postal de ciudadanos chinos escapando de España para volver a su patria, confirman
quién está ganando la batalla cultural de la pandemia.
Desde hace bastante este tema del fracaso y decadencia
del neoliberalismo me anda rondando.
Encontré la excelente
nota de Yaccar que se menciona más abajo, y cuyo epígrafe es: “¿Se viene un capitalismo más feroz o un comunismo
renovado?”, y me surgió la pregunta ¿Y
entonces qué?
Porque, además de
coincidir en el análisis de la autora, tampoco me siento muy seguro de que el
mismo neoliberalismo, aunque más no sea como muerto vivo (terrible zombie), no
vaya a seguir habitando este mundo. Es cierto que todo les está saliendo mal,
pero hay demasiados intereses y ninguna actitud de auto crítica para no pensar
que van a querer seguir con sus planes, por inescrupulosos y destructivos que
sean.
“El “populismo” era
decretado inferior. Pero es el único pensamiento importante que surgió en
América Latina desde sí misma, y generó a Haya de la Torre en el Perú, a Vargas
en Brasil, a Perón en Argentina, a Ibáñez en Chile, a Lázaro Cárdenas en
México, a Rómulo Betancourt en Venezuela.”
Como se ve, este
“populismo latinoamericano”, como lo llama Methol, no fue un hecho aislado en
América Latina, si bien el peronismo es la propuesta más consolidada y
perdurable.
Es cierto que no
ha sido un camino fácil: la izquierda lo menospreció, e incluso se alió con el
conservadurismo en contra de él desde el comienzo. En las elecciones de 1946, a
Perón lo enfrentó la Unión Democrática, una extraña alianza de conservadores,
radicales, socialistas y comunistas, con el apoyo de los EEUU (Braden
(embajador de ese país) o Perón, fue la consigna con que el peronismo llegó al
poder).
Las patas en la fuente, imagen histórica del 17 de octubre de 1945, fecha
fundacional del peronismo, como Día de la Lealtad, tampoco fue algo fácil de
digerir para los grupos de dirigentes prohijados por el establishment económico
de la época. Siempre conspiraron contra el peronismo, y las Fuerzas Armadas
fueron su brazo ejecutor para derrocarlo en 1955, y después en 1976.
Sin embargo, el peronismo volvió a ganar las elecciones
en 1919, y es Gobierno nuevamente.
¿Por qué lo
planteo como un proyecto político que podría ser una alternativa como las que
analizan los filósofos que cita Yaccar?
Este es un tema
que merece un desarrollo por sí mismo, por ahora solo citaré el pensamiento de
Perón en ECONOMÍA PERONISTA, en su presentación:
“Como doctrina
económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al
servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social”.
Verdad 16 del
Justicialismo Peronista
Más abajo dice: “Mal puede distribuir
equitativamente los bienes económicos de la comunidad un país cuyos intereses
son manejados desde el exterior por empresas ajenas a la vida y al espíritu del
pueblo cuya explotación realizan. La felicidad del Pueblo exige, pues, la
independencia económica del país como primera e ineludible condición.
El mundo del porvenir será constituido sobre la base de
naciones socialmente justas, económicamente libres y políticamente soberanas, o
será destruido irremediablemente” (1/5/1952).
Esto no es lo que está sucediendo en América Latina (es
más, se hace evidente lo de la destrucción como amenaza cierta), y el macrismo
fue un fiel exponente de ese pensamiento que se opone a un proyecto nacional y
popular, como el de los “populismos latinoamericanos”.
Por lo tanto, creo que este pensamiento debe de ser
considerado como una alternativa válida. Y
se los propongo.
El neoliberalismo es la primera víctima fatal del coronavirus
El coronavirus ha
desatado un torrente de reflexiones y análisis. Sobran las razones para
incursionar en esa clase de conjeturas porque si de algo estamos completamente
seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión
neoliberal del capitalismo. Decimos la “versión” porque el COVID-19 liquidó al neoliberalismo,
pero no a la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción
y como sistema internacional. La era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto
pero imposible de resucitar. El capitalismo, en cambio, aún resiste y su futuro
es incierto. Pero nada autoriza a darlo ya por muerto.
Simpatizo mucho
con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle
la razón cuando, en la estupenda nota de María Daniela Yaccar en PáginaI12 del
29 de marzo
(https://www.pagina12.com.ar/255882-la-filosofia-y-el-coronavirus-un-nuevo-fantasma-que-recorre-
) sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema
capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste
debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque,
como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no
existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo
sobrevivió a la pandemia de la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos
vio la luz en la base militar Fort Riley (Kansas) , y que según los imprecisos
cálculos de su letalidad, exterminó entre 20, 50 y 100 millones de personas.
Resistió también al derrumbe global producido por la Gran Depresión,
demostrando una inusual resiliencia para procesar las crisis e inclusive salir
fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y
políticas anticapitalistas ahora se producirá el tan anhelado deceso de un
sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la
naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis
concreto. Zizek confía en que para salvarse la humanidad tendrá que recurrir a
“alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas.
Dependerá de si “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir
viviendo como antes”, cosa que por ahora no sabemos. Pero la coyuntura presenta
otro posible desenlace: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación
del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica,
coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de
su hasta ahora intacta dictadura mediática y de la eficacia de su imperio de
vigilancia global.
En la nota ya
aludida el filósofo de Byung-Chul Han se arriesga a decir que “tras la
pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Creemos que se equivoca
porque si algo ya se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de la
sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar
los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos
de salud, vivienda, seguridad social, transporte y para poner fin al escándalo
de la concentración de la mitad de la riqueza del planeta en el 1 % más rico de
la población. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos
mercado, y éstos estarán más regulados, con poblaciones “concientizadas” y
politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar
soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como
Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno
individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el
neoliberalismo.
En una entrevista
reciente Noam Chomsky habla del “monumental fracaso” de los mercados y los
gobiernos neoliberales en cuidar la salud de la población.”
(https://www.youtube.com/watch?time_continue=61&v=t-N3In2rLI4 )
“Reagan y
Thatcher decían que el problema era que los gobiernos sofocaban a los mercados”
y que, por lo tanto, “había que acabar con los gobiernos” y su intervención en
las áreas de salud, seguridad social, vivienda, educación, transporte, etcétera.
En EEUU ese programa se cumplió escrupulosamente: Trump anuncia una gran
operación antinarcóticos en el Caribe para hostigar a Venezuela y Cuba y en la
misma nota el Washington Post reproduce la opinión oficial de que la pandemia
podría “causar entre 100 y 240.000 muertes.” ¿Por qué tantas? Porque según la
American Hospital Association el número de camas de hospital disminuyó en un 39
% en los últimos años a fin de aumentar la tasa de ocupación de las camas
(hasta oscilar en torno al 90 %) y aumentar la rentabilidad de los hospitales.
Según esta misma fuente el país dispone de 924,100 camas pero muchas de ellas
están ocupadas por pacientes crónicos y las que cuentan con Unidades de
Cuidados Intensivos (UCI) son a lo sumo 64.000 camas. El Johns Hopkins Center
for Health Security informó el mes pasado que si la pandemia es moderada
requeriría hospitalizar a un millón de personas, 200.000 de las cuales
requerirían camas aptas para las UCI. Una pandemia severa enviaría a los
hospitales casi 10 millones, y unos 2.9 millones requerirían camas con UCI.
Obviamente, muchísima gente morirá fuera de los hospitales. La destrucción de
la salud pública se corrobora también cuando se observa que los centros de
salud locales y estaduales tienen un 25 % menos de personal que en el 2008; que
el presupuesto del crucial Center for Disease Control cayó un 10 % en términos
reales bajo Trump y que éste desmanteló la oficina de la Casa Blanca para
coordinar las luchas contra las epidemias creada por Obama para combatir el
Ébola en 2014.
Las estadísticas
de la destrucción del sistema de salud revelan el contubernio entre gobiernos
neoliberales y los traficantes de la salud: hospitales e industria
farmacéutica. Difícil que después del desastre que se avecina vaya a haber
mucha gente en EEUU que se burle de Bernie Sanders cuando hable de la medicina
socializada. Después de esta pandemia, y de la debacle económica que dejará
como saldo, el mundo será muy distinto al que conocimos. Casi 10.000.000 de
nuevos desocupados se inscribieron en el Seguro Social esta semana. Además,
¿qué ocurrirá con los 80 millones que o no tienen seguro de salud o que el que
tienen no les sirve? ¿Seguirán votando por mantener la “privatización” de la
salud? ¿Querrán morir a los 70 años, como pide el Vicegobernador de Texas, para
reanimar a la economía? ¿Cómo va a actuar el 45 % de la fuerza de trabajo sin
licencia paga por enfermedad? Deberá elegir entre ir a trabajar y contagiar o
contagiarse de otros, o comer. Lo que parecía normal, hasta “natural”, antes de
la pandemia ahora aparece como una monstruosidad. Por eso, el mundo que ya
destruyó no volverá a renacer. Estamos en las vísperas de una nueva era, y si
nos concientizamos, luchamos con inteligencia y nos organizamos adecuadamente
podremos crear un mundo mejor, mucho mejor.
Extrañamente,
para mí, estoy usando el título de la Editorial del Diario Los Andes de hoy, 30
de marzo, el día siguiente a la prolongación de la cuarentena obligatoria por
decisión del Presidente Alberto Fernández como título de una entrada de mi
blog.
Lo hago porque,
así como soy muy crítico de Los Andes, es justo destacar esta Editorial que le
da el lugar que muchos medios no le dieron en su momento a la Bendición Urbi et
Orbi del Papa Francisco.
Es cierto que el
coronavirus ha cambiado el mundo (no a todos/as, claro) y que este
reconocimiento a la autoridad del Papa, seguramente, no hubiera sido posible en
otras circunstancias, pero es válido y me sirve para introducir esta nota que
sigue la línea de entradas anteriores sobre Francisco.
Tengo la
intención de desarrollar más el tema de los liderazgos mundiales, pero está
claro que esta crisis tan extrema está resaltando lo bueno y lo malo de la
humanidad.
En este caso, voy
a destacar la situación de algunos líderes políticos del mundo: así como Trump
y su mala imitación, Bolsonaro, han demostrado que son malos líderes por
incapacidad y, sobre todo, por falta de un proyecto político válido para la sociedad
en su conjunto, y sorprendente, o no tanto, por su desaprensión por la suerte
de sus pueblos.
NO ERA QUE NO HACÍA FALTA POLÍTICA, NI POLÍTICOS, SINO
BUENA POLÍTICA, Y LÍDERES VÁLIDOS, Y ORGANIZACIÓN SOCIAL.
El Papa Francisco
es, desde hace bastante, el líder mundial más importante, desde lo espiritual,
y a su rededor, efectiva o lejanamente, nos reunimos todos/as los/las que
queremos que el mundo sea mejor, más justo, sostenible y sustentable.
El Presidente
Alberto Fernández, que llegó a ser candidato de una manera poco convencional,
ha demostrado estar, por mucho, a la altura de las circunstancias, como la
sociedad, incluso más allá de sus preferencias políticas, está valorando.
Se está diciendo
que estamos ante el advenimiento de un nuevo mundo. No estoy tan seguro, y voy
a desarrollar una entrada sobre distintas miradas sobre estas posibles
transformaciones, pero estos gestos o actitudes o decisiones, con valor
simbólico, pero también efectivos y con influencia en nuestra vida, son faros
que nos pueden guiar.
Se dice por
todos lados que al coronavirus los vencemos entre todos, y que no hay salvación
individual: ese es el mensaje que debemos atesorar y encarnar en esta crisis y
“por los siglos de los siglos. Amén”.
El Papa y el
Presidente en sintonía: la unidad o la nada
Sin lugar a dudas
fue impactante ver al Papa implorando a Dios ante una plaza vacía para
“que todos sean uno” porque “nada ni nadie se salva solo”.
Tan impactante como escuchar el día anterior al Presidente Alberto Fernández,
ante la pantalla de un mundo sitiado, terminar su discurso diciendo:
“Tenemos que actuar juntos, ya mismo, porque ha quedado visto que nadie se
salva solo”. Parafraseando a Oscar Wilde, podría decirse que la teología
imita a la política, y no al revés. Sin embargo, es una coincidencia que
responde a un saber compartido por ambos. Esto es, que cuando la plaza está
vacía, lo público está desaparecido.
¿Qué hacer?
“Sensibilizarse” para que “todos sean uno”. Eso dijo
Francisco en “Querida Amazonia”. Eso dijo Alberto en el G20, citando
al Papa. Francisco pidió a los empresarios que “no despidan trabajadores
en medio de una pandemia”. El Presidente lo citó y tildó de
“miserables” a los que despiden.
Cuando la vida
está en peligro, las respuestas metafísicas desde la verdad dominante, tanto
como las teorías conspiranoicas de la opinión pública, se llaman a silencio y
solo cuenta la pregunta política por el qué hacer ante una realidad que se
impone como fin moral ineludible, público e inmanente. Ante esa realidad, dijo
el Presidente, “no hay lugar para demagogias ni improvisaciones.
Enfrentamos el dilema de preservar la economía o la salud de nuestra gente,
porque, no seremos eficaces si no aceptamos que el mundo ha cambiado para
siempre”.
En general se
citan textos religiosos en política para dar presuntas respuestas
fundamentalistas. Sin embargo, la clave divina está en la pregunta, no en la respuesta.
En el Nuevo Testamento tres preguntas son claves. La pregunta metafísica de
Pilatos a Jesús: “¿Qué es la verdad?” La pregunta política del joven
rico a Jesús: “¿Qué hacer?” Y la pregunta estética de Jesús a Pedro:
“¿Tú me amas?”
El joven rico pregunta
a Jesús qué hacer para salvar la vida. El Maestro le responde que debe
permanecer en la unidad. El joven vuelve a preguntar qué hacer. Jesús le
sugiere vender todos sus bienes para dárselos a los pobres, y luego unirse a él
(Mt 19, 16-21). El joven rico se va con tristeza, sin tener la capacidad
creativa de hacer un pacto de amor por la unidad.
La pregunta
política por el qué hacer para salvar la vida, supone la opción fundamental por
la unidad. De lo contrario, nadie se salva solo. En términos políticos, es la
decisión de hacer un pacto público amoroso constituyente de una unidad que
posibilite el despliegue de la capacidad creativa de la comunidad para
organizarse como un pueblo.
También esa, la
unidad redentora con la cruz del otro, parece ser la lógica política a la cual
el presidente argentino hace referencia cuando dice ante el G20 que, como nunca
antes, nuestra condición humana nos demanda solidaridad. Y, ante las urgencias
que marcan las muertes, decide que tenemos que dar una respuesta creativa. Al
contrario del joven rico, dice Alberto, no dudamos en proteger integralmente la
vida de los nuestros, y opta por lo político antes que por lo económico. Eso
es, precisamente, la creatividad, es decir, libertad para aceptar la realidad
que reclama justicia y no para imponer una idea egoísta. Desde ese punto de
partida, real, se van tomando las decisiones políticas por un nuevo status que
cuide la vida antes que la renta.
Creatividad es lo
que pide el Papa Francisco. Creatividad en el trabajo, creatividad en la
política. Si hay algo que los seres humanos tienen a imagen de un Dios creador,
es justamente la capacidad de crear. Algo que, cuando logra secularizarse de
los falsos dioses mortales, les permite crear espacios para que la vida pública
pueda representar la unidad. Ahora, cuando el interés económico se sacraliza,
las personas son descartadas. ¿Qué hacer entonces para que esos descartados que
sufren piensen, se organicen y hagan, como dijo el Papa Francisco a los
movimientos sociales populares? Si todos estamos en la misma barca, o nos
unimos y nos salvamos todos o no se salva nadie.
En la pregunta
amorosa de Jesús a Pedro está la clave de la decisión. Jesús no pregunta a
Pedro qué hace. Simplemente decide enamorarlo. Alberto Fernández en su discurso
al G-20, citando al Papa Francisco, dice: tenemos que abrir nuestros ojos y
nuestros corazones para actuar con una nueva sensibilidad. En esa línea, el
representante de un pueblo descartado que piensa, se organiza y hace, acepta
que la crisis exige diseñar y suscribir un gran Pacto de Solidaridad Global, y
propone crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria.
(*) Emilce Cuda
es teóloga. Profesora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.
Desde hace rato
tengo decidido no hacer referencias al Gobierno que terminó en diciembre.
En primer lugar,
porque me interesa mucho más lo que hagamos los argentinos en este nuevo
periodo político. En segundo, porque el mismo macrismo le sacó lustre al tema
de la “pesada herencia” de tanto usarlo, y ya genera más rechazo que atención.
Sin embargo, este título de Los Andes merece ser compartido y comentado, sobre
todo, porque Cornejo asumió un rol central en la defensa de Macri y sus
políticas. Se cansó de denostar al “populismo”, rinforzando la línea del
Gobierno anterior, cada vez que pudo.
En la campaña
electoral, se vendió a la gestión cornejista como modelo y exitosa, cosa que la
ciudadanía mendocina compró con entusiasmo y le dio una amplia victoria en las
urnas.
Más de una vez he
sostenido que ese aparente éxito no era real, y que era mucho más una creación
comunicacional que otra cosa.
HUBO UNA MATRIX
MENDOCINA, DENTRO DE LA NACIONAL.
Este modo de
plantear la gestión tiñó todo: por ejemplo, la obra pública se desarrolló
sectorizadamente, en los lugares que tenía más valor comunicacional, lo que no
tiene nada que ver con una estrategia política.
Cornejo impidió
que el Paco Pérez (una mala gestión, sin dudas) se endeudara sabiendo que iba a
caer en cesación de pagos, como ocurrió, pero cuando fue gobernador se endeudó
de manera importante (los datos están, pero no es lo que me importa ahora). Esa
deuda la vamos a tener enfrentar todos y todas. También le dejó a Suárez muchos
problemas presupuestarios, que también pagaremos todos/as. Por ejemplo, hay un importante
retraso en los pagos a los proveedores del Estado, y a los efectores de OSEP.
La nota intenta
explicar por qué hemos llegado a esta situación de desempleo, pero no hay
manera de despegar al Gobierno de Cornejo de este problema. Fueron Gobierno
cuatro años con referencia total con Macri, tienen responsabilidad, sin dudas.
Macristas menducos, tan anti peronistas uds., háganse
cargo, y hablen menos; quiero decir, termínenla con las chicanas, fake news,
descalificaciones.
El Gobierno peronista y una gran parte de la sociedad
argentina está tratando de recuperar la Patria del desastre macrista, y de
superar una pandemia mundial sin antecedentes.
Por lo menos, no
molesten y dejen trabajar.
La tasa de
desempleo de Mendoza duplica a la de San Juan y San Luis
En tres años, la
desocupación local creció cuatro puntos porcentuales, mientras que las
provincias vecinas mejoraron sus estadísticas.
A finales de
2016, Mendoza tenía el nivel de desocupación más bajo de Cuyo. Hoy, su tasa de
desempleo duplica a la de San Juan y San Luis, demostrando un deterioro del
mercado laboral mucho más profundo que el de las provincias vecinas.
El dato se
desprende de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (Indec). De acuerdo al estudio, en el cuarto trimestre de
2016, Gran Mendoza tenía un índice de desocupación de 3,3%, Gran San Juan de
5,1% y Gran San Luis de 3,6%. Cuatro años más tarde, el desempleo mendocino
llegó a 7,3%, mientras que la vecina del norte registró una tasa del 3,5% y la
provincia puntana del 2,9%.
Pasando en
limpio, en cuatro años la desocupación de Mendoza aumentó cuatro puntos
porcentuales. En ese mismo período, San Juan y San Luis redujeron el desempleo
1,6 y 0,7 puntos porcentuales respectivamente.
Diferencia económica
Como lo
demuestran las estadísticas, el desempeño del mercado laboral de Mendoza fue
muy diferente al de las provincias vecinas. El resultado llamó la atención de
los economistas, dado que los factores económicos que condicionaron el aumento
de la desocupación local (recesión y pérdida de poder adquisitivo de los
salarios), también incidieron negativamente en la economía interna de San Juan
y San Luis.
La diferencia,
según el economista Carlos Rodríguez, radica en la composición de la matriz
productiva de cada provincia. “Mendoza ha sufrido mucho más por la crisis
económica porque algunas de sus principales actividades económicas se han visto
particularmente afectadas por los problemas económicos a nivel nacional”,
apuntó.
“Mientras tanto,
San Juan logró impulso económico con la minería y San Luis, además de tener una
economía ordenada, generó mucho empleo público con poco déficit
presupuestario”, agregó.
Coincidió con esa
lectura el economista Pablo Salvador. “El comercio, la construcción privada y
el sector exportador, sectores primordiales para Mendoza, cayeron mucho por la
crisis económica nacional. Las provincias vecinas, principalmente San Juan con
la minería, lograron compensar parte de la crisis económica nacional”, comentó.
“Por ese motivo, el Gobierno de Suarez busca fortalecer otros sectores”,
agregó.
Sebastián Laza,
economista y vocero del Gobierno Provincial, se refirió a ese punto. “Mendoza
busca mejorar su matriz productiva, fortaleciendo el sector TIC (Tecnología del
Conocimiento) y las energías renovables”, indicó.
Los números locales
Más allá de la
comparación con las provincias vecinas, el análisis del mercado laboral de
Mendoza permite sacar algunas conclusiones interesantes. Lo primero a tener en
cuenta, es que hubo un crecimiento del 1,8 puntos porcentuales en la tasa de
actividad, pasando de 47,2% en el cuarto trimestre de 2018 a 49% en igual
período de 2019. Eso significa que aumentó la cantidad de personas que están
activas, ya sea trabajando o buscando empleo.
Carlos Rodríguez,
explicó que ese aumento de la tasa de actividad “se debe principalmente a que
en los últimos meses de 2019 salió más gente a buscar trabajo, como
consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios”.
De acuerdo con
las estadísticas, una parte de la población que salió a buscar empleo lo
encontró (subió 0,9 puntos la tasa de empleo), pero otra no (aumentó 1,4 puntos
la desocupación). “Parece una situación paradójica, pero es posible. Significa
que la economía de Mendoza tiene capacidad de generar trabajo, pero no para
todas las personas que ingresan al mercado laboral”, señaló Rodríguez.
Se mostró de
acuerdo Sebastián Laza. El representante del Gobierno de Mendoza coincidió que
la pérdida del poder adquisitivo de los salarios fue el disparador que provocó
que muchos más mendocinos salieran a buscar trabajo. “Esto fue consecuencia de
las políticas macroeconómicas del Gobierno de Macri”, apuntó.
“Lo positivo, es
que aun después de dos años de crisis, Mendoza ha seguido teniendo capacidad
para generar puestos de trabajo. Por otro lado, se debe destacar el gobierno de
Cornejo logró mantener el poder adquisitivo del sector público”, agregó el
economista.
Mejora en el total de Argentina
A nivel nacional,
las estadísticas del Indec demostraron una leve recuperación del mercado
laboral. Es que la tasa de empleo mejoró 0,8 puntos porcentuales, pasando de
42,2% en el cuarto trimestre de 2018 a 43% en el mismo período de 2019, y a su
vez, la tasa de desocupación se contrajo de 9,1% a 8,9%.
Al igual que en
Mendoza, la tasa de actividad de Argentina subió (0,7 puntos porcentuales),
pero entre toda la gente que salió a buscar trabajo, fue más la que lo
encontró, que la que no lo hizo.
Ayer 24 de marzo
encontré en la versión papel del Diario Los Andes esta nota de Gastón Bustelo.
Me pareció útil porque hace una cronología bastante precisa del proceso que se
desarrolló –centrándose en Mendoza- desde ese infausto 24 de marzo de 1976
hasta el retorno a la democracia. También me pareció una posición objetiva,
pero crítica, de ese Golpe genocida y cruel.
Es importante
porque analiza también el proyecto económico que se aplicó–semejante al de
Chile, con mucha menor eficiencia, para bien o para mal- y sus consecuencias.
No sé por qué no
subieron la nota a la versión on line del Diario, pero me tomé el trabajo de
escanearla para poderlo publicar en mi blog, pero eso impidió –junto con las
dificultades para usar Internet por saturación de la red- que lo publicara
ayer; sin embargo, no quise dejar pasar el momento.
Viví muy cerca
este Golpe porque era Director de la Escuela Superior de Trabajo Social,
también dependiente de la Provincia de Mendoza, y que Gastón no menciona, pero
que sufrió también las medidas del Gobierno de facto de Mendoza.
Aclaro que la
Intervención de la UNCuyo fue antes del Golpe, cuando tomó la conducción del
Gobierno de Estela Martínez de Perón el Brujo López Rega y sus secuaces, y
comenzó la represión que se agudizó después del Golpe. Ahí apareció Otto Burgos,
que menciona Bustelo. Esta Escuela –como la de Periodismo- fue transferida a la
UNCuyo y pasaron a ser las Carreras de Trabajo Social y Comunicación.
Mi intención es
poner al alcance de todos los que no vivieron esa época oscura tengan una
síntesis de lo que pasó en Mendoza en los años de plomo, incluso con los
nombres de los responsables de esos hechos terribles, no solo de los militares,
sino también de los civiles colaboracionistas. Por supuesto, faltan todos/as
los/las que lo hicieron desde las sombras y produjeron las listas que usaron
los militares para sus tropelías.
Espero que sea
útil.
ANIVERSARIO | LA
ÚLTIMA DICTADURA
Recuerdos del
espanto, a 44 años del Golpe del ‘76
En la Argentina
desaparecieron 30 mil personas, según organismos de derecho humanos. Torturas, violaciones
y muerte azotaron los años del régimen militar. Centros de detención y control
de las ideas
(Diario Los
Andes, Edición en papel, 24 de marzo de 2020)
El 24 de marzo de
1976 se produjo el último golpe de Estado de la historia argentina, fue hace 44
años y junto con ese hecho arrancó la dictadura militar más sangrienta que concluyó
en 1983, con la economía destrozada, miles de desaparecidos y más de 600
muertos en una guerra por las Malvinas que era imposible ganar.
Miles de personas
fueron torturadas y enviadas a centros clandestinos de detención, en donde se
cometieron las más grandes violaciones a los derechos humanos. Los secuestrados
eran incomunicados, su familia no sabía dónde estaban, se los torturaba y la
mayoría de las mujeres fueron violadas en cautiverio o separadas de sus hijos
si daban a luz en un centro de detención.
Dictadura y economía
El salario perdió
poder adquisitivo, se abrió fuertemente la economía, se fomentó la
especulación. La deuda externa pasó de U$S 6300 millones en 1976 a U$S 46000 en
1983. El año 1981 terminó con un aumento del tipo de cambio nominal de 225,8%. Los
mercados se redujeron un 5,4%. “El que apuesta al dólar, pierde”,
llegó a afirmar Lorenzo Sigaut, el ministro de Economía. El peso finalmente se devaluó
con respecto al dólar un 30%. Mario Rapoport en su libro Historia de la
economía argentina del siglo XX, explica que, en ocho años, el PBI sólo creció
2,3% promedio, lo que significó una drástica pérdida de riqueza por habitante.
Se gestó una importante concentración de la economía, del capital y de los
ingresos, lo que generó fuerte reducción de los salarios y comprimió el mercado
interno. El plan de la dictadura sentó las bases de un nuevo modo de
acumulación rentístico-financiero basado en la reprimarización de la producción,
financiarización de la economía y la apertura indiscriminada del sector
externo. Los sectores de la pequeña y mediana industria, las clases medias y
los trabajadores fueron los más afectados con las políticas económicas de la
dictadura.
Los centros de detención
El emblema de los
centros de detención es la Escuela de Mecánica de la Armada, (ESMA), por donde
pasaron cerca de 5 mil detenidos desaparecidos.
Casi todos los
secuestros realizados mostraron un procedimiento similar. A veces ocurrían en
el lugar de trabajo de la víctima o en la calle a plena luz del día. En la
mayoría de los casos se les ordenaba a las comisarías de la policía
correspondientes, dejar la “zona libre” para poder realizar el operativo. Así
eran detenidas las personas y llevadas a los centros clandestinos de detención.
En Mendoza funcionaron por lo menos 13 centros: Liceo Militar General Espejo,
penitenciaría provincial, palacio policial (D2), la VIII Brigada de Infantería
de Montaña, el Batallón de Infantería de San Rafael, Cuartel de Bomberos de San
Rafael, Comisaría séptima de Godoy Cruz, Unidad Militar Campo de Los Andes. El
chalecito –inmueble ubicado en Las Heras, Comisaría 25 de San José,
departamento logístico de la Policía de Mendoza, Círculo de Suboficiales,
Colonia Papagallos.
El impacto en la educación
La estrategia
nacional para la contrainsurgencia del alto mando militar había hecho de la
educación, como de las fábricas y la religión, un objetivo prioritario de la
dictadura.
Durante el
régimen militar la educación y la cultura se convirtieron en otro frente de la “guerra
sucia”. Esto está reflejado en la Conadep. De las casi 10.000 denuncias
recibidas por este organismo, el 38,7% corresponden al sector educativo. Este
38,7% se reparte de la siguiente manera: 21% eran estudiantes, el 10,7% científicos
y profesionales, el 5,7% profesores y el 1,3% trabajadores del campo cultural.
“Es necesario
–declaraba un documento secreto del Ejército- normalizar o depurar estos
ámbitos, para actuar sobre las bases filosóficas-ideológicas de la subversión.
A solo cuatro meses del golpe, el Ministro de la Educación de la Nación,
Ricardo Bruera, admitió que unos 3.000 académicos, administradores y asistentes
de enseñanza de las escuelas secundarias nacionales habían sido despedidos.
En Mendoza fueron
más de 1.000 los docentes del nivel primario, y medio cesanteados por motivos
ideológicos, una vez restaurado el gobierno democrático fueron todos
reincorporados.
Ya en 1975,
durante la gestión del rector Otto Burgos en la Cuyo, se comenzó a dejar cesantes
a profesores y alumnos.
En la Facultad de
Ciencias Políticas fueron separados de sus cargos, durante este período, 35
profesores. Luego del golpe, asumió el rectorado el interventor militar
comodoro ingeniero Héctor Ruiz, el que continuó con la política de cesantías a
profesores. Ruiz designó decano normalizador de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales al profesor Dennis Cardozo Biritos al cual el interventor
de la UNCuyo le encargó cesantear a más de 100 profesores.
En setiembre del
’78, el interventor Ruiz declaró: “Hay 181 profesores sancionados y en
iguales condiciones hay 15 no docentes. En cuanto a los estudiantes, han sido
expulsados 114 y suspendidos 121 por falta de idoneidad”. En efecto, el
interventor Ruiz expulsó a casi todo el quinto año de la carrera de Sociología
y a varios de Trabajo Social y Ciencias Políticas. También despidió alumnos de
la Escuela de Antropología Escolar y de la Escuela Superior de Periodismo, esta
última fue cerrada y pasó al ámbito privado, también modificó los planes de
estudio de la carrera de Ciencias Políticas. El rector Pedro Santos Martínez,
se ocupó de mantener las listas negras que había confeccionado su antecesor
Ruiz.
Libros prohibidos en Mendoza
En abril de 1976,
un teniente general del Ejército ordenó que se quemaran miles de libros en
Córdoba. Más tarde, en 1978, los oficiales de esa misma provincia prohibieron
la enseñanza de la matemática moderna, argumentando que podría ser una forma
sutil de adoctrinamiento subversivo. También centenares de libros para niños
quedaron en la lista objetable. Los militares prohibieron, por ejemplo, la distribución
y uso en las escuelas de “El principito”, de Antoine Saint-Exupery,
universalmente aclamado.
En la Biblioteca
General San Martín circuló una lista de negra de libros y autores mendocinos
entre los que se encontraban poemas de Armando Tejada Gómez y obras de Juan
Draghi Lucero.
Por su parte el
interventor de la UNCuyo Héctor Ruiz, formó una comisión encargada de
seleccionar los libros “peligrosos” que se encontraban en la biblioteca de la
UNCuyo. Solo se dejó un ejemplar de los libros seleccionados como para
demostrar el gran contenido marxista que contenían. Con esos ejemplares se
formó una biblioteca a la que podía acceder el alumno sólo mediando una
autorización expresa por parte de un profesor. Esta biblioteca permaneció
también durante la gestión del rector Pedro Santos Martínez. El resto de los ejemplares
fueron quemados.
El 6 de
setiembre, el rector Ruiz apareció en Diario Los Andes con 10.000 libros y
“publicaciones extremistas” requisadas a profesores y alumnos.
El escritor y
periodista de diario Los Andes, Antonio Di Benedetto, también fue arrestado y
trasladado junto con el dirigente socialista, Ángel Bustelo, a la cárcel de La
Plata. En vuelo, un oficial los obligó a escupirse, como no lo hicieron, fueron
golpeados brutalmente.
Guerra y fin de la dictadura
En marzo del ’82
la dictadura vivía sus momentos más complicados debido a que la situación
económica del país era muy compleja y el desgaste comenzaba a sentirse fuerte.
Así es como la CGT organizó una marcha en repudio a las medidas económicas del
gobierno militar, la misma fue multitudinaria y se realizó el 30 de marzo de
1982. En esa movilización falleció en Mendoza el trabajador Benedicto Ortiz.
A los tres días
la junta militar decidió ocupar las Islas Malvinas y así fue como Argentina
entró en guerra con Gran Bretaña. Se creó el Fondo Patriótico Nacional con
dinero y demás donaciones realizadas por la ciudadanía altamente movilizada por
el conflicto bélico. Se juntaron 54 millones, pero, hasta hoy, no se sabe qué
pasó con ese dinero. Argentina terminó rindiéndose el 14 de junio de 1982 y la
dictadura entró en su fase final. Al poco tiempo convocaron a elecciones,
después de haber cometido las atrocidades más grandes de la historia
contemporánea argentina.
Cuando el
gobernador electo, Felipe Llaver, asumió la conducción de la provincia, la situación
era alarmante. “Con el total de los recursos de origen provincial
(tributarios y no tributarios) se financió menos del 18% de las erogaciones,
siendo necesario por tal motivo el crecimiento sustancial de los subsidios del
Tesoro Nacional. En 1980 la Provincia contrajo deudas por valor de 89,5
millones de dólares, para el otorgamiento de préstamos a los productores. Esa deuda
no ha sido cancelada y existen importantes montos vencidos, no sólo de capital,
sino también de intereses”.
“Así fue
como al iniciar el ejercicio 1984 nos encontramos con una deuda vencida de 66
millones de dólares y otra a vencer en el curso del período de 22 millones de
dólares, lo que constituye una exigencia para el año de 88 millones de dólares,
carga imposible de soportar en las actuales condiciones financieras y
presupuestarias ya que constituye una suma cercana a la necesaria para pagar
los sueldos de la Administración Pública de todo un año”, señalaba Llaver.
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