ECONOMÍA DE LA ATENCIÓN: NO LA REGALEMOS, VALE MUCHO

ECONOMÍA DE LA ATENCIÓN: NO LA REGALEMOS, VALE MUCHO

Esta introducción la escribí después de terminar la entrada, porque me pareció que había empezado con un planteo y después fui avanzando en otra dirección, que no es divergente, sino concurrente, por lo menos en mi cabeza, pero que merece una explicación.

La globalización marcó el inicio de un mundo diferente. Nos mintieron cuando dijeron que había terminado la Historia, y que venía un mundo mejor.

En realidad, si uno analiza lo que hacía el hombre a fines del siglo XIX y en la primera parte del XX, no ve tantas diferencias entre los que exterminaban focas a palos para desollarlas, o cargaban barcos con hombres, mujeres y niños africanos para hacer trata de esclavos, con los que incendian la Amazonia o bombardean Siria, pero, la capacidad de daño es tremendamente superior, sin posibilidad de comparación.

Si no comprendemos estas cosas, es difícil que podamos hacer algo para que el mundo sea mejor.

Encontré esta nota en el Dipló:

La verdad tiene patas cortas

https://www.eldiplo.org/notas-web/la-verdad-tiene-patas-cortas/

Empecé leyéndola interesado en el tema de las elecciones en EEUU, pero me llamó la atención otra cosa desde el copete:

“Fake news, polarización, discursos de odio… la capacidad de injerencia de las redes sociales en la arena política está en el centro del debate internacional…”.

El tema excede a la política, en realidad tiene que ver con el modo en que las big tech nos manejan, por supuesto, para hacer negocios –cada vez tienen más poder, y más concentrado-, pero lo importante es que entendamos que así logran crear la Matrix en que creemos vivir.

Claro, estamos hablando de algo nuevo, que todavía no alcanzamos a comprender, pero está actuando sobre nosotros: la “economía de la atención”. Para tratar de aclarar el tema, copio un fragmento de una nota (https://www.bbc.com/mundo/noticias-45509092):

“Sean Parker, cofundador de Facebook, declaró el pasado noviembre que la manera en el que se construyeron algunas aplicaciones (como Facebook) se basó en fundamentos psicológicos.

“Pensamos en cómo podemos consumir la mayor parte de tu tiempo y captar tu atención en la medida de lo posible. Eso significa darte un poco de dopamina de vez en cuando porque alguien hizo clic en ‘Me gusta’ o comentó en una foto que publicaste”, dijo el empresario.

“Es el tipo de cosa que a un hacker como yo se le ocurriría. Explotamos una vulnerabilidad de la psicología humana”.

“Hoy día, todo consiste en hacer que la gente quiera cosas y en lidiar con el hecho de que tenemos una capacidad de atención limitada. Quien se adentre en la mente de la gente gana… y los demás pierden”, explica Wu.

Y cuanto más saben las apps sobre nosotros, mejor pueden captar nuestra atención y más dinero hacen.”

Por supuesto, la política encontró en esto la veta que les permite usar la democracia formal para quedarse con el poder. En abril del 2019, lo planteé en una entrada en este mismo blog: https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2019/04/13/como-se-plantean-las-politicas-electorales-aqui-y-en-el-mundo/. Esto no ha cambiado, al contrario, se sigue perfeccionado desde el poder de las corporaciones tecnológicas.

Es real que esto no es novedoso: volveré a recordar a Goebbels, el temido Ministro de Propaganda de Hitler: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.” Y Durán Barba –clave en el triunfo electoral del macrismo- dijo cosas semejantes: “… las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno” y que “es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice ‘no me interesa la política’ como hizo Donald Trump.”

Solo incluyo estas citas a título referencial, porque me interesa lo siguiente, que plantea la nota de Le Monde diplomatique:

“El problema es global. En los próximos años vamos a asistir a mucha discusión en este sentido. Pero no hay que centrar la discusión solo en las grandes plataformas, sino en cómo se constituye el ecosistema, el entorno mediático, en cada caso particular. Creo que el tema es cuando las otras instituciones están en crisis. Porque si hay medios tradicionales más o menos sanos, que gozan de niveles de credibilidad transversales a las diferentes posiciones políticas dentro de una sociedad, hay defensas contra estos problemas”. En síntesis, la desinformación, las fake news y la circulación de discursos de odio ni son problemas nuevos ni son males que dependan únicamente de las redes sociales. En todo caso, hay que analizar cómo operan las dinámicas de las redes en un entorno mediático más amplio y en un contexto político y social en cada caso.”

O sea, la única defensa que tenemos es nuestra capacidad social e institucional para comprender la realidad, para darnos cuenta de que el producto que interesa a las corporaciones, o a los proyectos políticos, somos nosotros, por eso nos regalan aplicaciones o dispositivos, para que estemos todo el día con el celular debajo de la nariz, haciendo clicks.

Más abajo dice: “En octubre, un comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos publicó un informe en el que se señalaba a Google, Apple, Facebook y Amazon como monopolios. “Compañías que en un momento eran startups que amenazaban el statu quo se convirtieron en especies de monopolios como los que habíamos visto por última vez en la era de los barones del petróleo y magnates del ferrocarril”, destacaba el texto, de más de 400 páginas, que sugería una serie de posibles cambios en la ley antimonopolio para atender dicha situación.

Teniendo en cuenta este panorama, la regulación de contenidos por parte de las propias empresas, ¿es la cura (insuficiente o hipócrita, dicen algunos) o un síntoma más del problema? Si la democratización del nuevo entorno mediático es el objetivo, ¿la auto regulación es el camino?”

Esto parece lo ideal, pero no es sencillo: una vez que la gente escuchó tantas veces lo mismo, en los medios de comunicación, en las redes sociales, y en todo lo que se usa para difundir noticias, verdaderas o falsas, ya no cree otra cosa. Es más, si tratamos de hacerle ver la verdad, dirá que somos mentirosos, aunque tengamos datos que demuestran que decimos la verdad.

Es lo mismo que planteaba Goebbels, pero en otro mundo: el de la globalización. El poder de fuego es tan enorme que parece ingenuo e inútil hablar de luchar contra él.

Sin embargo, tenemos que hacerlo, si no, estamos en camino de ser zombis, aunque lo de un chip en la cabeza parezca ficción barata.

El producto que buscan es nuestra atención, que estemos todo el día con el smart en la mano, como millones de personas lo hacen. No la regalemos, es nuestra. Si seguimos siendo dueños de ella, sin caer en los miles de trampas que nos tienden, todavía tendremos el control.

La nota también dice: “Ahora aparece la regulación de contenido que me parece problemática, porque la regulación pública es difícil por razones logísticas y la auto regulación es muy peligrosa porque estás dejando a un actor privado, corporativo, opaco, tomar decisiones acerca de qué es un discurso aceptable y qué no lo es.”

Esto hay que entenderlo: hay gente que trabaja todo el tiempo para hagamos lo quieren, aunque lo camuflen diciendo que esa decisión es producto de nuestro ejercicio de la libertad.

Por eso, la propaganda de un neo liberalismo que intenta instalar Gobiernos propios, exalta nuestra libertad para hacer lo que les conviene a ellos.

Un ejemplo: en las últimas marchas anti cuarentena, en Argentina y en otros lugares del mundo, hemos visto a los libertarios, que Wikipedia define así: “filosofía política y legal que defiende la libertad del individuo en sociedad, los derechos de propiedad privada y la asignación de los recursos a través de la economía de mercado (capitalismo)”. Esto defiende el capitalismo neo liberal promovido por las corporaciones y los proyectos políticos propios como el mejor sistema socio político, y económico, claro.

Es la libertad para destruir la Amazonía, por ejemplo.

Acabo de leer en un medio digital: Milei, Espert y Rosales lanzaron el frente “Avanza Libertad”. Gracias por colaborar tan fuertemente con esta entrada de mi blog.

De todos modos, lo que quiero es resaltar una idea que ha estado siempre en Miradas desde Mendoza: es imprescindible desarrollar una opinión y capacidad de decisión propia, hay que buscar fuentes de información confiables y diversas (aunque sean tan escasas), hay comunicarse con personas que tengan un pensamiento independiente, más allá de la militancia política y social que tengan.

Insisto: si las corporaciones dedican tanto tiempo y dinero para quedarse con nuestra atención, valorémosla con la misma intensidad. NO LA REGALEMOS.

Si nos llenan de noticias sobre los peligros del Comunismo, como en la época de la Guerra Fría del Siglo XX, no seamos pavos y no creamos esa, o cualquier otra tontería.

Si nos quieren consumistas, no caigamos en la trampa, compremos solo lo necesario. DEFENDAMOS A TODOS/AS LOS/LAS QUE LUCHAN POR UN MUNDO SUSTENTABLE Y SOSTENIBLE. TENEMOS LAS ARMAS EN LAS MANOS: USÉMOSLAS POR LA SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD, QUE ES LA NUESTRA.

¿ES NECESARIA UNA AUTORIDAD POLÍTICA MUNDIAL? ¿CUÁL SERÍA EL CAMINO PARA ALCANZARLA?

¿ES NECESARIA UNA AUTORIDAD POLÍTICA MUNDIAL? ¿CUÁL SERÍA EL CAMINO PARA ALCANZARLA?

Encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti.

Este es el título del trabajo final que presenté a la Diplomatura en Laudato Si’, organizado por la Universidad de Morón.

En realidad, no es la primera vez que me dedico a temas relacionados con la Iglesia Católica: cursé algunas materias del Profesorado en Catequesis del Arzobispado de Mendoza, no por tener intenciones de dar clase, ya que soy Profesor en Literatura, sino porque interés en los temas (por ejemplo, Teología, Eclesiología, Antiguo y Nuevo Testamento), y trabajé en lo misional.

Fue una etapa que terminó, pero seguí atento a estos temas, sobre todo desde que Francisco es Papa porque me sentí muy identificado con su propuesta para la Iglesia, ya que entendí que nos acercaba a la Iglesia que se auto definió como Opción por los Pobres.

Hace poco el Dr. Humberto Podetti me invitó a cursar la Diplomatura que menciono arriba; acepté, sin idea de hacer ningún trabajo porque consideraba que no tendría tiempo, pero después me interesó la posibilidad porque me gustó el tema que tiene que ver las alternativas políticas que necesitamos. Aunque es sobre Laudato Si’, mi análisis también incluyó la otra Encíclica, Fratelli tutti, porque completa la propuesta de Francisco, y nos ponen al alcance los ejes sobre los que podamos construir propuestas para un mundo mejor.

Este es el resultado, aprobé, quedé conforme, y quiero compartirlo con ustedes. Espero que haya comentarios y participación.

Trabajo Final Diplomatura Laudato Si 2020

¿Es necesaria una autoridad política mundial? ¿Cuál sería el camino para alcanzarla?

No tuve dudas sobre la elección de la consigna para elaborar el trabajo final de la Diplomatura. Sin embargo, inmediatamente se me plantearon interrogantes:

En la historia cercana, ¿ha habido autoridades políticas mundiales?

En este análisis quiero diferenciar autoridad de hegemonía. No es el objetivo hacer estudios geopolíticos, pero creo que ha habido etapas con poderes hegemónicos que cumplieron ciclos, y que no fueron mundiales, sino que coexistieron con otros, más allá de las diferencias entre sí. O sea que se podrían hacer análisis cronológicos o tomar etapas, y no se encontraría una autoridad que abarcara a la humanidad en su conjunto.

Es claro que la Iglesia católica es una autoridad mundial con miles de años de existencia, sin embargo, su liderazgo espiritual no tiene correlato político equivalente.

Este tema ha sido clara y ampliamente planteado desde lo documental en las citas que mencionaremos.

Empiezo con esta cita de 1987: … “la humanidad, enfrentada a una etapa nueva y más difícil de su auténtico desarrollo, necesita hoy un grado superior de ordenamiento internacional, al servicio de las sociedades, de las economías y de las culturas del mundo entero” (San Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 43)

Este es un planteo general imprescindible porque solo en ese grado superior se pueden desarrollar alternativas institucionales y de participación que permitan avanzar en logros políticos no declarativos. Es en esta instancia en la que se puede avanzar en respuestas a la segunda parte de la consigna: ¿Cuál sería el camino para alcanzarla?

Este es el tema clave porque documentación de la Iglesia y de otras fuentes no faltan, declaraciones principistas, menos, incluso muchas que confían en la falta de memoria –accidental o intencionada- de la sociedad.

Citaré otros documentos eclesiales:

67 … “Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad.

Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. … El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.” (Caritas in veritate, Benedicto XVI, junio, 2009).

Pero hay otros aportes:

  • “En esta línea, recuerdo que es necesaria una reforma «tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones».” (San Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 173)
  • “…Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal. Sin embargo, al menos debería incluir la gestación de organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales.” (San Juan Pablo II, Carta enc. Redemptor hominis)

Francisco recoge estos antecedentes sobre la autoridad política mundial en las dos últimas Encíclicas: los formula en Laudato Si 175 y retoma en Fratelli Tutti 172 y 173.

La novedad, como se ve, no tiene que ver con el tema de la autoridad, sino con la determinación de para qué debe servir, en estos momentos, esa autoridad.

Laudato si (Alabado seas, en umbro) y su subitítulo Sobre el cuidado de la casa común, tiene el objetivo de explicar la importancia de una ecología integral que se convierta en un nuevo paradigma de justicia, en el que la preocupación por la naturaleza, la equidad hacia los pobres y el compromiso en la sociedad, sean inseparables.

Fratelli tutti: con estas palabras, San Francisco de Asís proponía a todos los hermanos y hermanas una forma de vida plenamente evangélica. En esta Encíclica Francisco invita a un amor que expresa lo esencial de una fraternidad abierta, y que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.

El aporte de estas Encíclicas ya no es solo que hace falta una autoridad política mundial, sino una que trabaje, proponga y ponga en práctica estrategias que permitan superar las crisis de falta de sostenibilidad y sustentabilidad que ponen en riesgo cierto la vida en el planeta.

A partir de este enorme avance, debemos elegir el camino que nos permita colaborar en que se concreten medidas que detengan, retrasen o impidan la devastación social y ambiental que está dejando la acción de la especie humana.

Esta decisión es, en primer lugar, individual, y en el nivel de elegir un puesto de lucha en esta guerra por la salvación del mundo, pero, en segundo lugar, tiene que ver con la agrupación y organización con otros/as para obtener la masa crítica que permita combatir con posibilidades contra los grandes poderes que han logrado, por acción y/o omisión, esa “normalidad” que nos condena a la destrucción.

Esto significa promover y lograr avances en las decisiones de los Gobiernos (internacionales, nacionales, locales), en la participación activa en organizaciones de la sociedad, y en toda otra forma de actividad que colabore con medidas que mejoren la situación.

De acuerdo con mi filiación política, mencionaré lo que llamamos Organizaciones Libres del Pueblo (PERÓN, JUAN DOMINGO. EL GOBIERNO, EL ESTADO Y LAS ORGANIZACIONES LIBRES DEL PUEBLO Y LA COMUNIDAD ORGANIZADA. Buenos Aires: Editorial de la Reconstrucción, 1975.), que pueden garantizarnos caminos y avances centrales, estables y permanentes para superar los problemas que aquejan desde hace tiempo a la sociedad.

De lo que no cabe duda es de que no podemos dejar de tener un lugar de lucha, porque de ello depende la sobrevivencia digna y justa de la especie humana.

ENCONTRÉMONOS EN LA UTOPÍA DE UN MUNDO SUSTENTABLE Y SOSTENIBLE

ENCONTRÉMONOS EN LA UTOPÍA DE UN MUNDO SUSTENTABLE Y SOSTENIBLE

Las últimas entradas que he publicado han sido comentarios y aportes a partir del análisis de una nota de algún medio o sitio de la que iba extrayendo citas o fragmentos, pero esta de Boaventura de Sousa Santos, me pareció que justificaba compartirla entera por su solidez, amplitud y oportunidad.

Después de un buen análisis de la situación, aunque eso no sea tan novedoso, porque hay bastante acuerdo en que estamos en el fin del ciclo del orden neoliberal, más que por la certeza de algún tipo de cambio, porque estamos en una situación de crisis terminal (fundamentalmente en lo que se refiere a sostenibilidad social y política y sustentabilidad ambiental), pasa a describir tres caminos posibles para avanzar en las opciones que, inevitablemente, habrá que tomar.

Este sociólogo portugués nos plantea tres alternativas: el negacionismo, el gatopardismo y el transicionismo.

Por supuesto, no las voy a desarrollar, porque sería glosa, pero más allá de que coincidamos o no con la propuesta, lo real es que para el autor hay una sola valedera, que llama transicionismo.

Es llamativo que elija un nombre que destaca que tendremos que ir avanzando en pasos o etapas, y lo describe así: “…una idea intensamente política porque presupone la existencia alternativa entre dos horizontes posibles, uno distópico y otro utópico. … “…la transición apunta a un horizonte utópico. Y dado que la utopía por definición nunca se logra, la transición es potencialmente infinita, pero no menos urgente.”

Podría parecer que es muy teórico, que hoy existen prioridades que surgen del mismo diagnóstico casi apocalíptico que nos entrega la época, pero, justamente, esa misma situación hace necesaria la utopía, como marco de trabajo para avanzar en las estrategias, inevitablemente políticas, que permitirán lograr las medidas que necesita el mundo.

Se me ocurrió poner en el buscador Comunidad Organizada y utopía, y encontré una nota de Horacio González, de diciembre del 2008. De ella extraje este párrafo:

“La utopía es lo real-venidero, intuido en una lengua política novedosa. Es la que debe tener este momento argentino. Implica descubrir tanto la posibilidad como el obstáculo del aquí y ahora, la transparencia y el freno de lo que nos es contemporáneo, absolutamente actual. No se puede ser actual por entero si no se es enteramente utópico.” (https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-117408-2008-12-28.html)

Me pareció excelente para aplicarlo a este momento histórico y para darle valor al texto de Boaventura de Sousa Santos.

La visión de la utopía en el horizonte nos permitirá buscar caminos comunes para construir un mundo mejor, “normal” de otra manera, que asegure avanzar hacia un futuro viable, no hacia el cataclismo.

Es importante destacar que nada de eso ocurrirá si no se logran los consensos sociales que posibilitarán derrotar a los poderes que generaron esta situación catastrófica. Hay que agruparse y organizarse. Ya hay muchos intentos, en Argentina y el mundo, pero tenemos que lograr la masa crítica que haga inevitable el cambio. Creo que el mejor ejemplo es el feminismo, que logró instalar sus demandas, a pesar de todo.

Movilicémonos, con organización y decisión, alrededor de esa utopía de un mundo más justo y sostenible, no aceptemos las propuestas neo liberales desde una derecha apoyada en las corporaciones globalizadas propietarias de los medios que les permiten instalar mentiras y fantasías para mantenernos engañados.

Así, se podrá darle contenido a la transición que describe Boaventura de Sousa Santos.

Ya sabemos lo que ha producido el protagonismo del capitalismo neo liberal, ahora seamos protagonistas los que queremos otra “normalidad”.

Las últimas Encíclicas de Francisco constituyen un corpus doctrinal magnífico para desarrollar estrategias.

NO LAS DESAPROVECHEMOS

Entre el negacionismo, el gatopardismo y el transicionismo

El futuro del orden neoliberal después de la pandemia

Por Boaventura de Sousa Santos

https://www.pagina12.com.ar/302617-el-futuro-del-orden-neoliberal-despues-de-la-pandemia

La pandemia del nuevo coronavirus ha puesto en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en los últimos cuarenta años, especialmente en el llamado Norte global. Las principales certezas eran: el triunfo final del capitalismo sobre su gran competidor histórico, el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida no sólo económica sino también social, con la consiguiente privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado en la regulación de la vida colectiva; la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización (precariedad) de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico. En general, esas certezas constituían el orden neoliberal. Este orden se nutrió del desorden en la vida de las personas, especialmente aquellos que llegaron a la edad adulta durante estas décadas. Vale la pena recordar que la generación global de jóvenes que entraron en el mercado laboral en la primera década de 2000 ya ha experimentado dos crisis económicas, la crisis financiera de 2008 y la actual crisis derivada de la pandemia. Pero la pandemia significó mucho más que eso. Demostró, en particular, que:

* es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos;

* que la globalización puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales;

* que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por no tener ninguna fuente de ingresos o protección social cuando termina el empleo, una experiencia que el Sur global conoce desde hace mucho tiempo;

* que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China).

No es de extrañar que los analistas financieros al servicio de aquellos que crearon el orden neoliberal ahora predigan que estamos entrando en una nueva era, la era del desorden. Es comprensible que así sea, ya que no saben imaginar nada fuera del catecismo neoliberal. El diagnóstico que hacen es muy lúcido y las preocupaciones que revelan son reales. Veamos algunos de sus rasgos principales.

Los salarios de los trabajadores en el Norte global se han estancado en los últimos treinta años y las desigualdades sociales no han dejado de aumentar. La pandemia ha agravado la situación y es muy probable que dé lugar a un gran malestar social. En este período, hubo, de hecho, una lucha de clases de los ricos contra los pobres, y la resistencia de los hasta ahora derrotados puede surgir en cualquier momento. Los imperios en las etapas finales de la decadencia tienden a elegir figuras de caricatura, ya sea Boris Johnson en Inglaterra o Donald Trump en los Estados Unidos, que sólo aceleran el final. La deuda externa de muchos países como resultado de la pandemia será impagable e insostenible y los mercados financieros no parecen ser conscientes de ello. Lo mismo sucederá con el endeudamiento de las familias, especialmente de la clase media, ya que este fue el único recurso que tuvieron para mantener un cierto nivel de vida. Algunos países han optado por la vía fácil del turismo internacional (hoteles y restaurantes), una actividad por excelencia presencial que sufrirá de incertidumbre permanente. China aceleró su trayectoria para volver a ser la primera economía del mundo, como lo fue durante siglos hasta principios del siglo XIX. La segunda ola de globalización capitalista (1980-2020) ha llegado a su fin y no se sabe lo que viene después. La era de la privatización de las políticas sociales (a saber, la medicina) con amplias perspectivas de lucro parece haber llegado a su fin.

Estos diagnósticos, a veces esclarecedores, implican que entraremos en un período de opciones más decisivas y menos cómodas que las que han prevalecido en las últimas décadas. Anticipo tres caminos principales.

El negacionismo

Designo el primero como el negacionismo. No comparte el carácter dramático de la evaluación expuesta anteriormente. No ve ninguna amenaza para el capitalismo en la crisis actual. Por el contrario, cree que se ha fortalecido con la crisis actual. Después de todo, el número de multimillonarios no ha dejado de aumentar durante la pandemia y, además, ha habido sectores que han visto aumentar sus beneficios como resultado de la pandemia (véase el caso de Amazon o ciertas tecnologías de la comunicación, Zoom, por ejemplo). Se reconoce que la crisis social va a empeorar; para contenerla, el Estado sólo tiene que fortalecer su sistema de “ley y orden”, fortalecer su capacidad para reprimir las protestas sociales que ya han comenzado a suceder, y eso sin duda aumentará, ampliando el cuerpo de policía, readaptando al ejército para actuar contra los “enemigos internos”, intensificando el sistema de vigilancia digital, ampliando el sistema penitenciario. En este escenario, el neoliberalismo seguirá dominando la economía y la sociedad. Se admite que será un neoliberalismo modificado genéticamente para poder defenderse del virus chino. Entiéndase, un neoliberalismo en tiempo de intensificación de la guerra fría con China y por lo tanto combinado con algún tribalismo nacionalista.

El gatopardismo

La segunda opción es la que más se corresponde con los intereses de los sectores que reconocen que se necesitan reformas para que el sistema pueda seguir funcionando, es decir, para que se pueda seguir garantizando el retorno del capital. Designo esta opción por el gatopardismo, en referencia a la novela Il Gattopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1958): es necesario que existan cambios para que todo siga igual, para que lo esencial esté garantizado. Por ejemplo, el sector de la salud pública debería ampliarse y reducir las desigualdades sociales, pero no se piensa en cambiar el sistema productivo o el sistema financiero, la explotación de los recursos naturales, la destrucción de la naturaleza o los modelos de consumo. Esta posición reconoce implícitamente que el negacionismo puede llegar a dominar y teme que, a largo plazo, esto conduzca a la inviabilidad del gatopardismo. La legitimidad del gatopardismo se basa en una convivencia que se ha establecido en los últimos cuarenta años entre el capitalismo y la democracia, una democracia de baja intensidad y bien domesticada para no poner en cuestión el modelo económico y social, pero que aún garantiza algunos derechos humanos que dificultan la negación radical del sistema y la insurgencia antisistémica. Sin la válvula de seguridad de las reformas, acabará la mínima paz social y, sin ella, la represión será inevitable.

El transicionismo

Sin embargo, hay una tercera posición que designo como transicionismo. Por el momento, que habita en la angustiosa inconformidad que surge en múltiples lugares: en el activismo ecológico de la juventud urbana, en todo el mundo; en la indignación y resistencia de los campesinos, pueblos indígenas y afrodescendientes y pueblos de los bosques y regiones ribereñas ante la impune invasión de sus territorios y el abandono del Estado en tiempos de pandemia; en la reivindicación de la importancia de las tareas de cuidado a cargo de las mujeres, a veces en el anonimato de las familias, ahora en las luchas de los movimientos populares, ahora frente a gobiernos y políticas de salud en varios países; en un nuevo activismo rebelde de artistas plásticos, poetas, grupos de teatro, raperos, sobre todo en las periferias de las grandes ciudades, un vasto grupo que podemos llamar artivismo. Esta es la posición que ve en la pandemia la señal de que el modelo civilizado que ha dominado el mundo desde el siglo XVI ha llegado a su fin y que es necesario iniciar una transición a otro u otros modelos civilizadores.

El modelo actual se basa en la explotación ilimitada de la naturaleza y de los seres humanos, en la idea de un crecimiento económico infinito, en la prioridad del individualismo y la propiedad privada, y en el secularismo. Este modelo permitió impresionantes avances tecnológicos, pero concentró los beneficios en algunos grupos sociales al tiempo que causó y legitimó la exclusión de otros grupos sociales, de hecho mayoritarios, a través de tres modos principales de dominación: explotación de los trabajadores (capitalismo), legitimación de masacres y saqueos de razas consideradas inferiores y la apropiación de sus recursos y conocimientos (colonialismo), y el sexismo legitimando la devaluación del trabajo de cuidado de las mujeres y la violencia sistémica contra ellas en los espacios domésticos y públicos (patriarcado).

La pandemia, al mismo tiempo que empeoró estas desigualdades y discriminaciones, ha hecho más evidente que, si no cambiamos el modelo civilizatorio, nuevas pandemias seguirán plagando a la humanidad y el daño que causarán a la vida humana y no humana será impredecible. Dado que no se puede cambiar de un día a otro el modelo civilizatorio, se debe empezar a diseñar directivas de transición. De ahí la designación de transicionismo. En mi opinión, el transicionismo, a pesar de ser una posición por ahora minoritaria, es la posición que parece llevar más futuro y menos desgracia para la vida humana y no humana del planeta. Por lo tanto, merece más atención. Partiendo de ella, podemos anticipar que entraremos en una era de transición paradigmática hecha de varias transiciones. Las transiciones se producen cuando un modo dominante de vida individual y colectiva, creado por un determinado sistema económico, social, político y cultural, comienza a revelar crecientes dificultades para reproducirse al mismo tiempo que, dentro de ella, comienzan a germinar cada vez menos marginalmente, signos y prácticas que apuntan a otras formas de vida cualitativamente diferentes.

La idea de la transición es una idea intensamente política porque presupone la existencia alternativa entre dos horizontes posibles, uno distópico y otro utópico. Desde el punto de vista de la transición, no hacer nada, que es característico del negacionismo, implica de hecho una transición, pero una transición regresiva hacia un futuro irreparablemente distópico, un futuro en el que todos los males o disfunciones del presente se intensificarán y multiplicarán, un futuro sin futuro, ya que la vida humana se volverá inviable, como ya lo es para muchas personas en nuestro mundo.

Por el contrario, la transición apunta a un horizonte utópico. Y dado que la utopía por definición nunca se logra, la transición es potencialmente infinita, pero no menos urgente. Si no empezamos ahora, mañana puede ser demasiado tarde, como nos advierten los científicos del cambio climático y el calentamiento global, o los campesinos que están sufriendo los efectos dramáticos de los fenómenos meteorológicos extremos. La característica principal de las transiciones es que nunca se sabe con certeza cuándo comienzan y cuándo terminan. Es muy posible que nuestro tiempo sea evaluado en el futuro de una manera diferente a la que defendemos hoy. Incluso puede llegar a considerarse que la transición ya ha comenzado, pero sufre bloqueos constantes.

La otra característica de las transiciones es que no son muy visibles para quienes las viven. Esta relativa invisibilidad es el otro lado de la semiceguera con la que tenemos que vivir el tiempo de transición. Es un tiempo de prueba y error, de avances y contratiempos, de cambios persistentes y efímeros, de modas y obsolescencias, de salidas disfrazadas de llegadas y viceversa. La transición sólo se identifica completamente después de que haya ocurrido.

El negacionismo, el gatopardismo y el transicionismo se enfrentarán en un futuro próximo, y la confrontación probablemente será menos pacífica y democrática de lo que nos gustaría. Una cosa es cierta, el tiempo de las grandes transiciones ha sido inscripto en la piel de nuestro tiempo y es muy posible que contradiga el verso de Dante: el poeta escribió que la flecha que se ve venir viene más lentamente (“che saetta previsa viene più lenta”). Estamos viendo la flecha de la catástrofe ecológica viniendo hacia nosotros. Viene tan rápido que a veces se siente como si ya estuviera clavada en nosotros. Si es posible eliminarla, no será sin dolor.

* Boaventura de Sousa Santos es Doctor en Sociología del Derecho, director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal). Traducción de Bryan Vargas Reyes.

CÓMO ES LA ECONOMÍA QUE NECESITA ARGENTINA (Y AMÉRICA LATINA)

CÓMO ES LA ECONOMÍA QUE NECESITA ARGENTINA (Y AMÉRICA LATINA)

Desde los ’80 me interesé por lo que entonces se llamaba Informática (en mi ámbito docente Informática Educativa), sobre todo por interés humanístico (soy Profesor de Latín y di clases de esa asignatura hasta que la Ley Federal de Educación (1993) terminó con ese tipo de materias) porque consideraba –y considero- que el humanismo de hoy incluye la tecnología que atraviesa a toda la sociedad, y docente, porque quería usar tecnología para dar clase. Un obstáculo para mi acercamiento a su utilización fueron los informáticos (respetuosamente lo digo) que, en general, creen que saben de todos los temas y quieren decirnos cómo hacer las cosas, en lugar de poner sus conocimientos al servicio de los/las que sí lo sabemos. A partir de ahí, comprendí todo el valor del uso las TICs (Tecnologías de la Información y del Conocimiento) y me dediqué mucho a esos temas.

Ahora me encontré en la Revista Anfibia esta nota de Verónica Robert y Gabriel Baum: ARGENTINA Y LA FÁBRICA DE TECNOLOGÍA GLOBAL (http://revistaanfibia.com/ensayo/ley-economia-conocimiento-argentina-y-la-fabrica-de-tecnologia-global/), y me pareció muy importante comentar algunos aspectos claves para nuestro país hoy.

Voy a citar el comienzo de la nota para precisar el tema, además compartir una cita casi tremenda:

“La última moda en términos de tecnología es la “industria 4.0” que implica la integración plena de las TICs en los procesos productivos. Pero la pandemia muestra los enormes desafíos que tiene Argentina.”

En momentos en que el Congreso debate la Ley de Economía del Conocimiento (LEC), los autores de este ensayo plantean que “el proyecto mira sólo la demanda de las cadenas globales y no el modelo integral que nuestro país necesita.”

“La tecnología le ha fallado a los EE.UU. y a gran parte del resto del mundo en su función más importante: mantenernos vivos y saludables.

Mientras escribo esto, más de 380.000 están muertos, la economía global está en ruinas y la pandemia de covid-19 todavía está en su apogeo.

En una era de inteligencia artificial, medicina genómica y automóviles autónomos, nuestra respuesta más efectiva al brote ha sido la cuarentena masiva, una técnica de salud pública que se tomó prestada de la Edad Media.”

David Rotman, Editor de MIT Tech Review, 17/06/2020

Tengo una visión crítica y desconfiada del uso de las plataformas digitales en el mundo de hoy. No digo esto porque las cuestione tecnológicamente, sino porque son una estrategia central de las corporaciones para concentrar más riqueza sin medir costos ni daños.

Como este tema de la industria 4.0 puede ser un poco inaccesible para quienes tengan poca formación tecnológica, voy a usar un ejemplo más accesible: el de las empresas que proporcionan a sus clientes “vehículos de transporte con conductor (VTC), a través de su software de aplicación móvil (app), que conecta los pasajeros con los conductores de vehículos registrados en su servicio, los cuales ofrecen un servicio de transporte a particulares.” (Wikipedia)

Concretamente, estoy hablando de Uber o Cabify, por ejemplo.

Hemos visto que en Argentina se instalaron casi a la fuerza, y han ganado un espacio en la sociedad. Es común escuchar a alguien decir: “Tomáte un Uber”, en lugar decir un taxi, como hacíamos antes.

Deberíamos saber que esas empresas llevan trabajando años a pérdida de muchos millones de dólares (U$D 1200 millones en el 2019). No les importa, porque cuando termine el proceso tal como lo tienen planificado, serán dueños del mercado, ya que los propietarios de taxis (pequeños y medianos) habrán desaparecido. Ese costo social es solo un daño colateral para ellos.

Este ejemplo vale para la industria del conocimiento. Dicen los autores: …”a mediados de junio la Cámara de Diputados dio media sanción a la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento (LEC) y la semana pasada, luego de haber sido tratada en el Senado, regresó a Diputados con modificaciones. … Pero hubo aspectos críticos que quedaron al margen del debate: ¿cuál es el modelo de especialización e inserción en las cadenas globales de valor que esta ley promueve y cuál es el que necesitamos?”

También hacen una descripción del sector que es interesante para comprender qué es lo que pasa en Argentina:

“Hoy la fortaleza del sector es la exportación de servicios estandarizados de desarrollo de software. Esto es: tareas de codificación que se comercializan como horas hombre de programación en diferentes tecnologías (Java, .NET, Android) para proyectos de desarrollo de software comandados por empresas globales. En otros casos se comercializa como desarrollos a medida; es decir, el cliente establece las especificaciones del software y lo ejecuta una empresa local, lo que implica un mayor agregado de valor, pero en uno u otro caso, la propiedad intelectual será del cliente. Esta especialización lograda de la mano de los incentivos de la LPS (Ley de Promoción de la Industria del Software) y de bajos salarios en dólares, marcó la trayectoria tecnológica a seguir: desarrollo de software para terceros bajo estándares de calidad que garanticen el cumplimiento de objetivos y tiempos.

Así, al igual que otros países de la periferia, Argentina entró en la gran fábrica global de tecnología a través del “outsourcing” y el “offshoring”, es decir, subcontratación y deslocalización de la producción. Este proceso de división internacional del trabajo está comandado por las multinacionales que desde sus sedes buscan trasladar riesgos y reducir costos, conservando los eslabones de mayor valor agregado de la cadena de producción. En otras palabras, las actividades que llegan a los países periféricos son las que menos beneficios le otorgan al que busca tercerizarlas (que, vale decir, si fuera de otra manera no tendría sentido económico). En esa dirección, salvo excepciones, las empresas argentinas no se ocupan de desarrollar productos innovadores ni obtienen sus ingresos por venta de licencias o por servicios tipo “software as a service”, es decir, con modelos de negocios basados en cobros mensuales o basados en el uso en vez de la adquisición de una licencia (por ejemplo, Dropbox).”

“… la LPS dejaba la puerta abierta para dos trayectorias posibles. Una basada en la diferenciación de productos vía I+D y en la explotación de modelos de negocios con mayores tasas de ganancia. La otra, basada en la oferta de servicios estandarizados donde la competencia se orienta a la reducción de costos. Sin embargo, la segunda es la que cobró mayor protagonismo.”

“La nueva LEC no explora esa posibilidad. …Es decir, clausura, al menos de forma parcial, la trayectoria de crecimiento apalancado en la innovación y la diferenciación, y se fortalece la especialización en la provisión al mercado global de servicios de menor valor relativo.

Esto profundiza un modelo exportador que garantiza a clientes globales previsibilidad en los proyectos de desarrollo y calificación y calidad de recursos humanos a bajo costo. Pero no genera espacios para la apropiación local de los conocimientos y las rentas de innovación que las capacidades y competencias argentinas contribuyen a formar. Exportar horas hombre programador no es más que la exportación de un recurso en bruto. Se diferencia quizás en que el segundo se halla en la naturaleza, mientras que el primero fue construido con inversiones públicas en educación. Por eso decimos que la exportación a bajo valor de trabajo informático no es más que una nueva forma de extractivismo.”

Esta conclusión puede parecer tremenda, y lo es, pero no menos real, y de nuestra comprensión del mundo en que vivimos depende el futuro de la Patria, o sea de nuestros descendientes.

“Pero la orientación exportadora basada en bajos costos atenta contra eso. Ahora las empresas locales deben competir por recursos humanos calificados, formados en instituciones y universidades públicas con demandantes globales de mayor poder adquisitivo que se llevan la mayor parte de los beneficios del desarrollo del sector en nuestro país.”

“La industria de alta tecnología global (Google, Amazon, Facebook y Apple) continúa concentrando poder y decidiendo el futuro en función de los intereses de una pequeña élite global. La subordinación a estos actores puede significar el ingreso de divisas, pero la competencia por bajos costos no es sustentable en el mediano plazo.”

La Argentina y la pospandemia requieren del aporte de las tecnologías clave para su recuperación industrial, económica, social y cultural, como los nuevos avances en I4.0, inteligencia artificial y grandes datos. Para el desarrollo nacional es fundamental superar el perfil de especialización construido en los últimos 15 años. Ofrecer beneficios fiscales sin restricciones sobre el origen del capital de las empresas ni el tamaño de las mismas -aun cuando se beneficia más a las pymes– puede agudizar la concentración y extranjerización del sector por la vía de la canibalización de las empresas más pequeñas en la disputa por los trabajadores informáticos.”

Es una conclusión dura, pero real. En estas épocas pandémicas a veces he criticado el modelo Pedidos Ya, porque significa precarización del trabajo. Me han respondido: -Bueno, pero es trabajo.

Argentina tiene una larga tradición de valorización del trabajo digno, y, ahora mucha gente de nuestra clase media urbana ni se plantea defenderlo.

Por eso, este tema me pareció una entrada necesaria para mi blog: en momentos en que se vislumbra una posibilidad de retomar un camino de defensa de los intereses de las mayorías populares en un modelo de integración latinoamericana, es clave defender y promover los sectores económicos que tienen mayor posibilidad de desarrollo dentro de un proyecto con objetivos propios, distintos del de las corporaciones de los países centrales, que nos quieren como proveedores de recursos naturales y commodities.

Argentina tiene enormes capacidades –muy valoradas- para realizar avances en en I4.0, inteligencia artificial y grandes datos, pero tenemos que aprovecharlas con decisión e inteligencia, y sin vendernos a los intereses de afuera como hacía el macrismo, y otros proyectos neo liberales.

ENTENDÁMOSLO, Y RECLAMEMOS MEDIDAS QUE CONDUZCAN A ESE OBJETIVO.

MÁS SOBRE EL TEMA DEL ODIO EN LA SOCIEDAD: NO ODIEMOS

MÁS SOBRE EL TEMA DEL ODIO EN LA SOCIEDAD: NO ODIEMOS

El análisis del odio en la sociedad –no solo argentina-, es complejo, y como aparece permanentemente en los hechos, sigue generando elementos muy importantes para entender el mundo de hoy y -lo digo otra vez- para tomar mejores decisiones.

La nueva editorial de Pepe Natanson (https://www.eldiplo.org/256-las-luchas-por-la-tierra/el-hombre-que-piensa-que-todos-piensan-como-el/) en el Dipló vuelve sobre el tema, en parte, porque la anterior recibió una crítica innecesariamente dura, y sin fundamentos, lo que lo llevó a responderla y, en parte, porque resalta algunos aspectos de la historia argentina (con elementos discutibles, aunque no sea la oportunidad de hacerlo).

Lo más importante, a mi juicio, es que avanza en su análisis del fenómeno del odio, además de volver a desarrollar lo que llama “transformación del espacio público” como factor clave para comprender el mundo en que vivimos -cómo compramos y vendemos, cómo nos relacionamos, cómo formamos nuestro pensamiento y emociones-, cuando muestra de qué manera se ha avanzado (como dijo en la editorial de septiembre) en “una hipersegmentación que las redes sociales convertirían más tarde en hiperpersonalización”. O sea, se ha acrecentado el individualismo, vivimos en burbujas que las redes y la información pública llenan de tal manera de lo que nos gusta, que creemos que todo el mundo es así.

No es ocasional, recordemos, entre otras cosas, la bandera de la meritocracia que enarbola con tanto entusiasmo el neo liberalismo y que responde al modelo de explotación laboral de los países centrales: en definitiva, significa que me salvo solo, y que, si me va mal, es solo mi responsabilidad. Por lo tanto, el Estado no debe ayudarme, y de ahí viene la descalificación de los planes sociales que se escucha –junto con otras barbaridades vergonzosas- en las marchas anti Gobierno.

Sin embargo, hoy la pandemia nos enseña, o debería enseñarnos, que no hay salvación individual, como viene diciendo el Papa Francisco.

Voy a citar un párrafo del Editorial porque me parece que afina nuestra comprensión del fenómeno del odio.

“En Las vueltas del odio, Gabriel Giorgi y Ana Kiffer lo explican en estos términos: “El odio político es, fundamentalmente, circulación. Se mueve y se adhiere entre superficies. Busca demarcar un colectivo a partir de un odio común. No siempre lo puede hacer, pero su impulso es el de operar como contagio”. Y agregan: “El odio quiere hacer mundo colectivo, que puede durar un instante, pero eso no importa: quiere trazar las coordenadas de un común a partir de la segregación de un ‘otro’ siempre demasiado próximo. Su lema fundamental podría ser: que ese o esa (o eso, porque el odio deshumaniza) desaparezca de mi vista, para fundar sobre esa desaparición un territorio común”.”

Por eso es tan tajante y violento este odio, porque implica la desaparición del otro, del distinto, del que piensa de otra manera, o es de otra raza, o es sexualmente diverso. Esta desaparición puede ser solo alejamiento (¿guetos? ¿qué se vuelvan a su país?) o desaparición (el Holocausto como ejemplo máximo, pero no aislado).

No es secundaria esta mención del fascismo, porque, aunque nunca desapareció, ha ido tomando auge tanto en Argentina, como fuera de ella.

Natanson recalca que hay odio tanto en sectores o miembros del anti peronismo como del peronismo, pero, citando a Feierstein escribe: “el odio es de doble vía, pero el fascismo está hoy limitado a la derecha.”

Lo terrible de esto, es que la clase media argentina –y mendocina todavía más-, con un alto porcentaje de anti peronistas, se ha ido corriendo a esa derecha, y desde allí se extrae el núcleo duro macrista, el que hoy, a menos de un año de asumir un Gobierno que no agrede y que se ha hecho cargo de las consecuencias del macrismo y de la pandemia, tiene actitudes de odio, incluso violentas y con ánimo destituyente.

Todo va cerrando y haciéndose evidente en la línea de tiempo: la globalización, la concentración de riquezas y poder, el incremento exponencial de las capacidades tecnológicas sin el necesario correlato de desarrollo de la capacidad de uso en favor del mundo y de la sociedad, el agotamiento del modelo mundial, el aumento de las tensiones geopolíticas, el deterioro creciente del medio ambiente, la pandemia…

El panorama da para la desesperanza, pero hay opciones:

Hemos visto en todo el mundo, y mucho en Argentina, acciones solidarias, tanto sectoriales, como personales.

El Gobierno insiste en que no hay salvación individual, y promueve la participación y la organización.

El Papa Francisco firmó este el 3 de octubre, en Asís, su tercera encíclica, “Fratelli tutti” (Hermanos todos), sobre la “fraternidad y la amistad social” y dedicada a la post pandemia; ya Laudato si (una encíclica “ecologista” donde Francisco habla de la “cura de la casa común”, es decir el mundo) fue la que advirtió sobre la crisis climática del planeta y las catástrofes que ponen en peligro la tierra y sus habitantes.

Tenemos opciones, pero la decisión es personal, y aunque todavía el juego se está desarrollando, las cartas están sobre la mesa.

Nadie puede decir –a menos que esté en modo carne de trolls- que no entiende esto, porque vive y padece esta realidad.

El dilema no es peronismo y anti peronismo: es, o trabajo para un mundo mejor para la mayoría de los habitantes, o colaboro, por acción u omisión, con su destrucción. El odio es parte de esta posición.

CADA DECISIÓN DE CADA UNO DE NOSOTROS AVANZA EN UNO DE LOS DOS SENTIDOS, NO ES NEUTRA.

¿CUÁL ES EL PAPEL DEL ODIO HOY EN LA POLÍTICA Y EN LA SOCIEDAD?

¿CUÁL ES EL PAPEL DEL ODIO HOY EN LA POLÍTICA Y EN LA SOCIEDAD?

El tema del odio en la sociedad se ha planteado más de una vez, y sobre todo por estos días por la aparición de varias situaciones de violencia en marchas y banderazos contra el Gobierno.

Por eso, en su editorial de septiembre, José Natanson, director para el Cono Sur de Le Monde diplomatique, se refirió a la utilización del odio como arma política.

Los usos del odio Por José Natanson

https://www.eldiplo.org/255-el-odio-como-arma-politica/los-usos-del-odio/

Considero que es un análisis muy válido de la actualidad de la política, pero ya hemos hablado de este tema antes, porque fue parte de la estrategia electoral del PRO.

Les aconsejo leerlo completo.

En su libro El arte de ganar (2011), Jaime Durán Barba, que fue el conductor de las campañas electorales del PRO, afirmó:

“El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice “no me interesa la política” El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…”

Así lo hizo Trump, que lo entendió bien.

Natanson inicia su nota así:

“Aunque la estela viene de lejos, el origen más cercano de la política del odio puede rastrearse a la crisis financiera del 2008, que a diferencia de los shocks anteriores comenzó en los países desarrollados para desde ahí expandirse al resto del mundo, y cuyo impacto todavía se siente. Si hasta aquel momento los efectos negativos de la globalización neoliberal, sobre todo el aumento de la desigualdad, eran vistos por muchos como daños colaterales inevitables, la crisis terminó con la idea de la globalización como promesa: para amplios sectores de la sociedad, ya no había nada que esperar de ella.”

Quiero agregar que en Argentina hubo un hito equivalente al 2008 europeo: la crisis del 2001. Desde el “corralito” hubo un proceso que culminó en una revuelta popular y en la renuncia del Presidente Fernando de la Rúa. El grito de que “Se vayan todos” fue el símbolo del desencanto de las clases medias urbanas con la clase política. El odio y el rencor que se generó entonces (recuerdo con total nitidez a la gente rompiendo vidrieras de Bancos) no se disipó nunca, y sobre esa realidad trabajó la estrategia macrista que conceptualizó Durán Barba.

A esto se agrega lo que describe Natanson:

“Las transformaciones del ecosistema mediático agudizaron este panorama. Lejos de la etapa de la radio y televisión de masas, cuando tres o cuatro canales y estaciones se disputaban una audiencia amplia y por lo tanto buscaban posiciones más moderadas, la multiplicación de emisores –radios FM, canales de cable, sitios web, blogs– produjo una fragmentación del público en grupos más pequeños, compactos y separados entre sí, una hipersegmentación que las redes sociales convertirían más tarde en hiperpersonalización. Las redes son en esencia empresas de publicidad cuya rentabilidad depende de que pasemos dentro de ellas la mayor cantidad de tiempo posible, lo que las lleva a ofrecernos información que nos haga sentir “cognitivamente cómodos”, es decir información con la que estemos de acuerdo. Aplicando la lógica predictiva, el algoritmo nos encasilla y nos sumerge en un mundo en el que pareciera que todos piensan como nosotros, …”

No hace falta mucha perspicacia para reconocer estos elementos en la realidad argentina. Miremos el uso de las redes por equipos de trolls y bots para movilizar a esos sectores ya sensibilizados y dispuestos a cualquier cosa contra el Gobierno peronista al que claramente odian. Siempre hubo anti peronistas, en una gama diversa, y tampoco estas actitudes maniqueas profundas son nuevas en política (unitarios y federales, por ejemplo), pero hay un contexto distinto, como describe Natanson.

Es un rebrote fascista que, como en otras ocasiones, aprovecha situaciones de zozobra y/o desencanto –con base real, pero a veces amplificados desde afuera- en las sociedades. Natanson pone ejemplos:  los campesinos e inmigrantes franceses o la clase media argentina, y cierra “pero en todos los casos la percepción es la misma: desilusión, resentimiento y una intensa idea de injusticia.”

Sin embargo, creo que lo más relevante para nuestra vida en sociedad es esto:

“Sin embargo, a diferencia del fascismo clásico, las fuerzas del odio hoy no buscan generar una nueva comunidad, no pretenden reconstruir el Lebensraum exterminando a los judíos de Europa, sino ampliar el margen para el ejercicio de la libertad individual sin interferencias: desde educar a mis hijos sin que el Estado me imponga una educación sexual integral (ESI) hasta salir a la calle y contagiarme de coronavirus si eso es lo que quiero, tal la noción extrema de libertad que guía estos reclamos (aun cuando la ESI apunte a generar las condiciones para una sociedad más democrática y cuando la cuarentena busque garantizar la capacidad de atención del sistema de salud). En contraste con el fascismo histórico, se trata de una propuesta profundamente anti-comunitaria, que conecta directamente con el individualismo exacerbado de las sociedades contemporáneas”

Lo que destaco es terrible, porque tiene que ver con la convivencia y la armonía social, que ya se ha venido deteriorando de manera alarmante.

Y acá nos interpela una realidad, que se relaciona con algo que también planteó Natanson: la “dilución del centro político”, y es la derechización fascistoide de grupos políticos (parte de la UCR que acordó con el PRO para formar Cambiemos, por ejemplo, o los libertarios) y de un sector de la clase media urbana. Son los que piden mano dura a las fuerzas policiales, o rechazan la diversidad (claro, el feminismo es un blanco preferencial).

“Pero no hay que confundirse, no se trata de una vuelta a la Edad Media. Aunque en una mirada superficial puedan parecer arcaicas, se trata de tendencias muy actuales. Por lo pronto, las fuerzas del odio han descubierto mucho antes que las corrientes democráticas las oportunidades que abren las redes sociales y las apps de mensajes para difundir consignas en las que la verdad ha pasado a ser un resabio del pasado, mediante operaciones de “desinformación organizada” tan capciosas como efectivas.”

El mejor ejemplo es el de Tik Tok, que de red social de adolescentes que subían bailecitos y bromas tontas, ha pasado a ser una herramienta valiosísima para proyectos de derecha como el de Trump, por ejemplo.

Reconozcamos esta realidad, pero no la naturalicemos. El macrismo tuvo muchos errores (más allá de éxitos electorales que lo hicieron aparecer como una propuesta valiosa y moderna), pero uno –cualitativamente hablando- que para mí se destaca es la elección, que sigue presente, lamentablemente, del uso del odio como herramienta de construcción de poder.

Así se intentó destruir a los que aparecían como rivales políticos, o como útiles para esos “enemigos” (que no lo son), para hacer prevalecer su lugar de poder social, económico -y, claro, político.

Es un daño enorme a la estructura real y espiritual de la sociedad argentina y, por lo tanto, imperdonable. NO LO OLVIDEMOS NUNCA.