He elegido esta nota de Zaiat porque es categórica en
cuanto a la descripción de esta fuerte movida del macrismo residual, los medios
amigos y los trolls y bots que manejan la campaña en las redes.
Creo que es un sector minoritario de la sociedad el que
apoya esta embestida contra la estrategia que, hasta ahora, nos ha venido
guardando de vivir situaciones trágicas como otros países del mundo, pero esta
campaña –que incluye noticias falsas de revueltas populares- le da una
dimensión mucho mayor.
No estoy minimizando la dura situación que vive Argentina
como gran parte del mundo, sino que la gente sigue bancando la cuarentena
porque cree que es lo mejor que se puede hacer para preservar la salud pública.
Con esta entrada intento colaborar con esa gente que está
sufriendo tanto, para que no se desanime por creer que tanto sacrificio es en
vano, y piense que el Gobierno está equivocado y que hay que romper la
cuarentena.
NO ES ASÍ, Y EN
LA ENORME MAYORÍA DEL PAÍS, COMO EN MENDOZA, LA CANTIDAD DE INFECTADOS ES BAJA,
Y SE ESTÁ AVANZANDO EN LA APERTURA, PERO CON LA NECESARIA PRUDENCIA QUE
REQUIERE LA SITUACIÓN.
NO CREAMOS A
QUIENES NO LES IMPORTAN LOS MUERTOS QUE COSTARÍA ESA APERTURA IRRESPONSABLE.
Dispositivo
mediático de confusión sobre la situación social, política y económica del
aislamiento social
Campaña
anticuarentena, fake news y culto a la muerte
La militancia
anticuarentena, que lidera el Grupo Clarín con sus diarios, radios y canales de
televisión, seguido por La Nación, el Grupo América e Infobae, es tan irresponsable
socialmente como mezquina en términos políticos e ignorante de la cuestión
económica. Desprecian el destino sanitario de las personas mayores y de los
grupos socioeconómicos vulnerables.
Por Alfredo Zaiat
Es tan potente el
dispositivo mediático del poder económico que es necesario hacer aclaraciones
obvias.
Quién puede estar contento o cómodo cuando se alteró en forma tan
fuerte la rutina y los vínculos personales y familiares.
Quién puede estar feliz si por la cuarentena y por precaución no se está
viendo a los padres ni hay reuniones con amigos.
Quién no está angustiado, ansioso y preocupado por la violenta alteración
de la vida cotidiana.
Es tan evidente
el hastío por esas restricciones que genera incomodidad tener que aclararlas
para señalar que la campaña
anticuarentena, que lidera el Grupo Clarín con sus diarios, radios y
canales de televisión, seguido por La Nación, el Grupo América e Infobae, es
tan irresponsable socialmente como mezquina en términos políticos e ignorante
de la cuestión económica.
Todo es debatible
en democracia, pero no se transita el sendero de la racionalidad, en caso de
ser bienintencionados, y de la honestidad intelectual, en muchos otros
dedicados al entretenimiento periodístico, cuando se hace gala de la soberbia
de la ignorancia al desafiar la evidencia científica y empírica. La
controversia con la militancia social y periodística anticuarentena se parece a
las discusiones delirantes con grupos terraplanistas y antivacunas.
Con fake news y
apelando a la angustia personal por la cuarentena, lo que hacen es una
provocación abierta a que una parte de la sociedad, atrapada por el cansancio,
el miedo económico y la confusión, termine despreciando el destino sanitario de
las personas mayores y de los grupos socioeconómicos vulnerables.
Trabajan para que
la mayoría de la sociedad acepte que los adultos mayores y pobres se mueran por
coronavirus. Esto es lo que ha sucedido en Suecia, Italia, España, que han
dejado morir a las personas mayores contagiadas porque sus respectivos sistemas
sanitarios han colapsado; o en Estados Unidos y en Brasil, donde el coronavirus
se concentra en pobres e inmigrantes.
Existen datos
objetivos, irrefutables, que muestran cuál es el saldo sanitario de la opción
anticuarentena. El saldo es un desastre humanitario, fosas comunes, cementerios
desbordados y, además, derrumbe económico.
La sociedad
argentina posee una larga y rica historia de movilizaciones y resistencias
sociales y políticas que no soportaría cantidades de contagiados y muertes como
se anotan diariamente en Brasil, Chile, Perú, Italia, España, Gran Bretaña o
Estados Unidos.
El objetivo
político de los militantes anticuarentena es erosionar entonces la elevada
aceptación social y política que hoy tiene el gobierno de Alberto Fernández. La
campaña la lideran grupos conservadores porque les irrita que CFK y el
kirchnerismo tengan un papel destacado en la alianza de gobierno.
O sea, la
obsesión patológica con CFK y, fundamentalmente, lo que ella representa en
términos de disputa histórica por el tipo de proyecto de país, no respeta ni el
riesgo de vidas por la pandemia global.
Si se analiza la
historia argentina, se descubre que los sectores reaccionarios no han respetado
la vida, más bien son cultores de la muerte de los desvalidos, vulnerables y
rebeldes: el combate a los gauchos, la matanza de comunidades indígenas en la
Campaña del Desierto, la persecución y muerte de anarquistas y socialistas a
principios del siglo pasado, el “Viva el cáncer” de Evita, el
bombardeo a civiles en la Plaza de Mayo, los fusilamientos de José León Suárez,
hasta la muerte y desaparición de miles de personas en la última dictadura
militar.
¿Por qué sería diferente ahora con la pandemia del
coronavirus?
Ahora bien, es
evidente que la economía está sufriendo y mucho con la cuarentena. Pero no sólo
sufre la economía argentina; la economía mundial ha colapsado.
Cada uno de los
países en crisis está viendo cómo encontrar una “nueva normalidad” en
el funcionamiento de la economía. También se la está buscando en Argentina.
Mientras, el Estado tiene que mejorar en rapidez y eficacia la inmensa red de
contención previsional, social y económica (empresas y trabajadores) que se
diseñó para la emergencia.
Es una obviedad
que la cuarentena tiene costos económicos, pero la apertura como la piden los
anticuarentena también los tiene. La economía no se recuperaría si se terminara
de un día al otro el aislamiento social preventivo y obligatorio en la región
del AMBA. El aumento exponencial de contagios y el crecimiento geométrico de
muertos siguientes paralizaría también a la economía.
Es necesario ir
adaptando el funcionamiento del sistema económico a esta nueva realidad en los
lugares de trabajo y en los medios de transporte.
Nadie se enamora
de la cuarentena. Es una mentira más que se suma a la extensa lista de fake
news del dispositivo mediático dominante. La estrategia argentina fue preparar
el sistema de salud luego del desastre dejado por los gobiernos de Mauricio
Macri y María Eugenia Vidal, para luego ir abriendo con prudencia en los
lugares donde hay pocos o ningún caso y concentrando la atención en el Área
Metropolitana porque es la zona de más riesgo.
Se sabe que la
cuarentena no es la solución; es un paliativo. La solución es una vacuna o un
tratamiento que baje radicalmente la mortalidad del coronavirus. Todavía no hay
vacuna ni ese tipo de tratamiento médico.
Somos
contemporáneos de un evento extraordinario, como es esta pandemia global. No es
algo que se elige; es una crisis con la que se tiene que aprender a convivir,
situación personal y emocional que no es fácil, pero que exige reafirmar que el
camino en sociedad no es el individual del sálvese quien pueda, sino el
colectivo de cuidarse para cuidarnos y de ser solidario con el otro.
Esta nota del
Diario Los Andes que agrego abajo encara un tema crucial para Mendoza: el uso
del territorio mendocino.
Me ha parecido un
buen aporte, por eso lo rescato, pero quiero agregar algo a este replanteo de
nuestra ruralidad. Hay otro aspecto que se ha hecho evidente en el contexto de
la pandemia del coronavirus: la aglomeración en ciudades de manera no
sostenible ni sustentable, como sucede en las villas de la CABA. No voy a
entrar en la descripción de esos ambientes, porque los hemos visto hasta el
cansancio por estos días, pero es claro que la vida en ellas no responde a los
parámetros de calidad mínimos para una existencia razonablemente plena.
No voy a entrar
en temas técnicos sobre los que no tengo formación, pero está claro que Mendoza
no ha desarrollado un proyecto político (ni este Gobierno, ni sus predecesores)
que tienda a mejorar la sostenibilidad ni la sustentabilidad de sus urbes.
Más adelante: “Lo
sostenible es lo que se abastece a sí mismo y garantiza su continuidad en el
tiempo. En este caso, se refiere a la capacidad de las ciudades para
desarrollarse bajo criterios ecológicos y de igualdad social.”
Es una nota que vale
la pena leer para tener una mejor comprensión no solo de la ruralidad, sino
también de lo que necesitamos requerir a nuestra sociedad, y a quienes aspiren
a su conducción política.
El Gran Mendoza
no da para mucho más, y si observamos el modo en que ha crecido, lo podemos
comprobar sin mayor dificultad. Es cierto que, si se concretaran algunos temas
pendientes, algunos poco probables: sistema de transporte colectivo, una
avenida de circunvalación, red de agua potable y cloacas, etc., esto podría
mejorar, pero ya –a mi criterio- es tarde para reparaciones, hace falta algo
más integral y perdurable.
Repito lo que he
dicho varias veces: no hemos tenido Gobiernos con proyectos políticos que
merezcan ese nombre. Pongo como ejemplo el viaducto sobre Vicente Zapata: más
allá de que permite superar mejor el nudo vial en la circulación Norte Sur y
viceversa, solo ha servido para aumentar la cantidad de vehículos que entran a
la ciudad. Podría citar otros de Gobiernos diversos, pero es suficiente para demostrar
lo que afirmo.
Se ha hecho un
avance cualitativamente muy importante, que es la Ley de Ordenamiento
Territorial, sancionada en el 2017, después de ocho años de trabajo
colaborativo muy destacable.
Hay Municipios
que han elaborado –o están elaborando- sus propios planes de Ordenamiento
Territorial, pero no es lo mismo que un proyecto político de un Gobierno, ya
sea para ejecutarlo o como propuesta electoral.
En general, se
trabaja en estos Planes de OT con seriedad, se termina desarrollando una
propuesta local de OT, se la presenta en un acto público, pero de ahí de que el
Municipio ajuste todas sus acciones a esa propuesta, hay una larga distancia.
Está claro que
planificar es más fácil que llevar a la práctica, pero también que se sigue
gobernando sin un plan de envergadura. O sea que no se llega al Gobierno por
presentar la mejor propuesta política y social.
Por lo tanto, la
sociedad debería plantearse que, si no cambia su actitud y criterio,
informándose bien y con la objetividad posible –nada fácil en esta Argentina de
medios direccionados y bandas sectarias de trolls- para decidir qué es lo mejor para nosotros/as
y la sociedad en su conjunto, estos problemas de sustentabilidad y sostenibilidad
no terminarán, por el contrario, se agudizarán.
Por lo menos miremos nuestra realidad cercana: si tenemos
problemas con el agua y/o las cloacas, si el acceso a nuestras casas es muy
difícil, si no tenemos caleros automáticos accesibles, si no hay conectividad,
o es muy mala, si no tenemos acceso a viviendas dignas y económicamente accesibles,
o si falta –o es deficiente- cualquier otro servicio o elemento de la infraestructura
que tenga que ver con una “ciudad sostenible” en una Provincia sustentable,
anotémoslo, y hagámoslo conocer a los espacios políticos para que digan cómo
solucionarían esas carencias si llegan al Gobierno.
Si no lo hacemos, nos seguirán diciendo algunas frases
vacías, más o menos llamativas, y seguirán haciendo lo mismo que han venido
haciendo los Gobiernos hasta ahora: poco, y sin un plan maestro que sea parte
de una estrategia de desarrollo que se mantenga en décadas.
SI NO LO HACEMOS, SIGAMOS HACIENDO POLÍTICA EN LAS REDES, Y PAVADAS EN TIK TOK, PERO NO NOS QUEJEMOS DE LOS POLÍTICOS: SON COMO SON PORQUE LA SOCIEDAD NI GENERA POLÍTICOS MEJORES, NI ACTÚA PARA QUE LA REALIDAD SEA DISTINTA Y MEJOR.
De la ciudad
“respirable” a la ruralidad sustentable
Desde la urbe
siempre vimos al desierto y al oasis del que formamos parte como espacios
“proveedores” de alimentos o petróleo.
Por Eduardo A.
Sosa – Licenciado en Gestión Ambiental
Quiero efectuar
un pequeño aporte a la nota del arquitecto Diego Kotlik de fecha 11 de mayo del
corriente, que tan bien expone lo que debería ser Mendoza en el ordenamiento de
su territorio una vez que esta pandemia pase o sus efectos se reduzcan.
Si bien es cierto
que una enorme mayoría de la población mendocina vive en urbes, hay un extenso
espacio rural que espera medidas urgentes de organización para poder subsistir
frente al avance de lo urbano, el acelerado cambio de uso del suelo
rural-agrícola, las recurrentes crisis económicas de la producción agropecuaria
y el avance sobre el piedemonte, solo por nombrar algunas causas de los
desequilibrios territoriales.
El futuro de
Mendoza no solo está en el adecuado diseño de sus ciudades sino también en la
preservación complementaria de la ruralidad, de un buen vivir que debe
incorporar la modernización y los progresos que son comunes en las urbes, pero
también la reconversión hacia cultivos más ecológicos y orientados a la
búsqueda de nuevos mercados, el desarrollo de emprendimientos de alto valor
agregado, la creación de pymes ligadas a nuevos gustos del consumidor como el
cultivo y comercialización de verduras y frutas orgánicas, la promoción de las
energías renovables y de la eco-eficiencia, el cuidado de los valores de la
ruralidad que son muy codiciados cuando uno vive en las ciudades y desea
retener parte de esa mística del campo, el fomento del turismo ecológico y
rural ligados a la belleza y la cultura del oasis, el apoyo a cultivos y ferias
locales y tantas otras iniciativas de desarrollo que pueden intentarse.
Esta nueva
ruralidad también va de la mano de infraestructura y equipamiento que debe
proveer el Estado en función ya no de los intereses políticos o las urgencias,
sino en la planificación territorial participativa y en alianzas con sectores
de la economía que se benefician con las mismas.
Esto también
incluye una nueva mirada de las tierras áridas, vistas como desiertos por la
mayoría pero que posee una extraordinaria diversidad biológica e incontables
bellezas para proteger y utilizar racionalmente.
Desde la urbe
siempre vimos al desierto y al oasis del que formamos parte como espacios
“proveedores” no solo de alimentos sino de maderas, petróleo o materiales para
nuestras viviendas, pero nunca los integramos a nuestro vivir cotidiano como
comunidad.
Pienso que es
hora de revalorizar la ruralidad y ordenarla convenientemente para que los
miles de mendocinos que viven en ella puedan permanecer allí y proyectarse en
un futuro que no implique abandonar sus tierras, sus sueños y pasar a
convertirse en la masa de refugiados económicos y ambientales que pueblan las
periferias de nuestros aglomerados urbanos.
Si el gobierno
provincial se activa y desarrolla todos los planes y actividades que prevé la
ley de ordenamiento territorial y el Plan Provincial de Ordenamiento
Territorial que duerme desde su aprobación en 2017, este futuro será posible.
Sin mucha
originalidad, he elaborado varias entradas sobe el coronavirus y el
difícilmente predecible mundo posterior.
Algunas tienen
que ver con que América Latina tiene mucho que decir en función de una
propuesta que avance hacia un mundo mejor y más justo para no volver a esa
“normalidad” inicua, insostenible e insustentable con la que llegamos a la
pandemia.
Un ejemplo: la
organización caritativa británica Oxfam afirmó que 82% del dinero que se generó
en el mundo en 2017 fue al 1% más rico de la población global. Estos
porcentajes han recibido críticas, pero sean 8, 42 o 61 las personas que tienen
la misma cantidad de dinero que la mitad del mundo, esto sigue siendo una
desigualdad enorme alrededor del mundo.
También podríamos
hablar de la devastación del medio ambiente o de cualquiera de los temas que
afligen a la humanidad, los que evidentemente van a empeorar con la pandemia.
Por eso, empecé a
publicar entradas que tengan que ver con el “populismo latinoamericano”, y quiero
establecer un hilo cronológico con las que avanzan en este sentido:
Walden Bello es autor
de “Desglobalización: ideas para una nueva economía mundial”, plantea
alternativas, desde la izquierda, porque cree que hay una coyuntura de cambio
de esa “normalidad” que critica por lo que habla de “las posibilidades que se
ofrecen sin por ello esconder los límites de una transformación que, asegura,
depende de la acción de las fuerzas progresistas y de la reconfiguración del
Sur como actor renovado.”
Sus planteos son
concurrentes con el sentido de lo que hemos compartido en el hilo que pongo
arriba.
Analiza: “Creo
que las posibilidades que ofrece el momento, la coyuntura, son el resultado de
dos cosas: la crisis objetiva del sistema y la fuerza subjetiva que puede
actuar sobre esta crisis. Mi sensación es que la crisis financiera mundial de
2008 fue una profunda crisis del capitalismo, pero el elemento subjetivo aún no
había alcanzado una masa crítica. Debido al crecimiento impulsado por los
gastos del consumidor y financiado con deuda, la crisis sorprendió a la gente,
pero no creo que se hayan alejado tanto del sistema. Hoy es diferente. El nivel
de descontento y alienación con el neoliberalismo es muy alto en el Norte
global debido a la incapacidad de las élites arraigadas para enfrentar el
declive, mejorar los niveles de vida y tratar la desigualdad vertiginosa en los
años que siguieron a la crisis financiera. En el Sur global la crisis de
legitimidad ya había afectado al neoliberalismo y la globalización y sus
instituciones clave, como la Unión Europea, el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, incluso antes
de la crisis de 2008. La pandemia del covid-19 surgió a través de un sistema
económico global ya desestabilizado que sufría una profunda crisis de
legitimidad. La gente tenía la sensación de que las cosas estaban realmente de
fuera de control. La ira, la frustración y la sensación de que las elites y los
poderes gobernantes perdieron el control, y que el sistema se fue al diablo
está muy extendida hoy, en contraste con las secuelas inmediatas de la crisis
de 2008. Es este torbellino, es precisamente este elemento subjetivo el que
debe ser aprovechado por las fuerzas políticas. El sistema global, por
supuesto, intentará recuperar la “vieja normalidad”, como lo
demuestra la infame teleconferencia de Goldman Sachs, cuyos participantes
acordaron que no hubo una crisis sistémica inducida por covid-19 y que lo
importante es garantizar una vuelta prolija al orden anterior al covid-19. Pero
no hay que obligar al genio a que vuelva a la botella. Simplemente hay
demasiada ira, demasiado resentimiento, demasiada inseguridad que se han
desatado, y solo la izquierda y la extrema derecha están en condiciones de
aprovechar esta tormenta subjetiva. Entonces, sí, el impulso es hacia un
sistema post-capitalista o, en cualquier caso, post-neoliberal, y la pregunta
clave es ¿quién será capaz de aprovechar toda esa ira desatada y dirigirla?”
Me pareció una
excelente reseña de la evolución de la crisis y de la dura e insostenible
realidad actual.
Febbro le
plantea:
“-El fracaso de la democracia liberal para mejorar
la vida de las personas y la igualdad ha llevado a la aparición de movimientos
populistas en todo el mundo. En cierto sentido, la extrema derecha secuestró la
desglobalización. Esta crisis ha expuesto como nunca antes la gran fractura del
mundo. ¿El escenario posterior al virus puede ser una oportunidad mucho mejor
para que la extrema derecha llegue al poder?”
Esta es la
respuesta de Bello:
“-Desafortunadamente,
es la extrema derecha la que está mejor posicionada para aprovechar el
descontento global porque, incluso antes de Covid-19, los partidos de extrema
derecha ya eran elementos claves de las posiciones y programas anti
neoliberales promovidas por la izquierda independiente. Por ejemplo, la crítica
de la globalización, la expansión del “estado de bienestar” y una
mayor intervención estatal en la economía. Lo que hizo la extrema derecha fue
plantearlos como un paradigma propio. En Europa, los partidos de derecha
radical abandonaron parte de los viejos programas neoliberales que abogaban por
una mayor liberalización y menos impuestos que habían apoyado y se pusieron a
decir que estaban a favor del Estado de bienestar y de una mayor protección de
la economía nacional ante los compromisos internacionales. Pero claro, sólo en
beneficio de las personas con el “color de piel correcto”, la
“cultura correcta”, la población étnica “correcta”, la
“religión correcta”. Esencialmente, es la vieja fórmula “nacional
socialista” inclusiva de clase, pero racial y culturalmente excluyente. La
extrema derecha oportunista está, desafortunadamente, por delante de la
izquierda en este momento. El amplio movimiento progresivo tendrá que moverse
más rápido y asegurarse de que los socialdemócratas desacreditados en Europa y
los demócratas de Obama y Biden en los Estados Unidos no vuelvan a canalizar la
política hacia un nuevo compromiso con un neoliberalismo moribundo. Si esto
sucede, entonces esa escena escalofriante que aparece en la película Cabaret,
donde la gente común que apoya a los nazis canta “El futuro nos
pertenece”, casi con seguridad se hará realidad.”
Hice la cita
anterior porque se puede aplicar con bastante justeza a Argentina, y lo vemos
desde que el macrismo perdió las elecciones. A pesar de que la mayoría de los
argentinos y argentinas apoya al Gobierno peronista que asumió en diciembre
(aunque parece que hubiera pasado una década de eso), esa minoría lo ataca
permanentemente para desgastarlo, apoyada por los medios de comunicación
dominantes y de los equipos de trolls remanentes de la gestión macrista.
La nota es larga,
por eso no la incluí entera, pero recomiendo leerla completa. Solo seleccionaré
algunos párrafos que me parecen útiles en el sentido que expliqué al comienzo.
Otra pregunta:
“–Usted acuñó la palabra desglobalización en su
libro, “Desglobalización: Ideas para una nueva economía mundial”.
¿Siente en este momento que las condiciones son mejores para hacer realidad esa
desglobalización teorizada en el libro?
—Sí, por
ejemplo, la locura de las cadenas de
suministro mundiales demostró que era completamente inoperante durante la
crisis del coronavirus. Debido a los cálculos neoliberales basados en la
reducción del costo unitario de producción, las élites corporativas, con el
consentimiento de sus gobiernos, transfirieron gran parte de sus instalaciones
industriales a China, de modo que cuando la producción china se detuvo durante
la crisis de covid-19, muchos países carecían de componentes industriales
claves y descubrieron que incluso producir máscaras y otros equipos de
protección del personal era algo de lo que ya no eran capaces. Al mismo tiempo,
la interrupción inducida por covid-19 de la cadena de suministro agrícola
mundial amenaza con una hambruna generalizada. En varios países del Norte
global y del Sur global se ha permitido que sus sectores agrícolas locales se
marchiten. Entre el 30 y el 50 por ciento de los alimentos que se consumen en
China, el sudeste asiático y América Latina ahora no se producen localmente,
sino que son suministrados por cadenas de suministro agroalimentarias mundiales
y regionales. Creo que habrá un movimiento hacia una mayor autosuficiencia en
la producción industrial y agrícola. La
pregunta es si tales estrategias serán desarrolladas por regímenes de derecha o
gobiernos progresistas.”
Finalmente:
“-De los quince pilares incluidos en su concepto
de desglobalización, ¿cuáles cree que son más urgentes de ahora en adelante?
-Creo que lo más
urgente es la reorientación de la producción hacia el mercado interno y
desvincular la producción local de las cadenas de suministro mundiales a través
de una política comercial progresiva, una política industrial agresiva y una
política agrícola que promueva la autosuficiencia alimentaria y la soberanía
alimentaria. Nuevamente, es importante que tales políticas sean emprendidas por
progresistas y no por nacionalistas de derecha que las utilizarán
principalmente para servir a los intereses del grupo étnico y cultural
dominante contra las minorías y los migrantes.”
Es muy importante que comprendamos todo lo que planteamos
en este hilo porque no podemos dejarlo en manos de los que lideran la política,
las organizaciones, y todos los sectores de la sociedad, porque hace falta que
los pueblos se hagan cargo de esta situación crucial de la humanidad y del
país.
Muchos/as de los dirigentes tienen que ver con esa
“normalidad” inviable, y solo cambiará la dirección de las políticas cuando la
sociedad asuma la necesidad de esas transformaciones y presione para que esos
dirigentes (y otros/as, mejor) las hagan realidad.
INFORMÉMONOS,
COMPRENDAMOS, HABLEMOS ENTRE NOSOTROS/AS, ORGANICÉMONOS, UNÁMONOS. NO PERDAMOS
LA OPORTUNIDAD, NO SABEMOS SI HABRÁ OTRA.SOBRE
TANTO DOLOR Y MUERTE CONSTRUYAMOS UN MUNDO MEJOR.
Casi por
casualidad, porque, aunque compro el Diario Los Andes, lo miro muy rápidamente,
y menos el Suplemento Económico. Sin embargo, hoy este Suplemento publicó esta
nota:
Es una buena nota, que deberían leer y pensar todos/as los/las
mendocinos/as, porque, si queremos parar este retroceso, hará falta encontrar
un proyecto político que plantee una estrategia que nos permita empezar (será,
si lo logramos poner en marcha, un largo y duro camino) el tránsito hacia un
modelo provincial mejor para quienes habitamos esta hermosa Provincia (de paso,
muchos/as se han ido buscando mejores horizontes).
Este tema ya lo había planteado en mi blog (HAY QUE DECIRLO: ESTA ES LA HERENCIA DEL
CORNEJO-MACRISMOhttps://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/03/28/hay-que-decirlo-esta-es-la-herencia-del-cornejo-macrismo/),
pero la nota que menciono es más abarcativa y profunda, y supera el análisis
del Gobierno que terminó en Diciembre, aunque hace manifiesta su gran
responsabilidad al acompañar la propuesta macrista que amplió y profundizó los
problemas mendocinos preexistentes.
Está claro que las culpas de nuestros problemas vienen de
bastante antes, y me animo a decir que Mendoza no ha tenido buenos Gobiernos en
democracia.
El único Gobierno que asumió con un plan integral fue el
del Pilo Bordón (el no bien valorado Libro Verde), más allá del necesario
análisis de la concreción de esa propuesta.
Voy a incluir el texto de la nota en mi entrada, pero,
como tiene gráficos muy esclarecedores, aconsejo su consulta en la web del
Diario y, si es posible, la lectura de la edición en papel, que está bien
elaborada.
Una aclaración que me parece necesaria: aunque he sido
crítico de la gestión cornejista, y creo que nuestra clase media menduca se ha
derechizado (que no es lo mismo que ser conservadora) y no hizo un análisis
crítico y objetivo de lo que había pasado en Mendoza (LA ELECCIÓN MENDUCA:
¿ACIERTO O ERROR? https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/03/09/la-eleccion-menduca-acierto-o-error/),
es real que el Peronismo mendocino no ha sido una alternativa válida, en
relación con un proyecto como el que reclamo arriba.
Esto no significa que no haya buenos dirigentes en el Peronismo de Mendoza, los hay, y muchos, pero los/las que hemos propuesto son los mismos –más o menos- de elecciones anteriores. Hay muchos/as dirigentes jóvenes que no llegan a esos lugares porque en las roscas internas (como en cualquier Partido) no tienen chance, pero significarían una alternativa muy interesante para la ciudadanía mendocina.
Creo que vale la
pena leer estos aportes, pensar, reunirse, organizarse, para que Mendoza salga
del tobogán que la mayoría no merece.
Mendoza en
crisis: una década sin crecimiento
Si bien Mendoza es la quinta economía más importante del
país, esto no se refleja en otras variables significativas para la población.
Por Soledad Gonzalez y Mariano Zalazar –
mzalazar@losandes.com.ar
Industria, vino,
petróleo, montañas y buen desarrollo de la industria TIC podría hacer de
Mendoza una de las provincias más importantes de la región.
De hecho, la
provincia es la quinta economía más importante del país (produce el 3,7% del
Producto Bruto Interno de Argentina), detrás de Buenos Aires (34,2%), Ciudad Autónoma
de Buenos Aires (15,7%), Santa Fe (8,8%) y Córdoba (7,8%). Sin embargo, este
supuesto liderazgo, en los últimos diez años viene cayendo y en la comparación
con las otras provincias de Cuyo -San Juan y San Luis- la nuestra, presenta una
desmejora notable en muchos indicadores.
Para muestra, un
botón: en la última década la provincia creció 0,62%, prácticamente nada. Los
indicadores de desempleo, muestran que Mendoza duplica a San Juan y San Luis.
El salario promedio privado mendocino es menor que el de San Luis y supera por
80 pesos al de San Juan. Claramente, la provincia ha tenido serios problemas para
renovar su matriz productiva, sólo se ha empezado a movilizar con ingresos de
la TIC. Pero un cambio mucho menor, al que sí dieron ingreso las vecinas, es la
minería en San Juan y el de la soja en San Luis, que se pueden ver plasmados en
el crecimiento de la infraestructura caminera, un ejemplo gráfico de ello.
El gigante que durmió
Además, el
desempeño económico de Mendoza en la última década ha sido muy pobre. Según los
informes presentados por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones
Económicas (DEIE), entre 1991 y 2009 la provincia creció a un ritmo promedio de
4,4% anual (no hay datos comparables más antiguos). Entre 2010 y 2019, en
cambio, la economía mendocina avanzó solo 0,62% promedio por año, un valor que
según los economistas conduce al aumento de la desocupación y la pobreza.
En el total de
Argentina también hubo un crecimiento económico lento durante ese período, pero
fue mayor al de Mendoza en términos porcentuales (1,28% anual). En
consecuencia, los resultados estadísticos llevaron a un pequeño deterioro de la
importancia relativa de la provincia en el PBI nacional.
El economista
Jorge Day del Ieral (Fundación Mediterránea), recordó que históricamente
Mendoza representaba el 3,9% del total producido por el país, pero hoy se
encuentra en el 3,7% mencionado anteriormente.
Al mismo tiempo,
otras provincias ganaron terreno. Es el caso por ejemplo de San Juan, que
gracias al impulso de la minería pasó de tener una participación de 1,1% en
2010 a 1,35% en 2019, según el Instituto de Investigaciones Económicas y
Estadísticas de esa provincia (IIEE).
San Luis, tiene
un peso promedio histórico de 1,07% sobre el PBI nacional. No hay datos
estadísticos oficiales que muestren la evolución de su Producto Bruto
Geográfico (PBG) en los últimos años, pero si hay otras variables que
evidencian mejoras, como las que hacen referencia al mercado laboral. Sin
embargo, es claro el desarrollo de San Luis con la soja. Si se analiza a partir
del 2001 comenzó con ese producto, para la campaña 2009 ya tenía 155 mil
hectáreas de superficie sembrada total y en la última campaña alcanzó las 308
mil hectáreas, según datos del ministerio de Agroindustria para el total de
soja.
A esto también se
le sumó la conversión de granos a carne y el atractivo que generan los campos
para desarrollar maní. Un producto que trae inversiones de zona de Córdoba.
Qué pasó en 2019
El 2019 fue un
año recesivo para todo el país y Mendoza no fue la excepción. Según la DEIE, el
Producto Bruto Geográfico (PBG) de la provincia -estudio que mide el tamaño de
la economía local- retrocedió 1,5%.
La caída fue
impulsada por el mal desempeño del sector agropecuario (cayó 7,5%) y retracción
del comercio (-6,2%), la explotación de minas y canteras (-6,1%), el rubro de
“electricidad, gas y agua” (-2,4%) y el de “transporte y comunicaciones”
(-0,2%).
Otras cuatro
ramas de actividad amortiguaron la caída. Se trata de la industria
manufacturera (0,5%), la construcción (0,6%), los establecimientos financieros
(1,9%) y los servicios comunales, sociales y personales (3,3%).
La buena noticia
para Mendoza, es que la baja fue esta vez menor a la que se registró a nivel
nacional (-2,5%), de donde se deduce que el año pasado la provincia recuperó al
menos una parte de la participación perdida en la última década.
Salarios incoherentes
Si hubiera una
relación directa entre el tamaño de la economía y el nivel de ingresos, Mendoza
sería la quinta provincia con mejores salarios del país. Sin embargo, hay otras
variables que entran en juego y llevan a la provincia a estar en el puesto
número 13 en el ranking de sueldos. Analizando los números, se puede concluir
que lo más importante en este caso, es la composición de la matriz productiva
de cada región.
De acuerdo a las
estadísticas del Ministerio de Trabajo de la Nación, Santa Cruz es la provincia
con mayor nivel de ingresos en el sector privado registrado, con un salario
promedio de $ 77.861 netos. Tiene mucho que ver con ese resultado el hecho de
que Santa Cruz es el tercer mayor productor de petróleo del país.
Justamente, le
siguen en el ranking dos provincias con mucha actividad hidrocarburífera,
Chubut y Neuquén, que “explotó” tras el descubrimiento de Vaca Muerta.
Más abajo, en la
posición número diez, aparece llamativamente San Luis, con un sueldo promedio
de $ 38.261 netos. Según Jorge Day, el desarrollo económico logrado por la
vecina provincia durante sus años de “promoción industrial” explica en parte
por qué se encuentra por arriba de Mendoza.
La Pampa y
Córdoba ocupan el puesto 11° y 12° respectivamente, antecediendo a Mendoza, que
tiene un salario promedio de $ 34.685. Si bien nuestra provincia tiene también
un perfil petrolero, ese sector viene cayendo desde hace varios años. De hecho,
la producción de crudo durante el primer trimestre, antes del inicio del aislamiento
social obligatorio, fue la más baja desde que se tiene registro (1999).
“El sector petrolero
viene cayendo constantemente en el norte de la provincia. El sur tiene
potencial con Vaca Muerta, pero el crecimiento fuerte ha llegado de la mano del
gas, que está todo en Neuquén. Aun si hubiese gas en Mendoza, no podría
explotarse fácilmente por la ausencia de gaseoductos”, explicó Day.
Apenas $ 80 por
abajo de Mendoza está San Juan, que pese a tener un peso mucho menor en la
economía nacional (está 2,35 puntos por abajo de Mendoza), tiene un nivel de
ingresos similar al de nuestra provincia. Los economistas consultados,
coinciden en que esto se debe al plus que le ha dado la minería del 2010 en
adelante.
Desempleo en alza
El estancamiento
de la economía mendocina trajo como consecuencia un fuerte incremento de la
desocupación. Los informes publicados por el Indec demuestran que en los
últimos tres años Mendoza pasó de tener el nivel de desempleo más bajo de Cuyo,
a duplicar la desocupación de San Juan y San Luis.
Puntualmente, en
el cuarto trimestre de 2016 la tasa de desempleo de la provincia era de 3,3%.
Al final de 2019, ya había saltado a 7,3%. En el mismo período, San Juan logró
una reducción de la desocupación, bajando la tasa de 5,1 a 3,5%. Lo mismo
ocurrió en San Luis, donde la tasa pasó de 3,6 a 2,9 en el transcurso de los
tres años.
Un atenuante de
lo ocurrido en Mendoza, es que al mismo tiempo creció 1,5 la tasa de empleo. Lo
que ocurre, señalan los economistas, es que, ante un escenario de pérdida del
poder adquisitivo, muchas personas salieron a buscar trabajo para mejorar los
ingresos del hogar. Un parte lo consiguió -por eso creció el empleo- pero
fueron muchos más los que no lo lograron -por eso se duplicó el desempleo-.
No obstante,
tampoco en ese punto se puede destacar el mercado laboral mendocino. Los
números del Indec demuestran que en los mismos tres años la tasa de empleo de
San Juan creció diez puntos y la de San Luis 6,5 puntos porcentuales.
Pobreza e indigencia
El bajo
crecimiento económico, la pérdida de poder de compra de los salarios y el
aumento de la desocupación, condujeron a un inevitable crecimiento de la
pobreza y la indigencia en Mendoza. Una vez más, los resultados de la provincia
son los peores de la región.
Desde que el
Indec retomó la medición de los niveles de pobreza (segundo semestre de 2017)
hasta el segundo semestre de 2019, el porcentaje mendocinos pobres creció de
26,4% a 38,6%. Eso significa que en solo dos años 144.000 personas cayeron por
debajo de la línea de la pobreza. En el mismo período, la indigencia creció 3,7
puntos porcentuales (40.619 se sumaron a esa condición).
En San Luis
también creció la pobreza (3,7 puntos) y la indigencia (1,3 puntos), pero en
ambos casos mantiene tasas más bajas que Mendoza. En tanto, San Juan, logró
reducir sus 0,8 puntos sus niveles de pobreza y 1,1 puntos porcentuales la
indigencia.
Al fondo de la coparticipación
El Régimen de Coparticipación
Federal ha sido siempre un tema central de discusión entre las provincias y el
Estado Nacional. Entre idas y vueltas Mendoza no se ha visto favorecida y el
monto que recibe no tiene relación alguna con su aporte a la economía nacional.
A simple vista
las estadísticas son engañosas, porque Mendoza recibió en 2019 el 3,78% de los
aportes nacionales (coincide con lo que aporta al PBI), pero otras provincias
con una participación mucho menor, recibieron mucho más. Es el caso por ejemplo
de -Chaco (4,56%) y Tucumán (4,3%). San Juan y San Luis también reciben más de
lo que aportan.
Si se analiza la
coparticipación por provincia y por habitante (ver gráfico), se observa que
Mendoza está en casi en el fondo de la tabla, superando únicamente a Ciudad de
Buenos Aires y provincia de Buenos Aires. Las vecinas provincias de Cuyo,
percibieron más del doble que Mendoza.
Ahora encontré
otra de Natanson titulada Pánico que es, a mi ver, la continuidad de aquella. Si
bien seguimos en la misma situación de incertidumbre (hoy escuchaba que Trump
va a demandar a China por haber producido el coronavirus, aunque la OMS descarta
la posibilidad de que se haya producido artificialmente), me pareció que esta
nota nos actualizaba el Estado del Arte, con un avance interesante sobre la
actualidad argentina, y alguna alternativa de cambio radical en las políticas
socioeconómicas.
Si uno ve el
papel de las entidades bancarias –podríamos ir bastante atrás, por ejemplo, al
2001-, está claro no solo que no nos han servido de mucho, sino que no han
perjudicado.
El dólar aumentó
porque los Bancos, en lugar de entregar préstamos a las Pymes con los fondos
que les entregó el Gobierno para eso, los volcó a la especulación cambiaria.
O sea que, si
queremos vivir en un país mejor para la mayoría de los/las argentinos/as, habrá
que hacer cambios profundos, y no contar con quienes han sido socios en la destrucción
del sistema productivo y social del país.
Me parece un buen
aporte para los que quieran entender mejor a la Argentina en esta etapa tan
crucial.
En la primera
escena de Soy leyenda, adaptación al cine de la novela de Richard Matheson, el
científico Robert Neville, uno de los escasísimos sobrevivientes a un virus
masivo que aniquiló a la mitad de la población y convirtió a la otra mitad en
zombies, dedica sus mañanas a perseguir ciervos con su auto deportivo por las
calles vacías de Nueva York. Tras muchos intentos, Neville arrincona a un
ciervo, le apunta con el rifle y se prepara para disparar cuando se le
adelanta… un león, que despedaza a su presa y se lo lleva. El coronavirus no
mató a medio planeta (220.000 al cierre de esta nota) pero las imágenes de
avestruces caminando por el centro de Ituzaingó, pingüinos en las playas en
Miramar y ciervos paseándose por Tigre, por mencionar solo ejemplos locales,
subrayan el carácter sobrenatural de lo que estamos viviendo.
La pandemia es un
“hecho social total”, como sostiene Ignacio Ramonet, cuyos efectos se sienten
en todo el planeta (1). Pero a diferencia de otros mega-acontecimientos del
pasado, como la Segunda Guerra Mundial, la caída del Muro de Berlín o los
atentados del 11 de septiembre, cuyo impacto llegaba a algunas zonas de manera
diferida, esta vez el shock se siente en todo el mundo al mismo tiempo. Esta es
la singularidad, el signo verdaderamente diferente de lo que estamos viviendo:
la simultaneidad de la crisis y, con ella, su capacidad de trastrocar el
tiempo. La historia, como señala Richard Haass, se está acelerando, los
acontecimientos se condensan con espectacular rapidez (2): el primer caso de
COVID-19 sucedió el 8 de diciembre, cuatro meses que parecen siglos. Y después
siguió la cuarentena y su paradoja del tiempo: achicar el espacio para estirar
el tiempo, recluirnos para dar tiempo a que el sistema de salud se prepare,
mientras nuestro tiempo personal –el transcurrir lento de los días– se nos hace
eterno.
Pero el signo de
lo extraordinario reside también en el carácter igualador del virus: todos nos
lo podemos pescar en cualquier momento, aunque desde luego no todos dispongamos
de los mismos medios para enfrentarlo. Nadie puede no hacer nada frente al
virus, e incluso si lo intenta el virus lo atacará igual (el hecho de que
líderes mundiales que lo subestimaban como Boris Johnson hayan caído resulta
ilustrativo). Medio planeta en cuarentena, clases suspendidas en casi todo el
mundo y, de acuerdo con las estimaciones de la OIT (3), 81% de la fuerza
laboral total o parcialmente paralizada. El historiador francés Patrick
Boucheron sostiene que nunca experimentamos tan íntimamente la historia, que
literalmente penetra nuestros cuerpos (4).
¿Era previsible?
Parece que sí, a juzgar por los informes, libros y advertencias de organismos
oficiales que llevaban años alertando sobre un virus de este tipo, lo que no le
quita su carácter sorpresivo, del mismo modo que los antecedentes (SARS, Ébola,
gripe aviar) no lo hacen menos inédito. Sencillamente, una pandemia de estas
características no estaba en el radar de los grandes líderes mundiales ni en el
de los organismos internacionales (salvo la Organización Mundial de la Salud).
Tan sorpresivo
resultó el impacto que países ricos (Estados Unidos, Italia, Francia) y con
sistemas de salud sólidos (España, Gran Bretaña) resultaron más afectados que
otros, más pobres y con esquemas sanitarios frágiles; del mismo modo, el club
de los “solofiebristas”, como denominan en España a los que defendían la idea
de que el virus era “solo una fiebrecita”, está integrado por líderes de
derecha, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, y de izquierda, como Andrés Manuel
López Obrador o Daniel Ortega. En rigor, la eficacia a la hora de contener la
propagación del COVID-19 resulta de una combinación de: la celeridad para
declarar la cuarentena (la empobrecida Grecia salió mejor parada que Italia),
los niveles de conexión con el mundo y sobre todo de ingreso de personas
provenientes de los países inicialmente afectados (lo que explica el éxito de
Venezuela, expulsor neto de personas), la capacidad de cibervigilancia del
Estado (como demostraron los países asiáticos e Israel, que recurrió a la ley
anti-terrorista) y, por supuesto, la cobertura del sistema de salud.
El hecho de que
los alineamientos no se expliquen, al menos en una primera etapa, por la
riqueza del país ni por la ideología de quien lo gobierna demuestra que
efectivamente estamos ante algo nuevo, diferente de todo lo anterior. ¿Qué
mundo nos dejará la pandemia? La tentación es la de siempre: adaptar el
pronóstico a nuestros deseos. Desde que el virus se instaló como un plato
volador en nuestras vidas, los ambientalistas se ilusionan con un resurgir de
la conciencia ecológica, los izquierdistas con una crisis fatal del
capitalismo, los nacionalistas con muros y fronteras. Ahí donde Giorgio Agamben
anticipa un refuerzo del estado de excepción (justamente el tema que investiga
hace décadas), Slavoj Žižek, autodeclarado comunista, prevé un retorno… ¡del
comunismo! (aunque sería un comunismo distinto).
Más atención
merecen en cambio los planteos del progresismo liberal acerca de la necesidad
de enfrentar el tema con una mayor articulación global, recuperando instancias
de coordinación destartaladas como la Organización Mundial de la Salud.
Nuevamente el deseo: quizás sería deseable, pero ¿es lo que va a ocurrir? Que
el problema sea global no significa que la solución será global, como sostienen
las Naciones Unidas. De hecho, la energía colectiva para enfrentar la pandemia
–el sacrificio del quedáte en casa, el esfuerzo financiero del Estado– es,
hasta ahora, nacional: la Nación sigue siendo la referencia más eficaz a la
hora de pedir sacrificios, lo que una vez más demuestra que quizás existan
Argentina y los argentinos (o Grecia y los griegos) pero que no está tan claro
que exista tal cosa como “la humanidad”.
Sucede que la
crisis del coronavirus trastrueca el tiempo, pero también reconfigura el
espacio. La pandemia, cualquier pandemia, es una experiencia muy territorial:
como el peligro llega de afuera, la naturaleza territorial de la autoridad
política se refuerza. Y recupera centralidad el Estado-nación, única instancia
con capacidad para cerrar fronteras y declarar confinamientos, que además sigue
siendo el dispositivo más adecuado para gestionar el miedo, el sentimiento que
prevalece en momentos en que la textura de la vida cotidiana, como sostiene
John Gray (5), está cambiando, alterada por una espeluznante sensación de
fragilidad.
El miedo suena de
fondo, es la música funcional de la pandemia. El futurólogo Emiliano Gatto, que
está diciendo cosas muy interesantes sobre la transformación en curso (6),
sostiene que el pánico que nos atenaza se debe no tanto a la incertidumbre
activada por el virus como a lo que éste tiene de certeza. El problema no es no
poder hacerse una idea, sino no poder deshacerse de una idea, compuesta en este
caso por sirenas de ambulancias, salas de terapia desbordadas, adultos mayores
conectados a respiradores, gente obligada a morir en total soledad (solo un
miedo muy profundo puede hacer que aceptemos sin protestar algo que hasta hace
poco hubiera resultado intolerable). En este marco, quizás la tarea de un buen
gobierno consista en asumir la incertidumbre y, parado bajo ese enorme cono de
sombras, transformar el pánico irracional en temor productivo, el mismo que
hace que nos lavemos las manos treinta veces por día. Al fin y al cabo, desde
Maquiavelo sabemos que gobernar es en esencia gestionar el miedo.
Pero recuperemos
la pregunta inicial. ¿Qué mundo nos dejará el virus? ¿Cómo imaginar un mundo
que no sea una simple prolongación –mejorada, deteriorada, idealizada– del
presente, pero tampoco una simple proyección de nuestros deseos? ¿Un mundo
semejante al de la Primera PosGuerra, inestable, recesivo, con nacionalismos en
ascenso? ¿O un mundo más parecido al de la Segunda PosGuerra, con crecimiento,
un nuevo Estado de Bienestar y paz en Europa?
La suerte se está
jugando en este momento. Si el futuro por un lado asoma sombrío, por otro es posible
adivinar también algunos destellos de esperanza. En el editorial de El Dipló de
abril mencionamos avances positivos, como el renovado protagonismo de la
ciencia y el regreso del Estado. Un mes después podemos agregar dos más. El
primero es cierta revalorización de la vieja idea de industria nacional
asociada a la necesidad de recuperar segmentos de cadenas de suministros hasta
hora deslocalizados: los especialistas coinciden en que el hecho de que
Argentina disponga de dos de las pocas fábricas de respiradores artificiales
que hay hoy en el mundo (se trata de una tecnología del siglo XX, es decir de
la época en que el país contaba todavía con una industria pujante) constituye
una ventaja sanitaria importante: la industria nacional como resorte de soberanía.
El segundo es la recentralización en el gobierno nacional de áreas de gestión
que habían sido cedidas al mercado, la sociedad civil o las provincias: el
intento, finalmente frustrado, de declarar de interés público las camas de las
clínicas privadas durante la emergencia, como hizo sin ir más lejos España,
podría ser un primer paso hacia una mayor articulación del sistema de salud,
cuyo problema no es tanto el gasto como la segmentación.
Pero es posible
incluso pensar más allá. Las crisis suelen ser el momento en el que los
gobiernos populares imponen decisiones audaces que en tiempos más normales
hubieran generado una fuerte resistencia corporativa y años de interminables
discusiones: la crisis del 29 dio pie al New Deal, la Segunda Guerra al Estado
de Bienestar, Argelia a la Quinta República. En Argentina, la dictadura y
Malvinas habilitaron el Juicio a las Juntas, la crisis del 2001 permitió el
tratamiento de la ley de genéricos y la crisis del 2009 ayudó a estatizar las
AFJP y concretar la Asignación Universal por Hijo. Hoy, a un costo fiscal nada
desdeñable, el gobierno de Alberto Fernández está pagando el Ingreso Familiar
de Emergencia, una ayuda extraordinaria para el amplio universo de trabajadores
informales, irrepresentados e invisibles: transformarlo en un derecho
permanente, en una versión local de la renta básica universal que se discute en
el mundo, podría ser el primer gran saldo progresista de la pandemia.
1. Ignacio
Ramonet, “La pandemia y el sistema- mundo”, disponible en https://www.eldiplo.org/notas-web/la-pandemia-y-el-sistema-mundo/
En entradas anteriores he planteado,
frente a las hipótesis sobre cómo será el mundo después del coronavirus, que
hay alternativas desde América Latina. En el mundo después del coronavirus (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/04/06/el-mundo-despues-del-coronavirus/), hablé de “Populismos
latinoamericanos” haciendo una breve reseña histórica, y resaltando al
Peronismo como un proyecto válido por su trayectoria y su presente. En La economía para Francisco (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/03/20/la-economia-para-francisco/) subí una nota que me
había mandado Humberto Podetti en
la que se desarrollaba el pensamiento de Francisco que fue planteado en el
encuentro que se realizó en Asís, en marzo de 2020, en el que el Papa convocó a
economistas a hacer un pacto común. Ese pensamiento, y cito lo que escribimos
en esa entrada, se elabora “con las categorías del pensamiento latinoamericano
(principalmente, el pueblo como sujeto de la historia y el papel substancial de
las periferias en el diseño de un futuro universal)”
Me pareció que estas alternativas
merecían profundización y desarrollo, y le pedí al mismo Humberto Podetti (un
gran representante del pensamiento latinoamericano), materiales para presentar
al Peronismo como una alternativa, no solo válida, sino también la mejor que podríamos
desarrollar en América Latina para proponer un proyecto continental que tenga
chances para construir un espacio no residual como es ahora para los países
centrales, sino en el que los latinoamericanos tengamos una mejor calidad de
vida, y, como dicen las tres banderas justicialistas: Soberanía Política,
Independencia Económica y Justicia Social.
Humberto me mandó este aporte, escrito
rápidamente, que transcribo abajo, porque es una excelente síntesis
“No hay dudas de que el modelo peronista
del 45 al 55 es el modelo para el futuro. Pero eso no era el estado de
bienestar, que fue el proyecto surgido en Europa a partir del Plan Marshall y
la decisión de dejar atrás tres siglos de guerra en Europa. Fue nuevamente un
modelo del centro a costa de la periferia. Ese modelo peronista es el proyecto
político de Francisco, que, por supuesto no es exclusivamente peronista, sino
fruto de los muchos otros aportes de los movimientos populares
latinoamericanos. Por cierto, que fue universalizado y desprendido de sus
localismos para ser comprendido por todos. El proyecto integral es un estado
continental industrial, con industrias localizadas y organizadas
continentalmente, sistema de democracia directa, donde el pueblo delibera y
gobierno por los medios que hacen posible la expresión de su voluntad, una
comunidad organizada continentalmente, con parlamentos de doble representación
(representación política y representación social), mercado libre y equilibrado
en la capacidad de negociación de ambas partes y sanción para el abuso de la
posición dominante o las cláusulas abusivas, relocalización de la población
mediante estímulos de propiedad, tecnología, comunicaciones, etc., tecnología
sometida a aprobación social, medidas de fomento para el trabajo, el acceso a
la propiedad, la educación en todos sus grados y a la salud que comienza por la
posibilidad de una vida digna en un ambiente natural sano. La segunda parte es
la reforma del sistema global, propiciando la reforma de todos los organismos internacionales
ONU, OIT, OMC, FM, BM, para ponerlos al servicio de trabajo, propiedad,
tecnología, conocimiento, etc. para todos los habitantes del planeta.”
HUMBERTO PODETTI (abril de 2020)
Está claro, y lo he manifestado varias
veces en las redes, que esta construcción deberá ser hecha con la participación
de todos los actores –individuales o sectoriales- que quieran realizar ese
proyecto.
LOS LATINOAMERICANOS TENEMOS
QUE PENSAR QUÉ MUNDO QUEREMOS Y ACTUAR EN CONSECUENCIA, SI NO OTROS LO
DECIDIRÁN POR NOSOTROS.
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