CUANDO HABLAMOS DE CLASE MEDIA, ¿TENEMOS EN CLARO DE QUÉ HABLAMOS?

CUANDO HABLAMOS DE CLASE MEDIA, ¿TENEMOS EN CLARO DE QUÉ HABLAMOS?

CUANDO HABLAMOS DE CLASE MEDIA, ¿TENEMOS EN CLARO DE QUÉ HABLAMOS?

 

Todos/as, en algún momento, hablamos de clase media, inclusive, nos enorgullecemos de que en Argentina existiera ese sector social. Recuerdo que, desde que era chico, los mendocinos hablábamos de que la diferencia entre Chile y Argentina era que allá solo había clase alta y baja.

Es probable que, si nos piden que describamos esa clase media que mencionamos, haya diferencias entre las características que demos de ella. Sin embargo, la clase media es una, ¿o no?

A poco que lo pensemos, no, claro, y la nota que publica página 12 lo plantea con toda claridad.

Creo que esta lectura es una ayuda para los que quieren entender mejor a Argentina; además, porque defender a esta clase media, que viene siendo golpeada desde bastante, sobre todo por el macrismo, que creía en un modelo de país como Australia o Chile, y no la favoreció en nada, al contrario, la perjudicó. Charlé con algunos sin techo de la CABA, y todos/as habían pertenecido a ella, y ahora estaban en la indigencia.

ESPERO QUE LES SEA ÚTIL.

 

¿Cuántas clases medias caben en la clase media?

Por Alfredo Serrano Mancilla

https://www.pagina12.com.ar/246434-cuantas-clases-medias-caben-en-la-clase-media

Imagen: Télam

Es cada vez más común que todo lo que acontece políticamente se explique en torno a una creciente y omnipresente categoría, la “clase media”. Este término monopoliza la mayoría de interpretaciones posibles a la hora de justificar los comportamientos sociológicos y políticos, y por supuesto, las preferencias electorales. Seguramente por comodidad y simpleza, da igual lo que suceda, porque todo tiene argumentativamente a la clase media como factor común.

En estos últimos años se han sucedido importantes fenómenos políticos aparentemente inesperados y novedosos en América Latina: la llegada de AMLO al gobierno de México con una amplia mayoría, la victoria electoral de Bolsonaro en Brasil, las protestas sociales en Chile y Colombia, también la imposibilidad de Lenín Moreno de dar estabilidad a Ecuador, el fin de Macri en Argentina a manos de la propuesta progresista de Alberto y Cristina, la derrota del Frente Amplio en Uruguay, y cómo no, el golpe de Estado en Bolivia. Todos estos hechos políticos y/o electorales han sido explicados recurrentemente y en gran medida por un mismo grupo económico y social, el de la clase media.

Y si tanta capacidad explicativa tiene, lo pertinente sería comenzar por preguntarse qué es exactamente eso de la clase media. Para ello, debemos partir de dos premisas básicas, que de no considerarlas podríamos llegar a sesgar cualquier interpretación posterior.

  1. La clase media no es un bloque monolítico ni homogéneo.

Según la CEPAL, el estrato medio aumentó de 136 millones a 250 millones de personas entre 2002 y 2017 en la región latinoamericana. Sin embargo, no todos esos millones de personas son idénticas. No lo son en su capacidad económica ni tampoco en su lógica aspiracional.

La mayoría de los organismos internacionales, en las últimas décadas, ya subclasificaron esta categoría tan amplia. A veces usan términos como el “media-baja” y “media-alta”; o incluso aparece una nueva categoría que es esa de “casi clase media”, bautizada por el Banco Mundial para denominar a aquellos que están justo un poco por encima del umbral de la pobreza, pero que son susceptibles de regresar en cualquier momento a ser pobres.

No obstante, esta desagregación tampoco es suficiente para captar la gran heterogeneidad existente al interior de estas 250 millones de personas que viven de manera muy diversa en Latinoamérica. En esa categoría hay dinámicas completamente contrapuestas. Por ejemplo, no es lo mismo aquella familia que luego de años llega a tener niveles (de educación, trabajo, salud, propiedad, ingresos) de clase media que otra que estuvo siempre en ese nivel. Como diría Alvaro García Linera, no tiene nada que ver la clase media de origen popular en Bolivia -que, según encuesta Celag es con la que se autopercibe un tercio de la población- con aquella la clase media tradicional (que es media no por densidad sino porque se encontraba en medio de una clase baja multitudinaria y otra clase, alta y muy reducida). Tampoco tendría ningún sentido equiparar la clase media recién llegada con aquella que fue alta pero que acabó siendo clase media por múltiples razones económicas, sociales o políticas.

Es por ello imposible tratar por igual a un grupo tan diverso en su capacidad económica, en sus niveles educativos, en sus hábitos culturales, y más aún si queremos hacerlo en relación a su lógica aspiracional. Si bien es cierto que hay un “comportamiento imitador” de aquella ciudadanía que asciende y mejora, no es verdad que las aspiraciones sean las mismas con aquella otra porción de la clase media que desea ser alta; o con aquella otra que tiene tradición histórica de pertenecer a ese grupo social, con usos y costumbres arraigados, sólidos, que hacen que la subjetividad se diferencie de los ciudadanos que aún están en esa fase de movilidad social y siempre con una sensación más bien de tránsito, del “querer llegar a ser”.

  1. La segunda premisa es que la clase media no puede ser un concepto importado de otras latitudes.

No se puede trasladar ahistóricamente la concepción de clase media europea a Ecuador, ni la de Argentina a Bolivia, ni la mexicana a Chile. Cualquier “epistemicidio”, como diría Boaventura De Sousa, para sustituir una episteme externa por la propia suele hacer mucho daño en cualquier análisis. Y con la clase media esto es lo que sucede constantemente. Es frecuente presuponer que los comportamientos de la clase media son similares en todas partes, como si no hubiera historia específica de cada país y, mucho peor, como si la distribución del ingreso fuera la misma en cada lugar. Por ejemplo, no podemos comparar de ninguna manera aquella distribución en un país cuya clase media es multitudinaria con aquel otro en el que su clase media es una pequeña porción entre dos “jorobas”: una gigante conformada por la clase baja y la otra, la clase alta, muy reducida. La subjetividad de una u otra de ningún modo podría ser la misma. Existe siempre un “relativismo” en la construcción de la subjetividad de esa clase media basado en cómo te observas en relación con el otro, con los de abajo y con los de arriba. Incluso, estadísticamente, la misma clase media identificada con indicadores “objetivos”, como el ingreso o consumo, también tiene un componente relativista que es determinante.

Por tanto, por una u otra razón, es necesario que cuando hagamos referencia al desafío de sintonizar con la “clase media” entendamos que no hay una única clase media, sino que son muchas las variedades al interior de ese gran grupo tan complejo. Hay clase media que recién llega y que, además, lo hace por muy diferentes vías; hay clase media de toda la vida; clase media que es más alta que media; clase media que siempre está en riesgo de dejar de serlo. Hay clase media en lo económico que a su vez es distinta según su capacidad económica sea en base a ingresos, herencia, consumo o endeudamiento. Pero no todos los matices diferenciadores proceden de lo económico, porque también hay clase media en lo cultural, en lo simbólico, en el poder político; y sin descuidar tampoco el componente “país” o, a veces, el regional. La clase media guayaquileña tampoco es la misma que la quiteña; ni la boliviana de El Alto a la de Santa Cruz. En definitiva, ante tanta variedad de “clases medias”, habrá que considerar multiplicidad de lógicas aspiracionales y sentidos comunes.

Es por ello que debemos “cuidar” el modo de querer atraerla e incorporarla al proyecto político progresista, porque no siempre existe una única manera de hacerlo. Se requiere mucho más bisturí que brocha gruesa. Es más, resulta imprescindible comenzar a analizar e identificar las disputas y tensiones que se dan al interior de este gran grupo social, porque seguramente de ello dependerá buena parte de la sostenibilidad de una propuesta política. Sería un gran error confundirse de objetivo, porque seguramente satisfacer a una clase media es mucho más fácil que a todas las clases medias que caben en ella.

 

Alfredo Serrano Mancilla es director de la Celag

ADOLFO ARIZA

ADOLFO ARIZA

Autor del Blog

La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.

Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.

Productor de los blogs: 

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FRANCISCO: PAPA Y LÍDER ESPIRITUAL: LOS CATÓLICOS ARGENTINOS DEBERÍAMOS VALORARLO

FRANCISCO: PAPA Y LÍDER ESPIRITUAL: LOS CATÓLICOS ARGENTINOS DEBERÍAMOS VALORARLO

FRANCISCO: PAPA Y LÍDER ESPIRITUAL: LOS CATÓLICOS ARGENTINOS DEBERÍAMOS VALORARLO

 

Rescato esta nota de opinión porque comparto que Francisco es el más grande líder espiritual de hoy, y, en muchos sentidos, la única posibilidad de esperanza de una propuesta humanista que defienda a los millones de excluidos del mundo y de rechazo de este modelo neoliberal insustentable e insostenible que nos está llevando a la destrucción. Soy poco afecto a las lecturas apocalípticas, mucho menos en un mundo en que, a cada segundo, surgen nuevas posibilidades tecnológicas, pero también creo que se está estirando demasiado la cuerda y no sabemos dónde y cómo van a terminar varias situaciones críticas, como la rebelión social, el coronavirus, el deterioro ambiental, los liderazgos insensatos y enfermos como el Trump y Bolsonaro, y otros etcéteras.

De hecho, no comparto el título: hay muchos argentinos que lo merecemos –y me incluyo- porque hemos trabajado mucho por una Iglesia que hiciera carne “la opción de los pobres”. Recuerdo el Documento de Medellín y Evangeli Nuntiandi y otros que hemos leído y vivido. Recuerdo los mártires de la Iglesia y los perseguidos por sus ideas.

Pero está claro que lo que dice Bestani es real: muchos/as argentinos/as están enredados/as en análisis –ni eso- superficiales e inmaduros del Papa, y en las pavadas que pergeñan los trolls. Estos lograron –como con los mapuches, o los bolivianos, o los paraguayos- que una gran parte de ese 40% macrista demonizara a este Papa, sobre todo llamándolo Peronista. Ahora bien, si uno lee con algo de inteligencia y una mínima intención de objetividad, las pavadas, fake news, mentiras, se da cuenta de que creen tontos/as a esos seguidores.

No sé si es el argentino más importante de la Historia, cómo saberlo, pero sí sé que lidera la Iglesia que profeso, con millones de católicos/as de todo el mundo, y que esa es la Iglesia de Cristo, la de mi fe.

EN ESE CAMINO PONGO MI CORAZÓN.

 

Los argentinos no nos merecemos a Francisco – Por Juan Miguel Bestani

Por Juan Miguel Bestani – Arquitecto. Dirigente cristiano. Autor del libro “Santidad y felicidad en el siglo XXI (LUMEN)

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=los-argentinos-no-nos-merecemos-a-francisco-por-juan-miguel-bestani

 

“Nadie es profeta en su tierra” expresó Jesús según el evangelio. Ésta, como muchas otras verdades allí expresadas, habrá aprendido el Papa Francisco en su larga y fructífera vida religiosa. Veintiún siglos después experimenta la validez de esa máxima en él. Francisco no es profeta en su tierra, sino signo de contradicción en función de lo que cada argentino vea, lea o interprete en cada uno de sus gestos y palabras. Haga lo que haga el Sumo Pontífice, siempre será motivo de apoyos como de rechazos por parte de sus compatriotas. Esto que podría considerarse hasta normal por sucederle también a cualquier otra figura pública, cobra otra dimensión cuando esa figura es aclamada mundialmente, pero sin embargo no puede visitar su propia tierra por los motivos que sean. Luego de casi siete años de pontificado y por más razones que se hayan esgrimido, existe una razón esencial por sobre las demás: no hay el consenso mínimo entre los suyos acerca de la conveniencia o no de su venida. Esto habla más de nosotros como individuos y como proyecto colectivo que de él como destacada figura mundial. Nos cuesta horrores ver la gran película. Nos quedamos siempre con ciertas escenas. Como se nos escapa el todo, nos movemos siempre en partes.

Los argentinos somos como los adolescentes: estamos en una constante crisis de identidad donde no sabemos qué queremos ni por qué. Y al no poder resolver el asunto de fondo, nos quedamos siempre en los detalles. Al no tener en claro qué queremos como país o simplemente no poder ponernos de acuerdo en ciertos principios fundamentales, nos encanta actuar y sobreactuar en temas menores. En eso se nos va la vida. Así nos va importando más, y hasta nos hacemos un mundo, por lo que dijo fulano o el gesto de mengano. Llenamos cada vez más nuestra cabeza con improvisados panelistas de turno que con la propia realidad. No somos capaces de dedicar ese mismo tiempo a resolver nuestros principales problemas de fondo que justamente no son pocos. Nos dedicamos y ocupamos de la frivolidad, porque no somos capaces de la profundidad. Sin embargo, cada tanto ese incomparable talento surgido de años de mezcla de razas diversas y de un país centenario que sí tenía en claro el rumbo, da alguna joyita que logra elevarse sobre el océano de mediocridad y tibieza de todo tipo y, siendo capaz de dedicarse a lo profundo, trasciende sus propias fronteras para compartir todo su talento con el resto de la humanidad. Personalmente me gusta llamarlos argentundos: argentinos cedidos al mundo. Contamos con varios ejemplos en más de una disciplina. Pero me atrevo a sostener que el Papa Francisco es, sin dudas, el argentino más importante de la historia. Me baso en dos principios: uno terrenal y el otro trascendental.

Desde un punto de vista terrenal, es decir desde la razón y sin dar demasiada cabida a lo espiritual, Francisco es cabeza única y lidera una de las instituciones -sino la más-  de mayor peso político, cultural y social de la historia. Guste o no, se esté o no de acuerdo con ella, la Iglesia Católica no sólo es la institución que provee mayor ayuda social y educacional a nivel global, sino también una de las principales forjadoras de la identidad e impronta occidental. Con sus aciertos y desaciertos a lo largo de veinte siglos, ha ocupado un lugar de poder e influencia que prácticamente ninguna otra nación ha podido sostener en tan largo período de tiempo. Alguna superpotencia actual podrá disputarle poder, pero no influencia. Y esta institución de más de dos mil años fue sólo liderada por 266 personas. Una de ellas nacida en el barrio de Flores, acá nomás.

Desde un punto de vista trascendental, es decir desde la razón y lo espiritual de los creyentes católicos, Francisco fue elegido para liderar esa institución no sólo por operaciones o “roscas” de todo tipo entre influyentes cardenales en el consistorio, sino fundamentalmente por obra del Espíritu Santo. Esto implica intercesión divina y directa sobre el alma de los electores. Así de raro y quizá ingenuo que pueda parecer esto en pleno siglo XXI. Para los católicos, el argentino Bergoglio fue elegido por Dios en su plan de salvación para comandar su iglesia. Así como delegó en otras épocas esta tarea en Pedro su fiel discípulo, para estos tiempos que corren decidió elegir una persona nacida y criada entre nosotros. Tomadora de mate al igual que de colectivos y subtes. Hincha de San Lorenzo y probablemente del alfajor y del dulce de leche. ¡Un argentino es hoy el Pedro de ayer! Increíble y creíble a la vez.

Todo esto y mucho, muchísimo más representa el argentino Francisco para todo el mundo. Hacedor de gestos admirables y reconocidos, jugador fuerte en materia política y social, primer pontífice americano y jesuita, catequista sumamente “llegador” y tantas otras acciones y gestos -algunos peculiarmente argentinos-  de su pontificado que seguramente quedarán en la historia (más allá que puedan o no gustar a más de un creyente). Y sin embargo… para muchos argentinos, Francisco no representa eso sino un argentino más que, haciendo de las suyas, se para sobre una u otra de las veredas que nos vienen dividiendo desde los tiempos fundantes. Los argentinos no somos capaces de ver al compatriota que está haciendo historia, que es portador de amor, paz y esperanza para miles de millones de personas, sino que nos detenemos en la cara que pone en las fotos, en quiénes recibe, en sus supuestos dichos transmitidos por supuestos “amigos voceros”. Nos ocupa saber a quién envió o no algo. Detalles, escenas, nunca el fondo, nunca la película entera. El Papa no puede recorrer nuevamente las calles que lo vieron crecer, abrazar la gente que lo vio madurar, comerse una buena tira de asado en alguna parrilla porque sus propios vecinos están demasiado ocupados en sus ombligos sin ser capaces de alzar la vista para tener una mirada más global, más histórica.

Francisco está haciendo historia y nosotros lo vemos por TV. Él hace hoy por nuestro país en materia de prestigio e historia, lo que ningún otro prócer o ídolo global pudo o podrá hacer porque su tarea lo trasciende todo: lo político, lo deportivo, lo social, lo cultural, lo religioso, etc. Me atrevo nuevamente a sostener que su figura es la única capaz de lograr lo que ningún dirigente nacional ha podido en varias décadas de decadencia: unir verdadera y definitivamente a los argentinos en un mismo proyecto común. Hoy pareciera que no están dadas las condiciones para que vuelva a su querida y seguramente muy extrañada tierra. Hoy pareciera que los argentinos no nos merecemos a Francisco. Pero para aquellos que contamos con la fe suficiente, abrigamos la esperanza de ser capaces de merecerlo. Anhelamos que antes de finalizar su pontificado pueda volver a su país como parte de todos y no solamente de algunos. ¿Podrá el Padre Jorge contradecir al propio evangelio y ser profeta en su tierra? En el país de las muchas contradicciones todo puede suceder.

ADOLFO ARIZA

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PERONISTAS DE MENDOZA, ES HORA DE HACERNOS CARGO

PERONISTAS DE MENDOZA, ES HORA DE HACERNOS CARGO

PERONISTAS DE MENDOZA, ES HORA DE HACERNOS CARGO

 

He publicado alguna nota sobre el Peronismo en Mendoza, y había comenzado algún borrador sobre su situación –cuasi terminal- después de las últimas elecciones.

Sin embargo, hoy me encontré esta Nota de Opinión en el Diario Los Andes que hace un análisis muy válido del peronismo menduco, y la quiero compartir con uds., con mis aportes.

Me hice peronista en 1973, para siempre. Viví ese inmenso dolor nacional que significó la muerte del General, junto con los champanes descorchados de los que la celebraron, como lo habían hecho cuando murió Evita, y después cuando lo hizo Néstor Kirchner. Por lo tanto, conozco a ese anti peronismo visceral, y lo acepto, pero quisiera que los argentinos saliéramos de una confrontación que no nos sirve para consolidar un proyecto de país que no solo nos contenga, sino que nos permita una vida de calidad para la mayoría de los argentinos/as.

No comparto la descripción tan negativa de los dirigentes porque no acostumbro hablar así de los compañeros si no estoy frente a ellos, pero es innegable la decadencia dirigencial –más allá de que se trata de un fenómeno transversal de la sociedad- que aqueja al Peronismo.

Costó mucho convencer a los compañeros que acompañaran al equipo que llevó adelante la campaña electoral: había gente que muchos peronistas no aceptamos porque consideramos que debía dar un paso al costado porque no representan a un peronismo actualizado y doctrinario.

Coincido en que hay muchos/as compañeros/as de excelente nivel, y sobran conocimientos y capacidad, pero, cuando se cierran las listas, están los mismos de siempre, que tampoco aspiran a ganar, sino a estar como candidatos en un lugar entrable.

En Guaymallén, sigue mandando un pardalismo remanente que no se va ir a la casa (nadie lo hace), si los compañeros que queremos una propuesta a la altura de lo que merece Mendoza, no nos organizamos y tomamos la conducción del peronismo mendocino.

Este proceso debe comenzar pronto. Tenemos que encontrarnos, hablar y organizarnos para ser mayoría y llegar con un proyecto que signifique algo valioso para los mendocinos.

Si hay algo que ha quedado en claro después de las elecciones (estas y las anteriores) es que cuando el peronismo se une, gana las elecciones; por no hacerlo, perdió en el 2015.

Por lo tanto, está en nuestras manos cambiar este presente: tenemos una Historia y una Doctrina que nos lo reclama para llegar a ser la “Argentina que San Martín soñó.”

Peronismo de Mendoza: después del desastre

Por Mauricio Guajardo Corvalán – Médico UNCuyo. Ex jefe de prestaciones médicas PAMI Mendoza

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=peronismo-de-mendoza-despues-del-desastre-por-mauricio-guajardo-corvalan

 

Visualizo un recuerdo de mi infancia, que se presenta como una foto en blanco y negro. Mi abuela y mi padre llorando por la muerte de Perón. También perplejo, observaba la evidente alegría de un empresario conocido. Siempre existió y existirá esta diferencia ideológica aquí y en todo el mundo; no sorprende y hasta es saludable que así sea (no entiendo la vida con un pensamiento único, sin disenso). Pero no se explica el odio irracional que se evidencia en nuestro país (de ambas partes), sin tolerancia y respeto por el que piensa distinto. Sin dudas, la sociedad argentina es muy confrontativa, pero justamente es el resultado de tener clase media. Qué paradoja, ¿no?

Al crecer, mi síntesis se resume en una pregunta: ¿Un Estado neoliberal o un Estado de bienestar? Es obvio que aquí hay un dilema ideológico. Después de muchos años de estudio y análisis, intenté explicarme qué pasaba:

  • Muchos pensamos que el “peronismo” (más allá de sus indefendibles errores), permitió que nuestro país tuviera clase media (a diferencia del resto de América Latina).
  • Otros “No peronistas” (algunos amigos, sí, hermanos de la vida), creen lo opuesto, que era y es la causa de la decadencia.

Estas reflexiones, ubican desde mi perspectiva (y sin defender lo indefendible), al peronismo como actor imprescindible para tener el país y la provincia que soñamos.

Pero ¿es éste el peronismo que puede transformar y desarrollar la Mendoza que queremos todos?

Estas últimas elecciones despertaron una profunda pena en mí. El comentario en la última campaña del ex gobernador, definiendo esta campaña electoral como pobre intelectualmente, fue un golpe de nocaut para el peronismo (y también para mi autoestima).

Debo reconocer mi profundo enojo y desilusión, al ver en Mendoza un proceso autodestructivo, liderado por la actual dirigencia. Sin dudas, hay un antes y después de esta elección, o no entendimos nada. Un grupo de jóvenes sin estructura partidaria, le ganaron al Partido Justicialista y sus intendentes.

La dirigencia de nuestro movimiento provincial evidencia una franca decadencia. Si uno compara ex gobernadores justicialistas de hace 30 años (que terminaron siendo candidatos a presidente, embajadores en EEUU, etc.) con los últimos, nos causa gracia (en realidad dicha comparación hasta resulta un tanto bizarra).

Si evaluamos la gestión de los dos últimos gobernadores peronistas, era una obviedad que se perdería el poder por un tiempo prudencial. Uno de ellos, no pudo ganar ni siquiera la interna para ser intendente en su tierra, todo un reflejo de la realidad.

Por favor, muchos de nuestros máximos referentes y candidatos no pueden hablar de corrido. En otras épocas su techo habría sido ser concejal. Hacemos campañas evitando que se expresen y digan cómo piensan transformar la realidad. Esto no es discriminar, es reconocer las limitaciones. Por ejemplo, yo no podría ser ministro de Economía, no estoy capacitado para ello, y me ubico.

La pregunta es ¿qué nos pasó peronistas de Mendoza? La sociedad observa esto y expresa que no cree en nuestra alternativa. La fallida reforma de la ley 7.722, dejó expuesto lo desorientados que están nuestros referentes. Así, seguramente, perderemos la próxima elección, y lo grave es que la dirigencia no entendió el mensaje.

Peronismo mendocino, ¿seguiremos hasta terminar siendo una minoría testimonial? ¿Aprenderá la dirigencia del claro mensaje de la ciudadanía? ¿Jugará cada uno el rol que puede (no el que desee) para construir la Mendoza soñada? ¿Se pensará desde el peronismo, con intelectuales, qué provincia queremos y cómo desarrollarla? (obvio, con el imprescindible sostén del territorio pragmático que siempre nos caracterizó).

Por último, ¿dónde estás Jauretche de mi vida que no te puedo encontrar?

Francamente creo que el peronismo local tiene referentes y materia gris, para pensar la provincia que merecemos. ¿Tendrá la grandeza necesaria la actual dirigencia para dar un paso al costado?

Si no cambiamos el rumbo del peronismo mendocino, la ciudadanía continuará buscando las respuestas en otro lado; para alegría de muchos amigos, y para tristeza de mi padre (que en paz descanse) y la mía propia.

ADOLFO ARIZA

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QUÉ NECESITAMOS LOS ADULTOS MAYORES: POCO DE LO QUE SE NOS OFRECE EN LA TELE

QUÉ NECESITAMOS LOS ADULTOS MAYORES: POCO DE LO QUE SE NOS OFRECE EN LA TELE

QUÉ NECESITAMOS LOS ADULTOS MAYORES: POCO DE LO QUE SE NOS OFRECE EN LA TELE

 

Me llamó la atención el título de esta entrevista a Gabriela Cerruti, Diputada Nacional por Nuevo Encuentro. En realidad, enfoca otros temas también, pero éste es interesante como introducción de un planteo que tenemos que hacer para buscar soluciones.

Por supuesto, voy a hablar de Viejos y Viejas –adultos/as mayores. Yo ya tengo 73 años, y esa expectativa de 90 años es razonable, más allá de que hay diferencias entre hombres y mujeres. A esta altura de mi vida estoy promediando esos 30 años de senectud que muchos/as vamos a vivir, y creo que el planteo de Cerruti es correcto. Más allá de los discursos y propagandas, la vida cotidiana de los adultos mayores tiene muchas necesidades no cubiertas, fundamentalmente porque llegamos a la vejez de mala gana, con conciencia de que ha disminuido nuestro valor, no de que estamos en una etapa superior de la vida.

Entonces, como no nos gusta envejecer, tratamos de mantenernos jóvenes, por lo menos en apariencia, y eso no sirve de mucho.

Hay etapas que terminaron y que no van a volver.

Me encanta el fútbol –aunque jugué al rugby bastante tiempo-, pero ya no puedo jugar a ese deporte: hago actividades (gimnasia, baile) en el agua, incluso intensas, me divierto y tengo la actividad física que necesito.

Pero es cierto lo que dice Cerruti: “No se están pensando políticas públicas para esa etapa”. Incluso, si bien vivimos mucho más, y con mejor calidad de vida, las imágenes con que se representa a los viejos/as, son muy semejantes a las de otras épocas: viejitas con rodete y en batón, ancianos en chaleco de lana y bastón, etc.

La mayoría de mis contemporáneos/as no tienen ni esa apariencia, ni esas actividades. Hace mucho que protesto por esa representación de la vejez.

También tiene razón la Diputada cuando habla de que los viejos/as tenemos derecho a vivir activos y felices, y necesitamos que haya oportunidades para hacerlo.

O sea, algo distinto de ir a las Termas de Rio Hondo en enero, o a cursos de Informática o tarjetería española.

Ahora, el planteo tiene que ser integral, y con compresión de lo que es la vida hoy, y cómo va a seguir. Hablamos de que la robótica y la inteligencia artificial están acabando con el empleo formal, pero no se nos ocurre pensar que esta prolongación de la vida significa la necesidad de miles de personas que los cuiden y acompañen.

Es una enorme fuente laboral.

Reitero: el objetivo de este blog es ayudar a que la gente común encuentre elementos para una mejor comprensión de la realidad nacional y global, que le permitan tomar mejores decisiones no solo electorales, sino en la vida cotidiana.

Por ejemplo, muchos/as hoy aceptan a las plataformas (Uber, Cabify, Pedidos Ya, etc.) como un hecho consumado de la evolución social y económica, que debemos aceptar mansamente.

¿Por qué? Las plataformas, en general, son estrategias de concentración económica de grupos empresarios internacionales, que destruyen empresas locales para quedarse con el mercado y generan trabajo precario.

No compremos pescado podrido.

He divagado más de lo razonable, pero ha sido con la idea de queden temas en qué pensar, para buscar alternativas y trabajar por soluciones.

El episodio de la minería y el agua ha demostrado que los pueblos buscan su lugar y su destino, pero no tiene que ser un impulso emocional, sino una actitud permanente, organizada y progresista.

Solo así la Argentina que queremos y necesitamos se concretará.

Incluida la Revolución de las Viejas y los Viejos.

 

Gabriela Cerruti: “Hay que hacer la Revolución de las Viejas porque ésa va a ser la parte más larga de la vida”

https://www.pagina12.com.ar/243514-gabriela-cerruti-hay-que-hacer-la-revolucion-de-las-viejas-p

En el video, habla mientras se pone crema. Dice que tiene 54 años, que está bien, aunque más arrugada y con dolores de rodilla, que toma calcio y ya pasó la menopausia. Y advierte que, en seis años, a los sesenta, técnicamente para la sociedad va a ser una “vieja”. Que a partir de entonces espera vivir treinta años más y reflexiona sobre la necesidad de pensar políticas públicas para esta etapa de la vida. La vejez. La más larga, aunque la cultura prefiera la juventud. Lo que no se imaginó es que el posteo, que tituló “La revolución de las viejas” –una primera toma que salió de un encuentro informal en su casa– iba a tener cien mil visualizaciones en un día.

–¿Cómo surgió la idea de “La revolución de las viejas”?

–Estaba en casa con una compañera y empezamos a hablar del tema, que a mí me ronda desde hace unos cinco años. Porque tengo 54 y dentro de seis voy a ser oficialmente una adulta mayor. Y apareció la idea de grabar “La revolución de las viejas”, que tuvo cien mil visualizaciones en un día. El tema me importa mucho porque la vejez va a ser la parte más larga de la vida. Y aún antes, a los 45 años, ya no te toman en ningún laburo. No se están pensando políticas públicas para esa etapa: cómo lidiar con la soledad no elegida, cómo ser autoválida, cómo no convertirse en una carga para tus hijos. Si se alarga la vida, el desafío es no alargar la vejez. Si ves la tele, las publicidades les hablan a los adultos mayores sobre pañales, remedios, de enfermedades. Y lo que hay que lograr es que ese período de la vida sea activo y feliz.

ADOLFO ARIZA

ADOLFO ARIZA

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APUNTES SOBRE EL GOBIERNO DE FERNÁNDEZ – FERNÁNDEZ PRIMERA ENTRADA

APUNTES SOBRE EL GOBIERNO DE FERNÁNDEZ – FERNÁNDEZ PRIMERA ENTRADA

APUNTES SOBRE EL GOBIERNO DE FERNÁNDEZ – FERNÁNDEZ PRIMERA ENTRADA

 

Evidentemente, esta entrada podría ir en la categoría de Temas políticos, pero voy a comenzar con una nueva, siempre con el objetivo inicial de aportar elementos de juicio a quienes quieran comprender la situación de Argentina.

Es claro que mi cosmovisión es peronista (aunque, en alguna época, algunos politólogos progres le negaban esa categoría), pero no voy a hacer apología del Gobierno, no la necesita. Solo quiero aportar positivamente a algo que parece esencial: terminar con el planteo de una Argentina dividida (la llamada “grieta”) en dos bandos enfrentados y que, en muchos casos, se odian.

En la nota incluida, Natanson dice que “la judicialización de la política es una de las principales causas de la polarización”, y es verdad, pero salir de esta situación será una tarea difícil y dura, porque hay una historia en la que se arraiga esta perversa estrategia. Recordemos al Martín Fierro: “Hacéte amigo del Juez / no le des de qué quejarse; …/ pues siempre es güeno tener / palenque ande ir a rascarse.”, o “la ley es como el cuchillo, no ofiende a quien lo maneja”. Hernández tiene varios versos duros sobre la ley. Recomiendo leer –como lo hacía con mis alumnos/as, que terminaban valorándolos- El gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro”. Siguen siendo una obra clave para entender la Argentina desde la Generación del 80 hasta ahora.

Hace un tiempo que había dejado de citar a Natanson, porque me pareció que su mirada, en sus categorías de análisis, era más europea que latinoamericana, pero esta nota es realmente buena, con la mayoría de los elementos de juicio que hoy juegan en el muy complejo mundo en que vivimos.

Me resultó muy interesante. Espero que a ustedes también.

 

Conservar el centro

Por José Natanson

https://www.eldiplo.org/247-la-economia-despues-de-la-grieta/conservar-el-centro/

Como un yogui enojón, Alberto Fernández puede irritarse y pasarse de rosca, pero rápidamente recupera su centro. Desde su designación como candidato, toda su campaña se orientó en el mismo sentido de lograr la unidad del peronismo y dejar atrás la etapa de la grieta, tarea entendida no como la búsqueda de un promedio reactivo a los dos polos sino como la inauguración de un nuevo tiempo político. El centro de Alberto no es macrismo más kirchnerismo dividido dos, sino la construcción de un nuevo eje a partir de un programa (reactivación económica, protección social, regeneración de la justicia), un método (pacto social, mesas sectoriales) y un estilo (explicar, explicar, explicar). Las evocaciones explícitas a Raúl Alfonsín, la figura que eligió para abrir y cerrar su discurso de asunción, refuerzan esta idea: podría haber apelado a Perón o Cristina, pero eligió a ese santo laico en que se ha convertido el ex presidente radical, y al hacerlo puso un pie en tierra nueva.

Es lógico: Alberto no puede permitirse establecer una división funcional según la cual le ceda la totalidad de la invocación simbólica al kirchnerismo mientras él se dedica simplemente a gestionar el Estado, porque en ese caso se quedaría solo con lo más difícil, con el conflicto, la escasez y la crisis. Por eso, sin estridencias, pero decidido, trabaja en la consolidación de su gobierno y su liderazgo: los integrantes del gabinete, de un progresismo casi frepasista, se destacan también por sus antecedentes en materia de manejo de los recursos estatales –incluso, o sobre todo, aquellos que ocuparon cargos de alta responsabilidad pública: Felipe Solá, Ginés González García, Gabriel Katopodis y, por supuesto, Gustavo Beliz–. Alberto no quiere o no puede hablar de corrupción, pero es evidente que la selección de sus funcionarios estuvo guiada también por este criterio.

El primer paso concreto de su gobierno, la megaley de emergencia económica y social, confirma su intención de avanzar por el difícil camino de aumentar impuestos sobre los sectores más privilegiados (retenciones, bienes personales, turismo en dólares), compensar a los más desfavorecidos (bonos, tarjeta alimentaria) y reservarse para sí un amplio margen de discrecionalidad (suspensión de la fórmula de ajuste previsional). Mejorar la vida de los más postergados sin recurrir al déficit ni a la emisión como condición para avanzar en una negociación rápida con el FMI.

La pregunta es si el contexto le permitirá conservar este centro difícil. Dos fuerzas globales lo amenazan. La primera es Estados Unidos, que desde la llegada al poder de Donald Trump viene desplegando un nuevo modo de intervención en América Latina, un renovado “injerencismo” que remite más al mundo bipolar de la Guerra Fría que a la relativa retracción de los últimos años, en buena medida porque estamos ante la emergencia de una nueva Guerra Fría. Como sostiene Juan Gabriel Tokatlian (1), la nueva doctrina de seguridad estadounidense consiste en recrear la doctrina Monroe en su patio trasero y evitar que China construya su propia doctrina Monroe en su patio trasero (el Sur de Asia).

Conforme esta nueva estrategia, Trump despliega una intervención más abierta y despiadada, como se vio en Venezuela y Bolivia y de la que tuvimos una primera muestra con el desplante de uno de sus enviados, Mauricio Claver-Carone, en la ceremonia de asunción del 10 de diciembre. En teoría, entonces, Washington debería valorar la normalidad del recambio democrático argentino y la llegada al poder de un gobierno que, en una región convulsionada, plantea un programa moderado de reconstrucción reformista, y que actúa en los hechos como una superación del kirchnerismo cristinista. Pero solo en teoría. En otro siglo, también Perón era en los hechos un freno al comunismo y Estados Unidos no lo vio como un aliado táctico sino como un enemigo a derrotar.

En este marco, el objetivo de Alberto de construir una relación madura con Estados Unidos queda a merced del trazo grueso de un Trump que ha demostrado que no está dispuesto a arriesgar un solo voto en función de su política exterior, como quedó claro con los aranceles al acero y al aluminio impuestos a las exportaciones de Argentina pero también de Brasil, supuestamente su mejor amigo en la región. ¿Podrá el gobierno argentino asegurarse el apoyo de Washington en el directorio del Fondo sin ceder a un alineamiento automático? ¿Podrá evitar subordinarse a Estados Unidos o, en el otro extremo, emprender un giro bolivariano que lo empuje a los brazos de China y Rusia? La política exterior de México, guiada por la mano experta de su canciller Marcelo Ebrard, puede servir no de modelo, porque la relación de ese país con Estados Unidos es muy diferente, pero sí de referencia: México logró renegociar el acuerdo de libre comercio de América de Norte, sin el cual su economía se hubiera derrumbado, cediendo en temas cruciales (el envío de militares a su frontera Sur para morigerar el flujo migratorio) y manteniendo ciertos grados de autonomía (el asilo a Evo Morales así lo demuestra).

Si la primera amenaza a los objetivos de Alberto es geopolítica, la segunda es de cultura política. La polarización es una tendencia global. En “La era de la indignación” (2), el especialista estadounidense Jonathan Haidt cita datos del estudio elaborado desde hace tres décadas por la consultora Gallup y el Centro de Investigación Pew, que revela un incremento sostenido de la polarización en Estados Unidos. ¿Cómo se comprueba esto? Por ejemplo, por el creciente porcentaje de personas que responden afirmativamente cuando se les pregunta si el partido rival es un peligro para el país o, lo que quizás resulte más preocupante, por el incremento de los que admiten que les molestaría que su hijo se casara con un demócrata (si son republicanos) o con un republicano (si son demócratas). Aunque en menor medida, esta mayor intolerancia al otro se verifica también en materia religiosa, social y étnica.

Pero la polarización no es una tormenta inevitable sino una construcción social que los políticos, en el ejercicio cotidiano del poder, pueden moderar o agudizar. Haidt recuerda por ejemplo que durante su paso por la presidencia de la Cámara de Representantes el congresista conservador Newt Gingrich modificó el reglamento para que las sesiones se realizaran solo de martes a jueves, de modo tal que los legisladores pudieran regresar a sus estados los fines de semana, y estableció una serie de medidas para desalentarlos a que se mudaran de manera permanente a Washington. ¿El motivo? Gingrich quería evitar que los republicanos desarrollaran amistades con los demócratas.

Si la presión hacia una radicalización es global, entonces las causas deben ser también globales. La primera es por supuesto el aumento de la desigualdad, la creciente heterogeneidad salarial (reflejo de un mundo laboral dividido entre unos pocos empleos calificados y bien pagos y un océano de trabajos basura) y el fin de la perspectiva de movilidad social ascendente, la crisis del sueño americano: sociedades divididas entre los ganadores y los perdedores de la globalización. Esta realidad, comprobable incluso en economías en crecimiento y con bajo desempleo como Estados Unidos, se verifica también en países de desarrollo medio como el nuestro: la Argentina competitiva de la soja y las ciudades contra la Argentina subsidiada de la industria y los conurbanos.

A ello hay que sumar la reconfiguración del ecosistema mediático, que también fomenta la radicalización. Cincuenta años atrás, cuando la comunicación audiovisual se limitaba a unos pocos canales de televisión y un puñado de emisoras AM, los medios se veían obligados a asumir posiciones ideológicas más amplias –o más moderadas– para interpelar a universos extendidos. La aparición de la FM, más tarde la llegada del cable y por último la creación de los portales web multiplicaron los emisores y produjeron una hipersegmentación del público, creando grupos de audiencias más chicos que a su vez componen mundos ideológicos alejados entre sí (3). Las redes sociales cerraron el círculo. Como explica Natalia Zuazo (4), las redes son en esencia empresas de publicidad, cuya rentabilidad depende de que pasemos dentro de ellas la mayor cantidad de tiempo posible, lo que las lleva a ofrecernos información que nos haga sentir “cognitivamente cómodos”, es decir información con la que estemos de acuerdo. Aplicando la lógica predictiva, el algoritmo nos encasilla y nos radicaliza, sumergiéndonos en un mundo en el que todos piensan como nosotros.

Todo esto actúa como una fuerza centrífuga que fortalece los polos y aleja a los políticos del centro. Ahí están Trump y Boris Johnson, pero también Bernie Sanders y Jeremy Corbyn. Y no hace falta ir tan lejos: Sebastián Piñera pasó de una primera presidencia templada, que no desentonaba de los gobiernos anteriores de la Concertación, a un segundo mandato de derecha pura y dura. Jair Bolsonaro llegó al gobierno con un discurso intolerante y violento en un país considerado un ejemplo de moderación centrista. Y en Argentina el macrismo también comenzó como una mezcla de liberalismo y conservadurismo para terminar bolsonarizado. El caso más notorio es el chavismo, surgido como un movimiento democratizante e inclusivo y convertido hoy en un régimen militar y autoritario.

Rebobinemos antes de concluir. Por un efecto casi diríamos gravitatorio, las sociedades actuales potencian los extremos, premian los planteos disruptivos y radicalizan las posiciones. En América Latina, la intervención cada vez más descarada de Estados Unidos complica la estrategia de evitar un alineamiento automático con alguna de las dos potencias. Bajo estas condiciones, Alberto avanza en su agenda de reparación social y recuperación económica, acepta negociar, por ejemplo, al excluir de la ley de emergencia el artículo que lo habilitaba a disolver organismos, y se muestra atento a la realidad, aceptando los reclamos para revisar las jubilaciones de jueces y diplomáticos.

Pero hay otros problemas, problemas que insinúan una guerra en el corto plazo y que merecen un urgente tratamiento de shock. Como señalamos en otro editorial (5), la judicialización de la política es una de las principales causas de la polarización. En efecto, la intromisión de los tribunales en cuestiones antes reservadas a los políticos, el protagonismo de los servicios de inteligencia y la multiplicación de ex funcionarios presos hacen que la disputa por el poder ya no sea sólo una disputa por el poder sino algo más cruel y definitivo: los políticos se juegan también su prestigio y su libertad, con el lógico resultado de que estén dispuestos a hacer más cosas que antes para retenerlo, lo que le imprime a la política un plus de dramatismo que ensancha la grieta.

Alberto debe encarar este tema de frente y sin dilaciones, mientras conserva intacta la legitimidad electoral, antes de que los habitantes de los sótanos despierten y las operaciones comiencen a enturbiar el horizonte.

 

  1. Entrevista en www.cenital.com
  2. Revista Letras Libres, 1-1-18.
  3. Jorge Fontevecchia, “La polarización”, www.perfil.com/noticias/columnistas/la-polarizacion.phtml
  4. “La conversación imposible”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, N° 238, abril de 2019.
  5. Editorial en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 238, abril de 2019.
ADOLFO ARIZA

ADOLFO ARIZA

Autor del Blog

La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.

Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.

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SE DEROGÓ LA 9209, TRIUNFO ÉPICO, PERO MENDOZA NECESITA MÁS

SE DEROGÓ LA 9209, TRIUNFO ÉPICO, PERO MENDOZA NECESITA MÁS

SE DEROGÓ LA 9209, TRIUNFO ÉPICO, PERO MENDOZA NECESITA MÁS

 

El desenlace del intento de derogación de la Ley 7722 deja elementos para analizar como:

La falta de comprensión del sistema político en general de los procesos que se dan en sus pueblos, lo que los hace correr a la realidad de atrás, y les genera desgaste, pérdida de credibilidad e ineficacia. Chile es un ejemplo enorme de esta situación, y podrían buscarse otros.

El fracaso de los Gobiernos de Mendoza en proponer, desde una concepción política, un proyecto integral para nuestra Provincia que permita un desarrollo integral, sostenible y sustentable. El Pilo Bordón con su Libro Verde fue el único intento de gobernar con un plan previo, más allá de su ejecución, pero no generó estrategias de largo plazo.

Lo del agua es una consecuencia de esto: Mendoza no ha tenido un proyecto integral, con una visión a largo plazo que, a partir de una prospectiva científicamente desarrollada, solucionara los problemas que hoy estamos viviendo. Si llevamos diez años de crisis hídrica, es evidente que podríamos hoy impedir que se mueran las cabras en Huanacache, y otros graves problemas que nos afectan.

Además, hay ejemplos de buenas prácticas políticas en el exterior y en Argentina, pero hay que entender cómo se hace política en serio, que no es lo que pasa en nuestro país.

Ahora tenemos una oportunidad de empezar un proceso virtuoso, pero debe de ser asumido por todos/as nosotros/as, desde las actitudes individuales de cuidar el agua o no arrojar envases plásticos a las acequias, hasta la de presionar para que haya propuestas integrales y permanentes.

No podemos aceptar que nos digan que el 80% de la red de agua potable no está en buenas condiciones, y que nos tienen que aumentar su costo, cuando este Gobierno es continuidad de otro que ha estado cuatro años a cargo de la gestión de la Provincia.

Tenemos que exigir a los futuros candidatos a gobernarnos que nos presenten un plan sobre este y otros temas cruciales, y votarlos, o no, por ese plan.

Tengamos la misma convicción y fuerza que tuvimos para defender el agua para asumir que los que otorgamos el poder a los poderes políticos somos nosotros, y que vamos a ser inflexibles en defender nuestros intereses y nuestro hábitat.

La minería es un tema que entró abruptamente en la agenda de los mendocinos, aunque sea muy antiguo. He leído y escuchado mucho en estos días sobre ella, incluso ya he dado una opinión personal. Me mandaron el link de una nota sobre la minería que me pareció un aporte para salir de este planteo binario que no soluciona nuestros problemas reales, como el de la escasez de agua, o la necesidad de diversificar la economía de Mendoza.

Este análisis me resultó útil para la comprensión del tema minero. Espero que a ustedes también.

¿Puede ser la minería una actividad sustentable?, por Enrique Martínez

El referente del Instituto para la Producción Popular reflexiona (y polemiza) sobre la minería, a partir del conflicto reciente en Mendoza. “Es necesario salir de los planteos binarios, que juegan a blanco o negro”, asegura.

Por Enrique M. Martínez | Instituto para la Producción Popular

http://www.agenciapacourondo.com.ar/debates/puede-ser-la-mineria-una-actividad-sustentable-por-enrique-martinez

La discusión sobre la mega minería en Mendoza, que replica los conflictos en otras provincias argentinas, invita a la reflexión conceptual profunda. El tema es muy importante y además es necesario salir de los planteos binarios, que juegan a blanco o negro y terminan siendo cruces de caminos muchas veces falsos o mal definidos.

Empecemos por alguna punta.

La minería es una actividad económica antiquísima, que extrae elementos que se han incorporado a la vida cotidiana de los pueblos desde hace milenios.

A medida que se fue conociendo mejor los procesos de separación y de purificación se fueron acotando los daños ambientales, que formaron parte de la historia de la humanidad, que no evaluó como debía estas facetas hasta hace algo menos de un siglo. La minería del plomo en Jujuy, con efectos que se extienden hasta los suburbios más pobres del conurbano, que recuperan plomo de baterías, es tal vez el caso más dramático en nuestra historia. Por supuesto, a escala mundial se pueden escribir enciclopedias completas, con casos vinculados al petróleo o a minerales sólidos; a emprendimientos grandes o muy pequeños.

Hoy, como en casi todo otro plano, hegemoniza el escenario el gran capital. Ellos plantean proyectos para la periferia que agotan las minas en 25/30 años máximo y que exportan material sin purificar, trasladando el agregado de valor importante a sus casas matrices. Es sabido que exportamos concentrado de cobre e importamos casi todo producto hecho con cobre refinado. Lo mismo pasa con buena parte del aluminio; con todas las tierras raras; con el litio.

Nos dicen que las plantas pequeñas no son económicamente viables. Es falso de toda falsedad. Investigadores de la Universidad de Chile han mostrado que se puede preparar proyectos rentables de oro, cobre y plata con inversiones desde un millón de dólares y que se puede integrar hacia adelante para producir desde 100 toneladas, de cobre fino por año, con inversiones alrededor de 100.000 dólares.

Nos dicen que es inexorable generar algún efecto ambiental a tolerar. También es falso de toda falsedad. La pequeña minería de oro, con toda la avaricia simbólica asociada, ha sido ejemplo límite de los riesgos que los humildes están dispuestos a correr, ya que muchos años se usó mercurio para hacer una amalgama con oro que lo extrae del resto de los minerales, pero con un efecto contaminante aterrador sobre las personas y el medio.

Hay un documento de Naciones Unidas para el desarrollo, de 1997, que analiza este caso límite y recomienda seguir el ejemplo de Venezuela de aquellos años, que compraba a los mineros el concentrado primario y utilizaba luego mercurio en un Centro de Procesamiento con todas protecciones ambientales necesarias, sin contaminar personas ni el medio. Naciones Unidas es enfática señalando que ese es el camino.

El gran capital resolvió la cuestión. Admitió que se prohibiera el uso de mercurio y se lo reemplazó por un proceso con cianuro y ácido sulfúrico que en principio solo es accesible a las grandes explotaciones. Como en otros casos, se puso al chico adelante, para llevarse todo el pastel.

Hoy, sin embargo, ya hay procesos de uso de bacterias que evitan totalmente el uso de cianuro y reducen el uso de sulfúrico a cantidades enteramente controlables. La gran industria no se da por enterada, en parte por costos y en parte porque eso rehabilitaría la entrada de capitales modestos.

Se dice que la minería usa el agua que se necesita para otros destinos. Eso es solo parcialmente cierto.

Es correcto decir que una mina grande usa agua equivalente solo al riego de unas 100 ha. y además éste último puede mejorar mucho su eficiencia eliminando el riego por manto y yendo hacia el riego por goteo, que es infinitamente más sensato.

Ahora bien, en las cantidades el reclamo puede ser alarmista. Pero está claro que si el agua que fluye fuera de la mina tiene ácidos o compuestos dañinos para cultivos o personas, no importa el volumen, se contamina todo. De modo que el reclamo de evitar la contaminación es absolutamente pertinente.

¿Existe la forma? Si, rotundamente. ¿Se puede controlar que no se violen los procedimientos? Por supuesto, debe participar la comunidad en cada paso necesario.

Un comentario final. ¿Y si la minería fuera la forma de sacarnos de encima buena parte de la deuda externa, no deberíamos apelar a las empresas más grandes y resolver el problema, aunque queden algunos daños detrás? Es otro razonamiento falso. Si dimensionamos las explotaciones a escala mediana no contaminante; se plantea la integración hacia adelante, con producción de bienes finales; se hace la cuenta del efecto sobre la balanza de pagos, probablemente allí descubriremos que el valor de las exportaciones de concentrado no es mayor que el valor de los bienes finales que dejamos de importar. Con el agregado que el nivel de ocupación podría multiplicarse hasta por 10; los saberes regionales se incrementarían enormemente; podríamos pensar en exportar bienes finales cuya materia prima tenemos en el país; la dependencia del capital extranjero se reduciría.

En fin, seríamos un país independiente, próspero y vivible.

ADOLFO ARIZA

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